EX DICTADOR DE UGANDA Murió Idi Amin, símbolo de la tiranía y la crueldad
Como presidente de Uganda, en los 70, concentró todo el poder y actuó como caudillo, fiscal, juez y verdugo. Le atribuyen la muerte de 300 mil opositores. Fue uno de los dictadores más sanguinarios de la historia.
Jorge Göttling
La gigantesca silueta de chocolate de Idi Amin se había convertido en una caricatura mucho antes de su desaparición de la escena política ugandesa, tras su debacle en uno de sus locos intentos de invadir Tanzania, en 1979. A partir de entonces, "Big Daddy", como lo llamaban sus ingratos amigos británicos, fue blanco fácil para todas las balas, todos los insultos, incluso para el periodismo con poca puntería. No hubo flores entonces y no hubo flores ayer, como las que, siendo teniente del ejército de Su Majestad británica, Amin recibió de parte del poder inglés en Kenia por haber ejecutado a centenares de hermanos negros "revoltosos".
Idi Amin Dada murió ayer en un hospital de Yedda, en Arabia Saudita, el país donde se había exiliado veinte años atrás. Lo traicionaron sus riñones, luego de castigarlo con una larga enfermedad. Lo acompañaba la mitad de sus 50 hijos.
Había nacido el 1° de enero de 1928 en una casa del barrio de Arua, en el lejano y agreste distrito de Uganda. En el paraje había mayoría musulmana y así el niño recibió las reglas morales del islam. Desde siempre tuvo un privilegiado físico: a los 18 años, cuando se incorpora al batallón de Fusileros del Rey, medía 1,95 y pesaba 125 kilos. Ya en la tropa, entrenada por los ingleses, fue campeón de peso pesado de Uganda e integró el "pack" del equipo nacional de rugby.
Sucedió lo inevitable: cada golpe en el ring equivalía a un ascenso. Así pasó de recluta a cabo, y de cabo a sargento. Luego, a la hora de matar, ingresó en el escalafón de oficiales. Cuando en 1963 se eclipsó el dominio británico en Uganda, ya había conseguido las estrellas de capitán y un aceitado curso de político para su futuro accionar. Firme, fuerte, feroz, obediente y disciplinado. Esa aplicación lo lleva a Israel, donde siguió un avanzado curso de paracaidismo. En 1966, cuando su país penetró en la lucha fratricida, Idi Amin era coronel y tenía invalorables amistades políticas: una de ellas, el doctor Milton Obote. Asume la comandancia del ejército, destrona al "kabaka" (rey) y abre las puertas a la República de Uganda, cuyo primer presidente sería Obote.
En enero de 1971 tumbó a su mentor para convertirse en presidente vitalicio de un país al que llamaban "La Perla Negra de Africa". Ningún otro país africano resume la belleza y el misterio de ese continente como Uganda. Allí, el lago Victoria da nacimiento al Nilo Blanco, cuyas aguas se tornan blanca espuma en las imponderables cataratas de Murchison, en el mismo comienzo de su largo viaje hacia el Mediterráneo. Los Montes Ruwenzori, conocidos como "las montañas de la Luna", se elevan con sus helechos gigantescos y sus nubes permanentes.
Absolutamente orate, Amin se lanzó a la satánica carrera de honores. Además de primer mandatario, fue caudillo, dictador, superministro, fiscal, juez, verdugo, doctor "honoris causa" y deportista. Acaparó todas las jerarquías de su virginal país para demostrar que el poder era uno solo y estaba en sus dos puños. Esos puños quebraron muchas nucas y más de 300.000 opositores cayeron por las balas disparadas por el régimen.
Demente y payaso, Idi Amin fue protagonista de historias de un pago imposible. Envió un telegrama a legisladores escoceses ofreciéndose como rey, cargo que, dijo, aceptaría con orgullo. En Uganda fundó su poder con dos cuerpos especiales, en la práctica, dos unidades de asesinos: la Brigada de Seguridad Pública y el Bureau de Investigaciones Estatales.
Se pueden contar por centenares los abusos, crímenes, torturas y denigraciones. Su crueldad fue su perfil: en 1973, una de sus esposas, Kay, fue repudiada por Amin estando encinta. Para no quedar fuera de la ley, intentó un aborto. Amin la secuestró de la clínica, ejecutó al médico y a las enfermeras y la llevó a su Palacio. Allí, en presencia de cien de sus funcionarios, fue descuartizada a hachazos por un verdugo, a la vista de dos de sus pequeños hijos que fueron llevados por Amin "para que sepan lo que les pasa a las malas esposas".
En 1976, cuando se mezcló en una extraña aventura con guerrilleros palestinos que habían secuestrado en vuelo un avión de línea israelí y aterrizaron en Entebbe, sufrió el peor nocaut de su carrera: un cuerpo especial israelí copó el aeropuerto, rescató a las víctimas del secuestro y se retiró victorioso en las narices de la tropa ugandesa. La represalia de Amin fue el asesinato de la única pasajera del avión que no estaba en el aeropuerto cuando llegaron los comandos, una anciana enferma que había sido internada.
El dictador lanzó ataques contra Tanzania, en 1979: creyó que su regimiento de elite conquistaría el país vecino con música de gaitas y sin tiros. Pero se equivocó y su especial circuito se cerró. Cuando partió al exilio nadie lloró.
Diario "Clarín" Buenos Aires, 17 de agosto de 2003. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario