Discurso sobre el Plan Marshall en la Universidad de
Harvard (1947)
Discurso sobre el Plan Marshall en la Universidad de
Harvard
«Iniciativa europea esencial para la recuperación
económica»
George S. Marshall
[5 de Junio de 1947]
Sr. Presidente,
Dr. Conant, miembros de la Junta de Supervisores,
Señoras y Señores:
Estoy profundamente agradecido y conmovido por la gran distinción, honor y
gran cumplido que me conceden esta mañana las autoridades de Harvard. Me siento
abrumado, en realidad, y soy bastante temeroso de mi incapacidad para mantener
una índice de audiencia tan alto, como Ud. ha sido lo suficientemente generoso
en dispensarme. En estos históricos y hermosos alrededores, este día perfecto,
y esta maravillosa Asamblea, es algo tremendamente impresionante para una
persona en mi posición.
No necesito decirles, señores, que la situación mundial
es muy seria. Eso debe ser algo evidente para todas las personas inteligentes.
Creo que una dificultad es que el problema es de una complejidad tan enorme que
la misma masa de datos presentados al público, a través de la prensa y la
radio, hace que sea excesivamente difícil alcanzar a apreciar la situación con
claridad. Mas aún, las personas del país de encuentran distantes de las
problemáticas de la tierra y les resulta difícil comprender las dificultades y
las consecuentes reacciones de las personas que llevan mucho tiempo sufriendo y
los efectos de esas reacciones sobre sus gobiernos en conexión con nuestros
esfuerzos para promover la paz en el mundo.
Al considerar lo que se precisa para la rehabilitación de Europa, la
pérdida física de vida, la destrucción visible de ciudades, factorías, minas y
ferrocarriles, fueron correctamente estimadas, pero se ha hecho obvio en los
últimos meses que esta destrucción visible era probablemente menos seria que la
dislocación de toda la organización de la economía europea. Durante los últimos
diez años, las condiciones han sido sumamente anormales. La preparación febril
para la guerra y el mantenimiento aún más febril del esfuerzo de guerra
envolvieron todos los aspectos de las economías nacionales. La maquinaria ha
caído en mal estado o ya es totalmente obsoleta. Bajo el régimen nazi,
arbitrario y destructivo, prácticamente cada empresa existente fue un engranaje
de la máquina de guerra alemana. Antiguos vínculos comerciales, instituciones
privadas, bancos, compañías de Seguros, y compañías de transporte,
desaparecieron por la pérdida del capital, la absorción a través de la
nacionalización, o por la simple destrucción. En muchos países, la confianza en
la moneda local está severamente golpeada. La ruptura de la estructura de
negocios de Europa durante la guerra ha sido total. La recuperación ha sufrido
un serio retraso por el hecho de que dos años después del cese de hostilidades
no se ha alcanzado un acuerdo de paz entre Alemania y Austria. Pero aún sí se
hubiesen encontrado soluciones más ágiles a estos difíciles problemas, la
rehabilitación de la estructura económica de Europa evidentemente requerirá
mucho más tiempo y esfuerzo de lo previsto.
Hay una fase de este asunto que es interesante y serio a la vez. El
agricultor siempre ha producido los productos alimenticios para intercambiarlos
con el habitante de la ciudad por las otras necesidades de la vida. Esta
división del trabajo es la base de la civilización moderna. En estos momentos,
hay la amenaza de que colapse. La ciudad e industrias no están produciendo
bienes adecuados para intercambiarlos con el agricultor que produce alimentos.
El suministro de materias primas y combustibles es insuficiente. El agricultor
y el campesino no pueden encontrar en venta los bienes que desea comprar. Así
que la venta de sus productos agrícolas a cambio de dinero que no puede
utilizar, le parece una transacción nada provechosa. Por lo tanto, ha retirado
muchos campos de cultivo y los esta usando para el pastoreo. Le proporciona más
cereales al ganado y obtiene para sí y para su familia un amplio suministro de
alimentos, aunque le falten ropa y otros artículos ordinarios de la
civilización.
Mientras tanto, los habitantes de la ciudad sufren recortes de alimentos y
combustible, y en algunos lugares se acercan a niveles de hambre. Fuerzan a los
gobiernos a usar sus monedas extranjeras y sus créditos para adquirir estas
necesidades en el exterior. Este proceso agota los fondos que son urgentemente
requeridos para la reconstrucción. Así que está desarrollándose rápidamente una
situación muy grave que no presagia ningún bien para el mundo. El sistema
moderno de la división del trabajo sobre el que se basa el intercambio de productos
corre el riesgo de colapsar.
La verdad de la cuestión es que las necesidades de Europa para los próximos
tres o cuatro años en alimentos y otros productos esenciales procedentes del
exterior, principalmente de EE. UU., son tan superiores a su presente
capacidad de pago, que tienen que recibir una ayuda adicional sustancial o
enfrentarse con un deterioro económico, social y político de un carácter muy
grave.
El remedio consiste en romper el círculo vicioso y restaurar la confianza
de los europeos en el futuro económico de sus propios países y de Europa como
un todo. El fabricante y el agricultor a través de amplias zonas deben
ser capaces y estar dispuestos a intercambiar sus productos por monedas cuyo
valor permanente no está sujeto a discusión.
Dejando a un lado el efecto desmoralizador sobre el ancho mundo y las
posibilidades de desórdenes resultantes de la desesperación de la gente
afectada, las consecuencias para la economía de los Estados Unidos parecen
evidentes a todos. Es lógico que los Estados Unidos haga todo lo que pueda para
contribuir al regreso de un estado de salud normal de la economía en el mundo,
sin lo cual no puede haber estabilidad política ni una paz garantizada. Nuestra
política esta dirigida no en contra de a algún país o doctrina sino en contra
del hambre, de la pobreza, la desesperación y el caos.
Su objetivo debe ser la reactivación de una economía operante en el mundo,
de forma que permita la aparición de condiciones políticas y sociales en las
que puedan existir instituciones libres. Tal ayuda, a mi modo de ver, no debe
llevarse a cabo en pedazos a medida que se desarrollen las crisis. Cualquier
ayuda que este Gobierno pueda prestar en el futuro debe procurar una cura antes
que un simple paliativo.
Cualquier gobierno que esté dispuesto a ayudar en la tarea de la
recuperación, encontrará, estoy seguro de ello, plena cooperación por parte del
Gobierno de los Estados Unidos. Cualquier gobierno que maniobre para bloquear
la recuperación de otros países no puede esperar apoyo de nosotros. Más aún,
los gobiernos, partidos políticos o grupos que traten de perpetuar la miseria
humana al objeto de aprovecharse de ella políticamente o de otra manera,
encontrarán la oposición de los Estados Unidos.
Es ya evidente que, antes de que el Gobierno de los EE. UU. pueda ir mucho
más lejos en sus esfuerzos para aliviar la situación y ayudar a situar al mundo
entero en su camino hacia la reconstrucción, tiene que haber algún acuerdo
entre los países de Europa en cuanto a lo que requiere la situación y a la
parte que estos países mismos tomarán en orden a dar el adecuado efecto a
cualquier acción que pueda ser emprendida por este Gobierno. No resultaría ni
conveniente ni eficaz para este Gobierno intentar montar unilateralmente un
programa encaminado a poner a Europa de pie económicamente. Este es el asunto
de los europeos. La iniciativa, pienso yo, tiene que venir de Europa. El papel
de este país debe consistir en una ayuda amistosa en la elaboración de un
programa europeo y un ulterior apoyo a dicho programa en la medida en que pueda
ser práctico para nosotros hacerlo. El programa debería ser conjunto; acordado
por un buen número, si no todos, los países europeos.
Parte esencial de cualquier acción afortunada por parte de los Estados
Unidos es que el pueblo de América comprenda, por su parte, el carácter del
problema y los remedios a aplicar. La pasión y el prejuicio político no deberán
tener participación alguna. Con previsión, y con la voluntad de nuestro pueblo
de enfrentarse con la ingente responsabilidad que la historia ha puesto
claramente sobre nuestro país, las dificultades que he subrayado pueden ser
superadas, y serán superadas.
Muchas gracias.
GEORGE S. MARSHALL
Nota. Traducción libre: © www.constitucionweb.com. Este discurso
pronunciado por el Secretario de Estado norteamericano George C. Marshall, y
escrito por Charles Bohlen, tuvo lugar en la Universidad Harvard el 5 de junio
de 1947, y dio inicio al programa de ayuda a la reconstrucción europea conocido
como el Plan Marshall. Su texto se adecua a su grabación registrada, difiriendo
parcialmente con la versión oficial publicada.
http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2014/01/discurso-sobre-el-plan-marshall-en-la.html#more
_____
-Versión en ingles-
The Marshall Plan Speech
(1947)
Mr. President, Dr. Conant, members
of the Board of Overseers, Ladies and Gentlemen:
I am profoundly grateful, touched by
the great distinction and honor and great compliment accorded me by the
authorities of Harvard this morning. I am overwhelmed, as a matter of fact, and
I am rather fearful of my inability to maintain such a high rating as you've
been generous enough to accord to me. In these historic and lovely
surroundings, this perfect day, and this very wonderful assembly, it is a
tremendously impressive thing to an individual in my position.
But to speak more seriously, I need
not tell you that the world situation is very serious. That must be apparent to
all intelligent people. I think one difficulty is that the problem is one of
such enormous complexity that the very mass of facts presented to the public by
press and radio make it exceedingly difficult for the man in the street to
reach a clear appraisement of the situation. Furthermore, the people of this
country are distant from the troubled areas of the earth, and it is hard for
them to comprehend the plight and consequent reactions of the long-suffering
peoples of Europe and the effect of those reactions on their governments in
connection with our efforts to promote peace in the world.
In considering the requirements for
the rehabilitation of Europe, the physical loss of life, the visible
destruction of cities, factories, mines, and railroads was correctly estimated,
but it has become obvious during recent months that this visible destruction
was probably less serious than the dislocation of the entire fabric of European
economy. For the past ten years conditions have been highly abnormal. The
feverish preparation for war and the more feverish maintenance of the war
effort engulfed all aspects of national economies. Machinery has fallen into
disrepair or is entirely obsolete. Under the arbitrary and destructive Nazi
rule, virtually every possible enterprise was geared into the German war
machine. Long-standing commercial ties, private institutions, banks, insurance
companies, and shipping companies disappeared through loss of capital,
absorption through nationalization, or by simple destruction. In many
countries, confidence in the local currency has been severely shaken. The
breakdown of the business structure of Europe during the war was complete.
Recovery has been seriously retarded by the fact that two years after the close
of hostilities a peace settlement with Germany and Austria has not been agreed
upon. But even given a more prompt solution of these difficult problems, the
rehabilitation of the economic structure of Europe quite evidently will require
a much longer time and greater effort than had been foreseen.
There is a phase of this matter
which is both interesting and serious. The farmer has always produced the
foodstuffs to exchange with the city dweller for the other necessities of life.
This division of labor is the basis of modern civilization. At the present time
it is threatened with breakdown. The town and city industries are not producing
adequate goods to exchange with the food-producing farmer. Raw materials and
fuel are in short supply. Machinery, as I have said, is lacking or worn out.
The farmer or the peasant cannot find the goods for sale which he desires to
purchase. So the sale of his farm produce for money which he cannot use seems
to him an unprofitable transaction. He, therefore, has withdrawn many fields
from crop cultivation and he's using them for grazing. He feeds more grain to
stock and finds for himself and his family an ample supply of food, however
short he may be on clothing and the other ordinary gadgets of civilization.
Meanwhile, people in the cities are
short of food and fuel, and in some places approaching the starvation levels.
So, the governments are forced to use their foreign money and credits to
procure these necessities abroad. This process exhausts funds which are
urgently needed for reconstruction. Thus, a very serious situation is rapidly
developing which bodes no good for the world. The modern system of the division
of labor upon which the exchange of products is based is in danger of breaking
down. The truth of the matter is that Europe's requirements for the next three
or four years of foreign food and other essential products -- principally from
America -- are so much greater than her present ability to pay that she must
have substantial additional help or face economic, social, and political
deterioration of a very grave character.
The remedy seems to lie in breaking
the vicious circle and restoring the confidence of the people of Europe in the
economic future of their own countries and of Europe as a whole. The
manufacturer and the farmer throughout wide areas must be able and willing to
exchange their product for currencies, the continuing value of which is not
open to question.
Aside from the demoralizing effect
on the world at large and the possibilities of disturbances arising as a result
of the desperation of the people concerned, the consequences to the economy of
the United States should be apparent to all. It is logical that the United
States should do whatever it is able to do to assist in the return of normal
economic health in the world, without which there can be no political stability
and no assured peace. Our policy is directed not against any country or
doctrine but against hunger, poverty, desperation, and chaos. Its purpose
should be the revival of a working economy in the world so as to permit the
emergence of political and social conditions in which free institutions can
exist.
Such assistance, I am convinced,
must not be on a piecemeal basis, as various crises develop. Any assistance
that this Government may render in the future should provide a cure rather than
a mere palliative. Any government that is willing to assist in the task of recovery
will find full cooperation, I am sure, on the part of the United States
Government. Any government which maneuvers to block the recovery of other
countries cannot expect help from us. Furthermore, governments, political
parties, or groups which seek to perpetuate human misery in order to profit
there from politically or otherwise will encounter the opposition of the United
States.
It is already evident that before
the United States Government can proceed much further in its efforts to
alleviate the situation and help start the European world on its way to
recovery, there must be some agreement among the countries of Europe as to the
requirements of the situation and the part those countries themselves will take
in order to give a proper effect to whatever actions might be undertaken by
this Government. It would be neither fitting nor efficacious for our Government
to undertake to draw up unilaterally a program designed to place Europe on its
feet economically. This is the business of the Europeans. The initiative, I
think, must come from Europe. The role of this country should consist of
friendly aid in the drafting of a European program and of later support of such
a program so far as it may be practical for us to do so. The program should be
a joint one, agreed to by a number, if not all, European nations.
An essential part of any successful
action on the part of the United States is an understanding on the part of the
people of America of the character of the problem and the remedies to be
applied. Political passion and prejudice should have no part. With foresight,
and a willingness on the part of our people to face up to the vast
responsibility which history has clearly placed upon our country, the
difficulties I have outlined can and will be overcome.
I am sorry that on each occasion I
have said something publicly in regard to our international situation, I have
been forced by the necessities of the case to enter into rather technical
discussions. But, to my mind, it is of vast importance that our people reach
some general understanding of what the complications really are, rather than
react from a passion or a prejudice or an emotion of the moment.
As I said more formally a moment
ago, we are remote from the scene of these troubles. It is virtually impossible
at this distance merely by reading, or listening, or even seeing photographs
and motion pictures, to grasp at all the real significance of the situation.
And yet the whole world of the future hangs on a proper judgment. It hangs, I
think, to a large extent on the realization of the American people, of just
what are the various dominant factors. What are the reactions of the people?
What are the justifications of those reactions? What are the sufferings? What
is needed? What can best be done? What must be done?
Thank you very much.
Publicado por Dres. Juan O. Pons y N. Florencia
Pons Belmonte
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