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jueves, 30 de enero de 2014

ECONOMÍA MUNDIAL. COMO SE PUEDE ARREGLAR. JOSEPH STIGLITZ

Diario Clarín. Buenos Aires, 22 de octubre de 2006. 
COLUMNISTA INVITADO
¿Cómo se puede arreglar la economía mundial?


Los desequilibrios financieros mundiales, principalmente el déficit de los Estados Unidos, hacen necesario que se busquen soluciones estructurales y no, como propone el FMI, que sólo se aborden los síntomas.


Joseph Stiglitz*

La reunión del Fondo Monetario Internacional celebrada el mes pasado en Singapur se produjo en un momento de creciente preocupación por la posibilidad de sostener los desequilibrios financieros mundiales. ¿Durante cuánto tiempo puede la economía mundial soportar los enormes déficit comerciales de los Estados Unidos —este país toma préstamos por valor de US$ 3.000 millones diarios— o el creciente superávit chino de casi US$ 500 millones por día?

Estos desequilibrios no pueden continuar indefinidamente. La buena noticia es que hay creciente consenso a este respecto. La mala, que ningún país cree que la culpa la tienen sus políticas. Estados Unidos señala con el dedo a la subvaluada moneda china, mientras que el resto del mundo les apunta a los gigantescos déficit fiscal y comercial de los EE.UU. El FMI tiene el mérito de haber empezado a prestar atención a este tema después de quince años de preocuparse por el desarrollo. Pero el enfoque del Fondo consiste en monitorear las políticas económicas de cada país, estrategia que entraña el peligro de abordar los síntomas sin encarar el problema sistémico.

Tratar los síntomas incluso podrían empeorar las cosas, al menos en el corto plazo. Tomemos, por ejemplo, la cuestión del tipo de cambio subvaluado de China y el consiguiente superávit, que, según el Tesoro estadounidense, sería la raíz del problema. Aun cuando China fortaleciera su yuan con respecto al dólar y eliminara el superávit comercial de US$ 114.000 millones anuales con EE.UU., esta nación igual seguiría tomando préstamos por 2.000 millones diarios: sería una mejora pero no una solución.

Naturalmente, es aún más probable que no se produzca ningún cambio significativo en el déficit comercial multilateral de los EE.UU. Este simplemente compraría menos textiles a China y más a Bangladesh, Camboya y otros países en desarrollo.

Entretanto, como un yuan más fuerte haría que los alimentos importados fueran más baratos, los chinos más pobres —los agricultores— verían caer sus ingresos conforme bajaran los precios internos de los productos agrícolas. China podría optar por contrarrestar el efecto depresor de los altísimos subsidios agrícolas estadounidenses utilizando los fondos que necesita con urgencia para el desarrollo industrial para otorgar subsidios a sus agricultores. La consecuencia sería que el crecimiento chino se vería demorado, lo que desaceleraría el crecimiento a nivel mundial.

Pero China conoce bien los términos de su "acuerdo" tácito con EE.UU.: China ayuda a financiar los déficit estadounidenses comprando bonos del Tesoro con el dinero que obtiene de sus exportaciones. Si no lo hace, el dólar se debilitará aún más, lo que reduciría el valor de las reservas chinas en dólares (para fin de año, estas superarán el billón de dólares). Cualquier país que se beneficiara si China perdiera participación en el mercado de las exportaciones colocaría su dinero en una moneda fuerte, como el euro, en lugar del inestable y debilitado dólar o podría optar por dirigir esos fondos a inversiones internas, en lugar de acumular más reservas. En pocas palabras, a EE.UU. le resultaría cada vez más difícil financiar sus déficit, y el mundo en su totalidad podría tener que soportar una inestabilidad mayor, no menor.

Nada significativo puede hacerse con respecto a estos desequilibrios mundiales a menos que Estados Unidos ataque sus propios problemas. La opinión general es que existe sólo una alternativa: reducir el déficit del Estado. Imaginen que la administración Bush de repente decidiera enmendarse (al menos, en materia de responsabilidad fiscal) y recortara gastos. Tengan en cuenta que elevar los impuestos es improbable en el caso de un gobierno que aboga por nuevas reducciones. Los recortes de gastos por sí solos llevarían al debilitamiento de la economía estadounidense y mundial.

Hay una salida de este aparente atolladero: recortes de gastos combinados con un aumento de los impuestos para los estadounidenses de mayores recursos y una reducción de impuestos para los estadounidenses de menores recursos. Los recortes de gastos, naturalmente, por sí solos reducen los gastos pero, como los pobres consumen un mayor porcentaje de sus ingresos que los ricos, esta "transferencia" de impuestos por sí sola elevaría el gasto. Si se la diseña adecuadamente, esta combinación podría sostener la economía estadounidense y, a la vez, reducir el déficit.

No es de sorprender que estas recomendaciones no hayan surgido de la reunión del FMI. EE.UU. sigue teniendo poder de veto allí, lo que hace improbable que el Fondo recomiende políticas que no son del agrado del gobierno estadounidense.

La razón de los actuales desequilibrios son los problemas estructurales fundamentales del sistema mundial de reservas. John Maynard Keynes llamó la atención sobre estos problemas hace 75 años. Sus ideas sobre cómo reformar el sistema monetario mundial, que incluyen la creación de un nuevo sistema de reservas basado en una nueva moneda internacional, con un pequeño esfuerzo, pueden adaptarse a la economía de hoy. Hasta que no ataquemos los problemas estructurales, el mundo seguramente seguirá siendo acosado por desequilibrios que amenazan la estabilidad financiera y el bienestar económico de todos nosotros.

Copyright Clarín y Project Syndicate, 2006. Traducción de Elisa Carnelli.
*PREMIO NOBEL DE ECONOMIA. DOCENTE DE LA UNIVERSIDAD DE COLUMBIA

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