La farsa del libre
comercio
“En las negociaciones comerciales,
como las que están iniciando la UE y EE.UU., los intereses mercantiles suelen
imponerse sobre los intereses de la ciudadanía”
Por JOSEPH STIGLITZ (PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA 2001)
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La
farsa del libre comercio
Aunque la Ronda de Doha de la OMC para
negociaciones comerciales mundiales no dio ningún resultado
desde su inicio hace doce años, se está preparando otra rueda de negociaciones;
pero esta vez no tendrán carácter mundial y multilateral, sino que se
negociarán dos enormes acuerdos regionales: uno transpacífico y otro
transatlántico.¿ Hay más probabilidades de que esas negociaciones den
resultado?
La Ronda de Doha fue torpedeada por la
negativa de los EE.UU. de eliminar las subvenciones a la agricultura,
condición sine qua non de cualquier ronda que de verdad sirva al desarrollo, en
vista de que el 70% de la población de los países en desarrollo depende de la
agricultura, directa o indirectamente. La posición de los EE.UU. fue en verdad
asombrosa, dado que la OMC ya se había pronunciado mediante una resolución
sobre la ilegalidad de las subvenciones del algodón de los
EE.UU., que benefician a menos de 25.000 cultivadores ricos.
La respuesta de EE.UU. fue sobornar a Brasil, que había
planteado el reclamo, para que desistiera y dejara en la estacada a millones de
algodoneros pobres de Africa y la India, que sufren las consecuencias de unos
precios muy bajos por la generosidad de los EE.UU. para con sus plantadores
ricos.
En vista de esa historia reciente, ahora
parece claro que las negociaciones para crear una zona de libre comercio entre
los EE.UU. y Europa y otra entre los EE.UU. y gran parte de los países del
Pacífico (exceptuada China) no van encaminadas a crear un verdadero sistema
de libre comercio, sino que su objetivo es un régimen de comercio
dirigido, es decir, para que esté al servicio de los intereses especiales
que durante mucho tiempo han impuesto la política comercial en Occidente.
Hay algunos principios básicos que quienes
participen en las conversaciones se tomarán –es de esperar– en serio. En primer
lugar, todo acuerdo comercial ha de sersimétrico. Si los EE.UU., como
parte en el “Acuerdo de Asociación Transpacífico” (AATP), piden al Japón que
elimine sus subvenciones del arroz, deberán, a su vez, ofrecerse a eliminar no
sólo las subvenciones de su producción de arroz, que es relativamente poco
importante para los EE.UU, y del agua, sino también de otros productos básicos
agrícolas.
En segundo lugar, ningún acuerdo comercial
debe colocar los intereses mercantiles por encima de los intereses
nacionales más amplios, en particular en los casos en que estén en
juego cuestiones no relacionadas con el comercio, como la reglamentación
financiera y la propiedad intelectual. El acuerdo comercial de los Estados
Unidos con Chile, por ejemplo, impide la utilización por parte de este último
de controles de capitales, pese a que el Fondo Monetario Internacional reconoce
ahora que los controles de capitales pueden ser un instrumento importante de
política macroprudencial.
En otros acuerdos comerciales se ha
insistido también en la liberalización y la desregulación financieras, si bien
la crisis de 2008 debería habernos enseñado que la falta de una buena
reglamentación puede hacer peligrar la prosperidad económica.
Asimismo, la industria farmacéutica de EE.UU., que tiene una gran influencia
sobre el Representante Comercial de los Estados Unidos, ha conseguido endosar a
otros países un régimen de propiedad intelectual desequilibrado, que,
por ir encaminado a luchar contra los medicamentos genéricos, coloca el
beneficio por encima de la salvación de vidas. Incluso el Tribunal Supremo de
los EE.UU. ha dicho ahora que la Oficina de Patentes de los EE.UU. fue
demasiado lejos al conceder patentes sobre genes.
Por último, debe haber un compromiso con
la transparencia, pero conviene avisar a los participantes en esas
negociaciones comerciales que los EE.UU. profesan una falta de transparencia.
La oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos se ha mostrado
reacia a revelar su posición negociadora incluso a los miembros del Congreso de
los EE.UU y, en vista de lo que se ha filtrado, podemos entender por qué. Dicha
oficina está retrocediendo sobre los principios –por ejemplo,
el del acceso a los medicamentos genéricos– que el Congreso había incluido en
acuerdos comerciales anteriores, como el subscrito con el Perú.
En el caso del AATP, hay otro motivo de preocupación.
Asia ha desarrollado una cadena de distribución eficiente, gracias a la cual
los productos pasan fácilmente de un país a otro en el proceso de producción de
bienes acabados, pero el AATP podría obstaculizarla, si China permanece fuera
de él.
Como los aranceles propiamente dichos son ya tan bajos,
los negociadores se centrarán en gran medida en las barreras no arancelarias,
como, por ejemplo, los obstáculos reglamentarios, pero la oficina del
Representante Comercial de los Estados Unidos, que representa los intereses
empresariales, ejercerá casi con toda seguridad presiones en pro de la norma
común menos estricta, con lo que contribuirá a una nivelación hacia abajo, en
lugar de hacia arriba. Por ejemplo, muchos países tienen disposiciones
tributarias y reguladoras que disuaden de la adquisición de automóviles
grandes, no porque intenten discriminar los productos de los EE.UU, sino porque
les preocupa la contaminación y les interesa la eficiencia energética.
El principio más general, antes citado, es el de que los
acuerdos comerciales colocan habitualmente los intereses comerciales por encima
de otros valores: el derecho a una vida sana y a la protección del
medioambiente, por citar sólo dos. Francia, por ejemplo, quiere una “excepción
cultural” en los acuerdos comerciales que le permita seguir apoyando sus
películas, de las que se beneficia el mundo entero. Ese y otros valores más
amplios no deben ser negociables.
De hecho, resulta irónico que los beneficios sociales de
semejantes subvenciones sean enormes, mientras que los costos son
insignificantes. ¿De verdad cree alguien que una película artística francesa
representa una grave amenaza para un gran hit de verano de Hollywood? Sin
embargo, la avaricia hollywoodense no conoce límite y los negociadores
comerciales de los Estados Unidos son implacables. Y ésa es la razón
precisamente por la que se deben retirar esos artículos antes de que comiencen
las negociaciones. De lo contrario, se ejercerán presiones y existe el riesgo
real de que en un acuerdo se sacrifiquen valores básicos en pro de los
intereses comerciales.
Si los negociadores crearan un régimen de libre comercio
auténtico, en el que se concediera a las opiniones de los ciudadanos de a pie
al menos tanta importancia como a las de los grupos de presión empresariales,
yo podría sentirme optimista, en el sentido de que el resultado fortalecería la
economía y mejoraría el bienestar social. Sin embargo, la realidad es que
tenemos un régimen de comercio dirigido, que coloca por delante los intereses
empresariales, y un proceso de negociaciones que no es democrático ni
transparente.
La probabilidad de que lo que resulte de las futuras
negociaciones esté al servicio de los intereses de los estadounidenses de a pie
es poca; la perspectiva para los ciudadanos de a pie de otros países es aún más
desoladora.
(c) Project Syndicate
Diario
“Clarín”. Buenos Aires, 14 JUL 2013
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