Traducir

miércoles, 18 de marzo de 2015

CRISIS ECONÓMICA 2008 MIHAMMAD YUNUS. LECCIONES DE LA CRISIS




Entrevista

Muhammad Yunus: lecciones de la crisis

Para el Nobel indio, el capitalismo degeneró en un casino de mercados impulsados por la ambición y una especulación sin límites. "Se construyeron castillos en el cielo -dice- y de pronto la gente se dio cuenta de que esos castillos no existían"

El Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus dice que la avaricia ha destruido el sistema financiero mundial. En un diálogo con la revista alemana Der Spiegel que apareció en la plataforma online de la publicación, el celebrado creador del sistema de créditos para los más pobres habló sobre la motivación de la ganancia, la conciencia social, y reflexionó sobre qué debería hacerse para terminar con la crisis financiera.
-Señor Yunus, durante años usted ha estado predicando una manera más socialmente consciente de hacer negocios y ha denunciado la concentración estrecha en la maximización de las ganancias como dañina. Ahora todo el sistema financiero tambalea...
-El giro actual de los acontecimientos me pone triste. El colapso ha afectado a tanta gente y de pronto ha vuelto inestable al mundo entero. Ahora deberíamos concentrarnos en asegurar que nunca vuelva a darse una crisis financiera de este tipo.
-¿Qué debería hacerse?
-Hay baches inmensos en el actual sistema financiero que hay que rellenar. El mercado, claramente, no es capaz de solucionar estos problemas por sí mismo y ahora la gente tiene que correr a los gobiernos en busca de ayuda de emergencia. No es buena señal porque muestra que la confianza en los mercados se ha evaporado. En este momento desgraciadamente no hay otra opción fuera de que el gobierno se haga cargo y dé apoyo. Es el método actualmente utilizado para combatir la crisis... método que se inició con el paquete de US$ 700.000 millones aprobado en EE.UU. En Alemania el gobierno también se ha metido en la refriega.
-¿Qué problema le ve a esa estrategia?
-La cuestión es que tenemos que volver lo antes posible a los mecanismos de mercado que pueden amenguar la crisis y resolver problemas. Las soluciones deben surgir de los mercados y no de los gobiernos.
-Pero usted mismo dijo que el mercado no es capaz de hacerlo.
-Eso es exactamente en lo que tenemos que trabajar. Por mucho tiempo las principales prioridades han sido la maximización de las ganancias y el crecimiento acelerado... pero eso ha conducido a la actual situación. Cada día tenemos que ver si hay un factor potencialmente dañino en crecimiento en alguna parte. Si percibimos que es así, entonces tenemos que reaccionar inmediatamente. Si algo crece tan aceleradamente que es antinatural, entonces tenemos que detenerlo. ¿Por qué las compañías no invierten todas en un fondo que compre activos que se han vuelto demasiado riesgosos? Incluso puedo imaginar un modelo de negocios para tal programa.
-Usted dice, por un lado, que el mercado tiene que resolver el problema por sí mismo, pero por el otro, critica el crecimiento demasiado acelerado. Eso suena como que usted piensa que el capitalismo orientado a las ganancias ha fracasado.
-No todo. El capitalismo, con sus mecanismos de mercado, tiene que sobrevivir... No hay duda de ello. Lo que rechazo es que hoy haya un solo incentivo para hacer negocios que es la maximización de ganancias. Pero el incentivo de hacer el bien social debe incluirse. Tiene que haber muchas más compañías cuyo objetivo primordial no sea obtener las mayores ganancias posibles, sino el de proveer el mayor beneficio posible para la humanidad.
-¿Y usted piensa que esos dos incentivos son mutuamente excluyentes? El banco que fundó, Grameen Bank, que llevó a que usted recibiera el Premio Nobel de la Paz en 2006, ayuda a la gente y obtiene buenas ganancias.
-Es una compañía que se centra en el bien social y que obtiene ganancias, pero no busca centralmente maximizar sus ganancias. No me interesa convertir compañías completamente orientadas a la ganancia en operaciones socialmente conscientes. Son dos categorías diferentes de compañías, siempre habrá empresas cuyo objetivo primordial sea ganar todo el dinero que puedan. Eso está bien. Pero ganar todo el dinero posible sólo puede ser un medio para un fin, no un fin en sí mismo. Hay que invertir dinero en algo significativo, y yo insisto en que tiene que ser algo que mejore la calidad de vida de toda la gente.
-¿Pero qué tiene que ver un aumento de la cantidad de compañías concentradas en lo social con la crisis financiera?
-Si hubiera más compañías concentradas en lo social, la gente tendría más oportunidades para definir sus propias vidas. Los mercados serían más equilibrados.
-Usted está hablando de salvar al mundo con altruismo...
-Hay muchos filántropos en este mundo, gente dispuesta a ayudar a otra gente dándoles casas, educación, etcétera. Pero eso es una calle de una sola vía. Se gasta el dinero y nunca vuelve. Si se invirtiera ese dinero en una compañía de orientación social, se quedaría en la economía y sería mucho más efectivo porque se usaría de acuerdo a los criterios del mercado y, por tanto, desarrollaría una cierta cantidad de apalancamiento del mercado.
-¿Quién considera qué es responsable del actual derrumbe financiero?
-El mercado mismo, con su falta de regulación adecuada. El capitalismo de hoy ha degenerado en un casino. Los mercados financieros se mueven por la avaricia. La especulación ha alcanzado proporciones catastróficas. Estas son todas cosas que tienen que terminar.
-La crisis financiera actual comenzó como crisis del crédito, los dueños de casas en los EE.UU. ya no podían pagar sus hipotecas. En el Grameen Bank, que ofrece microcréditos, la tasa de repago es cercana al 100 por ciento. ¿Piensa que su banco podría ser un modelo para todo el mundo financiero?
-La diferencia fundamental es que nuestro negocio está muy conectado con la economía real. Cuando damos un crédito de US$ 200, ese dinero irá a la compra de una vaca en alguna parte. Si prestamos US$ 100, la gente quizás compre unas gallinas. Dicho de otro modo, el dinero va a algo con valor concreto. Las finanzas y la economía real tienen que estar conectadas. En EE.UU. el sistema financiero se ha separado completamente de la economía real. Se hicieron castillos en el aire y de pronto la gente advirtió que esos castillos no existen en absoluto. Fue en ese punto donde colapsó el sistema financiero.
-¿Es hora de que los gobiernos intervengan en la economía de mercado y fortalezcan la regulación?
-Tiene que haber regulación, pero no se debe permitir que los gobiernos dirijan la economía. Por el otro lado, se ha demostrado que la "mano invisible" de Adam Smith, que supuestamente resuelve los problemas del mercado, no existe. Esta "mano invisible" ha desaparecido por completo en los últimos días. Lo que estamos viviendo es un fracaso dramático de los mercados.
© LA NACION y Der Spiegel
Traducción: Gabriel Zadunaisky .
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
UNA PESADILLA QUE AHORA GOLPEA AL MUNDO DESARROLLADO
PROBLEMAS EN LA UNIÓN EUROPEA Y EN EE.UU.

Diario "Clarín". Buenos Aires, 10 de julio de 2011.

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX



Invertir en infraestructura para salvar la economía global

De la crisis a un mundo sustentable

Jeffrey D. Sachs
Para LA NACION

NUEVA YORK.- La crisis económica global nos acompañará durante una generación, y no sólo durante un par de años, porque en realidad es una transición hacia la sustentabilidad. La escasez de materias primas y el daño ocasionado por el cambio climático en los últimos años contribuyó a la desestabilización de la economía mundial, que dio origen a la crisis actual. El aumento del precio de los alimentos y del petróleo y las catástrofes naturales de envergadura desempeñaron un papel importante en el debilitamiento de los mercados financieros, de la capacidad de comprar viviendas e, incluso, de la estabilidad política.
Si se lo considera desde este punto de vista, una política esencial que deberían adoptar tanto los países desarrollados como los países en desarrollo es la de construir infraestructura adecuada para el siglo XXI. Esto incluye una red de tendido eléctrico eficiente y alimentada con energía renovable; redes inalámbricas y de fibra óptica para telefonía e Internet de banda ancha; sistemas de agua, irrigación y desagüe y alcantarillado que usen de manera eficiente y reciclen el agua potable; sistemas públicos de tránsito urbano e interurbano; autopistas más seguras, y redes de áreas naturales protegidas que conserven la biodiversidad y el hábitat de las especies amenazadas.
Estas inversiones son necesarias a corto plazo para compensar la disminución de los gastos de consumo mundial que subyace a la recesión global. Más importante aún, son necesarias a largo plazo, porque un mundo atestado de 6800 millones de personas (y en aumento) simplemente no puede sostener el crecimiento económico si no adopta tecnologías sustentables, que economicen los recursos naturales escasos.
En la práctica, la crisis mundial significa que las inversiones sustentables se reducen en vez de ampliarse en el mundo en desarrollo. Como el acceso a los préstamos de los bancos internacionales, los bonos circulantes y la inversión extranjera directa se pierde, los proyectos de infraestructura planificados en el pasado quedan archivados, y amenazan así la estabilidad política y económica de docenas de países en desarrollo.
De hecho, en todas partes del mundo hay un enorme atraso de vitales inversiones en infraestructura. Ha llegado la hora de que se realice un esfuerzo global concertado para poner al día esos proyectos. Eso no es algo fácil de hacer. Casi todas las inversiones en infraestructura requieren que el liderazgo del sector público forje sociedades con el sector privado. Típicamente, el sector público debe hacer acuerdos contractuales con empresas privadas, no sólo para construir infraestructura, sino también para manejarla como un monopolio regulado o para concesionarlas.
Los gobiernos, generalmente, carecen de la capacidad técnica necesaria para diseñar esos proyectos, lo que da lugar así a la posibilidad de favoritismo y corrupción al otorgar los contratos de mayor envergadura. Suele ocurrir que se lancen tales acusaciones contra un gobierno, incluso, cuando son falsas, aunque con frecuencia son ciertas.
No obstante, el atraso de esos proyectos está ahora haciendo estragos en la economía mundial. Las principales ciudades del mundo sufren embotellamientos del tránsito y polución. La atmósfera se está llenando de gases de efecto invernadero debido al gran consumo de combustibles fósiles. La escasez de agua está aquejando a casi todos los centros económicos importantes, desde América del Norte hasta Europa, Africa, la India y China.
De este modo, los gobiernos deberían fortalecer sus secretarías de infraestructura (incluidas las de energía, vialidad, agua y servicios sanitarios, y tecnología de comunicaciones e información), así como sus bancos nacionales de desarrollo para poder cimentar proyectos y programas de infraestructura. La capacidad para compensar la crisis de una manera constructiva, por medio de la expansión de sociedades entre el sector público y el privado, determinará el éxito subsiguiente de países y regiones. Resulta interesante señalar que Estados Unidos está a punto de crear, por primera vez en su historia, un Banco Nacional de Infraestructura.
Sin embargo, los asesores económicos estadounidenses y europeos creen generalmente que un estímulo breve y poderoso será suficiente para recuperar el crecimiento económico. Eso es erróneo. Lo que hará falta es una revisión y puesta a punto de la economía mundial para encaminarla hacia la sustentabilidad.
Más aún, los políticos del mundo rico creen que pueden seguir desatendiendo al mundo en desarrollo, o abandonándolo a su propio destino en los mercados mundiales. Pero ésa es también una perfecta receta para el fracaso global, e incluso para futuros conflictos. Los países desarrollados tendrán que hacer mucho más para ayudar a los países pobres durante la transición hacia la sustentabilidad. Mientras que la mayoría de las legislaciones de "estímulo" hasta el momento han sido de corto plazo y destinadas al ámbito nacional, una mayor financiación para infraestructura sustentable en los países pobres proporcionaría un poderoso impulso a las economías más ricas del mundo.
Los países desarrollados deberían acceder a destinar fondos considerables a los países en desarrollo para financiar el incremento de inversiones sustentables. Esto podría hacerse directamente sobre una base bilateral, por ejemplo, por medio de préstamos a largo plazo de las agencias exportadoras crediticias de los países desarrollados. También puede hacerse multilateralmente, al aumentar la cantidad de inversiones para infraestructura del Banco Mundial y de los bancos regionales de desarrollo (incluidos el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Inversión Europeo, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Asiático de Desarrollo). Deberían emplearse ambas vías.
Los países desarrollados tampoco reconocen que sin una financiación mucho mayor de infraestructura sustentable en el mundo en desarrollo -especialmente de generación y transmisión de energía sustentable- un acuerdo global sobre el cambio climático será imposible de lograr en este año (o en cualquier fecha próxima). El mundo rico espera que, de alguna manera, los países pobres restrinjan el empleo de combustibles fósiles sin ninguna ayuda significativa que les permita financiar nuevas fuentes de energía sustentable. En casi todas las propuestas planteadas por los países pobres en el campo de objetivos, límites, compromisos y permisos referidos a los gases de efecto invernadero, no hay una palabra que insinúe la posibilidad de ayudar a los países pobres a financiar la transición hacia tecnologías sustentables.
La cumbre del G-20, que se realizará en Londres el 2 de abril, ofrece una esperanza de concretar un verdadero esfuerzo mundial para reparar la claudicante economía global. Ese es el momento y el lugar para lanzar el impulso mundial hacia la sustentabilidad. Si no enfrentamos ese desafío, la crisis pondrá en peligro el mundo durante muchos años por venir. .
© Project Syndicate y LA NACION (Traducción: Mirta Rosenberg) El autor es economista. Dirige el Instituto de la Tierra, en la Universidad de Columbia, EE.UU.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario