El Artico, clave para la futura riqueza de Rusia
Por Gonzalo Sánchez
Los activistas navegaron miles de millas para denunciar que Rusia provoca estragos en las aguas del Norte mientras perfora para hallar hidrocarburos, pero terminaron desnudando los excesos de un Estado autoritario y severo con la disidencia. Finalmente -a un costo seguro muy alto- instalaron el mensaje de que el Artico, refugio de la biodiversidad, está en peligro. Pero sobre todo refrescaron la imagen de un Gobierno acusado de manipular el sistema democrático. Esto no es nuevo, pero la protesta ecológica lo trajo a la superficie. Hoy, en su afán de sostenerse como potencia, Rusia determinó que dentro del Círculo Polar se halla el vergel de su futura riqueza. Considera, con razón, que el Artico no es la Luna y que su conquista no será inútil. Leen su explotación –extracción de recursos y navegabilidad, gracias al derretimiento por el cambio climático– como la base de la economía por venir y como un pilar para que la casta gobernante aliente sus planes de permanencia en el poder. El 19 de septiembre pasado, los militantes globales ecológicos, ahora libres pero sólo dentro de San Petersburgo, tocaron ese nervio sensible de esta nación. Todavía hoy padecen las consecuencias.
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