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sábado, 3 de enero de 2015

ARGENTINA - IRAN. CAPUTO, DANTE, "ES IMPORTANTE QUE LO ACORDADO CON IRAN NO SEA APROBADO POR EL CONGRESO"

Entrevista

Dante Caputo: "Es importante que lo acordado con Irán no sea aprobado por el Congreso Nacional"

Crítico de la actual política exterior, el ex canciller teme que el país quede "atado de manos", sin posibilidad de hacer justicia por la AMIA, y afirma, sobre Malvinas, que Timerman relata un "mundo de ensoñación"
Por   | LA NACION

La reciente firma del acuerdo con Irán para crear una supuesta "Comisión de la Verdad" en el caso del ataque terrorista de hace veinte años en la mutual judía AMIA generó una conmoción social. Una mezcla de asombro, dolor e incomprensión que no termina de aclararse. Con eso aún bajo la piel, se asiste a la sentencia oficial -de imposible comprobación- de que "dentro de veinte años" las islas Malvinas volverán a manos argentinas.
Son sólo dos muestras de un escenario más complejo en materia internacional y que, entre otros temas de agenda, llevaron a buscar la mirada del ex canciller Dante Caputo, figura clave en la arquitectura diplomática de la Argentina en el bautismo de su recuperación democrática, cuando había que reconstruirlo casi todo.
No siempre se cuenta con él. "Con casi 70", como le gusta decir, el ministro que durante más tiempo acompañó al ex presidente Raúl Alfonsín hace de eso, el tiempo, un bien que administra con esmero. Estudia, escribe, viaja. Acaba de llegar ahora a Buenos Aires, luego de haber vivido casi siete años en Washington, como consultor en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Concede la entrevista porque está alarmado con la firma del acuerdo con Irán, al que ve como la consagración de la impunidad, y cuyo envío al Congreso anunció la Presidenta el jueves.
"Nada de lo que ahí se afirma sirve para que la Argentina logre su objetivo de enjuiciar a los responsables de ese terrible episodio", dice el hombre que, como integrante de aquel primer gabinete de la democracia, firmó el decreto que mandó a juicio tanto a las Juntas Militares como a las organizaciones terroristas Montoneros y ERP. Su experiencia es una mirada sin concesiones, respetuosa, pero que no le teme al debate, sino que lo abre.
"Pido a todos los que, como yo, piensan que este paso es un tremendo error que trabajen para bloquearlo en el Congreso antes de convertirlo en tratado y quedar atados de pies y manos", advierte.
No es sólo eso. El hombre que firmó la paz con Chile en la disputa por el canal de Beagle previene contra las "consecuencias de la ignorancia", al tiempo que reprocha al canciller Héctor Timerman que no tenga la "deferencia" de atenerse a las normas democráticas e informar en el Congreso sobre sus intenciones. "No es una acusación ni un reproche ni nada extraordinario. Es, simplemente, lo que corresponde en un gobierno democrático: informar al Congreso sobre lo que se hace en política exterior", sostuvo.
Pasa por la lupa la reciente gestión por Malvinas "y el relato de fantasía con el que se nos quiere hacer creer que está pasando algo cuando, en realidad, no pasa nada", y denuncia el "tremendo atraso" que se operó en las tratativas sobre las islas.
La sanción del FMI, la escasa credibilidad de la Argentina en el exterior y el aislamiento de un territorio al que -dice- "muchos jefes de Estado de países importantes prefieren eludir", formaron parte de una larga conversación con Enfoques.
Luego de tanto debate y protesta, ¿tiene claro cuál es el objetivo del acuerdo con Irán?
-No. No resulta claro qué es lo que busca. Ha dicho que es impulsar el trámite judicial del ataque a la AMIA. Si ésa es la meta, lo que se firmó en Etiopía no va en dirección de lo que el Gobierno anuncia y califica como histórico. O bien el Gobierno se equivocó o -espero que no sea cierto-, utilizó un tema caro a los argentinos con otro objetivo.
- ¿Qué le hace pensar en una agenda oculta?
-El hecho de que, si es un error, es muy torpe. Cuando se anunció el acuerdo se informó que convenía que un juez argentino pudiera interrogar a los sospechosos iraníes. No hay interrogatorio posible; la ley y la Constitución iraníes lo impiden. Esto es algo que deberían conocer quienes firmaron el acuerdo. Por si fuera poco, el memorándum no dice nada de indagatoria judicial, sino de la posibilidad de "preguntar" a los sospechosos iraníes. Son cosas distintas.
¿Qué cabe hacer?
-La sociedad debería exigir la mayor claridad posible para esto. La interpelación al ministro de Relaciones Exteriores en el Congreso es el mejor mecanismo. No es nada extraordinario: es el control previsto para situaciones de esta naturaleza. Es necesario aclarar qué se está haciendo. No se trata de una acusación, pero es muy fuerte lo que está pasando. El ministro debe responder las dudas que tiene mucha gente sobre esto.
¿Usted, personalmente, tiene dudas sobre lo que se hizo?
-Sí. Muchas y serias. Por eso es importante que este memorando no sea aprobado por el Congreso Nacional, por lo menos, hasta tanto se sepa de qué se trata. Hasta ahora, ese documento compromete al gobierno argentino, no al Estado. Como tantas cosas que hizo este gobierno, vendrá el momento de desandar lo hecho.
Pero ¿si lo avala el Congreso?
-Pasa a la categoría de "tratado" y eso obliga a la Nación, que quedará atada al texto, salvo que se inicie un proceso de denuncia. Pido encarecidamente a quienes advertimos un serio error que se trabaje para bloquearlo en el Congreso y que se interpele al canciller Héctor Timerman.
Si nos atenemos al "objetivo" declarado del acuerdo, ¿quién gana y quién pierde?
-Si esto se cumple, lo que pasará es que probablemente [el presidente iraní, Mahmoud) Ahmadinejad quedará como una persona interesada por la verdad y por la justicia, lo cual es bastante paradójico. Y la Argentina, que está con los pies y con las manos atadas, no habrá logrado demostrar nada de lo que quiere demostrar. Porque no tiene procedimientos de indagación en marcha. En síntesis: gana Ahmadinejad, pierde la Argentina.
- Puertas afuera, ¿qué cambia en la percepción de la Argentina tras este acuerdo?
-Me remito a lo que debe ser su experiencia como corresponsal en Washington: este tema de la Argentina firmando con Irán no existe en ningún lado. Sólo le importa a los funcionarios de las cancillerías del mundo que tienen que seguir a la Argentina. Pero nadie más sabe de esto, como nadie más sabe de lo que pasa en la Argentina porque, desgraciadamente, el país interesa cada vez menos.
- Con eso de que el tema "no existe" quiere decir que la Argentina ha perdido protagonismo.
-Así es. No me refiero a protagonismo en el mundo, porque eso sería tal vez excesivo. Pero sí regional.
- La pregunta sería si este tipo de alineamientos complica de algún modo los objetivos o la agenda internacional de la Argentina.
-Yo no creo que la Argentina tenga ninguna agenda internacional.
- ¿No?
-No. Y si la tiene, está, cuando menos, eficazmente oculta.
- Otro tema de relación internacional es el nuevo chisporroteo con Londres. ¿Cómo valora la reciente gestión de la cabeza de nuestra diplomacia en Gran Bretaña?
- La verdad, creo que no había razón para que el canciller viajara. Es una exageración que se traslade a Londres -tan luego- para reunirse con parlamentarios. Eso es intrascendente, en general.
¿Qué le queda claro de la gestión?
-Nos enteramos, por la entrevista que dio a la BBC, de que su expectativa era ver a su par británico para "discutir sobre Malvinas". La verdad, me llamó la atención que Timerman dijera eso seriamente... Porque habría sido una noticia descomunal que el gobierno británico aceptara la discusión del tema Malvinas. Claro, la condición que pusieron los británicos fue hablar en presencia de los kelpers. El ministro estuvo correcto al negarse, aunque le vi cierta dificultad para explicar las razones. Eso es llamativo cuando la razón es casi un texto bíblico para nosotros en la Argentina.
- ¿Un texto que dice qué?
-Que la Argentina no reconoce una tercera parte en esta materia. Sólo negociamos con la potencia ocupante.
- El canciller dijo estar dispuesto a hablar "de todo" con su par británico, lo que incluiría la idea de "compartir soberanía"...
-Eso también fue llamativo. No tanto por lo que decía, sino por el modo. Timerman podría tener algún respeto por el resto de sus ciudadanos y, al igual que en el caso iraní, decirnos -no lo que está negociando, porque eso es razonable que esté bajo reserva- pero sí, al menos, si se está negociando el tema de Malvinas.
¿Entonces?
-A estas alturas, no sabemos por qué fue. Timerman dice que en 20 años las Malvinas serán argentinas, y hoy no se puede demostrar si es cierto o falso, aunque sí extraño. ¿Qué historia es ésta? Y sobre todo, ¿Qué quiere decir que tiene la intención de hablar de todo? ¿Que hablará sobre una soberanía compartida en las islas?
- ¿Le parece mal?
-Eso no me ofende ni me escandaliza. Lo que sí me escandaliza es que Timerman habla como si estuvieran sucediendo cosas que no suceden. Lo único que tenemos es un mundo real -que es el mundo del acuerdo con Irán y el de la posición firme e intransigente sobre Malvinas que muestra el Foreign Office- y un mundo de ensoñación, que es el que nos relata el señor Timerman.
- ¿Es posible una salida sin que se tenga en cuenta la posición de los isleños?
-Mirando al futuro, no es imposible, pero sí es verdad que se ha hecho muy complicado todo. Se ha dado un paso atrás enorme en el tema Malvinas.
- ¿Desde cuándo y por qué?
-La responsabilidad principal la tiene el [ex presidente Carlos] Menem, cuando retiró el tema de la Asamblea General. Lo hizo en un momento clave, en 1989, cuando el final de la Guerra Fría permitió avanzar en muchos temas que la ONU tenía estancados. Hubo pocas excepciones, entre ellas, el conflicto árabe-israelí y Malvinas.
- ¿Cuál es el futuro?
-Creo que será enormemente difícil, sobre todo, con una política exterior zigzagueante, como tantas otras políticas que se hacen en la Argentina, en la que se advierte esta dificultad extrema que tiene nuestro país para entender que no hay magia. De que esto se hace con un paso después del otro. Que no habrá "alguien" que, súbitamente e "históricamente", resuelva los problemas de la Argentina, entre ellos, Malvinas. Hemos perdido la noción del esfuerzo que construye a lo largo del tiempo y a lo largo de los distintos gobiernos y sus orientaciones.
Al margen de Malvinas e Irán, ¿qué opinión le merece la agenda de contactos exteriores de la Argentina, en los que aparecen Angola y Vietnam como grandes apuestas?
-Antes de hablar sobre con quiénes nos relacionamos, lo que me sorprende es la ausencia de visitas importantes a la Argentina. Creo que nadie tuvo tan pocas visitas como esta etapa kirchnerista. Diez años en los que las visitas de personalidades son mínimas y en los que muchos jefes de Estado de los principales países saltearon a la Argentina en viajes por la región. Para mí, ésa es la primera preocupación.
¿Y de los países que elige la Argentina como apuesta?
-Hay un margen de flexibilidad en esto. Hay un punto interesante en el relacionamiento con Vietnam, aunque no me queda claro el resultado de la gira. Tampoco lo de Angola. Pero lo que no se ve es una actividad diplomática importante de la Argentina en los organismos internacionales.
- ¿Por ejemplo?
-La Organización de los Estados Americanos (OEA), por ejemplo, donde ni siquiera tenemos embajador.
¿Eso es central?
-Puede decirse que no es central. Pero es importante para la diplomacia de pasillo, que es la que construye mucho. Otro tanto: qué ha pasado con la Argentina en Naciones Unidas, donde antes, el nuestro era un país de referencia. En todos los organismos hay una práctica normal, que consiste en que, cuando hay un tema importante, se convoca a cuatro o cinco países para conversar informalmente y captar el tono de cómo vienen las posiciones. La Argentina jamás es consultada.
- ¿En qué áreas, temas e instituciones internacionales interesa hoy la opinión de la Argentina o lo que la Argentina tenga para aportar?
-Siento decirlo, pero en ninguna. En la época de Alfonsín, así como en la de Menem, se la convocaba. No estoy de acuerdo con la política exterior de Menem, pero mantuvo al país como interlocutor. Hace diez años que es un país sin presencia, cuya opinión no es relevante para aquellos que quieren tener una idea sobre lo que está pasando. Tampoco tiene opiniones que influyan sobre las de otros países. Este fenómeno es muy fuerte en lo que refiere a América latina, donde la Argentina ha desaparecido de los países de consulta fuerte.
El Gobierno, sin embargo, se jacta de su papel en el G-20. ¿Tiene alguna noticia de cuál es su desempeño allí?
-Sé que hubo varias iniciativas para que la Argentina fuera dejada al margen del grupo. Ahora, si la pregunta es si nuestro país juega hoy un papel importante allí, la verdad, no recuerdo nada de peso. Es imposible acordarse, porque no lo hay.
La Argentina acaba de convertirse en el primer país del mundo en recibir una sanción del Fondo Monetario Internacional (FMI) por engañar en sus estadísticas. ¿Tiene algún efecto diplomático?
-Sí, pero el drama no es ése. Esa sanción pone negro sobre blanco lo que todos -dentro y fuera del país- sabemos: que los números del Indec no son ciertos. Trabajo con mucha gente que investiga y cuando citan las fuentes sobre nuestro país, aparece la misma frase: "Números emitidos por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, sujetos a revisión". Lo que no entiendo es cómo es posible mentir así. ¡Es increíble! El Gobierno sabe que la inflación no es ésa, pero intenta hacerla creer. Bueno, después viene el FMI y saca la tarjeta del color que sea, por supuesto. El costo que eso tiene es enorme, pero sobre todo en lo que hace a que la gente deje de creer en la política, en los mecanismos de control de la democracia, en los funcionarios y en el servicio civil.
- La Argentina practica hoy un proteccionismo comercial y, declara, en cierto modo, también uno ideológico. ¿Es esto viable?
-El problema de la Argentina es que continúa alejándose del mundo sin comprender que, a estas alturas, la situación del mundo está dentro del país. Eso es la globalización: que lo que ocurre afuera pasa adentro también y al mismo tiempo. No se puede concebir el desarrollo nacional, sino a través de una manera de relacionamiento con el mundo. Duele decirlo, pero estamos pagando el costo de la ignorancia. Y es un costo altísimo, incluso para la democracia..

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