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miércoles, 29 de abril de 2015

RUSIA. 2007 ADICTA AL PETRÓLEO

Moscú, adicta al petróleo

Por Guy Sorman
Para LA NACION
PARIS
Quienes hayan conocido la Moscú de la era soviética, verán hoy una ciudad mucho más feliz. El dinero del petróleo, el gas y las materias primas fluye libremente. Los que más lucran son los funcionarios, burócratas y comerciantes vinculados con la exportación. Las ganancias (lícitas o ilícitas) se destinan al consumo privado o a inversiones seguras en el exterior. El efecto de goteo ha llevado la prosperidad a casi toda la población.
"En 2006, los salarios subieron más del 20 por ciento y, según cifras oficiales, la economía creció un 7 por ciento -dice Egor Gaidar-. Los excluidos, que viven en ciudades con menos de un millón de habitantes y en el campo, todavía no se han recuperado del trauma de la privatización agrícola."
Se apresura a señalar que la recuperación no se debió únicamente a la escalada del petróleo y el gas. Comenzó mucho antes, gracias al mercado libre y el espíritu emprendedor de los rusos. ¿Podemos creerle? En 1992, el entonces primer ministro de Yeltsin fue el arquitecto de la privatización. Prefirió la terapia de choque al cambio gradual. Los rusos le achacan el caos y la pobreza de los 90, aunque es injusto asignarle el papel de malvado. "Sólo fui el médico convocado para que hiciera algo por una economía agonizante", alega.
"La gente tiende a olvidar que Yeltsin heredó un modelo económico que dependía por entero de los precios del petróleo y las materias primas -añade-. Ya entonces, la Unión Soviética era adicta al petrodólar. No nos dimos cuenta porque estábamos obnubilados por la retórica marxista. Por supuesto, la cúpula soviética también creía en sus propias mentiras."
Desde que Stalin destruyó la agricultura en los 20, nos recuerda Gaidor, Rusia sólo pudo alimentar a su pueblo importando cereales a cambio de petróleo. Cuando el precio de la energía cayó a pico, en los 80, Gorbachov endeudó aún más al país para mantener los niveles de subsistencia. Yeltsin recibió una Rusia nuevamente al borde de la hambruna y absolutamente incapaz de pagar sus deudas. La economía se había estancado; la producción de petróleo menguaba. Los rusos parecen haber olvidado estos hechos. La producción sólo se recuperó después de las privatizaciones. Apenas se hubo restablecido el mercado libre, los rusos (principalmente los oligarcas, pero también el sector comercial y el de servicios) reanudaron sus negocios. "Su espíritu emprendedor salvó a Rusia", afirma Gaidar.
¿Rusia es realmente una economía de mercado? "Casi", responde Arkady Dvorkovitch. Formado en Estados Unidos, a los 35 años es el asesor económico de Putin y el ídolo de la nueva generación en el poder. "Todavía no tenemos una Justicia independiente, un auténtico imperio de la ley y funcionarios que la apliquen, en vez de malversar fondos -admite- Pero la corrupción es inevitable en una fase de transición." Persisten los viejos hábitos burocráticos. Los empresarios extranjeros se quejan de que, en Rusia, nadie puede operar sin protección. La protección oficial tiene precio. Sin embargo, replica Dvorkovitch, la afluencia de inversiones extranjeras demuestra que, pese a la corrupción, hay buenas ganancias. Por cierto, esas inversiones son en gran parte dinero ruso lavado en bancos suizos o chipriotas.
Elogia, como Gaidor, el espíritu emprendedor del ruso. Le hago notar la escasez de inversiones, salvo en restaurantes, comercios y bienes raíces. "Ya vendrán. Vivimos tiempos vertiginosos", responde. Los rusos recién empiezan a confiar en la estabilidad de la nueva economía. Nadie propone la vuelta al socialismo. Como los occidentales, ciñen su debate al papel del Estado en el sistema de mercado.
"¿Por qué el Estado no interviene e invierte? -pregunto-. La infraestructura sigue tan ruinosa como en la era soviética." Dvorkovitch tiene otra respuesta pronta. La máxima prioridad del Estado fue pagar sus deudas. La segunda, crear un Fondo Estabilizador que amortiguara una posible caída de los ingresos por exportaciones, al declinar el precio de la energía. Ningún economista ruso niega la utilidad de ese fondo. Nadie quiere otro 1991, cuando el país estuvo al borde del desastre. La cuestión es cómo gastar el dinero. Ahora se invierte mayoritariamente en bonos del Tesoro de Estados Unidos. Para los rusos, el dólar es la mejor garantía de seguridad nacional y la inversión más segura.
Aun así, el nivel de inversión sigue siendo relativamente bajo. Las empresas nacionales más rentables distan de ser ejemplares. A Gasprom le resulta más lucrativo invertir en el mercado financiero que en explorar nuevas reservas o poner en marcha la industria petroquímica. "Eso ya vendrá -afirma Dvorkovitch, esforzándose por parecer convincente-. A Putin le gusta invertir en sectores nuevos como la petroquímica, el procesamiento de alimentos, la biotecnología y la informática."
"Putin firmará decretos, pero no pasa nada", objeta Yevgeny Yasin, que fue ministro de Economía de Yeltsin. Putin cree que basta asignar fondos públicos a un sector para que éste se desarrolle. Todavía no ha advertido que, en una economía de mercado, el desarrollo necesita un marco institucional. Según Yasin, la sobreabundancia de petróleo y gas es "la maldición de los recursos" porque exime al gobierno y pueblo rusos de tener que pensar en reformas. El alto precio del petróleo anestesia el deseo de innovar y hace que la burocracia recaiga en su antigua pasividad.
¿Es escéptico porque lo dejaron afuera, como a Gaidar? En Rusia, casi nadie conoce a este gran economista liberal que salvó al país de la hiperinflación. Cuando le pregunté a Dvorkovitch qué pensaba de Gaidar y Yasin, respondió prudentemente: "Sería un juicio demasiado prematuro".
Vladimir Milov pertenece a la misma generación que Dvorkovitch. Dejó su cargo en el gobierno de Putin por razones morales. El rígido criterio alcista respecto al petróleo le resultó inaceptable y no vaciló en decirlo. Fue una heroicidad, en un régimen que no tolera la crítica. "El marxismo es muy útil para comprender la vida política y la evolución ideológica de Rusia", advierte. La infraestructura económica determina las superestructuras ideológicas. Cuando Putin llegó al poder, en 1999, el precio de la energía era bajo. Como el Estado tenía pocos recursos, Putin adoptó alegremente una línea liberal de laissez-faire . No bien dicho precio inició un alza que prometía ser prolongada, Putin volvió a nacionalizar la economía. Además, restituyó todas sus facultades a la burocracia y la KGB (actual FSB). En política exterior, se puede establecer una relación directa entre el precio del petróleo y la agresividad rusa. El resurgimiento del nacionalismo ruso acoplado a la ortodoxia, como una nueva ideología dominante, está clavado al precio del petróleo.
"El petróleo es el puntal de la economía rusa", concluye Milov. Es una situación insostenible: ningún mercado puede eternizar una curva ascendente. Tal como están las cosas, Rusia no podrá resistir una caída del precio de la energía.
Para Rusia, vender petróleo y gas es infinitamente más lucrativo que vender armas. ¿Es su nueva maldición o la restauración de la soberanía nacional? Los jóvenes se dan la gran vida. Otros creen que, en realidad, la KGB nunca salió de la temida Lubianka. .
(Traducción Zoraida J. Valcárcel)

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