Dirio "La Nación". Buenos Aires, miércoles 12 de junio de
2013 |
El análisis
Entre la privacidad y la seguridad, ¿qué es lo que queremos?
El Mundo
NUEVA YORK.- Desde hace más de una década, los norteamericanos
se reconciliaron con la incómoda certeza de que alguien -el gobierno, las
empresas, o ambos- puede estar observándolos.
Sabíamos que la tecnología necesaria ya existía. Sabíamos que la ley podía
autorizar su uso. Y cada vez que nos parábamos en una esquina bajo una cámara de
seguridad, o nos conectábamos con nuestros amigos online, o hablábamos desde un
teléfono inteligente que tiene GPS, también sabíamos que era posible que nos
estuvieran monitoreando.Ahora, sin embargo, las fantasías paranoicas se han dado de bruces con la realidad moderna: el gobierno "está" recolectando nuestros registros telefónicos. Las maravillas tecnológicas de nuestra era abrieron la puerta para que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) vigile masivamente las llamadas telefónicas de los norteamericanos.
Tironeados entre nuestro deseo de privacidad y nuestro deseo de seguridad, ahora nos vemos obligados a decidir lo que realmente queremos.
"Vivimos en la era de la vigilancia", dice Neil Richards, profesor de la Escuela de Leyes de la Universidad de Washington, en St. Louis, que se dedica al estudio del derecho privado y las libertades civiles. "Cada vez se vigila y se monitorea más, y creo que hay una serie de importantes decisiones que tenemos que tomar como sociedad. Tenemos que decidir cuánto queremos que nos vigilen."
Pero la única manera de tomar esas decisiones a conciencia, dicen Richards y otros, es levantar el secretismo que rodea a los encargados de vigilarnos. "No creo que la gente acepte así porque sí la idea de que el gobierno haga lo que se le ocurra", dijo Marc Rotenberg, presidente del Centro de Información de Privacidad Electrónica. "No es simplemente una cuestión de privacidad, sino de responsabilidad. Y sólo se puede evaluar la responsabilidad cuando el gobierno es más abierto respecto de sus actividades."
Según reconocieron esta semana los funcionarios, la NSA viene recolectando los registros telefónicos de cientos de millones de usuarios estadounidenses. Otro de esos programas de vigilancia recoge audios, videos, mails, fotografías e historiales de búsqueda de ciudadanos extranjeros en el exterior que usen cualquiera de los nueve mayores proveedores de Internet, incluidos Microsoft, Google, Apple y Yahoo.
Las entrevistas realizadas en todo el país en los últimos días revelan que los norteamericanos están alarmados por el accionar de la NSA.
Abraham Ismail, un diseñador de software de 25 años de Raleigh, Carolina del Norte, dice que en retrospectiva fue el miedo el que impulsó a los norteamericanos a ceder una parte tan grande de su privacidad: "No puede ser que con un chasquido consigan una orden judicial para extraer información y volcar en una base de datos todas las llamadas y los mails de la gente. Es una locura".
El conflicto entre seguridad y privacidad dista de ser nuevo. Pero, al principio, los jueces, los legisladores y la opinión pública exigían que esa vigilancia tuviera límites.
La tolerancia de la gente respecto de la vigilancia del gobierno se desprende en gran parte de la ola de temor que sacudió al país tras los ataques de 2001, cuando los norteamericanos les concedieron a sus funcionarios nuevos y amplios poderes, a través de la ley patriota. Pero esa tolerancia tiene matices y es muy cambiante.
Según una encuesta de 2011 de la agencia AP y el Centro de Investigaciones de los Asuntos Públicos NORC, el 54% de los entrevistados dijo que para el gobierno debería ser más prioritario proteger los derechos y libertades de los ciudadanos que mantenerlos a salvo de los terroristas. Al mismo tiempo, el 64% dijo que a veces era necesario sacrificar algunos derechos y libertades para luchar contra el terrorismo.
Pero, hasta ahora, se debatió poco y nada sobre cómo y dónde trazar los nuevos límites de la vigilancia gubernamental. A su vez, el explosivo crecimiento de las redes sociales, el comercio electrónico, los celulares inteligentes y la recolección de información para marketing dirigido hicieron posible que muchos ciudadanos accedieran a experiencias y posibilidades nuevas y ricas de todo tipo. La gente se fascina con las novedades tecnológicas sin pensar dos veces en los riesgos o en lo que pierde a cambio, dicen expertos.
A primera vista, podría parecer un avance marcar la diferencia entre el modo en que compartimos nuestras vidas privadas en Facebook o nuestros hábitos de búsqueda en Google y nuestra preocupación por la vigilancia del gobierno. Pero, según los expertos, al ceder nuestra privacidad, ya sea al gobierno o a una empresa, se invierte radicalmente el equilibrio de poder, que pasa del observado al observador.
Traducción de Jaime Arrambide.
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