Lunes 17 de septiembre de 2001 | Publicado en edición impresa
Perfiles / Osama ben Laden
De vocero de los oprimidos del islam a símbolo del terror
Ben Laden pasó su juventud entre la riqueza, pero en los 80 inició una jihad cuya misión es matar norteamericanos
NUEVA YORK.- Con su mirada mansa, aspecto esquelético, larga barba
negra, y el fusil Kalashnikov que siempre lleva consigo, Osama ben Laden
se ha convertido en el símbolo de terror más denostado del planeta.
Aunque aún no han sido probadas su responsabilidad ni conexión directa
con los devastadores atentados perpetrados en Nueva York y en
Washington, en los últimos diez años su imagen pasó de ser la del
financista del terror a la de su más prominente gestor y cerebro gris.
Su objetivo se ha mantenido firme durante ese lapso: alcanzar la victoria en una autoproclamada jihad o guerra santa islámica contra los Estados Unidos y sus aliados. Ahora es el principal sospechoso de haber sumado miles de nuevos muertos a una lista de víctimas del terrorismo que ya era impresionante.
Aunque anteriormente discutieron entre sí acerca de las redes específicas con el terrorismo que tendía Ben Laden, los servicios de inteligencia norteamericanos ahora reconocen que este saudita de aspecto frágil y de voz fina movilizó a cientos de musulmanes en lejanos países para combatir y morir en aras de su exacerbada visión del Islam.
Pero aunque funcionarios norteamericano ya no discuten sobre la influencia de Ben Laden, sí discrepan acerca de muchos de los mitos que tanto el propio saudita como sus secuaces se esmeraron en crear respecto de su persona.
Aunque se muestra como un hombre humilde, Ben Laden es, en realidad, un improbable vocero de los oprimidos y desposeídos. Nacido a mediados de los años 50 -fue el menor de una prole de 20 hijos de un yemenita convertido en magnate de la construcción en Arabia Saudita-, Ben Laden pasó una juventud de riqueza y privilegios.
Mientras muchos sauditas de su generación sudaban la gota gorda bajo el sol del desierto, Ben Laden vivía en residencias con aire acondicionado, rodeado de sirvientes. La empresa familiar tenía jugosos contratos para reconstruir mezquitas en La Meca y en Medina. Después de la muerte de su padre, heredó unos 300 millones de dólares.
Ben Laden, que estudió ingeniería en la Universidad Rey Abdul Aziz, en Jidda, no siempre estuvo interesado en la política religiosa. Sus allegados decían de él que, junto con miembros de la realeza saudita, visitaba a menudo Beirut, donde frecuentaba clubes nocturnos.
Ben Laden ha señalado que lo motivaron tres acontecimientos registrados hacia fines de los años 70: los acuerdos de paz promovidos por los Estados Unidos en Camp David entre Egipto e Israel, la revolución islámica de Irán, y la invasión soviética de Afganistán. "Esto me enfureció y me trasladé allí inmediatamente", comentó al diario Al Quds al Arabi.
Ben Laden pasó, en realidad, los primeros años de la guerra entre las fuerzas soviéticas y los guerrilleros afganos viajando por el Golfo Pérsico, tratando de juntar fondos para la jihad contra la Unión Soviética. No se trasladó a la ciudad fronteriza.
La riqueza de Ben Laden permitió que le abrieran las puertas y gozara de una gran popularidad entre los afganos. Abdullah Anas, un ex aliado argelino, afirmó que a pesar de que Ben Laden no era "muy avezado política u organizativamente", sí era un activista con "gran imaginación" y "muy generoso."
Influencia de la Jihad egipcia
Anas sostuvo que cuando estaba en Afganistán, Ben Laden cayó bajo la influencia de la Jihad Islámica Egipcia, un grupo de experimentados militantes egipcios que habían colaborado para asesinar al ex presidente Anwar el Sadat en 1981, y que lo persuadieron de que la jihad contra la Unión Soviética debía extenderse hacia otros musulmanes en Medio Oriente y otras partes que estaban viviendo bajo regímenes "infieles" autocráticos."En 1986, Ben Laden instaló el primero de lo luego sería más de una decena de campos de adiestramiento que eventualmente financiaría en Afganistán", indicaron agentes de inteligencia. Más o menos un año después, cuando la marea se volvió contra los soviéticos, Ben Laden y los egipcios fundaron Al-Qaeda, la base de operaciones para organizar su cruzada islámica global.
Eufórico por su triunfo contra los soviéticos, Ben Laden llegó a la conclusión de que ningún Estado secular podría derrotar a los guerreros sagrados. Estableció nuevos campos de adiestramiento y aportó más fondos de su fortuna personal -gran parte de la cual los Estados Unidos han congelado- para financiar la instrucción de militantes para una jihad sin fronteras.
Aun cuando los Estados Unidos habían colaborado con él para vencer a los soviéticos, Ben Laden adoptó una actitud vehementemente antinorteamericana en 1990 después de que el rey Fahd instó a aquéllos a estacionar fuerzas en Arabia Saudita durante la Guerra del Golfo. La presencia de soldados norteamericanos en Arabia Saudita, donde nació el profeta Mahoma, enfureció a Ben Laden. Con el tiempo, atribuyeron cada vez más la culpa a los Estados Unidos de las penurias musulmanas, entre ellas, la opresión del pueblo palestino.
Después de que agentes de los servicios de inteligencia sauditas atraparon a Ben Laden cuando contrabandeaba armas desde Yemen, la tierra natal de su padre, le retuvieron el pasaporte y lo presionaron para que abandonara el país. Ben Laden se dirigió a Sudán donde, una vez más, debido a su riqueza, fue recibido con beneplácito. Después del atentado en 1993 contra el World Trade Center por parte de militantes musulmanes, algunos de los cuales pertenecían a la red de Ben Laden, los servicios de inteligencia norteamericanos comenzaron a poner más atentamente el ojo en el renegado financista saudita.
Con la llegada al poder de los talibanes en Afganistán, Ben Laden una vez más encontró terreno fértil para su guerra santa. Tres meses después, aterrizó en Afganistán junto con su entorno. Y en mayo de 1996, les declaró la guerra a los Estados Unidos. Dos años después, su organización, Al-Qaeda, y media docena de grupos formaron una coalición musulmana militante internacional que declaró que la "misión" y el "deber" de los musulmanes de todas partes era matar norteamericanos. .
Por Judith Miller De The New York Times Traducción Luis Hugo Pressenda
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