APORTES TEÓRICOS PARA ANALIZAR EL ISLAMISMO
Revista Mundus. Rosario, julio-agosto de 1998
Lic.
Luciano Zaccara*
El debate
teórico sobre la conceptualización y definición de fenómenos del resurgimiento
de la identidad islámica, es el más extenso de la problemática de los países
islámicos. A pesar de ser un fenómeno ya con historia, no existe un consenso
sobre cuál es la manera más correcta de definirlo. La diversidad de nombres que
se han utilizado tanto en los medios académicos como periodísticos ha provocado
que a menudo se usara el mismo término para definir situaciones completamente
distintas, y en otros casos que diferentes conceptos, cuyas implicaciones
teóricas eran incluso contradictorias, fueron utilizadas indistintamente para
analizar un caso. Es así como que los
adjetivos tales como tradicionalistas y radicales, conservadores y moderados,
fundamentalistas e integristas, acompañaron los sucesos de los países islámicos
sin muchas aclaraciones sobre sus contendidos teóricos. Los términos más
difundidos son: Fundamentalismo, Integrismo e Islamismo, también son utilizados
pero en menor medida: Tradicionalismo, Islam Radical e Islam Político.
El término tradicionalismo
denotaría un retorno a las tradiciones islámicas que tomadas en su totalidad,
representarían su acumulación a lo largo de los 13 siglos de vida del Islam.
Pero según las propuestas de los diferentes movimientos, lo que se busca es un regreso a los orígenes del Islam, retorno que significa “beber de las fuentes de
los primeros siglos del islam o sea más allá de las tradiciones.” (PIERUCCI,
1991: 12). Una purificación de las costumbres adquiridas a lo largo de los
contactos con otras culturas, y a lo sumo un retorno a las tradiciones de la
época de Mahoma y los cuatro califas “bien guiados”, en los albores del Islam.
Y si tomamos como punto de referencia el Islamismo de la Revolución Iraní,
conjugado con las características particulares del shiismo, tenemos que la
institución de velajat e faqih (guardián
de la jurisprudencia), es algo totalmente alejado de las tradiciones. “Muy por
el contrario ente Islam”tradicional”, también llamado “Islam heredado” y
“arcaico”, representa a los ojos de los activistas radicales de hoy un
obstáculo al desenvolvimiento de su pensamiento y su militancia” (PIERUCCI,
1991: 14).
Fundamentalismo
es el término de origen anglosajón con el que se catalogaba a las iglesias y organizaciones
protestantes que insistían en el origen divino y en la infalibilidad de la Biblia. Fue utilizado
por primera vez en los Estados Unidos en 1919, en un artículo denominado The Fundamentals.
El objetivo
básico de este grupo era el de “defender el principio de inspiración divina
plena de la Biblia
(…) la autoridad absoluta de la letra de la Biblia en la vida del cristiano” (PIERUCCI, 1991:
24). Sumado al hecho que éste término hace referencia a un grupo cristiano, lo
que implica desde el inicio una incompatibilidad en el significado, las
implicancias posteriores en cuanto a los postulados políticos de ambos
movimientos son totalmente contradictorios. Para los fundamentalistas protestantes
su militancia implicaba un “…alejamiento de la esfera política y una falta de
interés por los asuntos políticos. Su idea fija es con la escuela y con los
libros didácticos, o sea su preocupación es dogmática, doctrinaria, con la
verdad, y entonces en círculos concéntricos, con la moral privada, la moralidad
pública y por fin, no en primer lugar, la política” (PIERUCCI, 1991: 26).
Mientras que para los movimientos islamitas el retorno a la esfera política es condición sine qua non de la sociedad
islámica considerada ideal. Por otra parte el ser fundamentalista implica
que el creyente es capaz de captar el sentido verdadero de su religión leyendo
directamente de la Biblia,
dejando de lado al clero como intermediario. Si es así, el khomeinismo –y desde
mucho antes el shiismo- y cualquier otro movimiento religioso liderado por
clérigos -como los ulemas-, que reservan para sí la posibilidad de
interpretación del Corán, no tienen nada que ver con los fundamentalistas.
En la adaptación
que se ha hecho del término fundamentalismo al mundo islámico, el retorno a las
escrituras se refería al Corán y a los hadith
que se incluyen en la sunna. “Pero desde el punto de vista de
la acción, el fundamentalismo tiene un discurso moralizador y pasivo y no sueña
con la conquista del poder político, sino, como máximo, con hacerle cambiar
hacia un sentido más religioso, por la presión popular.” (SAINZ DE LA PEÑA, 1994: 253). Esta cita
que corrobora lo anterior estaría confirmando la inconveniencia de llamar
fundamentalistas a los grupos que tienen actividad política para acercarse al
gobierno de cada uno de sus estados.
No obstante
estas inadecuaciones conceptuales a la hora de analizar los hechos que tienen
que ver con el Islam, el término fundamentalismo ha pasado a ser, a partir de
los años 80, un categoría para muchos teóricos de las ciencias sociales que
como Meyer, la utilizaban para referirse específicamente “al renacimiento del
islamismo que ha tenido lugar en Irán con la caída del Sha Reza Pahlevi a manos
del Ayatollah Khomeini (MEYER, 1990: 90).
Integrismo es un término
de origen francés. Aparece en Francia en el inicio del 1910, en el medio de la
querella entre católicos intransigentes y modernistas. La fracción que más
tarde se llamaría integrista surgió como una diferenciación interna del
catolicismo intransigente, movimiento que a lo largo del siglo XIX se opuso a
todas las tentativas de conciliación entre la Iglesia católica y la
sociedad salida de la
Revolución Francesa. Su lema: no se puede transigir con los
principios.
Si bien a menudo
integrismo y fundamentalismo son utilizados como sinónimos existen diferencias.
Una depende de la rama del cristianismo a la que hace referencia -catolicismo y
protestantismo respectivamente-, otra es el ferviente clericalismo que propugnan
los integristas y otra más es el llamamiento al activismo político de los
católicos. Es decir que los integristas se parecen mucho más a los movimientos
islamistas, en cuanto a que rechazan la modernidad, aunque los primeros lo
hagan por la laicidad que la modernidad representa, y “en caso de los países de
cultura islámica, modernidad acaba siendo sinónimo de occidentalización, lo que
le confiere el estatuto de enemigo extranjero…” (PIERUCCI, 1991: 16). Otra
diferencia que surge entre el integrismo católico y el islamismo al menos en su
versión iraní, es que mientras que el integrismo católico y el islam, sino al
menos en su versión iraní, es que mientras que el integrismo es monárquico, el
khomeinismo es republicano, y derrocó precisamente a una de las monarquías más
antiguas de Medio Oriente. La adaptación del integrismo al Islam se podría
realizar en el sentido de que sería aquel “cuya lectura de los textos sagrados
es literal y rígida y que es contrario al esfuerzo de interpretación (ijtiha)
de los mismo” (SAINZ DE LA PEÑA,
1994: 255).
El término Islam político, definido por Ayubi como
“la doctrina y/o movimiento que sostiene que el Islam posee una teoría de la
política y del estado” (AYUBI, 1996: 11), sería, a mi entender un poco más
adecuado que los anteriores. El trabajo del autor mencionado puede ser tenido
en cuenta para analizar las propuestas políticas de los islamistas. La
definición Islam radical o radicalismo islámico, que es usada a menudo haciendo
referencia a propuestas o actitudes relacionadas con el regreso a la raíz o surgimiento del Islam
en tiene pos de Mahoma, es también una manera válida para denominar el fenómeno
islamista.
Islamismo sería el único
término que hace referencia explícita al Islam y que no deriva de definiciones
aplicadas al cristianismo. Islamismo es aplicado sobre todo a los musulmanes
“que no se limitan a pedir una vuelta a las prácticas piadosas y, por el
contrario, insisten en el contenido político y social del Islam” (SAINZ DE LA PEÑA, 1994: 254). En otras
palabras un islamista sería un fundamentalista que lleva adelante un proyecto
político. La ventaja que frece este término para los investigadores es que al
hacer referencia específicamente a movimientos o grupos religiosos islámicos
con actividad o intencionalidad política, se convierte tanto en una categoría
religiosa –en función de los dogmas y contenidos teóricos básicos del Islam-
como en una categoría política y social- en función de las propuestas que
realizan estos movimientos.
En consecuencia
considero como concepto más acertado a la hora de analizar los fenómenos
relacionados con el resurgimiento islámico, el término Islamismo, por haber sido acuñado específicamente por los
estudiosos europeos y magrebíes para analizar el comportamiento de los partidos
políticos y movimientos que existen en el mundo árabo-islámico, y que no puede
generar ningún tipo de equívoco con respecto a su correspondencia con otros
grupos que adscriben a una religión no islámica.
Teniendo en
cuenta lo anterior, los militantes, partidos o movimientos que se adecuen a
esta definición deberán ser adjetivados como islamistas. Esta adjetivación sin embargo debe ser utilizada con el
objetivo analítico y académico de poder estudiar este fenómeno con propiedad
sin por ello generalizar y uniformar a la gran variedad y modalidades de
partidos y movimientos que pueden ser denominados islamistas. Por ejemplo,
pueden ser denominados islamistas tanto el FIS argelino como los talibanes
afganos, tanto el régimen iraní como la monarquía saudí, por promover una
vinculación más estrecha entre política y religión y por pregonar una
purificación del Islam, pero tanto los medios como los fines difieren
notablemente, así como sus características religiosas y políticas de origen; y
muy difícilmente se pueda elaborar una descripción que los identifique a todos
uniformemente.
*Licenciado en
Ciencia Política, docente de la Cátedra Relaciones Internacionales de la Fac. de Ciencia Política y
RR. II (U.N.R.) y Becario del CONICET.
Bibliografía:
PIERUCCI,
Antonio; “Fundamentalismo e Integrismo: os nomes e a coissa”, Ponencia
presentada en el XVI Congreso Nacional de ANPOCS, Caixambú, 1991, pág. 12.
SAINZ DE LA PEÑA, Horacio en MARQUINA,
Antonio: “E´. Magreb: Concertación, Cooperación y Desafíos”. ICMA, Madrid,
1994, pág. 253.
MEYER, Thomas:
“Fundamentalismo: La otra dialéctica de la ilustración”, en DEBATS, nº 32,
junio 1990, pág. 90.
AYUBI, Nazih:
“El Islam político”, Edit. Bellaterra, Barcelona, 1996, pág. 11.
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