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martes, 23 de junio de 2015

ASIA 2013 ¿Hacia otra crisis asiática?Paul Krugman

iECO Diario "Clarín". Buenos Aires, 8 de setiembre de 2013.

¿Hacia otra crisis asiática?


  • Paul Krugman
La moneda de Indonesia se desploma! ¡A los botes! Pensándolo mejor, mantengamos la calma. Es cierto que el último derrumbe de la rupia fue en 1997-1998, cuando Indonesia fue el epicentro de una crisis financiera asiática. Viéndola retrospectivamene, esa crisis fue una suerte de ensayo general para la crisis mucho más profunda que asoló al mundo desarrollado diez años más tarde. Entonces, ¿deberíamos volver a sentir pánico?
No creo, por razones que explicaré luego. Pero si algo nos recuerdan los acontecimientos actuales es, ante todo, lo poco que aprendimos de aquella crisis de hace 16 años. No reformamos el sector financiero y la desregulación continuó a toda velocidad. Tampoco aprendimos las lecciones correctas sobre cómo reaccionar ante una crisis.
Un poco de historia: la antesala de la crisis asiática se pareció mucho al período previo a las actuales crisis de Grecia, España y otros países de Europa. En ambos casos, los orígenes de la crisis residen en el optimismo exagerado del sector privado, con enormes entradas de préstamos del exterior que iban principalmente al sector privado. En ambos casos, el optimismo devino en pesimismo con asombrosa rapidez y precipitó la crisis.
Sin embargo, a diferencia de Grecia y demás, los damnificados de la crisis de 1997 tenían sus monedas propias, que se desplomaron frente al dólar. Al principio, estas caídas causaron grandes trastornos económicos. En Indonesia, por ejemplo, numerosas empresas tenían enormes deudas en dólares. Hubo una contracción económica de una magnitud no vista desde la Gran Depresión. Por suerte, los malos tiempos no duraron tanto. La debilidad misma de las monedas de estos países dio competitividad a sus exportaciones y pronto todos experimentaron significativas reactivaciones exportadoras.
Aun así, la crisis debería de haber servido de lección sobre la inestabilidad del sistema financiero desregulado. En cambio, la recuperación de Asia llevó a las autoridades de Occidente a una exagerada autocomplacencia, ejemplificada por la famosa tapa de la revista Time de 1999, que mostraba a Alan Greenspan, entonces titular de la Fed, a Robert Rubin, entonces secretario del Tesoro, y a Laurence Summers (subsecretario), con el título “El equipo que salvará al mundo”. Ocho años después entendimos lo erróneo de esa confianza.
En realidad, esta vez estamos haciendo las cosas mucho peor. Pensemos, por ejemplo, en el país más afectado en cada crisis: Indonesia ayer, Grecia hoy. El desplome de Indonesia, cuyo PBI cayó 13% en 1998, fue tremendo. Pero para 2000 ya cursaba una reactivación sólida. Para el año pasado ya había crecido 72% con relación a 1997.
Comparemos con Grecia, cuyo producto bajó más de 20% desde 2007 y sigue. Pocos observadores esperan que la economía griega recupere los niveles previos a la crisis durante esta década.
¿Por qué las cosas están mucho peor esta vez? Una respuesta es que Indonesia tenía su propia moneda y la caída de la rupia fue, a fin de cuentas, algo positivo. Grecia, en cambio, está atrapada en el euro. Además, el FMI en un principio exigió políticas de gran austeridad en Asia, pero luego cambió el rumbo. Ahora, las exigencias a Grecia y otros deudores han sido despiadadas, y cuanto más fracasa la austeridad, más sangría exige.
Entonces, ¿Asia será la próxima? Probablemente no. Indonesia tiene hoy un nivel de deuda externa vs. PBI mucho menor que en los 90. India, cuya moneda está cayendo, tiene una deuda todavía inferior. Con lo cual una repetición de la crisis de los 90, y menos aún de una crisis interminable al estilo griego, parece improbable.
¿Y China? Me preocupa, pero por motivos completamente distintos, en su mayoría menos relacionados con los acontecimientos en el resto del mundo.
Pero seamos claros: aun si nos salvamos de volver a ver cómo una región se hunde, queda el hecho de que la gente que se felicitaba por haber salvado al mundo en 1999 en realidad lo estaba predisponiendo para una crisis mucho peor, que se desató pocos años después.

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