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sábado, 11 de julio de 2015

RUSIA 2011 Rusia, veinte años después del colapso de la Unión Soviética

Diario "Clarín". Buenos Aires, 24 de octubre de 2011.

Rusia, veinte años después del colapso de la Unión Soviética

MIRADA GLOBALLa implosión de un mundo. El Estado ruso logró reconstruirse, pero la estructura económica sigue siendo primitiva y dependiente de materias primas.
  • Jorge Castro ANALISTA
El 8 de diciembre de 1991, las 3 repúblicas eslavas de la Federación Soviética (Rusia, Ucrania y Bielorrusia) dieron por terminado el experimento lanzado por Lenin 79 años antes y disolvieron la URSS. En la mañana del 25 de diciembre, Mijail Gorbachov renunció al cargo de Presidente de la Unión Soviética y declaró extinta la institución.
Así concluyó -por implosión- el sistema político y militar que ganó la Segunda Guerra Mundial al imponerse en Stalingrado y que durante 40 años disputó la hegemonía global con EE.UU.
En 1991 no sólo cayó el régimen soviético, sino que también se desintegró el Estado ruso , fundado en el siglo XVI por la dinastía de los Romanov.
Rusia actual, 20 años después, es inseparable de ese año crucial que fue 1991.
La implosión de la Unión Soviética desintegró al Estado y derrumbó a la economía en un mismo movimiento, con una caída del producto de 30% / 40% en tres años (1991-1993). También desató una secesión generalizada en las 88 repúblicas y regiones de Rusia, acompañada de la independencia de todos los países de la antigua federación.
La importancia crucial de Vladimir Putin es porque reconstruyó el Estado en los últimos 15 años.
Lo hizo a través de un ejercicio de la cultura estratégica surgida en 400 años de historia rusa, fundada en las nociones de hegemonía, poder e imperio , universalizada durante el régimen soviético mediante las figuras de Lenin y Stalin.
Putin reconstruyó el Estado a través de un doble movimiento de centralización: en primer lugar, sobre las 88 repúblicas de la Federación, con énfasis en la insurrecta Chechenia; luego, al imponer el puño del Kremlin en las oligarquías empresariales surgidas del brutal arrebato de 1991 / 1993.
Inmediatamente de reconstruido el Estado, Rusia -2° exportador mundial de petróleo y 1° de gas- se encontró con el boom de los commodities en el mercado mundial, sobre todo energético. Entonces aumentó cualitativamente el status geopolítico internacional ruso, como todos los países petroleros. En ese momento, Putin trepó un escalón más en la afirmación del poder ruso e impuso su hegemonía fuera de las fronteras de la Federación, en el Cáucaso sur, en dirección a Georgia y Osetia del Sur.
La política exterior rusa de los últimos 4 siglos ha tenido dos vertientes nítidamente perfiladas: su afirmación como gran potencia, ajena a todo encuadramiento internacional, y el reclamo del reconocimiento de su hegemonía en su cintura exterior , ya se trate de Polonia (1944) o Georgia (2008).
El inconveniente que enfrenta Putin es que, en la era de la globalización, “adentro” y “afuera” son categorías conectadas, hasta el extremo de la asimilación. Dijo el presidente Dimitri Medvedev (12-11-09): “Rusia no se ha liberado de una estructura económica primitiva y de una humillante dependencia de las materias primas (…) y la capacidad competitiva de sus productos es notablemente baja (…); la prioridad es interna. Se requieren reformas sistemáticas para salir del atraso y convertirse en un poder global fundado en bases nuevas”.
El “daño antropológico” infligido por el régimen soviético al pueblo ruso se revela en los indicadores demográficos.
Rusia pierde población en términos absolutos y su crecimiento poblacional es negativo. Tenía 145 millones de habitantes en 2002 y ahora han caído a 141 millones.
Su población se reduce en 700.000 personas por año.
En 2050 sería 100 millones.
El PBI soviético nunca fue más de 30% del norteamericano y aun así disputó la hegemonía mundial durante 4 décadas, en una muestra de que s u ventaja comparativa era una energía política de una magnitud e intensidad pocas veces vistas en la historia mundial.
Pero en la era de la hiperconexión y del desarrollo tecnológico por espasmos, la energía política, incluso la de alta densidad, se agota en sí misma, si no se sustenta en las bases materiales propias de la época.

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