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sábado, 11 de julio de 2015

WIKILEAKS 2011 Secuelas de la bomba WikiLeaks


La filtración de los cables del Departamento de Estado

Secuelas de la bomba WikiLeaks

Diana Cohen Agrest
Para LA NACION
El adalid de la transparencia que divulgó miles de cables secretos y puso en jaque a la diplomacia de la potencia número uno del globo, Julian Assange, el mismo que es candidateado al Premio Nobel por sus contribuciones a la libertad de expresión, corre el riesgo de terminar en el cadalso si es deportado a Suecia y de allí a Estados Unidos. Pero no por filtrar despachos clasificados: su condena será el castigo por akrasia , como llamaban los griegos a la debilidad de la voluntad demostrada en su incontinencia sexual. Aunque, nobleza obliga, la fiscalía sueca aclaró que el fundador de WikiLeaks no es buscado por ser un vulgar violador sino por haber cometido un delito bautizado como "sexo por sorpresa" o "sexo inesperado", expresión eufemística que lo culpa de no haber apelado al viejo truco del coitus interruptus cuando su preservativo, literalmente, se le filtró.
La principal denunciante es Anna Ardin, quien forma parte de una organización que lucha por la equidad de género (lo que no tiene nada de llamativo y habla de su coherencia entre dichos y hechos). Sí llama la atención que se trate de una cubana presuntamente vinculada a la CIA. Y que, sospechosamente, al ventilar su intimidad logró que el mismo irreverente que hizo temblar a gobiernos y corporaciones terminara siendo la víctima ridícula de una exposición mediática más ridícula todavía alentada por el voyeurismo , ese pan nuestro de cada día.
Sus prácticas privadas, por controvertidas que sean, no le quitan mérito a Julian Assange, el vocero de una organización defensora de la transparencia en un mundo globalizado donde nada es como parece ser. Pese a la trama digna de una película de espionaje durante la era de la Guerra Fría, los activistas de WikiLeaks bien podrían decir: "Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos". Porque es cierto que ocultar información suele ser visto con recelo en los sistemas republicanos, muy distante de cuando en defensa de las monarquías absolutas se invocaba un presunto derecho de origen divino de los reyes, confiriendo un halo de santidad a los entuertos de gobierno. Una vez que rodó la última de las cabezas monárquicas, y poco dispuestos a perder sus fueros, los gobernantes de turno invocaron la "razón de Estado" para legitimar sus embustes, los que hubiesen sido calificados de delitos de ser sus autores cualquier hijo de vecino. Entonces alegaron que sin el Estado los ciudadanos no podrían sobrevivir, de allí que se admitiera mentir, engañar, romper promesas y hasta torturar si lo que estaba en juego era la "defensa" del Estado: la llamada "Doctrina de la seguridad nacional" aducida durante los años de plomo fue un testimonio aberrante de ese todo vale, vivido en carne propia.
Sin embargo, el rol de la información en las democracias no se dirime tan expeditivamente. WikiLeaks planteó el dilema entre la transparencia y la opacidad de la información, un conflicto condensado en si los ciudadanos deben conocer todos los actos de gobierno o si, de hacerlo, se viola la confidencialidad que pone en riesgo las negociaciones internacionales y los operativos de inteligencia pregonados instantáneamente por el alcance global de los medios.
Lo cierto es que la dicotomía maniquea cuyas premisas afirman que la divulgación de la información es buena en sí misma y su ocultamiento un mal, puede ser matizada a través de ciertas distinciones. En Secrets: On the Ethics of Concealment and Revelation , la filósofa estadounidense Sissela Bok indaga las aristas morales del secreto, distinguiéndolo de la filtración de información. Valiéndose de un bisturí con el que analiza conceptos íntimamente asociados, desmenuzando lo que parece obvio cuando no lo es, Bok advierte que el vínculo entre el secreto y el engaño es tan íntimo en el imaginario social que, erróneamente, se asimila todo secreto al engaño. En desmedro de esta asimilación, aclara Bok, mientras todo engaño implica un secreto, todo secreto no tiene como objetivo engañar. No obstante, esta disociación entre secreto y engaño no le da carta de legitimidad al primero. Por cierto, el secreto puede proteger el derecho de algunos mientras afecta los de otros en tanto y en cuanto si bien promueve la lealtad y el espíritu de cuerpo, también incita la discriminación hacia los excluidos. En particular, así como aísla a los funcionarios de interferencias legítimas, también les permite corregir errores o dar marcha atrás sin explicaciones embarazosas. Por su parte, el secreto oficial puede ser idóneo cuando, por ejemplo, se resguardan anteproyectos tentativos que todavía no pueden ser puestos a disposición del público o cuando se trata de la vida privada de los funcionarios (siempre y cuando no interfiera con la función pública). Cuando examina los vínculos del secreto con la filtración de información, Bok admite entre ellos una relación simbiótica: sin secreto, no habría necesidad de filtrar. Y a diferencia de los informes, que son transmitidos directamente por las autoridades, se filtra al público a través de intermediarios; en este caso, los cinco periódicos elegidos por WikiLeaks para difundir los cables.
Lo cierto es que los primeros archivos desclasificados que aludían a personajes de la política local adolecían, si se quiere, de cierta candidez: la salud mental de la presidenta o el "estilo K". Hasta allí podía ser un chismorreo que caía dentro de las excepciones mencionadas por Bok que hacen del secreto un acto lícito. Pero luego se supo de otros cables que alertaron, en una catarata de denuncias, sobre la ausencia de voluntad política para combatir la corrupción de policías, funcionarios y corporaciones que, mancomunados por una impunidad favorecida por un sistema judicial cómplice, nos recuerdan una obra maestra que muestra, tal vez como ninguna otra, cómo lo legal no siempre coincide con lo moral. En El proceso , Kafka narra las desventuras del señor K (para quien lo ignore, se trata de un personaje creado por el autor y no una ironía de quien escribe estas líneas), víctima inocente que termina por ser declarado culpable de un delito que jamás cometió. Aunque el escritor checo anticipó los vericuetos de una burocracia dominada por un poder sin nombre propio, jamás pudo prever que el itinerario inculpatorio del señor K podría ser invertido: mientras que en el universo kafkiano el aparato del Estado se convierte en un instrumento siniestro para hacer de un inocente, un culpable, en el laberinto argentino el aparato del Estado se ha tornado un instrumento perverso para hacer de un culpable, un inocente. De allí que se transgreden las normas, a sabiendas de que el solo paso del tiempo borrará, impunemente, las huellas de los delitos.
En 1940, en una París ocupada por los nazis, observando una reproducción del Guernica , un oficial alemán le preguntó a Picasso si era él quien había hecho eso. A lo cual Picasso respondió: "No, han sido ustedes". Al fin y al cabo, el artista sólo había plasmado en la tela los horrores de una guerra absurda.
Urgidos esta vez por las denuncias amplificadas por la Red, el arraigado sentimiento antinorteamericano local puede ser el arma invocada para no hacerse cargo de lo que nos concierne. Porque, según parece, no importa tanto el mensaje como el emisor, y se comete la falacia de desacreditar la información por la fuente. Pero no fue la incontinencia de Assange quien lo hizo. Ni siquiera la osadía de WikiLeaks. Tampoco la puesta al descubierto de la hipocresía de la diplomacia de una potencia mundial. Lo hicimos entre todos: no sólo la dirigencia política y corporativa sino también la sociedad civil que asiste impotente, cuando no cómplice, a la endeblez institucional. Pero, como en la historia del rey desnudo, ya nadie puede dejar de reconocer lo que se trata de ocultar.
La autora es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires .
© La Nacion
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Diario "La Capital". Rosario, Lunes, 14 de marzo de 2011 

El portavoz de Hillary, otra víctima de Wikileaks

Washington.- El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Philip Crowley, presentó ayer su renuncia tras un controvertido comentario sobre las condiciones de prisión...

Washington.— El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Philip Crowley, presentó ayer su renuncia tras un controvertido comentario sobre las condiciones de prisión del supuesto informante del sitio Wikileaks, Bradley Manning.
  Un corresponsal de la BBC informó que Crowley dijo a un grupo reducido en una universidad de Massachusetts que el tratamiento que está recibiendo el ex analista de inteligencia en la cárcel “es ridículo, contraproducente y estúpido”, después de que se supiera que era obligado a dormir desnudo.
  El abogado de Manning denunció a principios de marzo que el soldado está sufriendo vejaciones y tratamientos “inapropiados” en la prisión militar de Quantico, en Virginia.
  Crowley anunció ayer que presentó su dimisión como portavoz del Departamento de Estado “en vista de las repercusiones de mis declaraciones, por las que asumo toda la responsabilidad”. Sus comentarios sobre las condiciones de cárcel de Manning “pretendían arrojar luz sobre las actuaciones diarias de las autoridades de la seguridad y lo que suponen para nuestra imagen y papel de liderazgo en el mundo”, agregó.
  Según la cadena CNN, Crowley expresó sus temores de que el maltrato a Manning provocara problemas en su persecución penal. El soldado de 23 años está acusado de entregar datos secretos de computadoras del Pentágono a la web Wikileaks, dirigida por el hacker y periodista australiano Julian Assange.
  La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, aceptó “apesadumbrada” la dimisión y agradeció a Crowley su trabajo en el departamento desde mayo de 2009.
  Crowley fue un respetado portavoz del Consejo de Seguridad Nacional bajo el ex presidente Bill Clinton, pero según afirmaron varios medios norteamericanos no se llevaba demasiado bien con Hillary.
  Clinton anunció ayer que quien fuera hasta hace poco portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Mike Hammer, asumirá el cargo de Crowley, aunque por el momento de forma interina. l
 

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