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jueves, 9 de octubre de 2014

EE.UU. UN CONFLICTO QUE ESTÁ LEJOS DE SER EL INICIO DE LA TERCERA GUERRA

La guerra en Medio Oriente: opinión

Un conflicto que está lejos de ser el inicio de la Tercera Guerra

Por Niall Ferguson
Para LA NACION
LONDRES.- Esta no es la primera vez que a los líderes mundiales se les arruina el verano (boreal) por un conflicto entre "gente... de un lejano país... de la cual no sabemos nada".
En el verano boreal de 1938, el conflicto entre alemanes y checos por Sudetenland -que inspiró una tristemente célebre frase de Neville Chamberlain- llevó a Europa al borde la guerra. La mediación diplomática de Chamberlain, que voló tres veces a Alemania para entrevistarse con Hitler, fue inspirada en el recuerdo de un conflicto anterior sobre otro oscuro país.
En agosto de 1914, el mundo había entrado en guerra como consecuencia de un conflicto entre serbios y austríacos por Bosnia. En septiembre de 1939, pese a los esfuerzos de Chamberlain, otro conflicto entre alemanes y polacos por Danzig provocó la Segunda Guerra Mundial.
¿Podría el actual conflicto entre Israel y Hezbollah en el Líbano ser el comienzo de la Tercera Guerra Mundial?
Así la llamó la semana pasada el republicano Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, haciéndose eco de conversaciones sobre el conflicto con Dan Gillerman, el embajador de Israel en Estados Unidos. Ese lenguaje -al menos por ahora- puede ser descartado. Esta crisis no va a ser otra guerra mundial.
No espero que provoque incluso otra guerra en Medio Oriente comparable a la de 1967 o a la de 1973. En 1967, Israel combatió contra Egipto, Siria, Jordania, e Irak. En 1973, Egipto y Siria atacaron a Israel. Semejantes combinaciones son hoy difíciles de imaginar. Tampoco me parece probable que Siria e Irán intervengan más activamente en la crisis más allá de seguir apoyando a Hezbollah.
Ninguno de esos países puede arriesgarse a un enfrentamiento militar en gran escala contra Israel, por que eso podría precipitar una reacción militar norteamericana.
El aspecto crucial es que el firme apoyo de los Estados Unidos a Israel no está equiparado por el apoyo de ninguna gran potencia a los vecinos de Israel. En contraste, durante la Guerra Fría, el riesgo consistía en que una guerra en Medio Oriente podía extenderse a un conflicto entre las superpotencias.
Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano en la presidencia de Richard Nixon, escuchó en la madrugada del 6 de octubre de 1973 la noticia de una guerra árabe-israelí. Inmediatamente se comunicó con el embajador soviético en Washington, Anatoly Dobrynin. Dos semanas después, Kissinger voló a Moscú para reunirse con el entonces líder soviético, Leonid Brezhnev. Había mucho en juego. Mientras Brezhnev trataba de resistirse a la presión de Kissinger, la Casa Blanca colocó en alerta máxima a todas las fuerzas nucleares estratégicas norteamericanas. Es difícil imaginar hoy algo semejante.

Sin apuro

En todo caso, esta guerra podría terminar pronto. Casi todas las guerras que Israel libró han sido cortas. La campaña contra Hezbollah bien podría terminar dentro de una semana. Esa es la presunción de Washington.
La conversación que hace unos días se alcanzó a oír entre el presidente Bush y el primer ministro británico, Tony Blair, en la cumbre del G-8 fue muy ilustrativa. Blair se ofrecía a realizar una visita a Medio Oriente "para tratar de ver cuál era la situación antes de tomar una decisión o emprender acciones". Sin embargo, a Bush no le interesó. No tenía apuro. Comparemos esta pausada respuesta con la frenética mediación diplomática de la época de Kissinger.
Todo esto coloca en un plano distinto la ridiculizada observación de Bush que "lo que hay que hacer es lograr que Siria convenza a Hezbollah de que deje de hacer toda esa mierda y todo terminará". La realidad es que todo "terminará" sólo cuando los israelíes queden conformes por haber diezmado la capacidad de Hezbollah para "hacer toda esa mierda".
En cierto sentido, Bush tiene razón en que no hay apuro. Lo que sucede en el Líbano es terrible, pero no está por causar la Tercera Guerra Mundial. ¿O sí? Después de todo, hay otras formas en las que podría concebirse un recrudecimiento de las hostilidades. Una guerra entre Estados de Medio Oriente tal vez no esté entre las cartas, y mucho menos un conflicto entre superpotencias.
Lo que debemos temer es un brote de guerras civiles en toda la región. Entre 1975 y 1990, la sociedad multiétnica libanesa fue resquebrajada por uno de los más sangrientos conflictos de la era moderna. No se puede descartar que se repita ese escenario mientras Beirut estalla nuevamente.
En todas partes, el conflicto étnico ya es una realidad. Todo indica un recrudecimiento de la guerra no declarada de Israel contra los palestinos. Ya no existe un proceso de paz ni una "hoja de ruta". Este es un proceso bélico y el mapa que Ehud Olmert tiene en mente creará no un Estado palestino sino reservaciones árabes.
Hoy los israelíes no sólo están rodeados sino superados étnicamente. Según los pronósticos de Arnon Sofer, de la Universidad de Haifa, en 2020 los judíos serán poco más de las dos quintas partes de la población total de Israel, Cisjordania y Gaza.
Pero, aunque sea siniestro, hay un motivo de consuelo: hoy el mayor conflicto étnico en Medio Oriente no es entre judíos y árabes sino entre los musulmanes chiitas y sunnitas. Cada día que pasa, el carácter de la violencia en Irak se desplaza de la violencia provocada por la insurgencia antinorteamericana a la provocada por una guerra civil sectaria. Más de 100 civiles por día fueron asesinados en Irak el mes pasado. Un porcentaje cada vez mayor de los muertos es víctima de la violencia sectaria.
Para Israel, el recrudecimiento del conflicto entre sunnitas y chiitas es una nube negra con una perspectiva alentadora. Cuanto más empeore, más difícil será para sus enemigos hacer causa común. Pero para Estados Unidos, ese conflicto, que proviene de Irak, seguramente debe ser motivo de preocupación. Quizá no sea la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, la situación requiere de un esfuerzo diplomático mucho más urgente de lo que el gobierno norteamericano parece tener en mente.
Traducción: Luis Hugo Pressenda .
El autor es profesor de historia y titular de la cátedra Laurence A. Tisch de la Universidad de Harvard.

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