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jueves, 30 de abril de 2015

EE.UU. OBAMA Y AMÉRICA LATINA

Diario "La Capital". Rosario, 6 de diciembre de 2013.
Diario "La Capital". Rosario, 19 de noviembre de 2013.

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  FIN DE LA DOCTRINA  

Los desafíos de Kerry en la OEA



Importantes periódicos de América Latina titularon el discurso en la OEA del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el 18 de noviembre pasado, como el anuncio del fin de la doctrina Monroe. En realidad, el discurso tenía otros mensajes explícitos e implícitos.
Para nadie es una novedad el ocaso de la famosa doctrina, que fue utilizada por Estados Unidos para justificar su intervencionismo “protector” del hemisferio ante las amenazas imperialistas de las potencias europeas. Pero expiró con la política del “buen vecino” en los años 30 y luego fue sepultada al fin de la Guerra Fría (1991), durante la cual EE.UU. todavía intervenía para contrarrestar el intervencionismo comunista-castrista.
Sin embargo, habría que recordárselo a los gobernantes latinoamericanos que aún viven, en el siglo XX, culpando a EE.UU. de sus fracasos y problemas, e insistiendo en que todavía interfiere en sus asuntos y domina la OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por ejemplo. Un anacronismo que responde a necesidades domésticas, dogmatismo ideológico o simple demagogia. El país del norte ya no ejerce tal dominación; ya no amenaza la democracia, la seguridad o la soberanía de los del hemisferio, como lo hizo en los tiempos más recalcitrantes de su intervencionismo, por razones reales o imaginarias de seguridad (si no, el chavismo no habría durado 15 años). De hecho, muchos critican lo que perciben como desinterés, abandono, negligencia o debilidad de la política hacia América Latina. Obviamente sigue activo con su espionaje (como lo hacen todos) y su política soberana (más flexible ahora) de no comerciar con Cuba. Pero el desafío para esos gobernantes dogmáticos y atrasados es reconocer esta nueva realidad y aggiornarse.
En lo sustantivo, Kerry destacó que hay importantes avances en el hemisferio, pero también serios desafíos. Valoró los adelantos de la democracia en América Latina, el crecimiento y la solidez de sus economías, y el progreso en la inclusión social y en la lucha contra la pobreza y el narcotráfico. Aunque no dejó de expresar su preocupación por la falta de democracia en Cuba o su erosión en Venezuela, o las fallas de su propia democracia; incluso aceptó las quejas por el espionaje realizado por su gobierno. Pero, además, identificó una serie de temas que conciernen a todos y que requieren atención colectiva, como el fortalecimiento de las instituciones democráticas, la educación para el desarrollo, el intercambio y la expansión comercial, la seguridad ciudadana, el narcotráfico, la energía renovable, el medio ambiente y el cambio climático. Todos temas “inter-mésticos” (en parte internacionales y en parte domésticos) que no pueden resolverse unilateralmente, por más poderoso que sea un país, y que requieren la cooperación interamericana para seguir construyendo un continente cada vez democrático, seguro, próspero y climáticamente sustentable.
Al respecto, Kerry preguntó –y desafió– a los países del hemisferio si están dispuestos a colaborar, como socios iguales, para enfrentar colectivamente los retos identificados. Con ello, EE.UU. propone trabajar juntos y notifica que no busca dictar o imponer soluciones, pero tampoco ignorará o abandonará a la región ni se dejará marginar de ella, como pretenden algunos gobiernos. Coincide así con la política anunciada por el presidente Obama de buscar relaciones “basadas en el respeto mutuo, los intereses comunes y los valores compartidos,” y con su preferencia por el multilateralismo en política exterior. El mismo secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, poco amigo de Estados Unidos pero un político realista, reconoció que “sería imposible sostener una conversación sensata sobre los temas más importantes del hemisferio sin que participe Estados Unidos. Si lo excluyéramos, cualquier conversación sería inútil e insustancial”.
Su alocución en la OEA no fue casual, pese a que como senador la criticó por sus excesivos mandatos sin financiamiento, su falta de visión estratégica y de prioridades, su escasa transparencia administrativa y presupuestaria y la indebida influencia de países del ALBA. Como canciller, sin embargo, se presenta en el organismo interamericano para desafiar a sus miembros a trabajar juntos en el manejo de los serios desafíos que confrontan al hemisferio, en un espíritu de multilateralismo. La OEA, después de todo, es el foro multilateral por excelencia para la cooperación hemisférica. Y aunque requiere revitalizarse, es todavía la única instancia intergubernamental donde todos los países del continente se encuentran para debatir, negociar y consensuar la cooperación interamerican

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Claves americanas

El plan de Kerry para América latina

Por  | LA NACION
WASHINGTON.-Estados Unidos, que está negociando acuerdos de libre comercio con países asiáticos y europeos, está explorando lanzar un plan de comercio regional en las Américas que sería la iniciativa económica más ambiciosa de Washington en varios años.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, me dijo en una entrevista que está contemplando proponer negociaciones para profundizar el ya existente Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) de Estados Unidos con México y Canadá, y ampliarlo luego al resto de América latina.
El Nafta cumplirá 20 años en 2014 y, en los últimos años, ha perdido mucho de su impulso inicial. Los funcionarios estadounidenses dicen que el aniversario de 2014 será una gran oportunidad para relanzarlo.
Durante la entrevista que me concedió la semana pasada Kerry dijo que está analizando la idea de relanzar el Nafta con ex embajadores y representantes comerciales de su país. Estados Unidos, México y Canadá serían "el bloque central, que se ampliaría al resto de Centroamérica, el Caribe, Latinoamérica", dijo. Agregó que el plan es empezar por Norteamérica, ya que varios países sudamericanos todavía no están dispuestos a estrechar vínculos con Estados Unidos.
Algunos colaboradores de Kerry me dijeron que el plan podría anunciarse en fecha tan temprana como en febrero, cuando está previsto que el presidente Obama se reúna con sus contrapartes de México y Canadá en una cumbre de líderes norteamericanos por realizarse en México.
Estados Unidos no ha propuesto ningún nuevo bloque comercial en las Américas desde que fracasaron las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en 2005, cuando Brasil, la Argentina y Venezuela aniquilaron la idea en una cumbre celebrada en Mar del Plata, a la que asistió el entonces presidente George W. Bush.
Desde entonces, Estados Unidos ha firmado acuerdos comerciales bilaterales con Perú, Colombia y Panamá, pero no ha intentado revivir un acuerdo de libre comercio regional en América latina.
En cambio, Obama ha lanzado negociaciones para firmar un Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) con 11 países de la cuenca del Pacífico -casi todos ellos asiáticos, como Japón y Malasia, pero que también incluye algunos países latinoamericanos de la costa del Pacífico, como México- y otro tratado para crear una Sociedad Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) con 28 naciones de la Unión Europea.
Si Washington firma el acuerdo TransPacífico y el Transatlántico, varios países latinoamericanos importantes que no están incluidos en ninguno de ellos -como Brasil, la Argentina y Venezuela- se quedarían afuera de los bloques comerciales más grandes del mundo.
Kerry negó que no le haya prestado gran atención a América latina y explicó que tuvo que atender crisis en otras partes del mundo. Desde que fue designado como secretario de Estado, realizó 20 viajes, pero sólo dos de ellos fueron a Latinoamérica.
El comercio entre Estados Unidos, México y Canadá se disparó tras la firma del Nafta en 1994, pero fue creciendo más lentamente en los últimos años debido a los duros controles fronterizos de Estados Unidos tras los ataques terroristas de 2001 y también debido a los sentimientos antimexicanos estimulados por opositores a la reforma migratoria que han hecho que los políticos estadounidenses se intimiden a la hora de proponer una profundización de los lazos comerciales con México.
Pero una encuesta reciente realizada por el Centro de Estudios Norteamericanos de American University reveló que el 32% de los ciudadanos de Estados Unidos quiere que Washington priorice los acuerdos comerciales con Canadá y México por sobre sus acuerdos con Asia y Europa.
Mi opinión: no está mal que Estados Unidos negocie tratados de libre comercio con Asia y Europa, pero es un error hacerlo sin profundizar simultáneamente los lazos comerciales en las Américas. Si Estados Unidos quiere competir exitosamente con China y otras potencias comerciales, debe construir cadenas de valor para abastecerse de productos y servicios en sus países vecinos.
En ese sentido, la revelación de Kerry de un posible relanzamiento del Nafta es una buena noticia, si es que se hace en serio. A juzgar por la encuesta de American University, no debería haber excusas para no hacerlo inmediatamente en la cumbre de presidentes norteamericanos que tendrá lugar en México, en febrero.
© LA NACION.
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La Doctrina Monroe ya era cosa del pasado

TRIBUNA
  • Mariano Turzi Profesor De Relaciones Internacionales (UTDT)

Se terminó la Doctrina Monroe? ¿Es el fin del intervencionismo de Estados Unidos en América latina? Así lo anunció la semana pasada el máximo representante de la diplomacia estadounidense, John Kerry, en un discurso ante la OEA: esta doctrina legitimó el rol de “protector” con el que Washington se ungió a sí mismo. Originalmente pensada para evitar que el continente se transformara en escenario de la lucha de poder e influencia de los poderes europeos, se utilizó como herramienta por una diversa y compleja red de intereses y objetivos de política exterior.
En ella confluyeron la vertiente integracionista del panamericanismo, la expansionista corporativa y la militarista de seguridad nacional.
La idea que citó Kerry de que “la unión hace la fuerza” se convirtió en la práctica en la unión hecha por la fuerza. Ahora el gobierno norteamericano dice haber hecho una decisión diferente, y estar buscando un relacionamiento de respeto mutuo, igualdad, responsabilidad compartida y cooperación.
A la vez, Kerry marcó los temas sobre los cuales el modo de la relación cambiará: democracia, seguridad, paz, prosperidad y cambio climático.
No se abre la definición de la agenda a un proceso de diálogo o participación entre iguales donde todos puedan manifestar sus prioridades e intereses. Los “intereses mutuos” y los “valores compartidos” verdaderos no son los propios con pretensión regional.
Cambia el baile, pero no la música. Las preguntas que surgen entonces son si esto es posible y si esto es deseable. Con respecto a lo deseable, un cambio hacia la moderación de la asimetría y la reducción del unilateralismo es ventajoso para todos los países de la región, ya que permite mayores grados de independencia interna y autonomía externa.
A menor injerencia externa, los gobernantes latinoamericanos tendrán que asumir mayor responsabilidad sobre el impacto de sus proyectos sobre el destino colectivo.
Convoca a mirar hacia adentro más que lamentarse y denunciar al Norte. Con respecto a lo posible, el abandono de la Doctrina Monroe no es un movimiento diplomático estratégico de futuro, sino reactivo y que meramente ratifica un status quo ya existente. América Latina ya no es ni patio ni trasero, con estabilidad política, macroeconómica y social sobre la que puede pararse con mayor firmeza que en el pasado.
Estados Unidos ya no puede ni política ni fiscalmente sostener la prepotencia regional. La crisis financiera y los escándalos de espionaje debilitaron además los intereses y valores de la superpotencia. Y finalmente, el surgimiento de otros actores en el continente (China, India, Rusia) hace que Monroe sea impracticable.
Acaso –como dijo el Secretario Kerry- sea digno de aplaudirse este cambio de tono en las relaciones Estados Unidos-América latina, aunque haya tomado ciento noventa años.

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La Doctrina Monroe está viva  
Publicado en el diario "La Capital", Rosario, Argentina, 6 de enero de 2014

Por Bruno Bologna

En una conferencia denominada "Estados Unidos y América Latina: una relación de socios" pronunciada en la Organización de Estados Americanos (OEA) el 18 de noviembre de 2013, invitado por el "Diálogo Interamericano", el secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, manifestó: "La era de la Doctrina Monroe terminó. La relación que pretendemos y para la que hemos trabajado arduamente en forjar no es una en la que Estados Unidos declare cómo y cuándo intervenir en los asuntos de otros Estados de las Américas. Se trata de que todos nuestros países se vean unos a otros como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en materia de seguridad, y adhiriendo no a la doctrina, sino a las decisiones que tomamos como socios para impulsar los valores e intereses que compartimos".

Se debe recordar que ante la posibilidad de que las colonias de América pudieran ser recuperadas por las potencias europeas, el presidente de los Estados Unidos, James Monroe, el 2 de diciembre de 1823 expresaba: "En lo que concierne a los gobiernos que han declarado su independencia y se han mantenido…, no podríamos contemplar ninguna intervención con el propósito de oprimirlas o controlar de cualquier otra forma su destino por parte de cualquier potencia europea, sino como la manifestación de una disposición hostil hacia Estados Unidos".

La famosa Doctrina que se resumía en la frase "América para los americanos" fue traducida como "América para los americanos del Norte", dada la continua actividad intervencionista de los Estados Unidos a lo largo del tiempo en Centroamérica e islas del Caribe.

Kerry manifestó que se ha trabajado arduamente para mejorar la relación entre los países americanos. Podemos coincidir que Estados Unidos ha trabajado arduamente, pero lo realizado no ha sido beneficioso para América Latina. Podemos mencionar:

1) Espionaje. Estados Unidos espió mails y conversaciones telefónicas de la presidenta brasileña Dilma Rousseff y sus asesores, así como de Enrique Peña Nieto durante la campaña electoral 2012. A raíz de este suceso, la presidenta de Brasil canceló un viaje de Estado a los EE.UU que iba a realizarse en octubre de 2013.

2) Intervención armada de Colombia en Ecuador con acuerdo de la CIA. Una acción, a la que Estados Unidos no era ajeno, se habría producido el 1º de marzo de 2008. Tropas de Colombia ingresaron a 1.800 metros de la frontera, en territorio ecuatoriano, para atacar el campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (Farc) dando muerte al número dos de esas fuerzas, Raúl Reyes, y a otros trece guerrilleros. Concretamente se presume que el operativo había sido instrumentado desde la base de Manta perteneciente a los EE.UU en territorio de Ecuador y así fue anunciado por el gobierno ecuatoriano. (Ramonet, Ignacio, Cercando a Venezuela. Le Monde Diplomatique Buenos Aires, enero de 2010).

En represalia, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, decide no renovar el acuerdo de la base militar de Manta que vencía, luego de 10 años de duración, en noviembre de 2009. Estados Unidos se retira de Manta el 18 de setiembre de 2009.

El 22 de diciembre de 2013, The Washigton Post afirmaba que Washington apoyó militarmente a Bogotá con un multimillonario programa secreto para ejecutar a dirigentes de las Farc en Ecuador. (Diario La Nación, 24 de diciembre de 2013)

3) Estados Unidos impone su presencia militar. Hace 65 años Estados Unidos constituyó bases en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, con la misión de defender el mar de las Antillas, Caribe y el Canal de Panamá de las incursiones que hacían los submarinos y aviones del nazismo alemán y del imperio japonés. Finalizado el conflicto en 1950 la IV Flota fue desactivada. El clima bélico que imperaba dentro de la Administración Bush se hizo presente cuando los EE.UU reactivaron después de 58 años, el 12 de julio de 2008, la IV Flota de ese país con el objetivo de combatir el terrorismo y el narcotráfico en América del Sur y el Caribe. Sobre esta nueva iniciativa norteamericana la mayoría de los países de América Latina mostraron su disconformidad.

4) Bases militares en Colombia. Para suplir la base de Manta, EE.UU firma el 19 de agosto de 2009 un Acuerdo en Materia de Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad con Colombia por el cual Washington tiene intervención en las instalaciones del ejército colombiano de Larandia y Tolemaida, las navales de Cartagena y Málaga y las aéreas de Apiay, Palanquero y Malambo.

La inversión iba a ser de 5.000 millones de dólares para 800 marines y 600 civiles que tendrían acceso a las siete bases colombianas contando además con inmunidad diplomática en ese territorio.

El Embajador de los EE.UU en Colombia, William Brownfield, aseguró que militares de su país ya estaban presentes en seis de las siete bases militares colombianas a las que tendrían acceso ahora en el marco del Acuerdo. Afirmó que la única base donde hasta entonces no llegaban los soldados era la base de Palanquero en el centro del país, y en la que EE.UU invertirá 46 millones de dólares para mejorar su infraestructura. (EEUU blanquea su presencia en bases colombianas Diario "La Capital". Rosario, 2 de noviembre de 2009). El tema de las bases militares de Estados Unidos en Colombia fue materia de debate en la Unasur en el Congreso de Colombia con resultados dispares.

Los planes militares de Estados Unidos para América Latina no auguran un futuro de estabilidad ya que en los programas del nuevo presidente Barak Obama que asumió el 21 de enero de 2009 no se observa un cambio con relación a la Administración Bush.

5) Golpe de Estado en Honduras. 28 de junio de 2009. Con el llamado a elecciones generales en Honduras, el presidente electo Manuel Zelaya proponía un referéndum no vinculante para que el pueblo se expresara sobre el posible cambio de la Constitución nacional.

La Corte Suprema declaró ilegal el referéndum, dejó cesante al presidente Zelaya y ordenó a las Fuerzas Armadas que actuaran en consecuencia. En cumplimiento de esas instrucciones las Fuerzas Armadas, en horas nocturnas, el 28 de junio de 2009, detuvieron al presidente y lo deportaron a Costa Rica. Según consigna Gosman, Zelaya le confesó al presidente Lula de Brasil, que antes de Costa Rica había sido llevado a la base que los EE.UU tienen en Honduras, Soto Cano en Palmerola. (Gosman, Eleonora, "Clarín". 16 de agosto de 2009)

No se entendió hasta el presente el papel de EE.UU de hacer una escala del avión con el presidente Zelaya en su base militar.

6) Obama no cerró los tribunales antiterroristas creados por Bush. A pesar de sus promesas electorales, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, anunció que mantendría los tribunales militares especiales creados por George W. Bush en Guantánamo (Cuba), aunque prometió cambios que mejorarían las garantías procesales de los juzgados.

7) Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. North American Free Trade Agreement (Nafta). Un entusiasta de los procesos de libre comercio como Andrés Oppenheimer relata los inconvenientes en el comercio de Estados Unidos con países del hemisferio occidental. Expresa: "El comercio entre EE.UU, México y Canadá se disparó tras la firma del Nafta en 1994, pero fue creciendo más lentamente en los últimos años debido a los duros controles fronterizos de Estados Unidos tras el 11S y también debido a los sentimientos antimexicanos estimulados por opositores a la reforma migratoria que han hecho que los políticos estadounidenses se intimiden la hora de proponer una profundización de los lazos comerciales con México".

El libre comercio no ha permitido la libre circulación de personas eso sobre todo porque EE.UU ha construido una muralla de más de mil kilómetros para impedir el ingreso de ciudadanos mejicanos a su territorio.

Después de esta enumeración de intervenciones de EE.UU en América Latina resulta paradójico que autores mexicanos consideren que esta propuesta de Kerry marcará un hito no sólo en las relaciones interamericanas, sino también en la política exterior estadounidense. Otros autores simplifican la agenda de la política exterior norteamericana hacia América Latina a solo dos factores: la crisis financiera y los escándalos de espionaje que consideran que debilitan los intereses y valores de la superpotencia.

En reiteradas oportunidades América Latina ha solicitado un cambio de rumbo en la política exterior de Obama. Sin embargo creemos que no se han modificado las tendencias o propuestas realizadas por su antecesor, George W. Bush. La agenda de temas en las relaciones exteriores deberían ser fijada conjuntamente por Estados Unidos y América Latina.
http://www.cerir.com.ar/noticia.php?id=0000163
 
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Kerry habla de la política de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental

19 noviembre 2013
A continuación una traducción del discurso sobre la política de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental que pronunció el secretario de Estado John Kerry ante la Organización de los Estados Americanos, el 18 de noviembre:
DEPARTAMENTO DE ESTADO DE ESTADOS UNIDOS
Oficina del Portavoz
Para publicación inmediata
18 de noviembre de 2013
Secretario de Estado John Kerry sobre la política de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental
18 de noviembre de 2013
Organización de los Estados Americanos
Washington, D.C.
SECRETARIO KERRY: Señor Secretario General, muchas, muchísimas gracias. Gracias por una maravillosa bienvenida en este absolutamente bello, delicioso, seductor día de otoño, tan bonito como es, rápidamente nos hará preguntarnos porqué estamos aquí trabajando hoy. Es un privilegio estar aquí. Deseo agradecer al Dialogo Interamericano. Gracias, Michael Shifter, y gracias, embajadora Deborah-Mae Lovell por su invitación a acudir aquí. Deseo agradecer a la Organización de los Estados Americanos que me haya invitado a hablar aquí esta mañana. Es siempre maravilloso estar en este destacado, bello e histórico edificio.
Hace unos minutos, estábamos abajo en el atrio y el secretario general Insulza me llevó a ver el árbol de la paz que el presidente Taft plantó hace más de 100 años. Es un árbol admirable y es testimonio de las profundas raíces de la OEA, la entidad multilateral por excelencia en las Américas que tiene orígenes que evidentemente datan de antes de que se plantara el árbol de la paz. El – tenía la tentación de contar una historia sobre William Howard Taft que – y una famosa presentación que hizo – pero les voy a librar de esa historia particular – (risas) – aunque es muy divertida y en algún momento valdrá la pena que la comparta con ustedes. Es un placer estar en la compañía de la exrepresentante de Comercio Carla Hills. Estupendo estar aquí contigo. Y estoy particularmente orgulloso de estar aquí con nuestra secretaria adjunta Roberta Jacobson, que hace un trabajo extraordinario en lo que se refiere al Hemisferio Occidental y ha venido, justo acaba de llegar de China donde ha participado en un diálogo en China sobre el Hemisferio Occidental y América Latina en particular.
Desde que soy Secretario de Estado, he tenido el privilegio de hablar en algunas salas muy bellas, como esta, en alrededor de 30 países en todo el mundo, pero no les puedo decir lo agradable que es hablar en una que está a dos minutos en auto en lugar de 12 horas en un avión. Se nota la diferencia.
El hecho es que este es un momento muy importante para todos los estados en las Américas. Hace cincuenta años, el presidente Kennedy habló sobre la promesa del Hemisferio Occidental, el que sería, tristemente, su último discurso sobre política exterior. El presidente Kennedy expresó su esperanza de un hemisferio de naciones, cada una segura con su propia independencia, dedicada a la libertad de sus ciudadanos. Si pudiera vernos hoy aquí. En el medio siglo transcurrido desde que él hablara, más y más países se han acercado más y más a realizar su visión y todas nuestras esperanzas.
Cuando la gente se refiere al Hemisferio Occidental, suele mencionar las transformaciones que se han producido, pero la verdad es que una de las mayores transformaciones ha ocurrido aquí en Estados Unidos de América. En los primeros días de nuestra propia república, Estados Unidos tomó una decisión respecto a su relación con América Latina. El presidente James Monroe, que también fué secretario de Estado, declaró que Estados Unidos unilateralmente actuaría de hecho como el protector de la región. La doctrina que lleva su nombre reforzó nuestra autoridad a intervenir y oponer la influencia de las potencias europeas en América Latina. Y durante toda la historia de nuestro país, sucesivos presidentes han reforzado esta doctrina y tomado decisiones similares.
Hoy, sin embargo, hemos tomado una decisión distinta. La era de la Doctrina Monroe terminó. (Aplausos). La relación – eso vale la pena aplaudirlo. No es malo. (Aplausos). La relación que pretendemos y para la que hemos trabajado arduamente en forjar no es una en la que Estados Unidos declare cómo y cuándo intervenir en los asuntos de otros estados de las Américas. Se trata de que todos nuestros países se vean unos a otros como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en materia de seguridad, y adhiriendo no a la doctrina, sino a las decisiones que tomamos como socios para impulsar los valores e intereses que compartimos.
Como dice un viejo proverbio, La unión hace la fuerza. La unión – en la unidad hay fortaleza. Por medio de nuestro compromiso compartido en democracia, presentamos colectivamente un ejemplo vibrante ante el mundo de que la diversidad es fortaleza, de que la inclusión funciona, que la justicia puede rechazar a la impunidad y que los derechos de los individuos pueden protegerse contra el alcance desmesurado y abusivo del gobierno. También probamos que la paz es posible. No se necesita fuerza para tener fuerza. La visión que compartimos para nuestros países, de hecho, está a nuestro alcance, pero debemos plantearnos a nosotros mismos algunas cuestiones difíciles e importantes para poder asegurar nuestros objetivos.
Lo primero y ante todo, ¿fomentaremos y protegeremos juntos la democracia, la seguridad y la paz que todos los pueblos de las Américas se merecen? Segundo, ¿aprovecharemos la oportunidad para hacer avanzar la prosperidad en todo el Hemisferio Occidental y educar a los jóvenes que serán los motores de las economías del futuro? Y tercero, ¿cumpliremos juntos con una responsabilidad que exige más fuerza, y por tanto mas unidad que nunca antes, y nos haremos cargo eficazmente de la amenaza que supone el cambio climático?
Ahora, la respuesta a estas preguntas determinará si de hecho podemos o no llegar a ser el hemisferio de naciones que el presidente Kennedy tenía en mente, cada país existiendo lado a lado con el otro, con confianza, fuertes, e independientes y libres. La primera pregunta en realidad la responde la amplia protección a los valores democráticos que se han convertido en la regla y no en la excepción en el Hemisferio Occidental. En pocas décadas, la representatividad democrática, en su mayor parte ha desplazado a la represión de las dictaduras. Sin embargo, el verdadero desafío del siglo XXI en las Américas es la manera en la que utilizaremos nuestros gobiernos democráticos para hacer cierto el desarrollo, superar la pobreza y mejorar la inclusión social.
El verano pasado viajé a Brasilia, y cuando salía de mi reunión con el ministro de Relaciones Exteriores, me encontré con un grupo de manifestantes. Vamos a ver, no hablo portugués, mi esposa si, yo no, pero entendí las palabras de cuatro letras que gritaban porque las decían en inglés. (Risas), Y aunque a veces ello puede alterarlo a uno, el momento en realidad era la imagen de una democracia sana.
Y hoy día, son nuestros valores democráticos los que nos han capacitan para confrontar desafíos como las comprensibles preocupaciones sobre los informes de vigilancia, preocupaciones que nos plantean a todos cómo superarlas y crear cimientos más fuertes para un futuro basado en nuestros valores y creencias comunes de democracia.
Las democracias con éxito dependen de que todos los ciudadanos tengan una voz y del respeto a tales voces, y de que todos los gobiernos tengan el valor y la capacidad de escuchar estas voces. Podemos estar inmensamente orgullosos, considero, de la trayectoria democrática de este hemisferio y de las instituciones que hemos construido para rendir cuentas ante nosotros y ante el futuro. Esta es la diferencia, y cumplir con la Carta de la OEA.
También expresar nuestra preocupación cuando las instituciones democráticas se debilitan, como hemos visto en Venezuela recientemente. En marzo de este año Estados Unidos se unió a muchos de los que están aquí en esta misma sala, de hecho, para afirmar la independencia y el mandato de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
También estamos unidos al apoyar las misiones de observación electoral de la OEA en el hemisferio, incluyendo la que tendrá lugar en Honduras la semana próxima. Todos aquí tenemos una oportunidad para ayudar a asegurar a que esa elección sea transparente, inclusiva, pacífica y justa, y que el proceso sea uno en el que el pueblo hondureño pueda de hecho confiar para expresar su voluntad. Nosotros, todos nosotros, debemos hacer todo lo que podamos para apoyar el esfuerzo de la OEA para proporcionar asistencia y observar las elecciones con imparcialidad. No hay mejor expresión de nuestra fortaleza y unidad que continuar ese esfuerzo.
También sabemos bien que el ingrediente crítico de una democracia exitosa es la manera en que proporcionamos seguridad en nuestros países para todos nuestros ciudadanos. Calles seguras, vecindarios seguros, comunidades seguras, en verdad dependen de mantener el estado de derecho.
En junio fui a Guatemala y me reuní con su fiscal general Paz y Paz, que ha hecho extraordinarios progresos para combatir la corrupción y el crimen organizado, proteger a la mujer de la violencia, y llevar ante la justicia las violaciones de derechos humanos.
En agosto viajé a Bogotá y vi una destacable demostración del sacrificio y progreso de Colombia en la lucha contra las drogas ilegales y la violencia, una lucha que en realidad ha hecho posible que el valeroso esfuerzo del presidente Santos haya logrado una paz sostenible y justa.
Creo que es innegable la unidad de propósito que tenemos. Paso a paso, hacer nuestras democracias más fuertes y que nuestros pueblos tengan mayor seguridad – en Guatemala, en Colombia, y en todas las Américas. Y en su mayor parte, creo que estarán de acuerdo conmigo en que el Hemisferio Occidental está unificado en su compromiso para lograr democracias exitosas de la manera que he descrito.
Aunque hay una excepción, claro, que continúa: Cuba. Desde que el presidente Obama asumió el cargo, su administración ha comenzado a buscar un nuevo comienzo con Cuba. Como él mismo dijera la semana pasada, en lo que se refiere a nuestra relación con Cuba, debemos ser creativos, tenemos que pensar bien, y tenemos que continuar actualizando nuestras políticas.
Nuestros gobiernos están encontrando algunos intereses comunes en estos momentos y algo de cooperación. Todos los años, cientos de miles de estadounidenses visitan La Habana, y cientos de miles de dólares en comercio y remesas circulan desde Estados Unidos a Cuba. Estamos comprometidos a este intercambio humanitario, y en Estados Unidos creemos que nuestro pueblo es de hecho nuestro mejor embajador. Es embajador de nuestros ideales, nuestros valores, nuestras creencias.
Y aunque también acogemos gratament algunos de los cambios que se producen en Cuba, que permiten a más cubanos viajar libremente y trabajar por sí mismos, estos cambios no deben en ningún aspecto cegarnos a la autoritaria realidad que es la vida para los cubanos comunes. En un hemisferio en que los ciudadanos en todas partes tienen derecho a elegir a sus dirigentes, los cubanos son los únicos que no lo tienen. En un hemisferio en que la gente puede criticar a sus dirigentes sin miedo al arresto o a la violencia, los cubanos todavía no pueden hacerlo. Y si no hay más cambios pronto, está claro que el siglo XXI continuará desafortunadamente dejando al pueblo cubano rezagado.
Deseamos que llegue el día, y esperamos que llegue pronto, en que el gobierno cubano acoja una agenda más amplia de reforma política que permita a su pueblo determinar libremente su propio futuro. En hemisferio en su totalidad, todos nosotros, compartimos el interés en asegurar que los cubanos disfruten de los derechos protegidos por nuestra Carta Democrática Interamericana, y esperamos estar unidos en esta aspiración. Dado a que en todos los países, incluyendo Estados Unidos, cada día que no hacemos presión por sacar adelante las libertades personales y el gobierno representativo, nos arriesgamos a retroceder, y ninguno de nosotros puede aceptar esto.
Incluso al celebrar los valores democráticos que se han extendido por América Latina, debemos reconocer también que estos valores enfrentan desafíos. Después de todo, las elecciones en su momento oportuno poco importan si no son verdaderamente libres y justas y si en ellas no participan todos los partidos políticos compitiendo al mismo nivel. Una separación de poderes sirve de poco si las instituciones independientes no pueden hacer que los poderosos rindan cuentas. Y las leyes que garantizan la libertad de prensa, la libertad de expresión, y la libertad religiosa tienen pocas consecuencias si no se la hacen cumplir. La democracia no es un destino final; es un viaje sin fin, y cada día todos nosotros debemos renovar nuestra decisión de hacerla efectivamente avanzar. Y no somos menos inmunes a tal realidad aquí en Estados Unidos que en ninguna otra parte, de hecho, recientemente, quizá seamos incluso más susceptibles a ello.
También tenemos que tomar decisiones importantes —todos nosotros— acerca de cómo generar una prosperidad económica compartida, es decir la prosperidad a la que todos aspiramos. Para empezar, las oportunidades educativas, sobre todo, deben ser una prioridad. Es sólo a través de la educación de alta calidad, accesible para todos, que nuestra población laboral, la población laboral del hemisferio, estará preparada para los puestos de trabajo del futuro. La educación, como todos ya sabemos, abre también otras puertas. Como dijo el ex senador J. William Fulbright: “Tener personas que entienden tus ideas implica mayor seguridad que tener otro submarino”. Esa idea apuntala los intercambios Fulbright, del Departamento de Estado, al igual que la iniciativa del presidente Obama: la Fuerza de 100.000 en las Américas, cuyo objetivo es aumentar el intercambio de estudiantes en ambas direcciones aquí en el hemisferio occidental.
Pero amigos, la educación, como ya sabemos, es solamente el primer paso. También tenemos que trabajar con empeño y crear puestos de trabajo y oportunidades económicas para los jóvenes, para el día después de su graduación. Como dijo el Secretario General en sus declaraciones de apertura, nuestro hemisferio ya es un mercado próspero en el que participan casi 1.000 millones de personas. Durante la última década, las economías de América Latina y el Caribe crecieron cuatro por ciento al año. Estados Unidos está orgulloso de desempeñar un papel en ese crecimiento. Apenas la semana pasada, anunciamos la dotación de más de 98 millones de dólares en financiamiento privado para 4.000 pequeñas y medianas empresas de todo el hemisferio, con el fin de fomentar ese dinamismo, crearlo y mantenerlo en movimiento.
El tipo de crecimiento que la región ha tenido —impulsado por políticas económicas racionales, programas sociales innovadores y un aumento de comercio e inversiones internacionales— ha mejorado drásticamente la vida de todos nuestros ciudadanos. Sólo en la última década, a medida que el comercio entre Estados Unidos y América Latina se ha incrementado—casi se triplicó— más de 73 millones de personas, como ya mencionó el Secretario General, lograron salir de la pobreza. Párense a pensar un poco. Esa cifra representa una población más grande que las de Canadá y Argentina juntas. Es una historia extraordinaria, y es una historia de éxito. Es una historia de políticas que funcionan y que se tiene que cultivar, no abandonar. Imagínense lo que sería posible si seguimos fomentando el comercio y las inversiones en el futuro de nuestros hijos.
Durante la época en que fui senador, estuve muy orgulloso y satisfecho de votar a favor de la ratificación de los acuerdos de promoción comercial tanto de Colombia como de Panamá, los cuales el presidente Obama promulgó. Hemos visto el crecimiento que han hecho posible estos acuerdos. Durante el primer año del tratado de libre comercio Estados Unidos-Colombia, cerca de 800 empresas colombianas de todos los tamaños entraron en el mercado de Estados Unidos por primera vez. Estos nuevos exportadores vendieron sus productos y servicios en más de 20 estados de Estados Unidos. Hoy mismo, el vicepresidente Biden viaja a Panamá para visitar el proyecto de ampliación del canal que seguirá generando más comercio en toda la región.
Bajo el liderazgo del presidente Obama, también hemos contribuido a ampliar la participación de la región en la Asociación Transpacífica, para que además de Chile y Perú incluya también a Canadá y México. Hemos redoblado nuestro compromiso con el TLCAN (NAFTA), el tratado más importante en lo que se refiere a lograr la prosperidad compartida en el hemisferio, a favor del cual también voté en momentos en los que creo que la gente se acuerda que fueron muy polémicos y muy difíciles. Pero todos sabemos que no podemos depender solamente de esos acuerdos comerciales. Eso no es suficiente. Sabemos que podemos hacer más. Y si lo hacemos, el hemisferio occidental seguirá siendo líder en los mercados mundiales por muchas décadas.
Una de las oportunidades que encaramos y que acabo de mencionar hace un momento entre todas estas oportunidades, una de esas oportunidades es el mercado de 6.000 billones de dólares y que tiene 4.000 millones de usuarios. Me refiero al nuevo mercado de la energía: el mercado más grande en la historia humana, el mercado que creó esa riqueza extraordinaria en la década de 1990 en que, en América, en Estados Unidos, cada quinta parte de los trabajadores estadounidenses que percibían ingresos, desde los que estaban abajo hasta los que estaban más arriba, todos vieron aumentos en sus ingresos. Y todos sabemos que fue un momento en que logramos cerrar el presupuesto durante tres años consecutivos. Fue una época de extraordinario crecimiento.
El mercado que impulsó ese crecimiento fue un mercado de 1.000 billones de dólares integrado por 1.000 millones de usuarios, a saber: el mercado de la computadora de alta tecnología, la computadora personal. Fue el mercado de la tecnología. Pues el mercado de la energía es seis veces mayor que ese mercado. Y los 4.000 millones de usuarios actuales se convertirán en 6.000 millones, y en última instancia en 9.000 millones entre hoy y el año 2050. Esto nos ayudará a responder a la tercera y última cuestión que mencioné: si vamos dejarles a nuestros hijos y nietos un planeta que esté sano, limpio y sostenible. En realidad, no se trata tanto de una cuestión sino más bien de un reto apremiante, el reto de una generación entera, tal vez el reto de un siglo, tal vez incluso el desafío de la vida misma en el planeta si uno entiende todo lo que la ciencia nos dice actualmente.
Hace más de dos décadas, visité Brasil en el marco de una delegación de Estados Unidos que se dirigía a la Cumbre de Río. Fue la primera vez que la comunidad mundial se reunía para tratar de hacer frente al cambio climático. También fue el viaje en el que conocí a una increíble mujer que hablaba portugués y que se llamada Teresa, que tres años más tarde se convertiría en mi esposa. Así que me gusta Río. Es un buen lugar. (Risas).
Pero Teresa y yo todavía hablamos de una joven de 12 años llamada Severn Suzuki, procedente de Vancouver, que se subió al escenario en esa cumbre con el fin de, como explicó, y cito textualmente: “luchar por su futuro”. Veintiún años después, aún me acuerdo de lo que dijo sobre el cambio climático, de la siguiente manera: “Soy sólo una niña”, dijo, “pero sin embargo, sé que todos estamos juntos en esto y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo”. Severn sabía algo que mucha gente hoy en día tienen que entender, algo que todavía falta en el debate político de nuestro país, y como dice el refrán que cité hace un momento: la unión hace la fuerza. Necesitamos eso ahora más que nunca con respecto a este desafío del cambio climático. Décadas más tarde, tenemos mucho que aprender de esa joven.
Las Américas se han convertido en el nuevo centro de nuestro mapa de energía mundial. Nuestro hemisferio suministra actualmente una cuarta parte del petróleo crudo del mundo y casi una cuarta parte del carbón. Aportamos más de un tercio de la electricidad mundial. Eso significa que tenemos la capacidad y la enorme responsabilidad de influir en la manera en que el mundo entero se alimenta de la energía. Para ello, será necesario que cada uno de nuestros países tome decisiones muy fundamentales en cuanto a sus políticas. Tenemos que adoptar el futuro de la energía por encima de la energía del pasado.
Y soy muy consciente —he pasado por estas batallas en el Senado de Estados Unidos— sé lo difícil que es. Sé cuántas industrias distintas y cuántos intereses poderosos quieren retroceder. Pero nosotros, el pueblo, todos nosotros tenemos la responsabilidad de plantarnos firme en contra de ellos. El cambio climático es un fenómeno real. Está sucediendo. Y si no tomamos medidas significativas en calidad de socios, continuará amenazando no sólo a nuestro entorno natural y a nuestras comunidades, sino también, como bien saben nuestros amigos del Caribe y de otros países insulares, amenazará posiblemente nuestro modo de vida, y sin duda el de ellos.
El reto del cambio climático nos va a costar mucho más por su impacto negativo que por las inversiones que tenemos que hacer hoy en día con el fin de hacer frente al desafío. Todos los modelos económicos lo demuestran, y sin embargo no nos atrevemos. Nuestras economías aún no incluyen los costes económicos de no hacer nada o de hacer muy poco. Los efectos devastadores que las sequías pueden tener en las cosechas de los agricultores; el elevado precio que supone la reconstrucción de las comunidades después de cada catástrofe, después de cada huracán o tormenta tropical que las destroza y deja un rastro de destrucción a su paso; el extraordinario coste de incendios que no quemaban con tanta ferocidad y tanta frecuencia con que lo hacen hoy debido al aumento de la sequía; los crecientes indicios de la pérdida de agua de la cordillera del Himalaya a medida que se derriten los glaciares y, por tanto, la medida en que los grandes ríos de China y otros países por un lado, y de la India por otro, se ven amenazados y miles de millones de personas ven su alimentación y seguridad alimentaria afectadas.
Estos son verdaderos desafíos, y no están en el futuro. Los estamos viendo ahora. Por todos estos motivos, la lucha contra el cambio climático es una prioridad urgente para el presidente Obama y para mí, y sabemos que somos uno de los mayores contribuyentes al problema. Alrededor de 20 países contribuyen más del 90 por ciento del problema. Por ese motivo, el presidente Obama dio a conocer un nuevo Plan de Acción Climática para elaborar políticas internas más decididas que nunca sobre el cambio climático. La buena noticia es que el plan que ha elaborado el Presidente está diseñado para poder llevarse a la práctica por decreto administrativo, para no tener que esperar a que el Congreso actúe.
Muchos otros países del hemisferio occidental también están tomando medidas decisivas para poner de su parte. Estoy orgulloso de decir que, como parte de la Alianza de Energía y Clima de las Américas, Estados Unidos ha colaborado con más de dos docenas de países, América Latina y el Caribe con el fin de apoyar programas eficaces que hagan frente a la realidad de esta grave amenaza. Pero, amigos, si aprovechamos [el momento] no se trata una amenaza para la que no existe una solución. De hecho, tenemos una solución, hay varias, pero no tomamos la decisión política a causa de las fuerzas que nos quieren hacer retroceder.
Sabemos cuáles son las alternativas. Sabemos las ventaja que aportan los enormes avances que se están produciendo en materia de energía limpia. Y si compartimos conocimientos y desplegamos nuevas tecnologías en toda la región, si conectamos las redes eléctricas en todo el continente americano, podremos entonces compartir y vender energía entre nosotros en distintos momentos y de distintas maneras en un mercado más dinámico. Si aprovechamos la energía eólica en México y la energía de biomasa en Brasil, el sol en Chile y en Perú, el gas natural en Estados Unidos y Argentina, entonces los enormes beneficios para las economías locales, la salud pública, y por supuesto la mitigación del cambio climático, podrían llegar a todos los rincones de las Américas, y más allá.
De esto trata realmente una nueva asociación interamericana. El novelista brasileño Paulo Coelho, uno de los autores más leídos del mundo, escribió: “Cuando menos nos lo esperamos, la vida nos plantea un reto para poner a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio”. Así que la pregunta que nos debemos plantear todos es la siguiente: ¿Tendremos el valor de tomar decisiones difíciles y la voluntad de cambiar? En cincuenta años, en el centenario de la llamada del presidente Kennedy a la región, ¿se convertirá en realidad el hemisferio de países con el que soñaba?
Hace muchos años, Estados Unidos dictó una política que definió al hemisferio por muchos años después. Esa época ha quedado atrás. Hoy, tenemos que ir más allá. Todo lo se ha dicho hoy: el futuro de nuestras democracias, la fortaleza de nuestras democracias, el desarrollo de esas democracias, la inclusión de todas nuestros pueblos en un sistema que tenga rendición de cuentas y sin impunidad de las deserciones, nuestra prosperidad compartida y todo lo que nos aporta, la educación de nuestros hijos, el futuro de nuestro planeta, nuestra respuesta al cambio climático, todo ello no depende del próximo gobierno ni de la próxima generación. Todo ello depende de nosotros.
Y la pregunta es la siguiente: ¿vamos a trabajar como socios en pie de igualdad con el fin de alcanzar nuestros objetivos? Si es así, exigirá coraje y la voluntad de cambiar. Pero, sobre todo, exigirá un nivel más alto y más profundo de cooperación entre nosotros, todos juntos, como socios en pie de igualdad en este hemisferio. De esa manera haremos una diferencia, y de esa manera estaremos a la altura de nuestras responsabilidades.
Muchas gracias. (Aplausos).


 

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