iECO Diaro "Clarín". Buenos Aires, 1 de setiembre de 2013.
“Sin el Estado, Google no existiría”
ENTREVISTA MARIANA MAZZUCATOEn su último libro, la economista y asesora de la UE arremete contra difundidos mitos sobre la Relación entre el sector público y el privado.
En su nuevo libro The Entrepreneurial State
la economista Mariana Mazzucato busca derribar mitos sobre la relación
entre el sector público y el privado, demostrando el papel que jugó el
Estado en el desarrollo de muchas empresas “high-tec”.
“El propio
algoritmo que está en la base del motor de búsqueda de Google fue
descubierto a través de un proyecto financiado por un organismo estatal
como la US National Science Foundation (NSF)”. Decenas de datos
sorprendentes como éste y el análisis de diversos estudios de caso están
en la base de The Entrepreneurial State. Debunking Public vs. Private Sector Myths,
publicado recientemente por Mariana Mazzucato, economista italiana que
se desempeña actualmente como profesora de la Universidad de Sussex y
como consultora de la Comisión Europea y el gobierno británico.Una de sus principales hipótesis, al estudiar en particular el caso estadounidense, es que “el Estado no sólo se dedicó a la regulación sino que tuvo un papel activo en la creación de nuevos mercados, invirtiendo muchas veces en las áreas más riesgosas e inciertas, en las que el sector privado sólo tuvo coraje para adentrarse después”. El Estado, en este sentido, habría sido irremplazable en el desarrollo de la innovación, no sólo en el terreno de la informática o las telecomunicaciones sino en distintas ramas, como la industria farmacéutica.
En comunicación desde Londres, la autora conversó con iEco sobre otros hallazgos de su libro.
–La imagen del emprendedor, presentado a veces como un genio, desarrollando su empresa de base tecnológica en un garage del Silicon Valley, ¿es sólo un mito?
–No digo que los individuos no hayan tenido un papel central, pero me interesa señalar el hecho de que se montaron sobre una ola de inversiones realizadas por el Estado. Por supuesto que Steve Jobs fue fundamental, yo misma tengo un iPhone y me gusta como producto, pero la mayor parte de las tecnologías que usa el iPhone, desde Internet o el GPS hasta el touchscreen o el sistema de reconocimiento de voz Siri, no existirían sin la contribución decisiva de agencias estatales. El problema es que ese protagonismo del Estado no se reconoce cuando empresas como Apple hacen lobby para pagar menos impuestos… –Una de sus preocupaciones en ese sentido es el casi nulo retorno que recibe el Estado por aquellas inversiones. Pero en definitiva ¿el esquema no está diseñado justamente para que el Estado favorezca la rentabilidad de estas empresas?
–El problema es que se están limitando las nuevas olas en las que podrían subirse los futuros Steve Jobs o Mark Zuckerbergs. Por otro lado, yo creo que la política importa. Por ejemplo, cuando ocurrió el debate en torno a la reforma de salud propuesta por la administración Obama, quienes se oponían a ese proyecto planteaban que el Estado se estaba “entrometiendo” en el sistema de salud. ¿Por qué no dijo Obama que, en realidad, cuando cualquier persona va a una farmacia se encuentra con que tres cuartos de las drogas más innovadoras se desarrollaron con fondos estatales de laboratorios públicos como el National Institute of Health? ¿Qué significa entonces “entrometerse”? Seguramente podría haber logrado mayor adhesión de la opinión pública mostrando el rol efectivo del Estado como motor de la innovación. Es muy difícil sostener la actuación del Estado como redistribuidor de la riqueza sin una teoría sólida sobre su papel en la creación de esa riqueza.
–Su libro se centra en el estudio de países poderosos como EE.UU. o incluso China. ¿Cree que podrían aplicarse algunas de estas ideas a países como los de América Latina o del llamado Tercer Mundo?
–Un caso interesante es el de Brasil, donde el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) viene invirtiendo fuertemente en biotecnología y tecnologías limpias, logrando un retorno anual de alrededor del 21% sobre el patrimonio neto. El Tesoro luego reinvierte ese dinero en la economía, en infraestructura, etc. Es un ejemplo que quizá no pueda copiarse exactamente en todos lados pero que muestra que el Estado puede incidir en la innovación.
–Ud. estuvo recientemente en Brasil, ¿cambiaron de algún modo su visión las recientes protestas en ese país?
–No, porque hasta donde conozco Brasil está remontando cincuenta años de falta de inversión, comenzando de un nivel muy bajo. No quiero decir que las protestas no sean importantes porque lo son, sólo espero que el gobierno sea lo suficientemente inteligente como para tomar nota de los reclamos y mejorar lo que haga falta.
–Por último, en la teoría económica ¿se consideraría alineada con alguna escuela de pensamiento?
–Tuve la suerte de obtener mi doctorado en la New School for Social Research de Nueva York, uno de los pocos lugares en el mundo donde no se leen únicamente las teorías neoclásicas sino también las escuelas marxistas, ricardianas, keynesianas, etc. En mi caso, Schumpeter fue muy importante pero no de manera exclusiva. El lugar en el que trabajo podría inscribirse dentro de lo que se conoce como “economía evolutiva schumpeteriana”, pero a la vez me gusta considerarme como una “mente abierta”.
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