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lunes, 1 de junio de 2015

SIRIA 2013 La guerra detrás de la guerra: ¿quién apoya a quién en Siria y Medio Oriente?

Las revueltas árabes / Los aliados y los enemigos de Al-Assad / El escenario

La guerra detrás de la guerra: ¿quién apoya a quién en Siria y Medio Oriente?

Por   | LA NACION
PARÍS- La carta, fechada en Egipto y enviada al correo de lectores de un diario británico, decía así: "Irán apoya a Al-Assad. El Golfo está contra los Hermanos Musulmanes. Los Hermanos Musulmanes y Obama se oponen al general Sissi (hombre fuerte de Egipto)... Bienvenidos a Medio Oriente y que lo pasen bien".
La broma de esa misiva es que no es una broma: todo es prácticamente exacto. En el explosivo Medio Oriente actual, hay rivales que comparten enemigos, aliados que apoyan a campos opuestos en el mismo conflicto, intereses contrarios y extrañas asociaciones. La crisis siria es el escenario de esas intrincadas relaciones, de esa guerra detrás de la guerra.
Se puede ser la república islámica iraní y apoyar a una república laica árabe. La ilustración perfecta es la paradójica e inquebrantable alianza entre el Irán de los ayatollahs y la Siria de los Al-Assad desde hace 34 años. "Una alianza que permitió a Irán obtener un acceso al Mediterráneo", señala Mohammed Reza Djalili, profesor en el Instituto de Estudios Internacionales y Desarrollo.
Alauita, es decir perteneciente al islam chiita, el régimen de Damasco permite a Teherán comunicarse con Hezbollah, su brazo armado en el Líbano, creado en 1982. Ésa es la razón por la cual Irán hace todo lo posible para garantizar la supervivencia del régimen de Al-Assad.
El otro país que acudió rápidamente a Siria fue Qatar. El jeque Hamad ben Khalifa al-Thani en persona viajó dos veces a la capital siria a comienzos de la "primavera árabe", en marzo de 2011, a fin de convencer a Al-Assad de democratizarse para conservar el poder. La respuesta fue glacial. Desde ese momento, las relaciones entre Doha y Damasco atraviesan una fase crítica.
Por convicción o por interés, Qatar apoyó siempre las revoluciones árabes, en particular a todos los partidos creados por los Hermanos Musulmanes que, a su vez, sueñan con derrocar al régimen saudita.
Durante su reinado, Al-Thani intentó disputar el liderazgo regional a Arabia Saudita, su riquísima vecina y rival que, a su vez, apoya a los salafistas, sector fundamentalista del islam sunnita.
Por su parte, Arabia Saudita puso el conflicto sirio en manos del príncipe Bandar ben Sultan, jefe de los servicios secretos y ex embajador en Washington. En los 80, Sultan fue quien armó a los mujaidines afganos contra el ocupante soviético.
El objetivo de Riyad es derrocar a Al-Assad para romper el arco chiita que une Teherán al sur de Líbano, vía Hezbollah y Siria, cuyo régimen está integrado por una minoría alauita.
Son numerosos los que hoy afirman que, en el fondo, el mundo asiste a una guerra regional entre sunnitas y chiitas. Y es verdad que, si bien la sublevación siria comenzó como un movimiento popular y pacífico, la violencia de Al-Assad contra su propio pueblo alimentó la radicalización religiosa del conflicto. Un drama favorecido por la identidad alauita minoritaria del poder sirio frente al 80% de una población de confesión sunnita.
Quienes se oponen a toda intervención en Siria, en particular el presidente ruso, Vladimir Putin, argumentan que están todos los elementos reunidos para volver a despertar un conflicto fratricida milenario y de enormes proporciones en torno a la sucesión del profeta Mahoma.
Cuando murió Mahoma, en 632, se opusieron los partidarios (sunnitas) de Abu Bakar, su más fiel y experimentado amigo, y los partidarios (chiitas) de Ali, primo y yerno de Mahoma.
Casi 1400 años después, el enfrentamiento acaba de hallar en Siria un nuevo terreno de expresión, tras haberse manifestado en el Líbano e Irak. Y sus protagonistas son Irán y Arabia Saudita.
"La primavera siria fue confiscada por los islamistas", afirma Antoine Sfeir, director de la revista Cuadernos de Oriente. "Riyad quiere derrocar a toda costa el régimen alauita, es decir chiita, de Bashar al-Assad, para derrumbar el arco Teherán-Bagdad-Damasco-Tiro [en Líbano]."
Las monarquías del Golfo jugaron un papel esencial en esa "desviación" de las revoluciones árabes, comenzando por Arabia Saudita, que impuso una intervención militar para poner fin a la agitación (chiita) en Bahrein, transformando un conflicto político en una crisis confesional.
Qatar también contribuyó a islamizar las sublevaciones populares, al apoyar mediática, militar y financieramente las fuerzas allegadas a los Hermanos Musulmanes cada vez que era posible en la región (Túnez, Egipto, Libia y Siria. Pero también en Gaza, donde Hamas fue literalmente "comprado" por el emir de Doha).
Pero el campo sunnita, en plena afirmación, está fragmentado, dividido entre múltiples líderes potenciales: Arabia Saudita, que alienta por todas partes a los salafistas. También Qatar, de obediencia wahabita, pero protector de los Hermanos Musulmanes en el mundo árabe, Egipto por un momento (hasta el golpe militar) y Turquía del islamista " new look " Recep Tayyip Erdogan. Todos pretenden el liderazgo.
Eso, sin contar con la nebulosa terrorista Al-Qaeda, que fue la primera en combatir a los chiitas de Irak con los excesos que todos conocen. Enfrente, el "campo chiita" permanece unido bajo la bandera incuestionable de Irán. Media luna chiita contra arco sunnita, Siria se encuentra exactamente en la intersección de esas trayectorias mortales.

Más de 10.000 chicos muertos

Por lo menos 10.000 chicos fueron asesinados desde el inicio de la crisis en Siria, en marzo de 2011, por las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad, informó ayer la ONG Red Siria de Derechos Humanos, con sede en Londres. Entre los menores de edad muertos, unos 2300 tenían menos de 10 años, de acuerdo con la ONG..

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