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martes, 27 de enero de 2015

PREBISCH Y LOS TÉRMINOS DEL INTERCAMBIO. 2011. Baldinelli, Elvio

Prebisch y los términos del intercambio 

iECO ECONOMÍA. Diario "Clarín". Buenos Aires, 27 de marzo de 2011. 

Análisis
Poco ha variado la situación de los países menos desarrollados respecto de la tecnología y el crecimiento industrial.
  • Elvio Baldinelli

Es hoy día moneda corriente sostener que Raúl Prebisch se equivocó al predicar que los países en desarrollo se perjudicaban debido a que los precios de las manufacturas subían mucho en tanto que bajaban los de las materias primas, ya que en estos años se está dando exactamente lo contrario. Sin embargo, lo importante de su teoría se mantiene en pie pues tuvo razón en aquello de que los países que exportan materias primas, con la excepción del petróleo, están cada vez más lejos del nivel de vida de que gozan los países desarrollados.

Su teoría sobre el deterioro de los términos del intercambio se basaba en que las naciones industrializadas no transferían a los compradores del exterior las rebajas de costos de fabricación que lograban gracias a nuevas técnicas de elaboración.

En cambio, los países exportadores de bienes primarios sí lo hacían en favor de sus compradores.

Pero si no fue acertada la explicación que Prebisch dio al fenómeno, ya que la causa principal no estuvo en el aumento de los precios de las manufacturas, sí fue correcta su visión de que los países exportadores de materias primas enfrentan crecientes dificultades para adquirir en los países industrializados las manufacturas que necesitaban.

La explicación de este hecho está en que, si bien los precios de los productos industriales bajan, en cambio es enorme el incremento de la oferta de nuevos bienes por parte de los países desarrollados.

Esos nuevos productos comprenden, entre otros, aeronaves, transportes automotor, refrigeradores domésticos, máquinas de lavar ropa, aspiradoras, acondicionadores de aire, aparatos de radio, reproductores de música, textiles sintéticos, medicamentos más sofisticados, productos químicos que facilitan los trabajos de limpieza del hogar. En años más recientes se han incorporado los televisores, los teléfonos celulares y las computadoras.

Todo esto ha requerido más combustibles, así como mayor disponibilidad de ciertos servicios como la energía eléctrica, con lo que también son mayores las necesidades de importación de bienes de capital.

Este fenómeno no es de reciente percepción, pues James ForemanPeck ya lo había señalado al decir: "La importancia de este factor fue detectado por quienes buscaban quitar validez a la tesis de Prebisch al llamar la atención sobre el ingreso, con el correr del tiempo, de nuevas manufacturas en el comercio internacional" (1).
Los países exportadores de materias primas ya no pudieron, después de la Segunda Guerra Mundial, seguir atendiendo demandas de importación tan amplias como variadas con las divisas que lograban con sus ventas al exterior, por lo que en muchos casos resolvieron buscar la solución en el desarrollo de industrias que sustituyeran importaciones. Así lo hicieron casi todos los países de América Latina incluso la Argentina, además de otros como Australia.

La política de sustitución de importaciones fracasó debido a que, con frecuencia, las empresas que la ejecutaron importaban insumos, partes o piezas para finalmente armar el producto final. El resultado fue que la demanda de divisas así generada también superó la posibilidad de ser atendida con las ventas de productos primarios.

Percibido este fenómeno, Prebisch comentó: "No deja de ser paradójico que la industrialización, en vez de contribuir notablemente a la atenuación del impacto interno de las fluctuaciones exteriores, está llevándonos hacia un nuevo tipo de vulnerabilidad exterior que no conocíamos antes".

Una vez que quedó claro que la industria de sustitución de importaciones no era la solución del problema, Prebisch varía su prédica e insiste en la necesidad de complementar las exportaciones de productos primarios con las manufacturas.

En un libro del uruguayo Mateos Magariños se incluye el siguiente comentario de Raúl Prebisch: "Mientras que la industrialización para exportar al competir en el mercado internacional lleva al desarrollo, la industrialización para consumir por sustitución de importaciones lleva a un estrangulamiento y una dependencia hacia el extranjero" (2). Así evolucionó su pensamiento sobre estos temas.

No desaprovechar la coyuntura En los últimos años tuvo lugar un extraordinario aumento de los precios de las materias primas, incluso de los alimentos, favoreciendo fuertemente la economía de la Argentina. Sin embargo, tales ingresos de divisas difícilmente puedan atender el aumento de las importaciones que resultarían de una mejoría en los ingresos de los sectores menos favorecidos de la población.

Según el INDEC, para el primer semestre del año 2010 el 12% de la población de la Argentina vivía bajo la línea de la pobreza, mientras que fuentes privadas ponen ese porcentaje entre el 20% y el 25%, o sea que de los 40 millones de habitantes que tiene el país, entre 4,8 y 10 millones no estarían en condiciones de adquirir la mayor parte de esos nuevos productos.

Pero, además, una elevada proporción de la clase media baja y también alta tampoco suele contar con medios suficientes para comprarlos.

La Argentina ya tuvo hace años la oportunidad de lograr un desarrollo sustentable de su economía, pues desde las últimas décadas del siglo XIX hasta los años 30 del pasado, gozó de uno de los más elevados niveles de vida del mundo, gracias a la exportación de alimentos a Europa.
Este medio siglo de alta prosperidad tuvo su fin cuando, luego de la Segunda Guerra Mundial, la aparición de fertilizantes y otros agroquímicos permitieron aumentar sensiblemente la producción agrícola. El hecho de que Europa sumara a esta circunstancia una altísima protección aduanera para los alimentos y abundantes subsidios a su producción y exportación le permitió, no solo alcanzar la autarquía para muchos de ellos, sino también volcar excedentes en los mercados internacionales. Así terminó la etapa de la gran prosperidad argentina.

Durante aquellos años de bonanza, el país no supo canalizar los altos ingresos que dejaba la exportación de productos agrícolas en el desarrollo de otras actividades que la complementaran, como la producción de manufacturas destinadas a los mercados externos.

Concluyó entonces el sueño de una prosperidad permanente, creciendo desde ese momento tan poco su economía que dio lugar a que docenas de países nos superaran en el nivel de vida, además de generar problemas tanto políticos como sociales.

Son muchos los que piensan que los actuales altos precios para los alimentos y otras materias primas no han llegado para quedarse para siempre y que, por lo tanto, es necesario que la Argentina aproveche estos años de altos ingresos. Que los precios de las materias primas son volátiles es un hecho conocido, tal como lo señala Gottfried Haberler cuando dijo: "Los precios de las materias primas muestran, como norma, fluctuaciones cíclicas más intensas que los productos industrializados".

En estos años se está repitiendo el milagro que ayer favoreció a la Argentina con la aparición de nuevos mercados en China y otros países emergentes. Pero es peligroso que se instale en la opinión pública la errada visión de que "el viento siempre soplará de cola".

La realidad es que es probable que los presentes buenos tiempos se prolonguen por algunas décadas, pero sin duda un día tocará su fin. Por otra parte, si bien es verdad que las manufacturas que se importan son cada vez más baratas, son siempre más numerosas las necesidades que crean las nuevas ofertas de productos, con lo que queda largamente compensado lo ahorrado con la baja de precios.

Para que no se pierda esta segunda oportunidad con la que el destino nos favorece, es menester que en los tiempos venideros se profundice la educación en todos sus niveles y que el ahorro que resulta de la bonanza se canalice hacia la investigación y desarrollo, la mejora de la infraestructura y la instalación de industrias tanto para el consumo interno como para la exportación. Y que las nuevas ventas al exterior no sean solo de productos derivados del agro, sino también consecuencia del talento innovador de los argentinos.

* Actualmente dirige la Fundación Standard Bank el Instituto para el Desarrollo de Consorcios de Exportación.

(1) A History of the Word Economy, Reino Unido, 1983.

(2) Diálogos con Raúl Prebisch, FCE, 1991.

(3) International trade & economic development, ICEG, San Francisco USA, 1988.

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