Semnario "El Econimista". Buenos Aires, 18 de julio de 2014.
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"El Economista". Buenos Aires, 19 de noviembre de 2010. |
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Viernes 01 de agosto de 2014
Cristina, encandilada por los Brics
Fascinada
por la presencia en Buenos Aires de los presidentes Vladimir Putin y Xi
Jinping, Cristina Kirchner parece haber encontrado su lugar en el
mundo. Castigada por el rechazo que despierta su política exterior,
quizá cansada por la catarata de admoniciones de las editoriales de los
diarios de las grandes capitales y fastidiada por las recomendaciones
neoliberales de los voceros del establishment internacional, la
presidenta Cristina Kirchner luce encandilada con el aparente
surgimiento de un nuevo orden mundial. Hace escasos días, exclamó
alborozada: "El mundo vuelve a ser multipolar". Después de todo, la
prensa occidental que no comprende las virtudes del modelo kirchnerista
es la misma que ha demonizado al presidente ruso al punto de convertirlo
en una suerte de villano internacional.
Difícilmente exista otro
país sobre la tierra cuyo gobierno haya celebrado con mayor entusiasmo
la reunión de los Brics en Fortaleza, en la que lanzaron un nuevo banco
de desarrollo con el objetivo de financiar sus proyectos de
infraestructuras, y un fondo de reservas con el que hacer frente a una
posible crisis de balanza de pagos. La promocionada reunión de los Brics
contó además con la participación, en calidad de invitados, de los
presidentes de la Unasur, incluida la Argentina. Es cierto, el encuentro
de los Brics tiene lugar en el marco de un nuevo escenario global:
superadas las etapas de la bipolaridad de la Guerra Fría (1945-1989) y
la de la unipolaridad norteamericana (1989-2001/2008), el mundo de
nuestros días reconoce la gravitación multilateral de grandes actores,
entre los que se destacan los Estados Unidos, China, la Unión Europea,
Rusia, Brasil y la India.
Sin embargo, la realidad de los hechos
aconsejaría prudencia a aquellos que se ilusionan con la sepultura del
orden económico mundial surgido en las postrimerías de la Segunda Guerra
Mundial en Bretton Woods. El fracaso del Gobierno para arreglar el caso
de los holdouts en Nueva York parece confirmar las limitaciones
materiales de la "diplomacia declaracionista". Para los Brics, la nueva
entidad es fundamentalmente un instrumento que busca ejercer un papel
político antes que económico.
Para Rusia, que ha sido expulsada
del G-8 por el rechazo occidental a su activa política exterior con
respecto a Ucrania, ha servido para su reinserción internacional. Para
China, en tanto, constituye una plataforma para financiar sus
emprendimientos de largo plazo en América Central y del Sur y en África.
En este plano, conviene recordar algunas precisiones: así como el
Kremlin mantiene un creciente enfrentamiento con las capitales
occidentales, China sostiene una política exterior de coexistencia con
los Estados Unidos, quien le reconoce su estatus de segunda potencia
económica mundial. Por otra parte, si bien Rusia es un actor político
central, la escala de su economía hace que su influencia no sea decisiva
globalmente.
Pese a la creencia extendida en nuestro país de
imaginar un mundo argentino-céntrico, la fascinación por China y Rusia
no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo. Fidel Castro acaba de
anticipar que China y Rusia están llamadas a liderar el mundo. Para el
anciano dictador, ambas naciones deberán garantizar la "supervivencia
humana" frente a los estragos del imperialismo.
La pasión
neotercermundista de la Presidenta, sin embargo, podría sorprender a
algunos memoriosos. Hace algunos años, cuando era candidata, Cristina
Kirchner sostuvo que su modelo de sociedad era Alemania. No por repetida
pierde vigencia aquella máxima de Séneca que enseña que no hay buenos
vientos para quien no sabe a dónde va.
Dentro de poco más de un
año, habrá nuevo presidente. La Argentina se encuentra frente a una
extraordinaria oportunidad histórica, que ofrece al país la posibilidad
de establecer una agenda de Estado que ponga en marcha un programa de
inserción internacional semejante, en términos comparativos, a la que
tuvo entre 1870 y 1930 y que llevó al país a ser la sexta economía en la
escala global.
El mundo actual demanda productos que la Argentina
puede generar de manera eficiente y competitiva. Una política exterior
inteligente y pragmática deberá buscar fórmulas de cooperación y no de
confrontación en las realidades existentes. Es ése el camino para
alcanzar el desarrollo, el mandato ineludible de la próxima generación.. |
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