Miércoles 28 de agosto de 2013
Los otros actores
Teherán y Moscú ven peligrar sus intereses
A medida que tiende a confirmarse una inminente intervención militar en Siria, los aliados de Bashar al-Assad,
en particular Rusia e Irán, muestran más señales de agitación, y lanzan
advertencias contra el riesgo de una escalada del conflicto.
La convulsionada historia de Medio Oriente
demuestra que, como sucedió en Irak, es probable que la caída del
régimen provoque el estallido político de Siria y su inevitable impacto
en los países limítrofes.Aunque no tenga frontera común con Siria, Irán también sufrirá consecuencias. Teherán quedaría aislado políticamente en la región y perdería su acceso al Mediterráneo, a través de Siria y del Líbano, donde opera el grupo chiita Hezbollah, proiraní.
Con Moscú, la relación comenzó hace 40 años, con Hafez al-Assad, el padre del actual presidente sirio. En lo económico, Siria es un excelente cliente de Rusia, que sólo exporta materias primas y armas. El volumen de ventas rusas a Damasco se multiplicó diez veces entre 2004 y 2008. Pero el apoyo ruso se explica, sobre todo, desde el plano estratégico: Moscú necesita conservar su presencia en la región y Damasco es el único socio que conserva allí.
La negativa de Moscú a una intervención tiene otros motivos: el temor de que la región termine en manos del islamismo radical, que también agita a ex repúblicas soviéticas, y la voluntad de Vladimir Putin de no volver a vivir la experiencia libia..
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