Diario "La Capital". Rosario, Viernes, 01 de agosto de 2014
La paz fallida del tratado de Versalles y las serias consecuencias para Alemania
Selló en junio de 1919 el final definitivo de la Gran Guerra y deparó para los perdedores germanos una enorme y humillante carga.
La calma. Soldados estadounidenses que
sirvieron en el frente francés celebran el armisticio de 1918 que puso
fin a las hostilidades de la Primera Guerra Mundial.
Simbolismo. Versalles tenía un alto
contenido simbólico. En el mismo salón, el canciller alemán Otto von
Bismarck proclamó en 1871 emperador alemán al rey Guillermo de Prusia
tras ganar la guerra francoprusiana. "Esta vergüenza fue borrada al ser
obligado el derrotado imperio alemán a firmar un tratado de paz
draconiano precisamente en este lugar", señala el historiador germano
Eberhard Kolb.
Clemenceau, conocido como "El Tigre", dijo que había
llegado "la hora del gran ajuste de cuentas" cuando entregó a la
delegación alemana el 7 de mayo de 1919 las condiciones para firmar la
paz, relató el periodista y testigo Friedrich Stampfer. "Se exige de
nosotros que aceptemos ser los únicos culpables de la guerra y una
confesión como ésta sería un mentira en mis labios", había espetado al
recibir las condiciones el conde Ulrich Brockdorff-Rantzau, que renunció
poco después al cargo de ministro del Exterior para ser sucedido por
Hermann Müller. El famoso artículo 231 del Tratado de Versalles atribuía
a Alemania la completa responsabilidad por la guerra y exigía
reparación. En 1920 fueron fijadas las reparaciones de 269.000 millones
de marcos de oro pagaderos en cuotas anuales durante 42 años.
A ello se sumaron las grandes pérdidas de territorio.
Alsacia y Lorena fueron devueltas a Francia. Casi toda la Prusia
Occidental, parte de Pomerania, la provincia de Poznan y partes de la
Alta Silesia fueron adjudicadas a Polonia.
Rédito económico. La ciudad
portuaria de Danzig (Gdansk), a orillas del Báltico, fue declarada
ciudad libre bajo la égida de la Liga de las Naciones, fundada para
asegurar la paz. El Sarre también quedó a cargo del nuevo organismo
internacional por un periodo de 15 años y se permitió a Francia
usufructuar su rendimiento económico. Alemania perdió todas sus
colonias. El Ejército profesional fue limitado a 100.000 hombres y se le
prohibió poseer o fabricar armas pesadas como submarinos, tanques y
buques de guerra.
Versalles tenía la misión de abrir una nueva era para
Europa después de tantos años de sangrientas batallas y eternos
combates de trinchera. El entonces presidente de Estados Unidos, Thomas
Woodrow Wilson, había proclamado como objetivo "el imperio del derecho".
Pero especialmente Francia se había propuesto debilitar lo más posible a
Alemania para reducir los peligros de una nueva conflagración con sus
vecinos y se impuso en muchos de sus reclamos.
La población de Alemania reaccionó indignada cuando
se dieron a conocer las condiciones de la paz. La gente lo tomó como un
"dictado" y una humillación. La República de Weimar, que sucedió al
emperador Guillermo, obligado a abdicar, se propuso como principal
objetivo la revisión del draconiano tratado.
A diferencia del congreso de Viena de 1814/1815,
donde la derrotada Francia de Napoleón tuvo voz en las negociaciones,
Alemania no fue consultada y debió aceptar las condiciones. Noventa años
más tarde, el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger
afirmaba que cualquier sistema internacional solo puede funcionar si
está basado en dos elementos decisivos: el equilibrio de fuerzas y el
sentimiento de legitimidad.
Odio y rencor. Para los alemanes,
por el contrario, las demandas de reparación y el artículo que los
culpaba representaban "una humillación colectiva", como lo describió el
historiador alemán Herfried Münkler. "En la República de Weimar se
opusieron a ello no solo los partidos de derecha, sino también el centro
e incluso el Partido Comunista".
A ello se sumaron los efectos de la pérdida de la
cuenca del Ruhr en 1923 por la demora en el pago de reparaciones y la
hiperinflación. "Por ello se puede decir que la aprobación por parte de
muchos alemanes al Partido Nacionalsocialista resultó de las heridas a
la identidad colectiva y personal que tuvieron su base en Versalles".
El tratado "dio a los alemanes la sensación de estar
quitandoles no sólo el pasado y el presente, sino también el futuro",
señala el historiador Hans-Christof Kraus. "Muchos, pero no todos los
alemanes, reaccionaron con odio y rencor. Afloró la necesidad de
revancha y esto llevó a la radicalización política".
"Versalles" fue un argumento empleado desde 1919,
especialmente por Adolf Hitler y el ascendente nacionalsocialismo. "Hoy
se puede dar por seguro que «Versalles» fue como poco un factor
condicionante para el estallido de la Segunda Guerra Mundial", afirma
Kraus.
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