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miércoles, 24 de junio de 2015

DEPORTES (2005) Costumbres en juego




Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas

Costumbres en juego

La Federación de Fútbol de Irán aún celebra su clasificación para el Mundial de Alemania 2006. La repercusión que ese campeonato tiene en el pueblo iraní provoca una gran alegría, pero al mismo tiempo alertó a los dirigentes. Es que el impacto de la imagen triunfalista de sus jugadores tiene muchos rebotes desde lo social. Y antes de que el aspecto de sus futbolistas instale en la gente modas occidentales -muchas lejanas a los preceptos del islam-, la Federación estableció una serie de obligaciones para los integrantes de la selección.
El comunicado indica: "Serán suspendidos de sus clubes y no podrán ser citados para la selección aquellos jugadores que usen barbas extrañas, vistan pantalones ajustados, camisetas con marcas occidentales y colgantes llamativos".
Ali Karami, iraní que juega en Bayern Munich, que tiene el cabello largo, dato que sería intrascendente en otras ocasiones, pero que se convierte en vital en esta historia, ya rechazó públicamente la regla: "Si la Federación me invita a jugar de la manera que soy, entonces estaría más que encantado de dar todo por mi selección. Si no, no lo haré".
¿Alguien puede creer que un seleccionado se prive de su mejor figura por algo así? El mundo árabe es tan distinto del que conocemos que la primera impresión ante la rigidez por la indumentaria o el rechazo a cierto estilo nos resulta chocante. Más aún si el fundamentalismo lleva la cosa un poco más allá. Es el caso de la tenista Sania Mirza, de 18 años, de la India, que fue considerada "antiislámica" por un grupo musulmán debido a que utiliza minifaldas, camisetas de colores sin mangas y tiene un aro en la nariz.
El grupo islámico Jamaat-e-Ulema-e-Hind lanzó una fatwa sobre ella. Una fatwa es un pronunciamiento legal en el islam, emitido por un especialista en ley religiosa. El experto en este caso fue Siddiqullah Chowdhry, clérigo jefe de la agrupación antes mencionada, que consideró: "Una mujer musulmana puede quitarse el velo en ciertas ocasiones, pero no de la manera en que lo hace ella, yendo y jugando por donde sea. La ropa que Mirza usa en las canchas de tenis no sólo no cubre gran parte de su cuerpo, sino que no deja nada para la imaginación".
Mirza despertó el fervor de las adolescentes indias, que quieren imitarla, pese a que los musulmanes son minoría en la India (130 millones sobre un total de mil millones de habitantes). Ella responde: "No quiero que me juzguen por mi religión o mi minifalda. Igual, me siento una buena musulmana, rezo cinco veces por día. Considero que jugar al tenis con minifalda o vivir como lo hago no me hace peor".
La jovencita debe ir ahora a todos lados con un guardaespaldas, ya que, según el periódico español El País, recibió amenazas de muerte. Ya una simple prohibición parece ilógica; llegar a las amenazas es demasiado.
Pero si llevamos la situación a nuestro ámbito puede que nos encontremos con alguna sorpresa. ¿Qué tan libre o riguroso se muestra el resto del mundo? Empecemos por mirar en nuestro país. No tan lejos en el tiempo, exactamente hace diez años, el entrenador de la selección nacional Daniel Passarella les prohibió a los jugadores de su equipo utilizar aritos o llevar el pelo largo. Gabriel Batistuta, Juan Pablo Sorin y Luis Alberto Carranza, entre otros, cumplieron con la norma y empezaron a llevar el cabello corto para poder ingresar en el equipo. La idea de Passarella era establecer una disciplina más rígida en el plantel. Un jugador, Fernando Redondo, se negó y se quedó sin jugar en la selección.
Las trabas con las que muchos deportistas árabes se encuentran en las distintas disciplinas tienen varios ejemplos. Como la atleta argelina Hasiba Bulmerka, que ganó la medalla dorada en 1500 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona y luego debió abandonar su país porque se mostró públicamente con pantalones cortos. O aquel equipo de fútbol juvenil paquistaní que participaba en una gira por Afganistán en 2000 y vio cómo un grupo de soldados talibanes ingresaba en la cancha para arrestarlos y luego raparlos, porque dejaban ver sus rodillas.
Ahora bien, ¿quién no tiene prohibiciones? ¿Es posible que algunos deportes sean discriminatorios con los musulmanes? En 1998, tres boxeadores afganos no pudieron participar en el Mundial porque se negaron a rasurarse la barba, que está prohibida por los reglamentos internacionales. Y este año las atletas de los Juegos Islámicos femeninos (ver aparte), enviaron una carta abierta al presidente de la Federación Internacional de Karate reclamando su voluntad de competir con el velo tradicional (hijab) y no con los uniformes de karate obligatorios que no son bien vistos por el islam.
Si uno busca con detenimiento, encontrará que son muchos los que imponen normas de indumentarias o costumbres por distintos motivos.
En la poderosa NBA, en los Estados Unidos, la Liga estableció desde este año normas de vestuario para mejorar la imagen de la competencia. El nuevo y extenso reglamento causó grandes enojos entre los jugadores, que cuando estén representando a sus equipos fuera de la cancha deberán cumplir, entre otras, con esas reglas si no quieren ser multados:
  • "Los jugadores deben vestir atuendos elegantes-casuales: camisa de vestir (con cuello), pantalones o jeans elegantes y zapatos. No se permiten zapatillas deportivas, sandalias o botas deportivas o militares."
  • "Quedan prohibidas las camisetas sin mangas, los pantalones cortos, las gorras o sombreros cuando un jugador está en el banco de suplentes, en las tribunas o durante una entrevista."
  • "También se prohíben las cadenas, pendientes o medallones sobre la ropa, los anteojos de sol en recintos cerrados y los audífonos, que sólo estarán permitidos en los ómnibus o aviones del equipo y en el vestuario."
El Andre Agassi que hoy conocemos no fue siempre igual. En sus comienzos utilizaba pantalones con tela de blue jeans, camisetas con colores fluorescentes y aros. Por rebeldía ante el estricto código de vestimenta de Wimbledon, en sus primeros cinco años como profesional sólo una vez participó en el tradicional torneo sobre césped. El prefería jugar al golf en Las Vegas durante esas dos semanas. Claro que cuando su objetivo fue ser el N° 1 en su deporte se resignó y se vistió de blanco para ganar Wimbledon.
Por religión, marketing o tradición, todos tienen sus costumbres con la vestimenta. Sólo hay que ubicarse en el lugar del otro para entenderlo y acortar esas diferencias antes de arrojar la primera piedra.  
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Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas

Seducen a los mejores gracias a los petrodólares

En los últimos años el mundo árabe se interesó en varias actividades deportivas. Desde Occidente, lo que más llama la atención es el poder económico que algunos países tienen para conseguir cualquier cosa. Si bien no tienen grandes deportistas, logran acercar con facilidad a los mejores gracias a los petrodólares.
Bahrein logró lo que parecía imposible: llevar la Fórmula 1 al medio del desierto. En 16 meses y con una inversión de 150 millones de dólares construyó un autódromo, pero además se utilizaron otros 200 millones para desarrollar la infraestructura para recibir al gran circo del automovilismo mundial (principalmente en hotelería).
Aunque actualmente no hay tanto furor, el fútbol despertó mucho interés, desde el conocido torneo por la Copa Rey Fahd, en Arabia Saudita, hasta la Liga de Qatar, que sedujo a muchos futbolistas de gran nombre, como Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia, los hermanos De Boer, etcétera.
Bahrein y Qatar nacionalizaron a varias decenas de atletas, muchos de ellos medallistas olímpicos. Etíopes, marroquíes y keniatas cambiaron de bandera ante las grandes ofertas. Son los casos de Rashid Ramzi (de Marruecos a Bahrein), Maryam Yusuf Jamal (de Etiopía a Bahrein), Saif Saaeed Shaheen (de Kenia a Qatar), entre otros.
Otra curiosidad se presenta en la actividad hípica. En casi todo el mundo el turf se sustenta con las apuestas. Casi, porque en los países árabes no se puede apostar. Y surge una paradoja: la serie de carreras que reparte en un día la mayor suma en premios es la que se realiza en los Emiratos Arabes Unidos. En Nad al Sheba, el hipódromo de Dubai, cada marzo, desde hace diez años, se corre el festival por la Dubai World Cup, la competencia más rica del planeta, con US$ 6 millones a repartir, 3,6 para el ganador. Semejante recompensa atrae a muchos de los mejores caballos de Europa, EE.UU. y América del Sur. Un argentino, Sei Mi, propiedad del sultán Mohammed al Kabeer, de Arabia Saudita, fue segundo en 2002. .
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Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas

El deporte sexista

Jean Pierre Seppey, ex gerente de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB), sorprendió con un pedido en una reunión antes de un campeonato mundial: "Debemos ser más fashion. Es para la televisión". Por un pedido de los compradores de los derechos de TV, el suizo impulsó la regla que se aprobó en el Congreso de la FIVB. Los equipos de varones y mujeres estaban obligados a utilizar ropa más ajustada. En algunas ligas femeninas pasó a ser obligatorio el uso de bombachones para que las jugadoras lucieran más llamativas.
"No se trata de machismo, sino de enfatizar con la indumentaria los valores del voleibol: poder y velocidad", indicó el poco creíble comunicado de la FIVB. Es más, en el último Mundial, los seleccionados de Brasil, Bulgaria, Croacia, Italia y Rusia tuvieron que pagar multas de 3000 dólares por utilizar "camisetas demasiado holgadas".
En España, por ejemplo, la diputada del PSOE María José López llegó a presentar en 2002 un informe al gobierno sobre el "body" que utilizó la selección femenina de basquetbol en el Mundial de ese año. Es que los españoles estuvieron pendientes sólo de eso y no del quinto puesto que el equipo consiguió en la competencia en China. Las jugadoras, contrariamente a lo que muchos pensaban, emitieron un comunicado explicando que preferían esa ropa a las anteriores vestimentas, que "mostraban mucho más el cuerpo".
Ni que hablar entonces de la norteamericana Serena Williams, que sorprende en cada uno de los Grand Slam con un novedoso "modelito", siempre listo para escandalizar y disparar las ventas de la firma que la viste.
En junio de 2001, Andrew Shelley, presidente de la Asociación Internacional de Jugadoras de Squash, le pidió a Vicky Botwright que jugara el Open Británico con una tanga, para atraer la atención y, naturalmente, nuevos sponsors.
Sobre este punto radica una importante presentación de la Federación Islámica del Deporte Femenino, que pidió el apoyo a los diseñadores de las grandes marcas para la creación de vestimentas "religiosamente correctas", como hijabs en stretch, conjuntos completos para la natación y pantalones largos para el atletismo. Gracias a los trajes de baño integrales, Paquistán tuvo en Atenas 2004 su primera representante en natación, Raza Rubab, que finalizó en el 59° lugar entre 75 participantes en los 50 metros libre.
Faezeh Hachemi, hija del ex presidente iraní Rafsandjani y creadora de los Juegos Islámicos femeninos, explicó: "Un cuarto de las mujeres del mundo es discriminado por las autoridades deportivas, que hicieron del modelo occidental el único referente en materia de competiciones internacionales, especialmente de Juegos Olímpicos".
Esos juegos se disputaron este año en Teherán, Irán. Participaron más de 1000 atletas y por primera vez se permitió que las mujeres no utilizaran velo para la competencia. Eso sí, el gobierno iraní prohibió que los deportes fueran presenciados por hombres, así como también la transmisión de imágenes de esa competencia. No hubo fotos ni grabaciones. Sólo se pudieron ver por televisión los deportes en los que la vestimenta es permitida por los preceptos del islam: el golf y el tiro.
Allí radica el principal problema para que las marcas se interesen en confeccionar ropa especial para las deportistas árabes: ¿cómo vender un producto que no pueden televisar ni publicitar? Por el momento, ellas están atrapadas entre un mundo que quiere conservar sus preceptos y otro que no está dispuesto a moverse si no le ofrecen ganancias. .
 
 
 

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