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viernes, 17 de enero de 2014

GUERRA NUCLEAR. DEBATE ABIERTO.

A 60 años de Hiroshima. Aún subsisten discusiones sobre la explosión atómica Un debate abierto sobre la guerra nuclear 
Japón y Estados Unidos se dividen entre los que condenan y los que justifican el lanzamiento de la bomba 

Joseph Coleman 

Hiroshima. -Minoru Hataguchi abre una caja y extrae la hebilla herrumbrada de un cinturón, la misma que su padre usaba el día en que murió junto con decenas de miles de personas en Hiroshima. Para Hataguchi, que todavía estaba en el vientre de su madre cuando Estados Unidos arrojó la bomba atómica el 6 de agosto de 1945, las circunstancias del hecho -el sorpresivo ataque japonés a Pearl Harbor, la reticencia estadounidense a invadir Japón por tierra- pasan a segundo plano ante el sufrimiento humano que causó.

"Por supuesto que Estados Unidos usó una gran cantidad de dinero para construir la bomba, de modo que pensó que debía usarla. Comprendo eso", dijo Hataguchi, hoy director del Museo Conmemorativo de la Paz en Hiroshima. "Pero cuando veo las víctimas, en lo que respecta a la gente común, no era necesario lanzar la bomba".

Del otro lado del océano Pacífico, James Rose de Dayton, Ohio, tiene una opinión muy distinta. El ex paracaidista de 79 años dice que él habría participado en la invasión de Japón si las bombas no hubiesen obligado a Tokio a rendirse. Para él la devastación de Hiroshima y de Nagasaki tres días después significan vida y no muerte.

"Creo que fue necesario usar la bomba, salvó muchas vidas", dijo el veterano Rose mientras visitaba el monumento de la Segunda Guerra Mundial en Washington. "Creo que cientos de miles de soldados estadounidenses más habrían muerto".

Hiroshima fue un momento decisivo y terrible en la historia. Cuando estalló el mortífero artefacto a menos de 100 metros de donde se alza hoy la oficina de Hataguchi, se desencadenó una fuerza inusitada que desde entonces ha amenazado la extinción de la humanidad.

Ese día el pueblo de Hiroshima experimentó el apocalipsis: arrojada desde un avión B-29 con el nombre de Enola Gay, la bomba estalló sobre la ciudad y luego la consumió con una potencia equivalente a 12.500 toneladas de TNT. El centro de la explosión produjo temperaturas de casi 3.000 grados centígrados, el doble de lo necesario para fundir el hierro.

La explosión arrasó el centro de la ciudad. Los sobrevivientes agonizaron con terribles quemaduras y radiación. Muchos de los que parecían ilesos sucumbieron más adelante de cáncer y otras dolencias. En Hiroshima murieron 140.000 personas; en Nagasaki, 80.000.

Mientras las bombas se constituyeron en un símbolo de horror para el mundo, la experiencia ha sido aún más compleja para los ex beligerantes: Estados Unidos pasó a ser el único país que ha usado un arma atómica y Japón el único en haberla padecido. Como ejemplifican Minoru Hataguchi y James Rose, Japón y Estados Unidos están en ambos extremos del debate. Esas profundas divisiones subsisten hoy, cuando mañana se cumple el 60º aniversario del ataque.


Preguntas y cálculos 
Para los estadounidenses, las bombas atómicas fueron un último recurso contra un enemigo dispuesto a luchar hasta la muerte pero que en cambio se rindió incondicionalmente el 15 de agosto de 1945, seis días después de la devastación de Nagasaki. Los críticos -muchos japoneses y algunos estadounidenses- creen que el gobierno del presidente Harry Truman tuvo otros motivos: el deseo de probar un arma terrible, el deseo de derrotar a Japón antes de la llegada de los soviéticos, y la necesidad de afianzar la posición de Washington frente a Moscú en lo que sería más adelante la Guerra Fría.

El debate histórico se ha centrado en varios interrogantes: ¿cuántos habrían muerto en una invasión estadounidense por tierra? ¿Se hubieran rendido los japoneses de haberles ofrecido mejores condiciones? ¿Tokio estaba ya demasiado exhausto como para pelear mucho más? ¿Debería haberse lanzado la bomba en un lugar inhabitado antes de arrojarla en una ciudad?

Quienes justifican la decisión de lanzar las bombas tienden a creer en el cálculo de que la invasión a Japón hubiera causado medio millón de muertos estadounidenses, como también millones de muertos japoneses. El secretario de guerra Henry Stimson escribió en 1946 que las bajas estadounidenses habrían superado el millón.

Pero también hubo un cálculo del gobierno oficial en junio de 1945 de 43.500 muertes estadounidenses. El almirante William Leahy, alto asistente del comandante en jefe del ejército y la armada, se opuso a que se lanzaran las bombas y en sus memorias equiparó su uso al "nivel ético común a los bárbaros de la Edad Media".

En 1999, el historiador estadounidense Richard Frank publicó un argumento a favor de las bombas en "Perdición: el final del imperio japonés". Su libro llegó a la conclusión de que no había ninguna evidencia de que Japón estuviese dispuesto a aceptar nada cercano a una rendición incondicional, y que Tokio en cambio se estaba preparando para luchar a muerte.

Aun sin las bombas ni una invasión estadounidense, Japón habría enfrentado una hambruna provocada por un bloqueo, la perspectiva de un ataque masivo de las tropas soviéticas que se acercaban desde el nordeste y una destrucción mucho mayor que lo que sobrellevaron Hiroshima y Nagasaki, sostuvo Frank.

"Si los líderes estadounidenses en 1945 hubiesen tenido garantías de que Japón y Estados Unidos iban a transcurrir dos generaciones en tranquilidad, habrían supuesto que sus difíciles decisiones se hubieran justificado, y lo mismo debemos suponer nosotros", concluyó.


Diario "La Capital" Rosario, 5 de agosto de 2005.

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