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jueves, 2 de octubre de 2014

AL QAEDA. ANTE UNA LOGÍSTICA POCAS VECES VISTA. 2004.

Ante una logística pocas veces vista

Nunca se usaron tantas bombas y con tanta coordinación en un ataque terrorista
Fueron explosiones que dejaron trágicos superlativos: la ofensiva más sangrienta en España, el mayor atentado en la historia de la Unión Europea. Igual de enorme fue la logística que los ataques de Madrid necesitaron.
Por lo menos varios meses y una célula de no menos cinco hombres habrían hecho falta para designar y estudiar el blanco, acceder al material explosivo, coordinar con precisión la secuencia de detonaciones y ejecutar así lo que el analista australiano David Wright-Neville calificó como un "ataque altamente sofisticado".
Si fue ETA, se trató de un "salto dramático" no sólo en su estrategia sino también en el planeamiento, según explicó el experto en terrorismo Magnus Ranstorp.
Para una organización que, supuestamente, estaba en su etapa de agonía final y que en sus años de moderada fortaleza contaba con apenas 30 agentes de campo -los asesinos, los expertos en bombas, los secuestradores-, la logística de uno de los atentados que más bombas empleó en la historia puede haber significado un esfuerzo tan inmenso como el daño que causó.
Si fue Al-Qaeda, el de Madrid podría haber representado otro atentado planeado con obsesión, disciplina, fanatismo y varios miles de dólares, como lo fueron los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono.
Más de dos años tardaron los cerebros de las células de Al-Qaeda en planear los ataques del 11 de septiembre. Sus bombas fueron aviones. Por eso, ellos no se enfrentaron a uno de los principales desafíos de los grupos terroristas: el de acceder a explosivos y más en un país en el que esos materiales son registrados con cierto rigor.
"La cantidad de meses usados para organizar un ataque depende de los explosivos y de los arreglos locales. Y por la profesionalidad de este trabajo se podría tratar de no menos de cuatro o cinco meses, siempre según estimados", dijo a LA NACION Ranstorp, desde Escocia, donde dirige el Centro de Estudio del Terrorismo, de la Universidad de St. Andrews.
Apenas las bombas habían terminado de estallar anteayer, el gobierno culpó a ETA. Lo hizo sobre la base del explosivo supuestamente usado, titadine, robado por la banda en Francia en 1998. Pero ayer anunció que el material fue, en realidad, dinamita de origen español, de la fábrica de Río Tinto.
Cualquiera haya sido el responsable, conseguir los más de 100 kilos de esa dinamita que destrozaron los cuatro trenes sin levantar sospechas puede haber sido una tarea no sólo lenta y meticulosa, sino también riesgosa. Para ETA representaba acceder a nuevos explosivos; para un grupo islámico, encontrar dinamita en un país en el que actuaba por primera vez.
Sin la presencia de evidencia forense, a los analistas les sucede lo mismo que al gobierno español, no pueden indicar todavía un posible responsable. Pero las mochilas-bomba son tal vez una de las pocas señales de cuántos miembros puede haber tenido la célula que ejecutó la fase final del atentado. Cada una de ellas pesaba once kilos, por lo que los analistas estiman que hicieron falta cinco personas para trasladarlas.
La fase final se completó con las detonaciones, rápidas y coordinadas con una precisión y destreza pocas veces vista. Sólo una vez se usaron tantas bombas para un atentado. Fue en Bombay, en 1993. Trece dispositivos explotaron en el lapso de una hora y mataron a 280 personas. Anteayer, en tres minutos, diez bombas destrozaron casi 200 vidas. .
Por Inés Capdevila De la Redacción de LA NACION

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