Miércoles 04 de febrero de 2004
Los intelectuales del mundo y LA NACION
Lampreia: "Un país debe ser pragmático"
La visión del ex canciller brasileño
RIO DE JANEIRO.- Luiz Felipe Lampreia es el hombre que estuvo al frente
de la cancillería brasileña en el período en que Brasil dejó de ser
simplemente el país del samba, del fútbol y de las favelas para
convertirse en un jugador trascendente de la política internacional.
Este carioca de 62 años, con exactamente cuatro décadas ininterrumpidas
en la administración pública de Brasil, fue uno de los diplomáticos que
lideraron durante los últimos veinte años el pensamiento del Palacio de
Itamaraty, una institución conocida por encarnar al Estado brasileño.
Canciller desde 1995 hasta 2001, seis de los ocho años del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, durante su gestión Lampreia se mantuvo firme en el principio de no intervencionismo que guía a Itamaraty. Por eso ahora, sin medias palabras, critica la búsqueda explícita de liderazgo regional emprendida por el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva.
"No creo que la sociedad brasileña esté dispuesta a pagar los costos (del liderazgo): abrir generosamente nuestro mercado, extender créditos solidarios a los vecinos para que se desarrollen y eventualmente prestar apoyo político y militar", expresa, pragmático.
Sociólogo antes de convertirse en diplomático de carrera, participó en misiones en una decena de países, entre ellos como embajador en Surinam, Portugal y Ginebra. Actualmente preside el Centro de Estudios Brasileños de Relaciones Internacionales y el Consejo de Relaciones Internacionales de la Federación de Industrias de Río de Janeiro y es miembro del Consejo Consultivo del International Council on Foreign Relations (Nueva York), del Inter-American Dialogue (Washington) y del Consejo Consultivo de la Oxford Analytica.
En esta entrevista, Lampreia analizó el papel de Brasil en América latina, la formación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el tema más trascendente para la geopolítica regional de esta década, y las relaciones con los demás países de la región, incluso la Argentina. Sobre el acuerdo de negociar un ALCA "flexible", propuesto por Brasil a los Estados Unidos y aceptado luego por el resto de los países, Lampreia teme que los resultados sean los mismos que dejó la integración de México con los Estados Unidos (Nafta). Dice que ésta no provocó un efecto notable en la reducción de la pobreza y que benefició a las grandes empresas en desmedro de las menores. "Pero hay que ser pragmático y negociar", admite.
Sobre las relaciones con la Argentina, considera que puede haber llegado a su fin la era de las desconfianzas mutuas, gracias a que "ya no son dichas aquellas frases sobre las relaciones carnales con los Estados Unidos". Ahora, dice, "tenemos básicamente la misma posición con relación a los Estados Unidos: no somos subordinados, no aceptamos automáticamente todo lo que los Estados Unidos dicen, pero mantenemos con ellos la mejor relación que sea posible". Un Itamaraty clásico.
-¿Por qué durante su gestión casi en todo momento se evitó cualquier afirmación de liderazgo regional, a diferencia de la actitud tomada por el gobierno de Lula?
-Por dos razones. Primero, porque Brasil no debe proclamar su liderazgo. No es bueno para Brasil, no es bueno para los vecinos y no es bueno para la relación con nuestros países más próximos que nosotros lo estemos proclamando. Es obvio que Brasil es enorme, su economía también, la población es numerosa y el país tiene un peso internacional. Eso no es necesario que sea proclamado. Ahora, el liderazgo, encarado de una forma positiva, implica también una serie de compromisos y obligaciones que Brasil apenas parcialmente, como sociedad y como nación, está dispuesto a asumir. No creo que la sociedad brasileña esté dispuesta a pagar los costos de abrir generosamente nuestro mercado, extender créditos solidarios a los vecinos para que se desarrollen y, eventualmente, prestar apoyo político y militar. Porque existe una razón muy buena: el pueblo brasileño está mucho más preocupado por su propia injusticia social, su pobreza y las carencias internas, incluso con las dificultades que Brasil tiene con la estabilidad de su economía. Para ejercer un liderazgo pleno es necesario tener fuerzas armadas poderosas y respaldar financieramente ese liderazgo. Por eso, durante el gobierno de Cardoso nunca nos interesó hablar de liderazgo.
-¿Considera que está habiendo una ruptura en la tradición de Itamaraty de no intervenir en asuntos externos?
-No, no necesariamente. Creo que todo gobierno tiene en su inicio una cierta dosis de voluntarismo, de querer hacer, pero en el largo plazo pesan más los factores permanentes. Y esos factores están condicionados por lo que estaba diciendo sobre el costo de asumir un liderazgo.
-En el comienzo del gobierno de Lula se evidenció, y algunos funcionarios lo confesaban en privado, el interés de que los Estados Unidos financien el desarrollo de América latina como Alemania hizo con Portugal y España en la Unión Europea. Brasil parecía decirles a los Estados Unidos: les damos el ALCA, pero queremos ayuda a cambio. ¿Qué le parecía esta idea?
-Era muy buena. Infelizmente, no creo que los Estados Unidos puedan tenerla en cuenta. Para ellos, ése es un tema sin discusión, porque no consideran que exista aquí, en América, un proyecto semejante al de Europa. El ALCA es apenas un proyecto de integración comercial, de uniformización de reglas. Pero no un proyecto profundo que pretenda establecer una unión real. Los Estados Unidos tienen un proyecto diferente y no están dispuestos a dar ayuda estructural como los países europeos ricos les dieron a los menos ricos.
-El actual gobierno llegó con un discurso más integracionista con la Argentina, que pretendía ponerle fin a una etapa de roces que existió durante el final del gobierno de Carlos Menem. ¿Qué es lo que cambió?
-La integración con la Argentina es un objetivo nacional permanente de Brasil. Eso no está en discusión. Lo que hubo en el final del gobierno de Menem fueron algunas tensiones de naturaleza comercial. Los Estados Unidos las tienen con Japón, y Europa las tiene con los Estados Unidos, y es natural, porque hay intereses en conflicto. Pero eso nunca puso en duda la prioridad de nuestra relación con la Argentina. Creo que el gobierno de Lula mantiene y, de cierto modo, lleva aún más lejos ese objetivo permanente.
-¿Terminó la era de los distanciamientos, de las desconfianzas mutuas?
-Creo que sí. Y creo que eso es porque ahora hay una diferencia clara de orientación del gobierno argentino. El ministro de Relaciones Exteriores, Rafael Bielsa, y el propio presidente Néstor Kirchner no han dicho aquellas frases que fueron dichas en el pasado, sobre relaciones carnales con los Estados Unidos y cosas parecidas. Ahora tenemos, básicamente, la misma posición con relación a los Estados Unidos: no somos subordinados, no aceptamos automáticamente todo lo que los Estados Unidos dicen, pero mantenemos con ellos la mejor relación posible.
-La diplomacia de la última etapa del gobierno de Cardoso llegó a asumir una posición más dura y a afirmar que la posibilidad de no negociar el ALCA no estaba descartada. Paradójicamente, es el gobierno de Lula el que está abriendo camino al ALCA. ¿Qué piensa del acuerdo del ALCA flexible?
-Creo que el acuerdo del ALCA flexible es un formato excelente. Es muy bueno que pueda existir la posibilidad de negociar por países. Sobre todo para un país como Brasil, que tiene intereses múltiples y aspectos económicos complejos. Igual, hasta ahora lo único que se hizo fue adoptar un determinado formato y aceptar que durante los próximos doce meses va a haber una negociación intensa sobre contenidos. Pero nadie aceptó el ALCA, porque nadie sabe cuál es su contenido.
-Usted acaba de volver de México. ¿Cree que los resultados que México obtuvo después de años de integración con los Estados Unidos a partir del Nafta son un anticipo de lo que puede ocurrir en el ALCA?
-Es indiscutible que el comercio de México aumentó tres veces y que eso generó muchos millones de empleos. Ahora, evidentemente, y eso lo ve cualquiera que visite México, no se resolvió el problema de la pobreza del país. Y en la zona sur, debajo del Distrito Federal, continúa habiendo una economía muy rural, paralizada, donde los beneficios que el Nafta pueda haber tenido no son visibles. De forma que hubo efectos diferentes entre el norte y el sur del país, así como entre la gran empresa y las pequeñas empresas.
-¿Y no temen que termine ocurriendo lo mismo en Brasil, que tiene una economía similar a la mexicana?
-Sí, es un temor. La negociación es muy delicada y compleja, porque hay diversos sectores de la industria brasileña que son vulnerables frente a los productos norteamericanos, porque pagan intereses muy altos, impuestos muy altos, porque tienen que sufrir una infraestructura deficiente y porque tienen una escala de producción inferior. Varios de esos sectores pueden ser muy afectados por el ALCA, incluso los competitivos. Pero un país como Brasil, que depende de las exportaciones para generar crecimiento económico, tiene que ser pragmático. No puede no ser pragmático. Los Estados Unidos venden la idea de que el ALCA es lo mejor que hay para Brasil y para América latina. Y no creo que sea verdad. Lo mejor para Brasil es la Organización Mundial de Comercio, que es el foro donde hay más equilibrio de fuerzas. El ALCA puede ser bueno, pero no es el paraíso.
-La manifestación de apoyo a candidatos de otros países, como realizó el gobierno de Kirchner, ¿es perjudicial o no para la geopolítica de la región?
-No quiero referirme específicamente a las decisiones que pueda tomar el gobierno de la Argentina. Pero desde el punto de vista brasileño, tomar partido, ser parcial en elecciones de otros países, es equivocado. Doctrinariamente es un equívoco, porque es una forma de intervención. En Europa eso se hace mucho: los laboristas apoyan a los laboristas, la derecha a la derecha, etcétera. Brasil, con sus características, no puede hacer eso, y en cierta forma le ha dado resultados. Sin contar la participación en la Segunda Guerra Mundial, Brasil no tiene ningún conflicto desde 1870, año de la Guerra de la Triple Alianza.
-¿Qué opina del modelo chileno de gestión diplomática?
-Chile es un país admirable, que consiguió en los últimos veinte años, con gobiernos diferentes, incluso con una dictadura detestable, obtener un crecimiento económico sostenido. Logró eliminar la miseria, combatió la ignorancia y, por lo tanto, consiguió mejorar el nivel de vida. Ojalá que todos nosotros podamos repetir el modelo chileno, porque demostró ser exitoso. Chile, por otro lado, ha preferido relacionarse más profundamente con Europa y con los Estados Unidos que con el Mercosur. Cuando Eduardo Frei era presidente llegamos a un acuerdo muy importante, del cual fui el negociador, pero después Chile hizo una opción por un acuerdo directo con los Estados Unidos y por otro con la Unión Europea. Chile no puede ser criticado por eso, pero nosotros sí lamentamos que incluso por causa de las crisis que tuvimos en el Mercosur a partir de 1998 Chile se haya alejado un poco de nosotros. Es una pena que eso haya ocurrido.
-¿El 11 de septiembre de 2001 marcó un antes y un después en la geopolítica mundial?
-Yo creo que agudizó ciertas cuestiones, pero no cambió el rumbo del mundo, porque los Estados Unidos ya estaban en una posición más agresiva. Lo que cambió fue que la sociedad norteamericana se volvió más capaz de aceptar que sus soldados murieran, que combatieran en otras partes del mundo. Pero no creo que el 11 de septiembre haya sido un punto cero. El gobierno de Bush, sin duda, lleva la política externa norteamericana a una contundencia mayor que el gobierno de Clinton.
-Se volvió casi un lugar común decir que éste es el siglo de China. ¿Cree usted que éste será el siglo en que se consolidarán los dos polos de poder, los Estados Unidos y China, como grandes y únicas superpotencias?
-China es el único país que tiene condiciones y ganas políticas de volverse una superpotencia. Pero aún es en muchos aspectos un país en desarrollo con un lado muy moderno. Pero con muchos aspectos todavía atrasados. Necesita más progreso económico para uniformizar el status económico de su población. Por eso el Partido Comunista Chino está tomando la actitud de permitir el ingreso paulatino del capitalismo. Pero no creo que actualmente China quiera tener una actitud desafiante con los Estados Unidos, sino cooperativa. Tampoco los Estados Unidos tienen, como tenían, la actitud de querer contener a China. El espíritu es más de cooperación mutua. Dentro de unos cincuenta años creo que China tendrá condiciones para asumir y desafiar el poder americano, con todos los riesgos que implicará eso.
-¿Cuál es la ideología, como conjunto de ideas, que guía a Itamaraty hoy?
-Itamaraty es una institución del Estado brasileño. Es el Estado brasileño. No creo que Itamaraty tenga una ideología particular. En Itamaraty hay de todo, de extrema izquierda a extrema derecha. Lo que hay en común es la adhesión a algunas ideas básicas: la no intervención, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y el desarrollo económico como objetivo número uno de nuestra política exterior. .
Por Luis Esnal Corresponsal en Brasil
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