Domingo 06 de octubre de 2013
Álter eco
Economistas y
psicólogos, contra la "pobreza perpetua"
"Algún día, hijo mío, todo esto será tuyo. Las
necesidades básicas insatisfechas, la sensación permanente de escasez, la
discriminación sufrida en las escuelas, la falta de «recursos simbólicos», el
desánimo, el convencimiento de que no hay luz al final del túnel: tendrás todos
esto y mucho más."
En la Argentina, la pobreza se hereda más que la riqueza.
Los economistas que estudian la desigualdad en términos intergeneracionales
llegan a la misma conclusión inquietante: a nivel local, la movilidad social es
baja en comparación con otros países (incluso de la región), y sobre todo
cuando se trata de movilidad ascendente: casi cuatro de cada diez argentinos
que nacen en un hogar pobre seguirán en la misma condición durante su vida
adulta. La dinámica es más grave entre las mujeres: para las hijas, la tasa de
inmovilidad (la probabilidad de que no cambien de clase social en un futuro)
aumenta entre 2% y 3% con respecto a los varones.
"La desigualdad económica percibida como desigualdad
de oportunidades es, probablemente, una de las principales fuentes de
descontento y de inestabilidad social y política", cuenta a LA NACION la
economista Maríbel Jiménez, quien en las últimas jornadas de la Asociación
Argentina de Economía Política publicó un trabajo sobre "Tendencias en la
movilidad intergeneracional del ingreso ".
"Un mayor índice de movilidad entre generaciones
indicaría que el origen socioeconómico de los individuos es menos relevante en
la determinación de su conjunto de oportunidades disponible, y por lo tanto
promovería una asignación más eficiente de las ventajas comparativas
potenciales de las personas en la economía", plantea Jiménez.
Para la economista, la desigualdad sostenida en el tiempo
genera una suerte de "efecto túnel". "Cuando una persona pobre
ve que la mayor parte de quienes están a su alrededor no tienen mejoras en su
calidad de vida, se produce un desánimo provocado por la imposibilidad de tener
esperanzas y por no ver la luz al final del túnel", explica.
Distintas investigaciones que cruzan la economía y la
psicología están abordando las consecuencias, hasta hace muy poco tiempo ignoradas,
que tiene la pobreza sobre la emocionalidad de las personas y sobre sus
decisiones económicas. Victoria Giarrizzo, profesora de la UBA, viene abordando
el fenómeno de la "pobreza subjetiva": la cantidad de gente que se
siente "pobre" es más que la que marcan los valores técnicos del
Indec, y esta situación tiene un impacto multidimensional. Quienes se perciben
pobres muestran una menor propensión a pagar impuestos o a salir a buscar
trabajo. "La principal causa de este fenómeno tiene que ver con la angustia
que provoca la aceleración inflacionaria, particularmente en los sectores de
ingresos medios y bajos", dice Giarrizzo, quien desde el Centro
Interdisciplinario de Economía Política (CIEP) de la UBA realiza estudios
multidisciplinarios con psicólogos.
El fenómeno de la "pobreza perpetua" (en
términos técnicos, transmisión intergeneracional de pobreza, TIP) tiene varios
submecanismos que refuerzan el círculo vicioso del problema. Leonardo
Gasparini, experto en temas de desigualdad del Cedlas de la Universidad de La
Plata, hace énfasis en el factor educacional como "petrificador"
social: son pocos los hijos que superan el nivel educativo de los padres. La
divisoria de aguas entre ricos y pobres se da sobre todo a nivel terciario, aún
un privilegio de las clases más altas.
Cecilia Veleda, directora del programa de Educación del
Cippec, analizó en La segregación educativa. Entre la fragmentación de las
clases medias y la regulación atomizada (La Crujía, 2012), cuáles son los
mecanismos que hacen que cada tipo de estrato social termine
"destilado" en ciertos tipos de escuelas en el conurbano bonaerense.
"Se ve muy claro como tanto la propia segregación territorial como las
normas, las prácticas de las escuelas y de las propias familias generan
segregación educativa. Existe un mercado «salvaje» en el que pierden los más
pobres, porque no cuentan con los recursos simbólicos, culturales ni sociales
como para posicionarse en las escuelas más preservadas, tanto del sector
privado como del público. Así, terminan relegados en escuelas públicas en
peores condiciones edilicias, menos recursos didácticos, más alta rotación de
docentes, mayores tasas de repitencia, etcétera."
En los últimos años, la economía no convencional sumó
explicaciones nuevas para entender el fenómeno de la pobreza perpetua. Hay de
todo. Raquel Fernández, de la Universidad de Nueva York, cuenta que en América
latina el porcentaje de casamientos "intra clase social" es mucho más
elevado que en Europa y EE.UU.: al contrario que lo que sucede en algunas
telenovelas, es raro que un rico o rica se case con alguien pobre.
Y Sebastián Ludmer, un economista argentino que trabajó
en Princeton, descubrió una trampa que tiene aportes de la psicología: quienes
nacen en una cuna con recursos poseen, en su vida adulta, una menor
"tentación" a consumir que quienes pasaron necesidades, y por lo
tanto ahorran más y refuerzan así el círculo vicioso. La conclusión figura en
la tesis de doctorado de Ludmer, de 2006, que está online .
Pero lo último de lo último en materia de economía no
tradicional y pobreza es el libro del que están hablando por estos días muchos
académicos: Scarcity: Why Having Too Little Means So Much ("Escasez:
Por qué tener tan poco significa tanto", aún no traducido), de los
economistas Eldar Shafir (de Princeton) y Sendhil Mullainathan (de Harvard).
Ambos muestran cómo la sensación de escasez (de comida, de dinero, de tiempo y
de cualquier tipo de recurso) impacta fuerte sobre las habilidades cognitivas
de las personas. Estudiaron distintas variables, como el razonamiento
lógico-espacial, el autocontrol, la capacidad de resolver problemas, la
absorción y retención de nueva información; y todas se ven afectadas por la
escasez.
Mullainathan y Shafir (que estuvo hace poco en la
Universidad Di Tella para presentar estas conclusiones ante colegas) testearon
su hipótesis en distintas muestras: desde granjeros de la India que cobran una
vez por año y tienen efectos "pobreza" y "riqueza" muy
marcados según el mes hasta personas adineradas que hacen dieta. En todos
encontraron reducciones significativas en habilidades cognitivas.
"El análisis de la atención como recurso limitado y
el estrés que genera el lidiar con problemas de supervivencia a diario abren
toda una nueva dimensión de los efectos positivos de los programas
sociales", explica ahora a la nacion Guillermo Cruces, especialista en
temas sociales del Cedlas. "Por ejemplo, programas como la Asignación
Universal por Hijo, además de sus efectos positivos de primer orden, también
aumentan el bienestar de los beneficiarios al darles un horizonte de certeza
sobre sus ingresos en el mediano plazo. Este tipo de efectos positivos, no
considerado en el análisis económico tradicional, ha sido documentado: los
niños beneficiarios de Progresa (programa pionero en México) tenían niveles de
cortisol (un indicador de estrés) sustancialmente más bajos que los niños no
beneficiarios del programa."
"Algún día, hijo mío, todos estos niveles altos de
cortisol serán tuyos.".
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