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viernes, 2 de octubre de 2015

VATICANO - ISLAM 2014 En la Mezquita Azul, el Papa profundizó su acercamiento al islam

En la Mezquita Azul, el Papa profundizó su acercamiento al islam

Oró junto al Gran Muftí de Estambul, en dirección a La Meca; además le pidió la bendición al patriarca ortodoxo
Domingo 30 de noviembre de 2014
ESTAMBUL.- Las manos entrelazadas debajo de su crucifijo de plata, los ojos cerrados, los pies descalzos y dos minutos de silencio que parecieron una eternidad. En una imagen que valió mil palabras y con un nuevo gesto de acercamiento al mundo islámico, tal como había hecho su predecesor, Benedicto XVI, Francisco rezó ayer en silencio en la imponente mezquita Sultán Ahmet, la más importante y simbólica para los turcos.
Lo hizo junto al Gran Muftí de Estambul, parado delante del "mihrab" de la también llamada Mezquita Azul -por los 21.043 azulejos de ese color que revisten sus paredes y cúpula-, el nicho que indica la dirección de La Meca. Reinaba entonces un clima muy distinto al que se vivió allí mismo en 2006, cuando Joseph Ratzinger realizó ese mismo gesto, definido por el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, una "adoración silenciosa".
"Esta vez hubo una atmósfera amistosa, sin problemas en el aire como en 2006", admitió Lombardi, que aludió así a la tensión que marcó la visita del papa alemán, hace ocho años, marcada a fuego por el enojo que habían provocado en el mundo musulmán sus palabras, pronunciadas en Ratisbona, sobre el profeta Mahoma y la violencia.
Francisco y el Gran Muftí, en la mezquita
Francisco y el Gran Muftí, en la mezquita.Foto:EFE
En esa oportunidad, Benedicto XVI logró sanar las heridas involuntariamente provocadas. Hubo polémicas sobre si había rezado o no hacia La Meca y el Vaticano definió su gesto, como esta vez, "una adoración silenciosa", modo diplomático de evitar incomprensiones dado que los musulmanes tienen una forma particular de orar, fórmula que se repitió ayer. "Para los cristianos, la oración puede tener formas diferentes, puede ser también silenciosa, sin señales externas y sin palabras", explicó Lombardi.
El primer papa que ingresó a una mezquita fue Juan Pablo II en Damasco, en 2001. "Entonces nos pareció a todos un evento increíble, pero ahora ya no, y es la continuación de un diálogo que es cada vez más natural y amistoso con el mundo islámico", dijo Lombardi.
Francisco visitó la imponente Mezquita Azul -la única con seis minaretes, ya que por lo general tienen cuatro- luego de llegar desde Ankara a esta metrópolis de casi 14 millones de habitantes.
En medio de un impactante dispositivo de seguridad -helicópteros revoloteando en el cielo, miles de agentes en las calles y en los techos-, el Papa fue recibido en el aeropuerto por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I (el motivo de este viaje que culminará hoy) y por el gobernador de la ciudad.
Durante el trayecto hasta la Mezquita Azul, el ex arzobispo de Buenos Aires pudo contemplar la belleza de Estambul, única ciudad en el mundo que se levanta entre dos continentes, Asia y Europa.
Más tarde, como estaba previsto, el Papa visitó otro sitio espectacular, joya de la arquitectura mundial: el museo de Santa Sofía o "Hagia Sophia", donde fue recibido por varios turistas, cristianos y locales. Allí, un guía le explicó la historia del lugar, ex basílica dedicada a la Divina Sabiduría, construida por el emperador Constantino en el año 360, luego reconstruida por Justiniano, convertida en mezquita durante el período otomano y, desde 1935, en museo.
Si su oración silenciosa en la mezquita fue un gesto que valió mil palabras, también lo fue, pero en el marco del acercamiento con la Iglesia Ortodoxa -separada de Roma desde el gran cisma del año 1054-, cuando por la tarde le pidió a Bartolomé I que los bendijera a él y a la Iglesia de Roma.
El gesto, totalmente inesperado, ocurrió al finalizar una oración ecuménica en la Iglesia de San Jorge en el Phanar, un bellísimo complejo considerado una suerte de "Vaticano" para los ortodoxos. "Y ahora le pido un favor, que me bendiga a mí y que bendiga a la Iglesia de Roma", le dijo Francisco a Bartolomé I, sorprendiendo a todo el mundo y acercándose e inclinando su cabeza para que el patriarca ortodoxo lo bendijera.
Entonces, Bartolomé, que evidentemente no se esperaba semejante acción, pareció decirle que no, que no hacía falta, lo abrazó y lo besó. Pero el Papa insistió. Volvió a inclinarse buscando de nuevo esa bendición que había pedido. Y Bartolomé, a quien había llamado "hermano", entonces le besó la cabeza paternalmente, electrizando el ambiente.
"Fue muy significativo y demuestra que el clima está cambiando y el ecumenismo -la búsqueda de la unidad entre las dos Iglesias cristianas-, está dando pasos adelante", dijo más tarde Lombardi.
El Papa hizo este gesto novedoso y "profético", según definió a LA NACION el padre Antonio Spadaro, director de la revista jesuita La Civiltà Cattolica, después de presidir una misa en la pequeña catedral católica de Estambul, donde fue recibido triunfalmente por 500 católicos presentes. Hoy, antes de regresar a Roma, el Papa visitará un centro salesiano donde se encontrará con jóvenes refugiados de Siria, Irak y otros países de la zona en conflicto, algo que compensará su deseo de visitar un campo de refugiados, algo que no pudo hacer.

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