Sentado
en una silla de plástico al pie de una cama modesta en la celda número 5
de la prisión federal ubicada en Campo de Mayo, el ex general Jorge
Rafael Videla explicó en detalle cómo se tomaron las decisiones sobre
los detenidos durante los años de la dictadura, cómo se confeccionaron
las listas de las personas que debían ser detenidas y en qué consistió
el método de la Disposición Final, nombre de entre casa otorgado por las
FF.AA. a la forma en que se decidió el destino de miles de prisioneros.
Sin
arrepentimiento ni autocrítica, pero sí confesando por primera vez que
siente "una molestia", "un peso en el alma", el hombre fuerte de la
dictadura explicó descarnadamente cómo analizaban los militares la
situación de aquel momento: "Pongamos que eran siete mil u ocho mil las
personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión; no
podíamos fusilarlas. Tampoco podíamos llevarlas ante la Justicia",
explicó.Disposición Final: "Son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final. Ya no tiene vida útil".
El método incluyó cuatro etapas:
- La detención o el secuestro de miles de "líderes sociales" y "subversivos" según listas que -afirman los entrevistados- fueron elaboradas entre enero y febrero de 1976, antes del golpe, con la colaboración de empresarios, sindicalistas, profesores y dirigentes políticos y estudiantiles.
- Los interrogatorios en lugares o centros secretos o clandestinos.
- La muerte de los detenidos considerados "irrecuperables", por lo general en reuniones específicas encabezadas por el jefe de cada una de las cinco zonas en las que fue dividido el país.
- La desaparición de los cuerpos, que eran arrojados al mar, a un río, a un arroyo o a un dique; o enterrados en lugares secretos, o quemados en un horno o en una pira de gomas de automóviles.
"Tampoco podíamos fusilarlos. ¿Cómo íbamos a fusilar a toda esa gente? La justicia española había condenado a muerte a tres etarras, una decisión que Franco avaló a pesar de las protestas de buena parte del mundo: sólo pudo ejecutar al primero, y eso que era Franco. También estaba el resquemor mundial que había provocado la represión de Pinochet en Chile", afirmó Videla.
Eran preguntas que me perseguían desde hacía años, como seguramente a tantos argentinos: ¿cuándo, cómo, dónde y por qué los militares tomaron la decisión de matar y hacer desaparecer a esas personas? ¿Por qué no los enviaron a un juez o los fusilaron? ¿Por qué pensaron que semejante ausencia sería olvidada? ¿Por qué los detuvieron en lugares secretos? ¿Cómo justificaban la tortura? ¿Cuál fue la influencia de la llamada Doctrina Francesa? ¿Están arrepentidos? ¿Fue una decisión unánime de la cúpula de las Fuerzas Armadas? ¿Cuál era el rol de Videla? ¿Existen listas de esas víctimas? ¿Dónde están sus restos? ¿Cómo se referían los militares entre ellos a esa situación? ¿Podían los militares de menor graduación desobedecer esas órdenes? ¿Hubo quienes las desobedecieron? ¿Quiénes, cómo, cuándo y dónde decidían la Disposición Final de cada uno de los detenidos? ¿Hubo un plan sistemático para robar los hijos de los detenidos y entregarlos a familias que les cambiaron la identidad? Si no lo hubo, ¿por qué fueron tantos los chicos apropiados por familias afines al régimen militar?
El ex dictador sigue pensando que "no había otra solución. Estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Por eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte".
Es decir que Videla aclara un interrogante que el kirchnerismo utiliza cada vez que tiene necesidad: ¿dónde estaban los que ahora nos critican cuando los militares mataban y hacían desaparecer a nuestros compañeros? Como si Néstor y Cristina se hubieran destacado por su lucha a favor de los derechos humanos durante el gobierno militar. El oficialismo aprovecha esa "mala conciencia" de tantos, pero Videla revela que, precisamente, el objetivo de la Disposición Final fue impedir que la gente supiera qué es lo que estaba pasando.
Videla establece una continuidad entre la represión ilegal del Proceso con el gobierno constitucional del peronismo, más precisamente con los decretos firmados por el presidente interino Italo Luder el 6 de octubre de 1975. "Las desapariciones se dan luego de los decretos de Luder, que nos dan licencia para matar. Desde un punto de vista estrictamente militar, no necesitábamos el golpe; fue un error porque le quitó legitimidad democrática a la guerra contra la subversión".
Por qué habla ahora
Fueron nueve entrevistas que sumaron veinte horas entre octubre del año pasado y marzo de 2012 en las que Videla contestó todas las preguntas sobre la dictadura que encabezó durante cinco años, entre 1976 y 1981, cuando fue reemplazado por su amigo y aliado, el general Roberto Viola. ¿El tema principal? Los miles de desaparecidos, la herida más profunda causada por su gobierno.
Pero no fue el único tema: el libro Disposición Final explica la dictadura por dentro a partir de entrevistas con Videla, pero también con otros militares y ex militares, políticos, sindicalistas y funcionarios. Y sus relaciones con los empresarios, Estados Unidos, la Unión Soviética, la prensa, el peronismo, el radicalismo y el Partido Comunista, entre otros factores.
Como sostuvo el semiólogo, filósofo e historiador búlgaro francés Tzvetan Todorov en un artículo reciente en el diario El País, "si queremos comprender los desastres pasados, condición previa indispensable para cualquier intento de impedir que se repitan, lo que debemos hacer es acudir a quienes cometieron esos actos". Y colocar esos hechos en su contexto histórico porque, según decía Karl Marx, "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado".
Es la primera vez que Videla habla en forma tan concreta, precisa y descarnada sobre los desaparecidos. ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Por qué no habló así ante la Justicia? Creo, en primer lugar, que los periodistas no estábamos interesados en escucharlo. La última vez que lo vi, le pregunté cuántos pedidos de entrevista había recibido desde que en 2008 el juez Norberto Oyarbide le revocó la prisión domiciliaria y lo envío a la cárcel de Campo de Mayo. "Cuatro ?me contestó. El periodista español que publicó la entrevista en Cambio 16; una periodista colombiana de la que luego no supe más nada; un abogado (Carlos) Manfroni, que acaba de publicar un libro en el que incluye declaraciones mías, y usted". Interpreto que los periodistas estamos todavía atrapados en un paradigma que nos indica quiénes deben ser consultados sobre los años setenta; Videla no figura, claramente, en esa nómina políticamente correcta.
En segundo lugar, Videla y otros militares acusados o condenados por violaciones a los derechos humanos confiaban en el triunfo de Eduardo Duhalde en las elecciones presidenciales del año pasado, de quien esperaban una suerte de amnistía. A los 86 años y frente a cuatro años más, por lo menos, de gobierno kirchnerista, Videla parece pensar que ya no tiene sentido mantener "el silencio que me había autoimpuesto".
En tercer lugar, Videla sostiene que, si bien "no estoy arrepentido de nada y duermo muy tranquilo todas las noches, tengo sí un peso en el alma y me gustaría hacer una contribución para asumir mi responsabilidad de una manera tal que sirva para que la sociedad entienda lo que pasó y para aliviar la situación de militares que tenían menos graduación que yo". En este sentido, considera que sus oficiales no tenían otra salida que "cumplir las órdenes si querían seguir en el Ejército".
Es evidente que la percepción de Videla y de la "familia militar" sobre el desafío armado de las guerrillas y el contexto histórico anterior al golpe amortigua, relativiza en su conciencia el impacto que pueda tener la presencia gritante de los desaparecidos.
Claro que lo lógico habría sido que Videla diera estas explicaciones ante la Justicia o un organismo o comisión creada desde el Estado. No es bueno que el periodismo reemplace, de alguna manera, a la instancia judicial. Pero tal vez sea hora de preguntarnos con sinceridad si los actuales juicios por delitos de lesa humanidad buscan la verdad de lo que pasó, que incluye la localización de los restos de los desaparecidos, o privilegian la condena en bloque y con argumentos más bien polémicos (por ejemplo, testigos que reconocen a sus presuntos captores y torturadores por el tono de la voz o el perfume que usaban) a los militares y policías acusados o procesados en causas que se mueven muy lentamente y a tono con las especulaciones políticas y electorales del oficialismo.
El hombre y sus circuntancias
No se puede analizar un hecho político relevante, como, por ejemplo, el último régimen militar, despojado de su contexto histórico. Lo enseñaba, entre otros, Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte , donde al referirse al golpe de Estado del sobrino de Napoleón, en 1851, criticó una interpretación de Víctor Hugo: "Parece, en su obra, un rayo que cayó de un cielo sereno; no ve más que un acto de fuerza de un solo individuo".
El golpe del 24 de marzo de 1976 tampoco fue un rayo caído de un cielo sereno. El cielo no estaba sereno: el gobierno constitucional de Isabel Perón desfallecía en medio de una tormenta de ineficacia, inflación, desabastecimiento, denuncias de corrupción y violencia política. Por ese motivo, la caída de Isabelita fue recibida con alivio por muchos argentinos.
Tanto la guerrilla peronista, Montoneros, como la guerrilla trotskista guevarista, el Ejército Revolucionario del Pueblo, jugaban al golpe porque pensaban que la irrupción militar aceleraría la revolución socialista. Más aún: luego del golpe los grupos guerrilleros perjudicaron con sus ataques a los generales que aún creían que la represión debía ser hecha con la ley en la mano. Fue el caso de la bomba vietnamita que el 2 de julio de 1976 destruyó el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, en plena Capital, donde murieron veinticuatro personas y hubo más de sesenta heridos, y que Videla atribuye a, entre otros, Horacio Verbitsky, cosa que el periodista niega.
Ese atentado le costó el puesto al general y abogado Arturo Corbetta, que era el flamante jefe de la Policía Federal. "Corbetta quería obligar a la Policía Federal a que combatiera con los códigos de un abogado, pero eso no era de aplicación. La Policía lo dejó solo en el Patio de las Palmeras durante el velatorio de los muertos", señaló Videla. Corbetta fue reemplazado por un "duro", el general Edmundo Ojeda.
Esto no disminuye la responsabilidad de Videla y sus generales en la Disposición Final, pero nos ayuda a entender todo lo que pasó en aquellos años sangrientos que, seguramente porque no están bien explicados, se resisten tanto al olvido.
ANTE LA LEY
1985Causa 13/84
Fue condenado a prisión perpetua en el denominado Juicio a las Juntas Militares, en el que la fiscalía lo acusó formalmente por 700 casos de violación de los derechos humanos.
2010
Causa 17.468
Fue condenado a prisión perpetua por el asesinato de 31 presos políticos, la mayoría de ellos durante simulacros de fuga, para encubrir los crímenes. Por esta causa también fueron condenados más de una decena de represores, entre ellos, Luciano Benjamín Menéndez.
Otras causas en su contra
Su responsabilidad en la existencia de un plan sistemático para el robo de bebes durante la dictadura o su complicidad en el marco del Plan Cóndor son algunos de los procesos judiciales que pesan en su contra..
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