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lunes, 16 de diciembre de 2013

EE.UU. ANTRAX. TRÁGICO FINAL PARA UN SOSPECHOSO

El caso de las cartas contaminadas

Antrax: trágico final para un sospechoso

WASHINGTON.- Una semana después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el primer sobre con ántrax comenzó su derrotero de muerte, pánico y misterio.
Casi siete años más tarde, la investigación ofreció otro vuelco tan confuso como ambiguo. Un científico que trabajaba para el ejército estadounidense se suicidó cuando el Departamento de Justicia se aprestaba a acusarlo por aquellos ataques.
Bruce Ivins falleció este martes de una sobredosis de medicamentos, en las afueras de esta capital. Hasta hace unas semanas, trabajaba en el área de biodefensa del Fuerte Detrick.
Su objetivo era hallar un antídoto contra el ántrax, por lo que mantenía contacto diario con las esporas y experimentaba en monos. La pesquisa, sin embargo, se encuentra lejos de recibir el sello de "caso cerrado".
Por el contrario, su abogado, Paul Kemp, difundió ayer un comunicado en el que insistió en la inocencia de su cliente y señaló que, durante seis años, "cooperó con la investigación, asistiendo al gobierno en todas las formas que se le pidió".
El Departamento de Justicia mantuvo silencio por razones de confidencialidad de la pesquisa. Pero Kemp responsabilizó por la muerte de Ivins a la "implacable presión que generan las acusaciones e insinuaciones, que cobran su costo de diferentes maneras en distintas personas, como ya se ha visto en esta investigación".
Añadió que, por los errores cometidos durante la tortuosa investigación, la muerte del doctor Ivins "fue extemporánea".
En 2002, otro experto en biodefensa del ejército, Steven Hatfill, fue catalogado como una "persona de interés" por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), aun cuando él defendió su inocencia. Tres años después, demandó a sus acusadores para limpiar su nombre. Lo logró en junio de este año y fue resarcido con 4,6 millones de dólares.
Ahora, con la muerte de Ivins, aun cuando todavía no se sabe si fue el responsable o un simple cómplice de la propagación de las esporas, quedará sin responder una serie de cuestiones fundamentales.
Por ejemplo, por qué el ántrax causó la muerte de cinco personas entre septiembre y noviembre de 2001; paralizó oficinas públicas; generó pánico dentro y fuera de Estados Unidos, y llevó a sospechar de células terroristas quizá vinculadas a Al-Qaeda.
Con tres títulos académicos, incluido un doctorado por la Universidad de Cincinnati, Ivins estaba casado desde hacía 33 años y asistía a una parroquia católica.
Pero durante los últimos meses había mostrado síntomas crecientes de inestabilidad emocional, se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico y había recibido una orden judicial para que se mantuviera alejado de una mujer a la que habría amenazado.
Su muerte se transformó de inmediato en el capítulo más trágico de esta historia desde que una mujer de 94 años se convirtió en la quinta y última víctima de las esporas en noviembre de 2001.
Otras 17 personas fueron infectadas con ántrax a través del correo en Florida, Washington -incluyendo oficinas de senadores-, Nueva York y Connecticut, pero sobrevivieron.

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