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miércoles, 3 de junio de 2015

AL QAEDA (2013) Polémica tras la caída en Libia de un líder de Al-Qaeda


La amenaza terrorista / Otro golpe de Obama

Polémica tras la caída en Libia de un líder de Al-Qaeda

Un grupo comando de EE.UU. capturó a Al-Libi, responsable de los atentados de 1998; protestas del gobierno local

TRÍPOLI.- En dos operaciones militares casi simultáneas realizadas en Libia y Somalia, fuerzas especiales de Estados Unidos lograron capturar en Trípoli a uno de los principales líderes de la red terrorista Al-Qaeda, pero tuvieron que abortar un audaz asalto en las costas somalíes lanzado para atrapar al jefe del grupo islamista Al-Shabbab.
El operativo no estuvo exento de polémica. El gobierno libio protestó por lo que consideró un "secuestro" de un ciudadano libio por parte de las fuerzas norteamericanas.
Se refería a uno de los hombres más buscados por Washington: Nazih Abdul-Hamed al-Ruqai, de 49 años, conocido por su nombre de guerra, Abu Anas al-Libi ("El libio"), y a quien el Pentágono acusa de haber jugado un papel clave en los atentados perpetrados contra embajadas norteamericanas en las capitales de Kenya y Tanzania en agosto de 1998. En esos ataques murieron 224 personas, entre ellas 12 estadounidenses.
Tropas especiales de Estados Unidos asistidas por la CIA y el FBI detuvieron a Al-Libi en las calles de Trípoli cuando salía de una mezquita y se disponía a regresar a su casa.
"Esperamos que esto deje bien claro que Estados Unidos nunca se detendrá en sus esfuerzos por hacer rendir cuentas a los que realizan actos de terrorismo", dijo ayer el secretario de Estado, John Kerry, en Bali, Indonesia, donde participó en una cumbre económica. "Los miembros de Al-Qaeda y otras organizaciones terroristas pueden huir, pero no esconderse", agregó Kerry.
La captura del líder islamista pone fin a una búsqueda de más de 13 años. Al-Libi ha sido uno de los terroristas más buscados por el FBI desde que se lo comenzó a relacionar con Al-Qaeda poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Washington le había puesto precio a su cabeza: cinco millones de dólares. El líder islamista está acusado por una corte federal de Nueva York por su supuesto papel en los ataques a las embajadas en Dar es Salaam y Nairobi.
George Little, vocero del Departamento de Defensa, dijo en un comunicado que el sospechoso "está detenido legalmente bajo las leyes de conflictos armados en un lugar seguro fuera de Libia".
La operación militar lanzada por el Pentágono no cayó nada bien en Trípoli. Las autoridades libias pidieron explicaciones a Washington por el "secuestro" de uno de sus ciudadanos y señalaron que no estaban al tanto de la operación norteamericana. "El gobierno libio sigue las informaciones sobre el secuestro de uno de los ciudadanos libios buscados por las autoridades de Estados Unidos", señaló el gobierno libio en un comunicado divulgado ayer, en el que Trípoli recuerda que todo ciudadano libio debe ser enjuiciado en su país.
En el comunicado, el ejecutivo libio subrayó la "alianza estratégica" que vincula a ambos países, especialmente en el terreno de la seguridad y la defensa, y mostró su deseo de que la captura del líder islamista no altere esa alianza.
En tanto, la operación lanzada en las costas de Somalia, horas antes de la redada efectuada en Trípoli, tuvo que ser abortada después de que los comandos norteamericanos encontraron una firme resistencia por parte de milicianos de Al-Shabbab. El ataque fue obra de la misma unidad de los Navy Seals -el Equipo 6- que acabó con la vida de Osama ben Laden en Paquistán, en 2011.
Aunque no fue confirmado oficialmente por la Casa Blanca, los marines buscaban presuntamente al líder de Al-Shabbab, Mukhtar Abu Zubeyr, también conocido como Ahmed Godane, que se atribuyó el reciente ataque a un centro comercial en Nairobi, en el que murieron 67 personas. Según fuentes de inteligencia somalí, el objetivo del asalto de los marines era Godane.
El sigiloso asalto, en el que los miembros de los Navy Seals llegaron nadando a la costa, se produjo en las horas previas a las oraciones matinales en la aldea de Barawe, la misma donde soldados de las fuerzas especiales norteamericanas mataron hace cuatro años al dirigente de Al-Qaeda Saleh Ali Saleh. En esta ocasión, los miembros de los Navy Seals encontraron una resistencia más fuerte de la esperada y después de un intenso intercambio de disparos el líder de la unidad especial decidió abortar la misión, señalaron fuentes oficiales del ejército norteamericano.
"Tomamos todas las precauciones para evitar muertes civiles", dijeron las mismas fuentes, que afirmaron haber causado varias bajas entre los milicianos de Al-Shabbab. No se pudo confirmar si Godane se encontraba entre las víctimas.
Agencias AP, AFP, EFE y Reuters

Uno de los más buscados

Estados Unidos intenta capturarlo desde 2000.

  • Abu Anas al-Libi
    Miembro de Al-Qaeda
    Recompensa: 5 millones de dólares
    Edad: 49 años
    Origen: Libia
  • Ataques
    Estaba en la lista de buscados del FBI acusado por los ataques en 1998 contra las embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzania
  • Al-Qaeda
    Se unió a Al-Qaeda a fines de los 80. En 1992 se reunió por primera vez con Osama ben Laden, en Sudán
  • Asilo
    Tras su paso por Sudán, se trasladó a Siria, Qatar y luego fue asilado en Gran Bretaña. Desde hace dos años vivía en Libia
  • Del editor: qué significa.
    Como pasó con Ben Laden, otra vez acusan a EE.UU. de violar el derecho internacional. Las denuncias no parecen preocupar mucho a la Casa Blanca.
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    El escenario

    Un operativo que desnuda los límites de la lucha antiterrorista en África

    Por  y   | Agencia Reuters
    Trípoli
    Las dos operaciones comando en África son la última demostración de la presión que está ejerciendo Estados Unidos sobre Al-Qaeda en un continente donde el terrorismo islámico está en ascenso.
    Pero el fracaso de la operación en Somalia y los reclamos del gobierno libio por el "secuestro" de un ciudadano local también pusieron en evidencia los problemas que tiene Washington en este complejo combate.
    La incursión en Somalia reveló hasta qué punto este fragmentado país sigue siendo un santuario para los aliados de Al-Qaeda, más de 20 años después de que Washington interviniese en vano en su guerra civil. Y la de Libia demostró que tras la caída de Muammar Khadafy este país se convirtió en un anárquico campo de batalla, que se extiende desde el Mediterráneo hacia el Sur, hasta las profundidades del Sahara.
    Tal vez, la prioridad de Estados Unidos a la hora de capturar a Al-Libi no haya sido tanto llevar a juicio a un sospechoso poco conocido de los atentados de 1998 contra las embajadas de Kenya y Tanzania, sino más bien perturbar el funcionamiento de su enemigo más virulento en un petroestado inundado de armas y situado en la puerta de Europa.
    Un funcionario de seguridad de Siria y ex comandante de los rebeldes islamistas contra Khadafy advirtió que Al-Qaeda y sus aliados prepararían una violenta respuesta por la captura de Al-Libi.
    Consciente de los riesgos de que su gobierno parezca un cómplice de Estados Unidos, el premier libio, Ali Zeidan, se apuró en decir que estaba siguiendo de cerca "las noticias sobre el secuestro de un ciudadano libio".
    Abdul Bassit Haroun, ex comandante de la milicia islámica que trabaja ahora para el gobierno libio en seguridad, dijo que la incursión de Estados Unidos debería servir para demostrar que Libia no es un refugio para "terroristas internacionales".
    "Pero también está muy mal que ninguna de las instituciones del Estado tenga la menor información en este proceso, ni tampoco una fuerza capaz de capturarlo", dijo Haroun. "Eso significa lisa y llanamente que el Estado libio no existe", agregó.
    Haroun advirtió que los militantes islamistas, como lo acusados del mortal ataque de hace un año contra el consulado de Benghazi, pueden reaccionar con violencia: "Esto no lo van a tolerar", dijo. "Habrá fuertes reacciones de venganza, porque se trata de una de las figuras más importantes de Al-Qaeda", añadió.
    Por el contrario, el gobierno somalí, que cuenta con el apoyo de Occidente, dijo haber cooperado con Washington, aunque su control de gran parte del país se ve limitado por poderosos grupos armados.
    En el pasado, las fuerzas norteamericanas usaron aviones no tripulados para matar a ciudadanos somalíes, y el año pasado los Navy Seals liberaron a dos voluntarios secuestrados en el país.
    Desde Nigeria en el Oeste, pasando por Mali, Argelia y Libia, hasta Somalia y Kenya en el Este, África ha sido escenario de importantes ataques contra su propio pueblo y contra los intereses económicos occidentales, incluyendo las plantas de gas del desierto argelino en enero pasado y el centro comercial de Nairobi, así como el asesinato del embajador norteamericano en Libia, hace un año.
    Esa tendencia es reflejo de diversos factores, que incluyen los esfuerzos de Occidente para desalojar a Al-Qaeda de su base en Afganistán, el derrocamiento de los gobernantes antiislamistas autoritarios durante la "primavera árabe" de 2011 y el creciente resentimiento entre los pobres de África contra sus gobiernos, a los que consideran peones corruptos de las potencias occidentales.
    Los expertos de inteligencia occidentales dicen que hay evidencias de un creciente vínculo entre los militantes islamistas de todo el norte de África, que comparten el objetivo de Al-Qaeda de establecer estados islamistas estrictos y de expulsar a los intereses occidentales de territorio musulmán.
    Al-Libi, de quien se decía tras abandonar el Estado policial de Khadafy que se había unido a Ben Laden en Sudán en la década de 1990, antes de asegurarse asilo político en Gran Bretaña, tal vez haya sido parte de esa apuesta por consolidar una base de operaciones, según los analistas.
    El primer ministro libio, Ali Zeidan, viene solicitando hace tiempo ayuda para restaurar la seguridad a las potencias occidentales que colaboraron con el derrocamiento de Khadafy. Pero con un país de seis millones de habitantes hundido en el caos, con sus pozos petroleros cerrados por protestas y el poder dividido en manos de bandos enemigos, no puede esperarse mucho.
    Traducción de Jaime Arrambide.

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