Domingo 23 de enero de 2005
El mundo
Condoleezza Rice: la nueva dama de hierro
La
nueva jefa de la diplomacia estadounidense forjó su carácter junto a
los campos de algodón de la segregacionista Alabama. Amante de la música
y experta en Rusia, ambiciona alcanzar la presidencia de su país
Una noche de 1987, Brent Scowcroft, un ex asesor de seguridad nacional
de la Casa Blanca, asistió a una cena en la Universidad de Stanford con
muchos de los mejores especialistas en política exterior del país. La
conversación le resultó "soporífera" hasta el momento en que intervino
una joven miembro del cuerpo docente de ciencias políticas.
"Era una chica para atender", recordó Scowcroft. "Caramba que sabía
expresar sus opiniones. Me dije: ?He aquí a alguien que vale la pena
conocer´". Era la doctora Condoleezza Rice
Aquella era la época en la que Mikhail Gorbachov y Ronald Reagan empezaban a poner fin a la Guerra Fría. Rice era experta en la Unión Soviética y Scowcroft advirtió que sus opiniones coincidían con las de ella. La mujer entendía perfectamente la política del poder. "Distinguía en qué podíamos cooperar y en qué no", recordó.
Quedó tan impresionado que, cuando el recientemente elegido George Bush lo invitó a ocupar nuevamente el cargo de asesor de seguridad nacional, "una de mis primeros llamados fue el que le hice a Condi Rice". Como directora de asuntos soviéticos en el Consejo de Seguridad Nacional, la tarea de Rice era guiar al nuevo presidente para que siguiera el ritmo, rápido y cambiante, de los acontecimientos en Moscú a medida que el bloque comunista se derrumbaba. Muy pronto Rice se convirtió en amiga personal de la familia Bush.
Doce años más tarde, cuando el hijo de George Bush, George W., fue elegido presidente, la designó asesora de seguridad nacional, y una vez más su capacidad de transformar temas complejos en explicaciones fácilmente comprensibles la convirtieron en una persona indispensable y muy valorada en el Despacho Oval.
¿Cómo hizo una muchacha negra, nacida en el segregacionista Sur Profundo, para alcanzar tales alturas? No sólo es la primera mujer negra que ocupa el cargo de secretaria de Estado, sino que también se la considera potencialmente la primera persona negra, y mujer, que puede llegar a la presidencia de los Estados Unidos.
Imaginen esta escena: es el año 1867 en una plantación de algodón en Alabama, durante la guerra civil. En la casa del amo, los esclavos buscan lugares para esconder la platería. Afuera, se esfuerzan por ocultar alimentos. Los triunfantes soldados de la Unión están cerca, robando todo lo que encuentran a la vista. Julia, la hija mestiza del propietario blanco de la plantación y de una de sus esclavas negras, está reuniendo los caballos de la familia y llevándolos a un escondite que sólo ella conoce...
Así podrían verse los primeros minutos de una versión fílmica de la historia de Condoleezza Rice, presentando a su bisabuela Julia, una niña nacida en la esclavitud. La habilidad de Julia para esconder los caballos se ha convertido en parte de los relatos transmitidos de generación en generación en la familia Rice. Y lo mismo ha ocurrido con otra cosa: el afán por la educación.
Julia sabía leer y escribir, y estaba decidida a progresar y perfeccionarse. Emancipada por la victoria de la Unión, se casó con otro ex esclavo e infundió el gusto y el respeto por el estudio a sus nueve hijos, que se mantuvieron incólumes como parte de su legado hasta el momento en que nació su bisnieta Condoleezza, el 14 de noviembre de 1954.
Mucha gente supone que por el hecho de que Condi Rice creció en Birmingham, Alabama -que en las décadas de 1950 y 1960 era la ciudad más segregada del Sur y un punto focal del movimiento por los derechos civiles-, tuvo una infancia penosa y sólo vio la luz de una oportunidad cuando el movimiento por los derechos civiles empezó a ser fructífero. Pero ella repite que no fue así: su éxito no dependió de la lucha por los derechos civiles sino de su propio legado familiar.
Cuando nació, ya había en su familia tres generaciones con educación universitaria, incluyendo maestros, pastores y abogados. Su padre, John Rice, era ministro presbiteriano y maestro. Su madre Angelena también era maestra: enseñaba música y ciencias. Ella fue quien ideó el nombre Condoleezza a partir de la notación musical italiana "con dolcezza". La niña rápidamente se convirtió en "Condi" para todo el mundo.
La familia vivía en Titusville, un vecindario de clase media negra de Birmingham, una comunidad estrechamente unida en la que los Rice protegieron a su hija de la dura realidad de la segregación. Era una cultura en la que muchas familias negras enviaban a sus hijas a la universidad antes que a los hijos, sabiendo que las mujeres negras tendrían mejor trato porque los blancos no las consideraban una amenaza como a los hombres.
Al igual que sus vecinos negros, los Rice se dedicaron a criar una niña fuerte y segura, exponiéndola a todos los elementos de la cultura occidental: música, ballet, lenguas extranjeras, atletismo y todos los grandes libros. Angelena Rice se dedicó enteramente al desarrollo intelectual y artístico de su hija. Con las lecciones de piano y un completo estudio de otros temas, Condi consiguió mucha autodisciplina incluso antes de empezar la escuela. "Era un ambiente muy controlado, con clubes infantiles y lecciones de ballet y grupos juveniles y la iglesia todos los domingos", rememoró más tarde.
Sus parientes recuerdan que leía desde muy pequeña, pero Rice ha relatado que aprendió a leer música antes que libros. "Mi madre, mi abuela y mi bisabuela tocaban el piano", dijo.
A los cuatro años Condi ya dominaba una cantidad de obras musicales y había ofrecido su primer concierto. Pasaba más tiempo en su casa -practicando piano y francés- que las otras niñas del vecindario. Dos de ellas, que vivían enfrente, recordaron que la "esperaban horas para que terminara con su último Mozart o Beethoven y saliera a jugar".
"Mis padres eran muy estratégicos -dijo Rice-. Yo debía estar bien preparada, y por cierto iba hacer tan bien todas esas cosas que la sociedad blanca respetaba que eso me protegería del racismo. Sería capaz de enfrentarme con la sociedad blanca en sus propios términos."
Los negros habían ganado el derecho al voto en 1869, después de la guerra civil, pero los estados del Sur sorteaban lo establecido por la ley. Y cuando el presidente Harry Truman instrumentó políticas de integración racial en 1948, los poderosos demócratas sureños se dividieron para enfrentarlo, decididos a impedir que los negros pudieran votar. Rice relata que cuando su padre intentó afiliarse como demócrata en 1952, el empadronador le dijo que para hacerlo debía adivinar la cantidad de guisantes que había dentro de una lata. La reacción del padre de Condi fue afiliarse al partido republicano.
Cuando el gobernador de Alabama, George Wallace, se opuso a la orden de una corte federal que disponía la integración racial en las escuelas de la ciudad, las explosiones fueron en aumento. El Ku Klux Klan puso bombas en las casas de los negros que habían empezado a mudarse a vecindarios blancos. Al mismo tiempo, empezaron a proliferar los grupos armados de vigilantes blancos llamados "patrulleros nocturnos", que recorrían en auto los barrios negros, disparando e incendiando. John Rice y sus vecinos, también armados, protegían las calles de noche.
El recuerdo de su padre en esa circunstancia subyace a la actual oposición de Rice al control de armas. Si esas armas hubieran estado registradas, argumenta, Bull Connor hubiera tenido el derecho legal de requisarlas, eliminando así un medio de defensa de la comunidad negra. Para la gente negra de Birmingham, especialmente para los niños, el año 1963 fue aterrador. "Esos terribles acontecimientos marcaron a fuego mi conciencia", declaró Rice. "Tuve muchos días sin clase a causa de las frecuentes amenazas de bombas en mi escuela segregada. El piano era mi único solaz".
"Estoy muy agradecida a mis padres, que me ayudaron a pasar ese período -dijo con respecto a su infancia en Birmingham-. Me explicaron cuidadosamente lo que estaba ocurriendo, y lo hicieron sin amargura. Era evidente que la educación era la única salida... Entre nosotros, entre los niños con los que crecí, nadie dudaba de que iríamos a la Universidad... una universidad integrada, como cualquier otro estadounidense".
En su caso, la universidad estaba a más de 1600 kilómetros de distancia, en las montañas de Colorado. Rice ya conocía Denver, ya que había aprendido allí patinaje artístico durante los cursos de verano de su padre. El patinaje artístico se convirtió en otro de sus grandes entusiasmos. "Creo que aprendí más de mi fracasada carrera de patinadora que de cualquier otra cosa", señaló en una oportunidad. "El atletismo ofrece una clase de disciplina única."
En el plano académico, pasó con celeridad por sus años de educación en Denver, disfrutando por primera vez de la educación integrada, y a los 15 años había obtenido el puntaje necesario para ingresar a la Universidad. Allí, asistió a una clase que cambió toda su vida: introducción a la política internacional. Un día, el tema era Stalin y el profesor era Josef Korbel, un ex diplomático checo cuya hija, Madeleine Albright, se convertiría luego en la primera secretaria de Estado estadounidense. "Todo encajó -dijo Rice-. Recuerdo haber pensado que Rusia era un lugar del que quería saber más. Fue como el amor... no puedo explicarlo, una atracción inmediata."
A los 26 años, Rice estaba becada en Stanford y era profesora adjunta siete años más tarde, cuando Brent Scowcroft fue invitado a cenar. Rice ha ascendido a tal altura que alguna gente piensa que debe ser aterradora, una ambiciosa mujer Alfa. Pero sus amigos repiten que no es así, que es una persona extremadamente satisfecha y feliz.
"Condi es una persona feliz y tranquila", dijo su ex profesora de la Universidad de Denver, Karen Feste. "No tiene ninguna faceta desdichada, al menos yo no la conozco".
Y la propia Rice explicó: "Soy una persona verdaderamente religiosa, y no creo que esté en esta tierra para ser infeliz, así que soy eternamente optimista".
No se sobrestima: "Creo que estoy por encima del promedio", dijo, "pero no mucho más que eso. Cuando se ha sido profesora y rectora en Stanford, una conoce muy bien qué es el verdadero genio. He visto genios, y yo no soy uno de ellos".
Extraido de Condi: The Condoleeza Rice Story, por Antonia Felix, Newmarket Press, Nueva York. traducción: Mirta Rosenberg. .
Por Antonia Félix
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