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jueves, 31 de julio de 2014

LIBRE COMERCIO Y LOS COSTOS DEL AMOR. Skidelsky, Robert




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El libre comercio bajo vigilancia

Por Manuel Alvarado Ledesma
Para LA NACION
En su libro Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853 , Alberdi se adelanta a muchos economistas del mundo en la comprensión de las instituciones. Escribe allí: "No se aniquila un régimen por un decreto, aunque sea constitucional, sino por la acción lenta de otro nuevo... El moderno régimen está en nuestros corazones, pero el colonial en nuestros hábitos, más poderosos de ordinario que el deseo abstracto de lo mejor".
Las instituciones son las reglas del juego; son restricciones creadas por las personas para dar forma a la interacción humana. Ellas generan incentivos en el intercambio, ya sea político, social o económico. El cambio institucional da forma a la manera en que las sociedades evolucionan a lo largo del tiempo.
Las transacciones son el eje del crecimiento económico. Cuanto mayor cantidad de transacciones se verifique, más clara será la tendencia al desarrollo. Y ellas crecerán, en calidad y cantidad, según sean las instituciones imperantes.
Douglass C. North -Premio Nobel en Economía- sostiene que las distintas percepciones sobre los mismos problemas están basadas en la forma de aprendizaje que adquieren con el tiempo. El tal aprendizaje abarca no sólo las experiencias vividas, sino las acumuladas por generaciones, expresadas en la cultura social.
Al referirnos a las instituciones, distinguimos las surgidas de normas formales de las que provienen de limitaciones informales. Las primeras están sujetas al cambio por decisiones políticas o judiciales; las segundas están arraigadas en la cultura por costumbres, tradiciones y códigos de conducta de décadas; por ello son más estables y resisten a las políticas deliberadas.
Ellas cambian. Evolucionan en función de la interacción de las organizaciones políticas, económicas y sociales que se desenvuelven históricamente. De esta forma, no todas resultan buenas para el bienestar general sino que muchas de ellas degeneran y se convierten en elementos adversos al desarrollo. De esta interacción surgen, precisamente, los condicionamientos al funcionamiento de la economía.
Aquellos sistemas políticos que han diseñado instituciones y organizaciones adecuadas para bajar los costos de transacción, son las que precisamente han logrado mayor grado de desarrollo. El mero traspaso de reglas formales diseñadas en las economías de mercado pujantes no resulta suficiente. Y no lo son, por cuanto cualquier economía depende además de las reglas informales.
El individuo se apoya en la adquisición de los hábitos cognitivos, antes de que sea posible el razonamiento, la comunicación, la elección o la acción. Cuando los hábitos se convierten en parte común de la cultura social, pasan a ser rutinas o costumbres. Las instituciones están formadas de costumbres y rutinas. Hábitos y rutinas, por lo tanto, preservan el conocimiento, particularmente el conocimiento tácito.
Las instituciones pueden ayudar a explicar los diferentes grados de desarrollo alcanzados por los países del mundo.
Las sociedades han desarrollado diferentes modelos mentales para explicar la realidad donde se desenvuelven. Tales modelos serían resultado de la experiencia acumulada por generaciones pasadas.
A partir de tales premisas se explica cómo se generan instituciones económicas y políticas de diferente índole y con dispar resultado en la resolución de los problemas que aquejan a las sociedades. Puede afirmarse que desde mediados del siglo XIX, aquellas naciones con instituciones y organizaciones que protegieron los derechos de propiedad y aseguraron su cumplimiento han alcanzado un alto grado de crecimiento económico.
En cambio, aquellas naciones, incapaces de reorganizar sus entornos institucionales y organizacionales, no gozaron de esta ventajas. A consecuencia de ello, sufrieron inestabilidad política y económica que marcaron una tendencia de "subdesarrollo".
De esta forma, es posible acercarnos a la comprensión de lo que nos sucede. ¿Por qué hemos quedado tan rezagados respecto de países como Australia?
Quizás sea Mancur Olson quien nos brinde la respuesta: "Cuando uno se pregunta por qué algunas naciones son ricas mientras otras son pobres, la idea clave en la respuesta es que las naciones producen, dentro de sus fronteras, no aquello que la dotación de recursos permite, sino aquello que las instituciones y las políticas públicas permiten". Olson sostiene que las explosiones de desarrollo económico provienen esencialmente de dos elementos. Por un lado, de la ampliación de sus mercados y, por otro, de la ruptura de sus organizaciones corporativas.
En tal caso, la Argentina hizo exactamente lo contrario para incrementar su bienestar. Fue a lo largo de, al menos, cincuenta años cerrando su economía. Y estructurando un férreo régimen corporativo, mediante grupos de presión de distinto orden.
De acuerdo con el pensamiento de Ortega y Gasset, la creencia es una idea que se va abriendo paso en la conciencia colectiva hasta lograr formar un hábito común de interpretación de la realidad. Resalta su carácter hereditario. Así, una sociedad, a fuerza de ver las cosas de una determinada manera, termina por entender que la única realidad existente es esa visión que tienen de ella. Si esta visión colectiva de la realidad va pasando de una generación a otra, irá arraigándose en el seno de dicha colectividad.
Algo semejante se advierte en la Argentina. Algo que creció y permanece. Subyace en el inconsciente de buena parte de la dirigencia argentina una ideología que, habiendo comenzado a gestarse en la década de 1930, alcanzó su apogeo en los años 40, con un fuerte intervencionismo estatal. Tal ideología ha influido en las decisiones gubernamentales a lo largo de décadas. Así se explica la historia de políticas económicas adversas a la libertad de comercio y a la apertura. © LA NACION .
El autor es economista. Su último libro es Marketing agroindustrial . Planeta (2005). 
 

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