Martes 22 de enero de 2013
El análisis
Entre las dificultades, cuatro años más para dejar un legado
WASHINGTON.- A los 51 años y con más canas que las esperables en un hombre de su edad, Barack Obama entró ya en la historia política de Estados Unidos como el primer presidente negro del país.
Lo que cambia ahora es que, a partir de hoy, tiene 500 días para alcanzar un nuevo horizonte y convertir ese fenomenal quiebre del techo racial en una anécdota.Podría conseguirlo si, en el tiempo que le queda, fuera capaz de convertir su gestión en el verdadero protagonista de la historia , más allá del color de quien la ejecute.
Es lo que aquí se llama el "legado" de un presidente. El sello personal que quiere poner a su paso por el poder. La "diferencia" que aporta con su participación. Eso es lo que tiene por delante el cuaderno en blanco que es la segunda gestión de Obama.
Para lograrlo tiene varios desafíos por delante. El primero, específico de su momento, tiene que ver con la polarización del país. Estados Unidos está políticamente dividido, con un Partido Republicano que no se mostró muy dispuesto a colaborar en los primeros cuatro años de gestión demócrata.
La salida de esa polarización tiene un componente que el presidente no maneja. Se trata de la crisis de identidad que tiene la oposición, tensionada entre los sectores conservadores y los moderados.
De la forma en que resuelva ese intríngulis dependerá -no toda, pero sí parte- de la suerte de Obama. Porque ello redundará en la disposición que encuentre para lograr los necesarios acuerdos políticos sin los cuales el país se volverá muy difícil de gobernar.
La realidad es implacable en ello. Obama gobierna en la Casa Blanca. Pero no en el Congreso, donde los demócratas controlan el Senado y los republicanos, la Cámara de Representantes. Nada puede salir de allí sin la firma de ambos.
Si la colaboración y el eco que sea capaz de suscitar en la oposición son uno de los elementos específicos de la etapa que le toca vivir, el otro tiene que ver con la particularidad que presentan las segundas presidencias en este país.
Un período que, si bien formalmente es de cuatro años, la realidad es que resulta mucho más corto, dado el desgaste natural que tiene el ejercicio de la presidencia y el deterioro que sufrirá el poder del mandatario en la medida en que se acerque el final de su gestión.
En rigor, la norma no escrita es que Obama tiene desde hoy y hasta el comienzo de las elecciones legislativas de medio término para darle forma definitiva al legado que quiere dejar a su paso por la Casa Blanca. En conjunto, cerca de 500 días antes de que el reloj político empiece a correr en su contra.
De eso habló ayer Obama en su discurso. "Tenemos que actuar", clamó una y otra vez. "No se puede confundir ideología con fanatismo, tampoco principios con absolutismo", dijo.
Agenda
En la agenda política, los desafíos siguen siendo los mismos que hace 48 horas, cuanto todavía agotaba su primer mandato. En lo más inmediato, estabilizar la economía, encontrar el modo de manejar la deuda y el déficit, lograr la creación de empleo, dar oportunidad legal a los inmigrantes y controlar los estallidos de violencia armada.En lo internacional, terminar del mejor modo posible la guerra de Afganistán -una guerra que Estados Unidos no ganó y que por eso aún no encuentra el modo de retirarse- y establecer una política hacia el terrorismo acorde que cumpla las máximas morales que su gobierno proclama.
Pero nada de todo eso -ni de lo que Obama sueña y que aún no ha desarrollado verbalmente- podrá ser realizado si antes no logra contrarrestar la polarización que viene paralizando el sistema de gobierno.
Ése es el verdadero desafío, para el que no tiene más de 500 días, antes de que, como sucede con las baterías a las que se les agota el tiempo de vida, su poder empiece a deteriorarse.
El pasado reciente de Estados Unidos tiene un puñado de presidentes cuyos nombres se convirtieron en fuentes de inspiración. Obama está en condiciones de ser uno de ellos. Todo depende del legado que elija como bandera y de que sea capaz de ejecutarlo.
Uno que sea capaz de opacar el fenomenal salto que ya lo convirtió en el primer presidente negro en llegar a la mansión de la avenida Pensilvania. Un dato más de los cambios de un país donde, como suele suceder, la transformación va más rápido que su sistema político..
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