Traducir

martes, 30 de junio de 2015

ETIOPÍA 2011 Etiopía, la tierra de los mil secretos

Viajes

Etiopía, la tierra de los mil secretos

De las primitivas tribus del valle del Omo a la modernidad de Addis Abeba, un recorrido entre leyendas, paisajes y antiguas tradiciones
El eco de los cánticos retumba en las paredes de piedra de un antiguo templo en penumbras. A la luz de las velas, hombres y mujeres cubiertos con túnicas y velos blancos se arremolinan detrás de sacerdotes y enormes cruces de bronce, en un rito que permanece tan vivo como hace cientos de años.
Estamos en Lalibella, pequeña población del norte de Etiopía, considerada un lugar sagrado por los fieles de la Iglesia Ortodoxa Etíope. Aquí se encuentra uno de los mayores tesoros de este país de secretos y costumbres milenarias: once iglesias subterráneas, talladas directamente sobre la roca, que recuerdan las de Petra, en Jordania.
La joya del conjunto, el santuario de Bet Giorgis, es un templo en forma de cruz griega que se contempla desde lo alto, antes de descender y perderse por sus recovecos. La historia cuenta que, en el siglo XII, el rey Lalibella quiso construir su propia Jerusalén y convertir la ciudad en un centro religioso; para eso, ordenó excavar un grupo de templos sobre el suelo rocoso. La leyenda dice que fue ayudado por una cuadrilla de ángeles. En Etiopía, mito y realidad se confunden constantemente.
Este bello país del Cuerno de Africa es uno de los más pobres del mundo, pero sorprende a cada paso con su historia poblada de leyendas, la riqueza y diversidad de su cultura y paisajes, y la profunda religiosidad de su gente. Aunque la mayor parte de la población es cristiana, hay también una gran comunidad musulmana entre los 85 millones de habitantes.
Claro que andar por los caminos etíopes no es fácil. Implica dejar de lado la comodidad, abrirse a lo inesperado y vivir la realidad de un país con enormes carencias. A comienzos de los años 80, Etiopía fue noticia cuando sufrió una intensa hambruna debido a una sequía sin precedente. Desde entonces, su simple mención remite en el imaginario popular a niños famélicos y grandes extensiones desérticas, pero aunque la gran mayoría de la población vive en una profunda pobreza, la antigua Abisinia es mucho más que eso.
Etiopía no sólo es la cuna de la humanidad, lugar de origen de Ardi -el ancestro más antiguo del hombre- o de su antecesora Lucy (ver Apuntes). En su historia también resuenan ecos bíblicos: la leyenda dice que la reina de Saba -mencionada en la Biblia- reinó en Etiopía, y que en ese antiguo feudo, situado en la ciudad de Aksum, un viejo monje custodia hoy el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley.
Si hablamos de historia reciente, Etiopía es el único país de Africa que no fue colonizado, hecho que los etíopes viven con un inmenso orgullo. La fugaz ocupación italiana, entre 1935 y 1941, dejó como legado la pasta y la pizza, el ciao como saludo, y algunos rastros en la arquitectura.

La ruta santa

Recorrer Etiopía en transporte público es una aventura no apta para ansiosos. Es preciso llegar a la terminal de madrugada para asegurarse un lugar, ya que los pasajes se venden con anticipación, pero no son numerados. El autobús no tiene horario fijo de partida, y sólo cuando está completo se pone en marcha.
Las rutas del circuito histórico-religioso del Norte están prácticamente desiertas. Durante más de 10 horas de viaje, no vemos automóviles ni camiones. A veces, un vehículo 4x4. Mujeres y niños caminan al costado de la ruta, acarreando bidones con agua o montones de leña. En los campos sólo se ven arados tirados por bueyes. No existe la maquinaria agrícola en un país donde el 85 por ciento de la población vive en zonas rurales, sobre la base de una agricultura de subsistencia, en viviendas de adobe y paja y con grandes problemas para acceder al agua. Los cortes de energía son habituales en todo el país.
Ya en Bahar Dar, la ciudad sorprende con sus bellas avenidas con palmeras, el orden y la prolijidad. Es uno de los principales centros urbanos del país, y el lugar donde hacer base para visitar las cataratas del Nilo Azul y los monasterios que rodean el lago Tana. En una pequeña lancha es posible hacer un recorrido por algunos de los 17 templos -la mayoría construidos entre los siglos XVI y XVII- ubicados en algunas de las 30 islas que rodean el lago. Un monje oficia de guía por los rústicos santuarios, que impactan con los vibrantes colores y la belleza de las antiguas pinturas con motivos religiosos que adornan paredes y techos.
El siguiente destino es Gondar, otra importante ciudad, antigua capital de los emperadores cristianos de Etiopía entre los siglos XVI y XVIII. Sorprende encontrarse con un bello castillo de estilo medieval en medio de Etiopía. Se trata del Palacio del Emperador Fasiladas, dentro del imponente Recinto Real, que junto con otros cinco castillos fueron construidos con la colaboración de los portugueses, que llegaron a la región para ayudar a combatir una invasión musulmana en el siglo XIV.
Un camino de ripio no apto para huesos frágiles nos conduce hacia Debark, 150 kilómetros al norte de Gondar. En esta pequeña aldea se contrata todo lo necesario para hacer trekking y acampar en el Parque Nacional de las Montañas Simien, con alturas de hasta 4500 metros. Montañas que se extienden más allá de la vista, desfiladeros empinados, y los curiosos monos gelada, que se mueven en manadas, hacen de ésta una excursión imperdible.
Aksum, antigua sede del imperio aksumita, que dominó el comercio entre Asia y Africa y tuvo su apogeo entre los siglos III y VI, es la ciudad visualmente menos atractiva del recorrido. Pero aquí es donde otra vez la leyenda se mezcla con la historia: en una pequeña capilla del complejo de Santa María de Sion los etíopes juran que duerme el Arca de la Alianza, una creencia que nadie se atreve a poner en duda. También sostienen que sólo el monje que custodia la capilla es la persona autorizada para verla. La leyenda dice que fue el rey Menelik, hijo de la reina de Saba y del rey Salomón, quien trajo a Etiopía el Arca desde Jerusalén.
Según algunos historiadores, esta mítica soberana -una figura muy presente en la cultura etíope- reinó en Aksum en el siglo X a.C. Hoy es posible ver allí ruinas de su antiguo palacio, descubiertas por arqueólogos alemanes en 2008, y decenas de obeliscos, de más de mil años de antigüedad, perfectamente conservados, que señalan antiguas tumbas de reyes.
Dejamos atrás el espíritu religioso del Norte y emprendemos camino hacia el más pagano Sur. Pero antes hacemos una parada en la caótica capital, Addis Abeba. Esta ciudad, sede de la Unión Africana, es uno de los destinos preferidos en Africa por diplomáticos y expatriados, por su vida nocturna, sus lujosos hoteles cinco estrellas, y la seguridad que ofrece en comparación con otras capitales africanas. Los rastros del pasado comunista son todavía evidentes en la arquitectura gris de la ciudad, mientras la incipiente modernidad de los centros comerciales contrasta con la imagen de cabras pastando en Meskal Square, en pleno centro.
Después de una caminata por Piazza, el barrio de herencia italiana, desordenado y desprolijo como todo en Addis, una buena idea es disfrutar de una celestial pasta en el elegante restaurante Castelli, el mejor de la ciudad. Sabemos que durante el resto del viaje la comida etíope será la única opción en muchos lugares.
A la entrada del lugar, una foto del dueño del restaurante junto a Angelina Jolie y Brad Pitt -de cuando la pareja de actores visitó el país para buscar a su hija etíope- recuerda al viajero que este país se ha convertido en un destino de moda para las adopciones. En el hotel donde nos hospedamos abundan parejas de extranjeros con sus niños recién adoptados.
Después de comer es tiempo de saborear el exquisito café etíope. El codiciado grano es originario de Etiopía, de la antigua región de Kaffa, e incluso en los parajes más recónditos es delicioso. La coffee ceremony, que incluye el tostado y la molienda de los granos, es un rito cotidiano, infaltable en cualquier hogar etíope.
La exportación de café constituye el principal ingreso de divisas para la empobrecida economía de este país. En los últimos años, un próspero e incipiente mercado de exportación de flores también instaló buenas perspectivas de crecimiento económico.

Hacia el remoto Sur

Arba Minch, la ciudad más importante del Sur, es la primera parada antes de aventurarnos a descubrir las primitivas tribus del valle del río Omo, los karo, banna, mursi o hamer, y sus bulliciosos mercados. Hipopótamos y enormes cocodrilos observan de reojo mientras paseamos en un frágil botecito por el lago Chamo. Al día siguiente, el viaje sigue hacia las remotas aldeas del Sur, por caminos de ripio y tierra casi inexistentes.
Llegar a Turmi, corazón de la etnia hamer, es entrar en un lugar en el que el tiempo parecería haberse detenido. Sentados en un rústico bar -cuatro simples bancos sobre suelo de tierra- vemos pasar a las bellísimas mujeres hamer, de rasgos angulosos y cuerpos perfectos, vestidas con faldas de cuero de cabra, adornadas con collares y ornamentos tradicionales. Llama la atención su cabello, teñido de color marrón rojizo con tinturas naturales.
Los hombres caminan todos con su borkoto en la mano, un pequeño objeto de madera que utilizan como almohada o asiento. Y aunque mantienen las mismas costumbres desde hace miles de años, los hamer ya saben cómo aprovechar el escaso turismo que llega hasta allí y ofrecen posar para fotos a cambio de dinero.
Nuestro último destino será Harar, al este del país, a pocos kilómetros de la frontera con Somalia. Caminar dentro de la antigua ciudad amurallada, perderse en los callejones blancos y laberínticos, y descubrir sus más de 90 mezquitas nos hace olvidar por un momento que estamos en Etiopía. La ciudad vieja tiene una atmósfera y una arquitectura muy diferente del resto del país.
Harar es el centro espiritual de la comunidad musulmana etíope, y fue el último refugio del poeta francés Arthur Rimbaud, a donde llegó en 1884 y vivió durante siete años antes de enfermar y regresar a París. La visita obligada será el Museo Rimbaud, una vieja casa reciclada con buen gusto, donde se exponen fotografías y muestras sobre su vida.
Los hararis son conocidos por ser grandes consumidores de chat, una planta de propiedades estimulantes. Su consumo es un hábito extendido en todo el país. Los hombres etíopes pasan horas sentados mascando sus hojas. Y aunque en algunos países está prohibido, en Etiopía su consumo es legal.
Harar fue un importante centro comercial que servía de punto de encuentro entre Africa, la India y el Lejano Oriente. Hoy es célebre por la calidad del café que allí se produce, por la cerveza, y por la cantidad de sastres que, con sus máquinas de coser y metros de coloridas telas a la vista ofrecen sus servicios en los viejos callejones.
Etiopía, la tierra del sol eterno y los caminos imposibles, no será un destino fácil para el viajero. Pero esconde tesoros para quien se aventure a descubrirlos.
Más información www.lonelyplanet.com/ethiopia

DATOS UTILES

Cómo llegar. No hay vuelos directos desde Buenos Aires. Se puede volar hasta Johannesburgo (US$ 1600, South African Airways), y conectar con un vuelo hasta la capital etíope (US$ 1100, Ethiopian Airlines). Los argentinos pueden solicitar la visa (US$ 20) en el aeropuerto de Addis Abeba.
Salud. Llevar un certificado oficial de vacunación contra la fiebre amarilla. En algunas regiones hay riesgo de malaria, por lo que se recomienda asesorarse sobre medicación antes de viajar.
Dónde dormir. La infraestructura turística es mínima. Hoteles simples, con baño privado y sin lujos se encuentran en todo el país. A no desesperar por los frecuentes cortes de energía.
Cómo moverse. Las distancias son grandes y el transporte es precario, pero lo mejor es subir a los ómnibus y armarse de paciencia. La otra opción, más costosa, es alquilar un todoterreno.

APUNTES

  • En 2009 se confirmó que el ancestro más antiguo del hombre vivió en Etiopía. Se trata de Ardi, un homínido que vivió hace 4,4 millones de años, cuyo esqueleto fue hallado en 1994. Antes de Ardi fue encontrado el fósil de Lucy, de 3,2 millones de años. El hallazgo se produjo en Etiopía en 1974, a unos 72 kilómetros de donde se encontró a Ardi 20 años más tarde.
  • El presidente Meles Zenawi, enquistado en el poder desde hace 19 años, volvió a ganar las elecciones en mayo de 2010 con el 99,6% de los votos, en medio de acusaciones de fraude y fuertes críticas por su política de derechos humanos, persecución a políticos y prensa opositora. La ONU anunció en febrero que casi 3 millones de etíopes necesitarán ayuda alimentaria de emergencia este año, debido a la sequía en algunas regiones.
  • La base de la alimentación etíope es el injera, una especie de gran panqueque hecho a base de un cereal llamado tef. Se come con la mano, acompañado de carne -generalmente cordero- con salsa. La versión vegetariana es el shiro, una preparación con garbanzos. En la capital hay variedad de opciones, pero en algunas aldeas todo se limita a la comida etíope, o a lo sumo un plato de fideos.
Por Dolores Tillousrevista@lanacion.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario