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miércoles, 15 de enero de 2014

ATJEH. LA ISLA GRANDE DE LAS ESPECIES. 1997.



Diario “La Nación”. Buenos Aires, lunes 03 de noviembre de 1997 
Hipótesis de conflicto: Atjeh
La isla grande de las especias
Una región rica que nunca aceptó su incorporación a Indonesia.
En 1345, el viajero más ilustre y audaz de la Edad Media, el marroquí Ibn Battuta, desembarcó en Sumatra: "Es una isla lozana y verdeante -dijo-, llena de cocoteros, árboles del pan, naranjos dulces y alcanfores. Para el comercio utilizan aquí estaño y oro chino en bruto sin fundir. Cuando llegamos al puerto, salieron a recibirnos en pequeñas barcas con cocos, plátanos, mangos y pescado". El sultán era Al-Malik az-Zahir, "uno de los reyes más ilustres y generosos, hombre humilde, va caminando a la oración del viernes", pero en la ceremonia entró montado en un elefante, bajo una sombrilla cubierta de pedrerías, junto a otros cincuenta elefantes engalanados a la derecha y otros tantos a la izquierda. "Tras un concierto, caballos entrenados enjaezados de seda y con pulseras de oro en las patas ejecutaron una danza que me dejó asombrado, a pesar de haberlo visto ya en la corte del rey de la India".
Se refería el viajero al sultán de Atjeh en 1345.
Casi 600 años después -exactamente, 594-, en 1939, el norteamericano John Gunther escribió estas líneas increíbles: "Ciertas regiones de las Islas (Indonesia) están habitadas por tribus aborígenes que a veces causan molestias. Durante un tiempo constituyó un foco de intranquilidad la región de Atjeh, donde los miembros de la tribus musulmanas se resistían a ser subyugados. Lo que consiguió someterlos con mayor facilidad fue el rápido avance y la difusión de las carreteras, automóviles y cinematógrafos, que les proporcionaban una distracción mejor (y menos arriesgada) que la caza de cabezas humanas". Una nota aclara que "la mayoría de los caníbales y "cazadores de cabezas" se encuentran en Nueva Guinea". En otras palabras: no había habido un dramático retroceso de la civilización entre la Edad Media y el siglo XX, sino que Gunther mezcla dos situaciones y dos culturas e islas distintas, barajando en forma disparatada la información disponible.
UNA TIERRA MISTERIOSA
Esto tiene una lectura: Atjeh es una tierra misteriosa para Occidente. Según los gustos, se puede traer a colación a Sandokán -miles de kilómetros separan a su isla, Borneo, de Sumatra, pero al menos pertenecen a idénticos mundo y cultura, o a Simbad el Marino y "Las mil y una noches".
La realidad de Atjeh, sin embargo, es más prosaica. Es una provincia "bajo jurisdicción especial" de Indonesia. Tiene 55.000 kilómetros cuadrados y al menos seis millones de habitantes. Es vital para la economía indonesia y un baluarte del Islam en el sudeste asiático. De hecho, la región más devota.
Atjeh recibió al Islam desde la India, por la vía de comerciantes misioneros, y ya Marco Polo, en 1292, indica la existencia de un monarca musulmán cuando visitó la comarca. Fue Atjeh el primer punto del archipiélago indonesio que se convirtió a la fe musulmana. Situado a la entrada del estrecho de Málaca, controlaba el paso de los barcos -nada menos que el comercio entre la India y China- y acostumbraba a cobrar un "derecho de peaje" en forma de tributo que, con frecuencia, llevó a la piratería.
Pero esto fue marginal, y el país se enriqueció gracias al comercio y al cultivo de la pimienta, que lo pone de pleno derecho en la historia americana. Atjeh producía o cultivaba esa especia que Europa, ansiosa por sazonar su sosa comida medieval, buscó con ansia mediante los viajes de los portugueses y de los castellanos. Oro, pimienta y perlas eran objetivos fundamentales del viaje de Colón y aun Cervantes, mucho después, habla de "la mucha pimienta y otras riquísimas mercaderías". En suma, Sumatra y, en ella, Atjeh eran una de "las islas de la especiería" tan afanosamente buscadas por castellanos y portugueses. Entre los siglos XIV y XVI Atjeh controló el mercado de la pimienta y ello le abrió nuevos apetitos. El más poderoso de los sultanes, Iskandar Muda (Alejandro el Grande) intentó en vano quitar Málaca a los portugueses (ver recuadro) y con él Atjeh comenzó su declinación. Surgieron nuevos centros de poder: Manila (española), Java (holandesa), más tarde Singapur, y otros.
Atjeh reapareció en la política mundial cuando los holandeses, con el pretexto de reprimir la piratería (básicamente, el peaje) intentaron conquistarlo en 1873. La guerra duró cuarenta años; aunque terminó oficialmente en 1913, las guerrillas continuaron. Los religiosos musulmanes declararon la "guerra santa" y costó muy "cara a los holandeses en hombres, material y prestigio". Entre 1903 y 1908, o sea, a 30 años de empezada y antes de concluir oficialmente, la población de Atjeh perdió 13.000 vidas y, durante todo el conflicto la zona capitalina, tres cuartos de su población por muerte o por huida.
INVASIÓN JAPONESA
La nada sorda resistencia no había cesado cuando llegaron los japoneses, en 1942, y aunque contaron con el apoyo de la población, a poco lo perdieron y debieron enfrentar la oposición dirigida, a la vez, por la nobleza y por el clero (usando mal la palabra por comodidad, pues no lo hay en el Islam). Al rendirse Japón, la situación de Atjeh era tan fuerte que los holandeses no pudieron reocuparla.
La independencia no trajo la paz. Hubo dentro de la propia Atjeh una terrible revolución social que costó la vida a miles de nobles, incluyendo grandes familias enteras que pagaron carísima una muy tenue colaboración de algunas de ellas con los holandeses entre 1903 y 1941. Afuera, Atjeh no aceptó mansamente su incorporación a Indonesia y, con mayor o menor intensidad, las hostilidades siguen desde hace 50 años.
Al mismo tiempo, la riqueza de la región ha renacido, pero gracias a sus gigantescos yacimientos de gas y de petróleo. Esto ha sumado nuevas causas de encono, ya que Atjeh da al gobierno central muchísimo más de lo que recibe. Independiente, sería tan rica como Brunei, y a la independencia es a lo que aspira para, con la conducción del clero, formar una "república islámica". Hay una guerrilla con varios cientos de miembros formales, pero su fuerza está en la población, que opondría (datos particulares) una resistencia masiva, de "tipo palestino".
En Atjeh se sigue el Islam sunnita, pero con algunos toques de chiismo, por ejemplo, con la gran veneración a la familia de Ali, yerno de Mahoma, es decir, a los dos nietos del profeta. La peregrinación a La Meca es una devoción muy practicada (1186 personas en 1987, proporción superior a la media de Indonesia) y hay una gran veneración de los santos, hombres conocidos por su gran piedad y sabiduría.
Y éste es el problema, en resumen.
UN SITIO HISTÓRICO
Málaca, la rival de Atjeh en 1500, era una importante ciudad en la actual Malasia. Los portugueses la ocuparon en 1511 y la resistencia fue débil porque su gobernador creyó que se limitarían a saquearla y a retirarse. La realidad fue distinta. Sobre las ruinas de la gran mezquita construyeron un enorme fuerte y rodearon la urbe con una muralla de dos kilómetros y medio de largo. En 1629, el sultán de Atjeh, Iskandar Muda, intentó tomarla y le infligió el ataque más fuerte que sufrió en diez años. Lanzó 20.000 hombres al combate, apoyados por 2000 cañones y 236 barcos, y levantó alrededor fortificaciones tan fuertes que "ni siquiera los romanos hubieran hecho tales obras más sólidas" (Pedro Barreto de Resende, contemporáneo). Pero el arte de la guerra "a la europea" era muy superior y el rey perdió 19.000 hombres, incluso a sus mejores generales, la mayor parte de sus barcos y cañones. El valor desplegado no sirvió de nada, pero inspiró una de las más importantes obras de la poesía épica local . .

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