La entrevista: James Carter
"El
movimiento por los derechos humanos fue lento, pero perdura"
El ex presidente
norteamericano cree que los documentos clasificados pueden tener información
valiosa sobre los desaparecidos
ATLANTA.- "Algunos
dicen que el respeto a los derechos humanos y la defensa de la democracia van a
desaparecer de la agenda interamericana al terminar mi mandato. Se
equivocan", dijo James Carter en 1980 ante la Organización de Estados
Americanos (OEA). Las dictaduras de la región habían celebrado su derrota
electoral contra Ronald Reagan, pero Carter no se daría por vencido.
Dejó la Casa
Blanca con la imagen de un perdedor. No había logrado controlar la inflación en
los Estados Unidos, no pudo rescatar a los rehenes en Irán, tampoco evitar la
invasión de la Unión Soviética a Afganistán. Pero no salió derrotado: creó el Centro
Carter y siguió peleando en el mundo entero por su legado. Es incansable, y
obsesivo, en cada uno de sus proyectos.
En América latina,
ya fue observador en elecciones en Panamá, Venezuela, México y Perú, y dedicó
la última conferencia del Centro Carter a estudiar los nuevos desafios que
enfrentan las democracias en la región. Durante el encuentro, el ex presidente
concedió una entrevista exclusiva a La Nación , y luego al conjunto de periodistas que participaron del
debate en Atlanta. El resultado de ambas se transcribe a continuacion.
-Pensando en su
último discurso ante la OEA, ¿diría hoy que se equivocaron?
-El presidente
Reagan y Jeane Kirkpatrick (su embajadora ante las Naciones Unidas) intentaron
revertir lo que habíamos hecho nosotros. Ella hizo un rápido viaje a la
Argentina y a Chile para asegurarles a los dictadores que estaba todo bien.
Creo que, a pesar de eso, el movimiento hacia el respeto por los derechos
humanos tardó en imponerse, pero perduró.
-Su gobierno, por
denunciar violaciones a los derechos humanos que se cometían, tuvo una relación
tensa con la dictadura militar argentina. ¿Cuál es su recuerdo?
-Lo recuerdo con
mucha claridad. En mi mente, la situación en la Argentina y en Chile estaban
vinculadas. Mandé a Patricia Derián, que era mi representante especial, para
que exigiera a los dictadores que cumplieran con las normas básicas de respeto
a los derechos humanos.
-¿Y en los
organismos internacionales?
-Usamos al máximo
posible nuestra influencia en círculos internacionales, en discursos públicos
ante la OEA y, en ocasiones, en las Naciones Unidas. También en el Banco
Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) Desalentamos préstamos que los dictadores utilizaban para
comprar armas, muchas de las cuales usaban en contra de sus propios ciudadanos.
Recurrimos a ese tipo de influencias, las que se pueden ejercer desde
Washington, al máximo.
-También prohibió
la venta de armas y suspendió la ayuda económica a la Argentina.
-Fijamos una
política que en esencia sigue siendo la misma hoy: no vender armas avanzadas en
países de América latina, con un par de excepciones, unas ventas a Venezuela, y
el esfuerzo reciente por parte de Chile por adquirir aviones F-16.
-Los familiares de
desaparecidos piden la desclasificación de los documentos del gobierno de los
Estados Unidos sobre la dictadura argentina, ¿cree que puede haber información
valiosa?
-Creo que sí.
Nuestras afirmaciones ayudaron mucho en aquella época. Eran acertadas, aunque
lo que hacíamos era revelar a la comunidad internacional cosas que conocían
mucho mejor los familiares, por eso marchaban las madres, cuyos chicos habían
sido asesinados y sus cuerpos lanzados al océano. Siempre es importante y útil
que la comunidad internacional publicite con un perfil muy alto los casos de
abusos de derechos humanos.
-Dos décadas
después del fin de su gobierno, Augusto Pinochet retiene poder como senador vitalicio,
aunque ahora le quitaron los fueros, ¿qué opina?
-Es el dilema más
difícil para un activista de los derechos humanos: ¿Le damos impunidad a los
perpetradores de crímenes terribles para conseguir su apoyo para establecer un
sistema demócratico? En el mundo entero, no sólo en América latina, la decisión
ha sido por lo general dejar libres de la amenaza de ir a la cárcel a los
líderes militares, o a los del apartheid en Sudáfrica, a cambio de que dieran
un paso al costado. En una transición pacífica a la democracia, parece una
decisión casi inevitable, aunque es desagradable. En otros casos hubo
negociaciones con efectos adversos que aún perduran.
-Se refiere a
Chile...
-Ahí estamos
frente a un acuerdo que le da un puesto vitalicio a Pinochet y a otros en el
Senado, y un porcentaje determinado de las exportaciones que las fuerzas
armadas chilenas pueden utilizar sin control civil. Es una cuestión muy difícil
que también ocurrió en El Salvador, Guatemala, Paraguay, Sudáfrica y en otros
países del mundo. Es fácil, en teoría, condenar esto, y decir que cualquiera
que haya sido responsable de la desparición de un chico, o de la ejecución de
una persona inocente por objetivos políticos, deber ser castigado. Eso es fácil
de decir. Pero en la realidad, ese criminal por lo general está aún en el
poder, y sólo aceptará dejarlo dentro de ciertas condiciones.
-¿Estuvo de
acuerdo con la detención de Pinochet en Londres, y a pedido de un juez español?
-Me pareció un
acto sin precedente, que levanta preocupaciones para mucha gente. ¿Qué pasaría
si George Bush viaja al Medio Oriente y en diez años le dicen que es un
criminal porque hay gente inocente que murió en esa guerra? ¿O si Bill Clinton
viaja más adelante a Kosovo, lo arrestan y lo condenan? Es obvio que Pinochet
no está en la misma categoría que Bush o Clinton, pero el principio es lo que
resulta preocupante. Creo que el regreso de Pinochet a Chile para ser juzgado
en su propio país fue lo mejor. La decisión de perseguir los crímenes cometidos
durante dictaduras militares debe ser tomada para cada país, no puede recaer
sobre extranjeros.
-Con la aprobación
del Plan Colombia, algunos críticos dicen que los Estados Unidos, al igual que
en El Salvador, le darán ayuda a las fuerzas armadas que son responsables por
violaciones serias a los derechos humanos. ¿Está de acuerdo?
-Con la excusa de
que sus oponentes eran comunistas, los Estados Unidos les han dado en el pasado
apoyo militar y económico a dictaduras militares, de eso no hay duda. En el
caso de Colombia, yo apoyo el plan de ayuda, pero no apruebo, sin embargo, el waiver (perdón) que le
dieron por este año a las condiciones que debían cumplir en términos de
derechos humanos. Tenemos que respetar los requisitos que impuso el Congreso
para impedir que esta plata sea utilizada por fuerzas cómplices de la milicia
que viola derechos humanos.
-¿Es posible que
los Estados Unidos envíen tropas a Colombia?
-Una intervención
es posible, pero no es probable. Sería una decisión muy impopular para
cualquier presidente, aun en el caso de que sea a pedido de Colombia.
-¿Puede tener
éxito el Plan Colombia aun cuando es resistido por los países vecinos?
-Nadie sabe si el
Plan Colombia será exitoso. Creo que al final tendrá que haber negociaciones de
buena fe entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el
gobierno. El Carter Center ya ofreció sus servicios, en caso de que ambas
partes pidan ayuda. El acuerdo resultaría extremedamente difícil por la enorme
riqueza que genera el narcotráfico. Pero no creo que se pueda alcanzar un
acuerdo permanente basado en helicópteros o en el número de armas que tiene
cada cada parte.
-¿No es una
intervención en los asuntos internos de Colombia?
-De acuerdo con
algunas definiciones, el Plan Colombia es una intervención, pero al mismo
tiempo es una intervención que fue requerida por el presidente de Colombia. Yo
personalmente creo que, en términos generales, el Plan Colombia es aceptable.
-El Centro Carter
tuvo una misión en el Perú y fue muy crítico de la reelección de Fujimori,
¿cree que ahora entregará el poder?
-Presumo que el
año que viene veremos una elección aceptable en el Perú, y mi esperanza es que
el Centro Carter sea invitado una vez más, para dar garantías de transparencia.
La decisión de Fujimori de mantenerse en el poder me resulta perturbadora. Si
no actúa de buena fe para permitir elecciones libres, será condenado de manera
muy severa por su gente y por la comunidad internacional. También lo sería si
elige a un candidato y lo promueve con métodos que harían injusta la elección
para los demás. Pero creo que intentará evitar eso.
-¿Qué opina de
Vladimiro Montesinos, de su relación con los Estados Unidos y de las gestiones
para su exilio en Panamá?
-Manuel Noriega
también fue un gran aliado de los Estados Unidos, durante la administración
Reagan. Cuando hizo una alianza con los sandinistas, ahí fue cuando cayó en
desgracia, y eso llevaría al final de cuentas a la invasión. Cometimos muchos
errores, y aún nos queda mucho por aprender para defender los derechos humanos
no sólo en el exterior, también aquí.
-La CIA admitió
que tuvo vínculos con la DINA, la policía secreta del régimen de Pinochet. La
conexión con Manuel Contreras, que cumple condena por el asesinato de Orlando
Letelier, que ocurrió en Washington, es vista por la familia Letelier como
prueba de que los Estados Unidos tuvieron algún grado de responsabilidad.
¿Puede ser?
-No estoy
familiarizado con todas las pruebas, y sé que mi voz puede ser utilizada para
intentar afectar el resultado de un caso legal. Prefiero no responder. Pero
diré que, en 1976, el senador Frank Church investigó las actividades ilegales
de la CIA, como los intentos para asesinar a Fidel CastroÉ Son hechos deplorables
y criminales. Durante mi gobierno se aprobaron directivas muy estrictas que
prohíben cualquier tipo de actividad ilegal por parte de la CIA. Luego, como
ustedes, hubo hasta admisiones de que la CIA había orquestado parte de la
guerra de los contras en Nicaragua. Ahora hay mayor control, pero con tantas
operaciones de la CIA en el mundo dudo que se cumplan todas las normas.
-¿Cómo evalúa la
situación de los derechos humanos en los Estados Unidos?
-Aún tenemos
violaciones a los derechos humanos. Mi mujer (Rosalynn Carter) acaba de iniciar
una campaña, con todo mi apoyo, en contra de las ejecuciones de chicos y de
personas con problemas mentales que son condenados a muerte. El sistema
judicial no les da a las minorías y a los que no tienen dinero para contratar
abogados medios para defenderse de manera justa. Los Estados Unidos también
tienen un largo camino por recorrer.
-¿Los problemas
sociales no hacen peligrar las democracias?
-La democracia,
aunque es preciosa, nunca es permanente. Uno de los grandes riesgos para un
gobierno democrático es no cumplir con las demandas básicas de la gente. El
Carter Center quiere establecer ciertas pautas que debería cumplir una
democracia, para poder comparar la situación entre diversos países. A pesar de
los grandes progresos, el objetivo de esta conferencia es enfatizar la
fragilidad de las democracias.
-El presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, sostiene que la democracia representativa ya no sirve,
¿está de acuerdo?
-Es cierto que en
Venezuela los dos grandes partidos tradicionales habían perdido todo contacto
con la gente, y estaban sujetos a la corrupción. Chávez prometió cambios y los
votantes lo identificaron con la reforma total. Para mi sorpresa, cumplió con
muchas de sus promesas. Dice que quiere mejorar la distribución del ingreso
entre la oligarquía y el pueblo, y en eso le tomo la palabra. Pero su concepto
de democracia es muy diferente del que defendemos en el Centro Carter. Hay
demasiada concentración de poder en la presidencia, y tiene una gran
dependencia de su actual popularidad. Yo creo en la democracia basada en
instituciones fuertes ¿Qué pasará en dos o tres años si hay una crisis
económica que reduzca su popularidad?
-El Centro Carter
fue observador en elecciones en el Perú, Venezuela y también en México. Ahora
esos países, salvo México, cuestionan en la OEA a las misiones de observadores,
dicen que son injerencias indebidas en sus asuntos internos.
-En el pasado, los
Estados Unidos hemos sido culpables de intervención directa en cuestiones
internas de otros países, para defender a dictadores o a corporaciones
norteamericanas. Tenemos antecedentes en Chile y en la Argenitna, y en muchos
otros países. Sin embargo, creo que hemos aprendido mucho, y en el Centro
Carter no vamos a un país a menos que nos inviten. Pero el país que se niega a
invitar observadores en una elección cuestionada o muy ajustada tiene algo para
esconder, eso crea desconfianza. Lo mismo sucede con las misiones de la OEA.
Aunque fui presidente de los Estados Unidos, yo voy a los países sin ninguna
autoridad. No quiero tener ninguna autoridad.
-¿Qué opina del
sistema electoral norteamericano?
-En los Estados
Unidos aún tenemos serios problemas vinculados con el financiamiento de las
campañas políticas. Hoy día, nadie puede aspirar a ser presidente a menos que
tenga acceso a grandes sumas de dinero o sea candidato de alguno de los dos
grandes partidos. Esto no era así en mi época. Eso es un serio defecto del
proceso norteamericano, y yo no iría a un país extranjero como observador a
menos que todos los candidatos tengan un acceso relativamente parejo a los
medios de comunicación. Esto no se cumple en los Estados Unidos. Tenemos
nuestros problemas también.
-Venezuela y el
Perú, entre otros, también sostienen que la resolución 1080, que permite
suspender a un miembro de la OEA cuando se produce un quiebre del sistema
institucional, sólo se puede aplicar ante un golpe de Estado, ¿está de acuerdo?
-La 1080 llama a
la OEA a tomar una acción cuando la democracia es alterada de manera evidente
como, por ejemplo, ante el cierre del Congreso. Pero hay algunos países, como
México en el pasado y Venezuela hoy, que no quieren que la OEA tenga ninguna
autoridad para condenar a los países, sin importar qué suceda. Creo que debemos
trazar una distinción responsable entre una intrusión no querida y una
intrusión que está diseñada para preservar la Constitución y las leyes del
país. Intervención no, pero ayuda sí.
EL PACIFICADOR
La presidencia
inconclusa es el título de la principal biografía de James Carter. En el prólogo, el
autor Douglas Brinkley cuenta que ya tenía más de doce capítulos listos cuando
advirtió que tenía que hacer algo distinto. En lugar de una biografía tradicional,
Brinkley decidió escribir sobre Carter a partir del día que dejó la Casa
Blanca. Por lo general, un ex presidente de los Estados Unidos crea su
biblioteca, escribe sus memorias, da conferencias, puede hacer negocios, y
tiene un lugar de prestigio, pero se mantiene en un segundo plano. El caso de
Carter fue diferente. En 1994, las revistas Time y Newsweek le dedicaron la
portada a Carter, El pacificador incansable.
Brinkley percibió
que "la gente estaba mucho más interesada en la resurrección política que
había transformado a un perdedor de los años 80 en un distinguido líder del
mundo por la paz". Dejó de lado su proyecto original, que era escribir
sobre cómo el político demócrata había llegado a la presidencia. Carter
"sabía que quería hacer algo más que construir una librería-museo en
tributo a su mandato. Lo que realmente quería era terminar el trabajo
inconcluso de su presidencia", escribió Brinkley. La defensa de la
democracia y de los derechos humanos, los dos temas que moldearon su legado en la
Casa Blanca, siguen siendo las dos causas que definen el trabajo de Carter, a
quien muchos llaman -algunos con cierta ironía, pero la mayoría con real
admiración- "el más grande ex presidente de los Estados Unidos".
PERFIL
·
A James Carter le
gusta definirse con las siguientes palabras: "Soy sureño y norteamericano,
agricultor y marido, cristiano, político y ex gobernador, físico nuclear y
oficial de la Marina, y entre otras cosas, amant e de las canciones de Bob
Dylan".
·
Nació en Plains,
Estado de Georgia, el 1º de octubre de 1924, en el seno de una familia de
cultivadores de maní.
·
Se graduó en la
Academia Naval de los Estados Unidos y realizó luego estudios de posgrado en
Física Nuclear en el Union College.
·
Está casado con
Rosalynn Carter -nacida en su mismo pueblo-, con la que tiene cuatro hijos.
·
En 1971 fue
elegido gobernador demócrata de su Estado natal.
·
En 1977 ganó las
elecciones nacionales y se convirtió en el 39º presidente de los Estados
Unidos. Su gestión tuvo un alto perfil internacional, con algunos sonoros
traspiés, y se destacó por el hincapié puesto en los dere chos humanos.
·
Perdió la
reelección en 1981 a manos del republicano Ronald Reagan.
·
En septiembre de
1978 logró en Camp David la firma de un histórico acuerdo de paz entre Israel y
Egipto.
·
Tras dejar la
presidencia, creó la Fundación Carter con el fin de promover programas de paz,
de lucha contra la pobreza y en defensa de los derechos humanos. La fundación
adquirió fama gracias a sus supervisiones de comicios en distintos países del
mundo.
.
Por María O´Donnell Corresponsal en EE.UU.
Diario “La Nación”. Buenos Aires, 22 de octubre de 2000.
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