En realidad, el discurso del presidente no hace más que definir lo que ha caracterizado a su política exterior desde su elección en 2008, de manera más coherente y continuada que la de muchos de sus predecesores, a pesar de los errores y confusiones de que adolece toda política. Es una repetición y una clarificación de multitud de pronunciamientos de meses y años pasados, y en último término de su discurso ante las Naciones Unidas en otoño de 2013.
Ha señalado rotundamente que EE UU nunca ha sido tan fuerte como ahora, no solo militarmente, si no por la fuerza de sus innovaciones, la inspiración de sus principios políticos y la asistencia que presta al mundo entero en multitud de campos: es y continuará siendo “la nación indispensable”. Pero al mismo tiempo ha tenido el acierto de señalar por qué muchos americanos sienten esa aparente debilidad y declive de su país: “El mundo está cambiando en acelerada velocidad… Sabemos ciertamente bien, después del 11-S, cómo la tecnología y la globalización han puesto en manos de los individuos el poder que antes estaba reservado a los Estados… Desde Brasil a India emergen clases medias que compiten con las nuestras y gobiernos que se afanan por tener más voz en el foro global…”.
Ante esta nueva circunstancia de la política exterior, ha señalado, no se trata de saber si EE UU ha de intervenir, sino de cómo lo haga. El aislacionismo es tan peligroso como un intervencionismo inconsecuente.
Obama ha definido su doctrina en cuatro puntos:
1. EE UU empleará su fuerza militar, unilateralmente si es necesario, cuando lo exijan sus intereses esenciales: amenazas a la nación, a sus vidas o a la seguridad de sus aliados… “aunque de manera proporcional, efectiva y justa”. Pero otro tipo de cuestiones globales deberán ser resueltas mediante una acción colectiva de diplomacia, sanciones y la aplicación del Derecho Internacional.
2. Este es el caso del terrorismo que se cierne de manera difusa por diversas regiones del mundo. Es “ingenuo e insostenible” contrarrestarlo mediante intervenciones militares en los países afectados. Es mejor ayudarles para que lo hagan por sí mismos, para lo que anunció un fondo de 5.000 millones de dólares.
También es el caso de conflictos como Ucrania y Siria. Por muy graves que sean, no todos los problemas se resuelven por medios militares. Después de haber sido acusado de no respetar las “líneas rojas” con las que advirtió a Siria, Obama anunció que pediría al Congreso apoyo a los insurrectos que mejor puedan derrotar al terrorismo y la brutal dictadura de ese desgraciado país.
3. Después de la Segunda Guerra mundial, EE UU tuvo el acierto de establecer multitud de instituciones internacionales para el mantenimiento de la paz y el fomento del desarrollo. La ONU siguen siendo una plataforma esencial para esos fines. Apoyar y actuar a través de esas organizaciones internacionales no es un signo de debilidad, sino la mejor manera de garantizar la seguridad nacional.
4. Si EE UU debe ver la realidad tal como es, y no lanzarse alocadamente en pos de quimeras irrealizables, también debe de recordar cómo debiera ser. En este sentido, deberá ser siempre el campeón de la dignidad humana y de la democracia. Fomentar la construcción de sociedades civiles por el mundo entero es la mejor garantía de la seguridad de EE UU.
Estos cuatro puntos sientan una auténtica doctrina. En el futuro, serán una guía contra el Miles gloriosus tan del agrado de América.
El presidente Obama ha condenado el intervencionismo militar al que muchos en EE UU han sido tan adictos, precisamente en el corazón militar del país, la academia de West Point. Pero también logró su aplauso al recordar que ha puesto fin a la intervención militar en Irak y Afganistán.
Aunque su alocución es quizá más académica que retórica y serán muchos los que no se sientan convencidos de su prudente internacionalismo, le apoya ciertamente el hastío que la opinión pública siente por toda complicación exterior. La semana próxima viajará a Europa para conmemorar el 70º aniversario del desembarco en Normandía. Cabe esperar que aprovechará para remachar estas ideas.
Jaime de Ojeda es profesor de la Universidad del Shenandoah, Virginia. Fue embajador de España en Estados Unidos entre 1990 y 1996.
Estudios de Política Exterior. Madrid, 30 de mayo de 2014
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Diario "Clarín". Buenos Aires, 2 de setiembre de 2012.
Obama, de las ilusiones al
pragmatismo
TRIBUNA
El presidente
de EE.UU. no cumplió con todas sus promesas, pero capeó el peor temporal.
Las encuestas
de opinión en los Estados Unidos revelan que las elecciones presidenciales
de noviembre serán reñidas.
A pesar de que
el presidente Barack Obama gana en las encuestas a su adversario republicano,
éstas favorecen a Mitt Romney en temas relacionados a la política exterior, al
lento crecimiento económico y al alto desempleo. Los críticos de Obama se
quejan de que él no ha logrado poner en práctica las transformaciones que
prometió hace cuatro años. ¿Estarán en lo cierto?
Obama llegó al poder cuando
los EE.UU. y la economía mundial se encontraban en medio de la peor crisis
financiera desde la Gran Depresión.Por eso, a pesar de que Obama también heredó dos guerras en curso, amenazas de proliferación nuclear provenientes de Irán y Corea del Norte, y el persistente problema del terrorismo de Al Qaeda, sus primeros meses en el cargo fueron dedicados a hacer frente a la crisis económica en el país y en el extranjero.
Sus esfuerzos no tuvieron un éxito rotundo, pero consiguieron evitar el peor desenlace.
En un nuevo libro del politólogo David Sanger titulado Confront and Conceal (Confrontar y disimular), el autor describe lo que él denomina como la Doctrina Obama (aunque le echa la culpa al Presidente por no comunicarla con mayor claridad): una huella más ligera en lo militar, combinada con la voluntad de usar la fuerza unilateralmente cuando los intereses de la seguridad estadounidense se ven directamente involucrados; dependencia en las coaliciones para hacer frente a problemas globales que no amenazan directamente a la seguridad de los Estados Unidos y “un reequilibrio que lleva a alejarse de los atolladeros de Oriente Medio y dirigirse hacia el continente que ofrece mayores promesas en el futuro, Asia”.
El contraste entre la muerte de Bin Laden y la intervención en Libia ilustra la Doctrina Obama.
En el primer caso, Obama dirigió personalmente un uso unilateral de la fuerza, que incluyó una incursión en territorio paquistaní. En este último caso, donde los intereses nacionales no se vislumbraban tan claramente, esperó hasta que la Liga Árabe y la ONU aprobaran resoluciones que proporcionan la legitimidad necesaria para garantizar la narrativa adecuada de poder blando y recién después de ello compartió el liderazgo de la operación de poder fuerte con los aliados de la OTAN.
Para evaluar el efecto a largo plazo de la Doctrina Obama se requiere más tiempo ; sin embargo, al acercarse las elecciones de noviembre, Obama parece tener una ventaja sobre su oponente en el ámbito de la política exterior.
Este presidente no ha doblado el arco de la historia en lo que respecta a la capacidad transformadora que prometía durante su campaña hace cuatro años, pero su desplazamiento hacia un enfoque pragmático puede llegar a ser una buena decisión de su parte , especialmente si los votantes siguen teniendo dudas sobre la economía norteamericana.
Copyright Project Syndicate, 2012.
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