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martes, 6 de octubre de 2015

JAPON 2014 “Hay que pedirle disculpas a Japón”

“Hay que pedirle disculpas a Japón”

PRIMER NIVELPor décadas, Japón fue el blanco de críticas de los economistas de Occidente. Pero ahora, Europa y EE.UU. lo están haciendo peor.
  • Paul Krugman - (c) The New York Times

Durante casi dos décadas, Japón ha sido visto como una lección sobre cómo no gestionar una economía avanzada. Al fin y al cabo, era la superpotencia en ascenso que tropezó. Pareció que iba camino de dominar la alta tecnología de la economía mundial; pero de un día para el otro cayó en una estanflación y deflación aparentemente interminables. Y los economistas occidentales criticaron con dureza la política nipona.
Yo fui uno de ellos; Ben Bernanke, luego titular de la Reserva Federal, fue otro. Y últimamente, suelo encontrarme pensando que deberíamos pedir perdón.
No estoy diciendo que nuestro análisis fue errado. El trabajo que publiqué en 1998 sobre la “trampa de liquidez” o el paper de Bernanke del 2000, en el que instaba a los gobernantes japoneses a demostrar una “determinación rooseveltiana”, han envejecido bastante bien. De hecho, en cierto sentido, parecen más pertinentes que nunca ahora que gran parte de Occidente experimenta una crisis prolongada muy similar a la que padeció Japón.
Occidente ha entrado en una crisis prolongada similar a la de Japón, solo que peor. Y no se suponía que esto pasaría. En los 90, estábamos seguros de que si EE.UU. o Europa Occidental vivían algo parecido a los problemas nipones, responderíamos con mucha más eficacia. Pero no lo hicimos, aun cuando teníamos como referencia la experiencia de Japón. Por el contrario, las políticas de Occidente a partir de 2008 fueron tan inadecuadas –por no decir tan activamente contraproducentes– que los errores de Japón parecen chicos. Y los trabajadores de Occidente experimentaron un nivel de padecimiento que Japón logró evitar.
¿De qué errores políticos estoy hablando? Empecemos por el gasto público. Todos saben que a comienzos de los 90 Japón trató de impulsar su economía con un aumento de la inversión pública; pero no todos saben que la inversión pública cayó a pique después de 1996 aun cuando el gobierno subió los impuestos. Fue una gran equivocación, pero insignificante en comparación con las políticas de austeridad terriblemente destructivas de Europa, o con el desplome del gasto en infraestructura de EE.UU. después de 2010. La política fiscal de Japón no hizo lo suficiente para contribuir al crecimiento; la política fiscal de Occidente directamente destruyó el crecimiento.
O consideremos la política monetaria. El Banco de Japón fue muy criticado por su respuesta lenta cuando el país cayó en deflación, y luego por subir las tasas ante el primer atisbo de recuperación. Son críticas justas, pero el banco central nipón nunca hizo algo tan disparatado como la suba de tasas decidida por el Banco Central Europeo en 2001 que contribuyó a hacer recaer a Europa en la recesión. E incluso ese error es poca cosa comparado con el comportamiento impresionantemente desatinado del Riksbank (banco central sueco), que aumentó las tasas pese a una inflación inferior a la meta y a un desempleo relativamente alto, todo lo cual, hoy por hoy, parece haber empujado a Suecia a una deflación.
El caso sueco es particularmente sorprendente porque el Riksbank eligió ignorar a uno de sus vicegobernadores, Lars Svensoon, que había advertido que una suba prematura de tasas tendría exactamente las consecuencias que tuvo.
Entonces, en realidad tenemos dos preguntas aquí. La primera: ¿porqué nadie parece haber entendido nada? La segunda: ¿por qué Occidente, con todos sus economistas famosos –y visto el antecedente japonés– provocó un descalabro peor que el de Japón?
La respuesta a la primera pregunta, creo, es que reaccionar con eficiencia a un escenario de depresión requiere abandonar la respetabilidad convencional. Las políticas que normalmente serían prudentes y virtuosas, como equilibrar el presupuesto o adoptar una posición firme frente a la inflación, se convierten en recetas para profundizar la crisis. Y es muy difícil convencer a la gente influyente para que haga ese cambio: basta con observar la empecinada obsesión de Washington con el déficit.
En cuanto a por qué Occidente hizo las cosas peor que Japón, sospecho que tiene que ver con las fuertes divisiones dentro de nuestras sociedades. En Estados Unidos, los conservadores han bloqueado los esfuerzos para combatir el desempleo, motivados por una hostilidad generalizada hacia el Estado, especialmente hacia un Estado que haga algo para ayudar a “esa gente”. En Europa, Alemania insistió con una moneda fuerte y austeridad en gran medida porque el ciudadano alemán es muy hostil a todo lo que pueda considerarse un rescate del sur de Europa.

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