Hablar no es gratis: la millonaria industria de las conferencias
contratapaEx presidentes de países, ex banqueros centrales y hasta ex jefes militares cobran por una charla en el jugoso circuito de las convenciones más de lo que ganaban por año en su cargo. En esta era de lo digital, una práctica presencial que no se achica.
Bill Clinton, gran favorito. US$200.000 en promedio cuesta una charla del ex jefe de la Casa Blanca.
En esta era de lo digital, la gente está dispuesta, sorprendentemente, a pagar mucho por el contacto humano.
“Todos quieren decir: ‘Almorcé con Michael Lewis ayer’”, señala Don Epstein, fundador de Greater Talent Network, que representa al exitosísimo autor desde la publicación de El póquer del mentiroso en 1989. “Fue con otras 500 personas, pero lo importante es el almuerzo, que sí sucedió”.
Unos 225 millones de personas intercambiaron tarjetas y sostuvieron vasos en 1,8 millones de convenciones, reuniones empresarias y ferias en 2012, según el Convention Industry Council. Eso se traduce en honorarios jugosísimos por aparición para figuras públicas de alto perfil que capitalizan el prestigio de su actividad anterior.
Los ex presidentes reciben los cheques más abultados. En 1977, Gerald Ford fue el primer ex presidente de EE.UU. que cobró por dar conferencias, con US$25.000 dólares de honorario. Desde entonces, ninguno tuvo más éxito que Bill Clinton, quien como jefe de Estado percibía US$200.000 dólares por año pero que embolsó US$106 millones por 544 conferencias entre 2001 y enero de 2013, un promedio de US$200.000 por charla, según consta en las declaraciones financieras de su mujer.
El don de la palabra cara es de familia. En marzo, Hillary Clinton se alzó con US$300.000 por una charla en la Universidad de California, una de por lo menos 27 conferencias pagas que dio desde que dejó la secretaría de Estado el año pasado. En total, Hillary ha ganado unos 6 millones en el circuito, parte de los cuales, dijo, destinará a la Clinton Foundation. Su hija Chelsea cobra hasta US$75.000 por charla, según el New York Times .
Los honorarios por conferencias no son donaciones de campaña, pero pueden comprar influencias, dice Craig Holman, lobbista de Public Citizen, una organización de protección del consumidor. “Si Hillary no fuese una candidata, no ganaría esos honorarios”, dice.
A los banqueros centrales también les va bien, al menos cuando hace poco que han dejado atrás las reservadas reuniones en las que alguna vez fijaron las tasas de interés. Ben Bernanke, por ejemplo, dejó su cargo de US$200.000 por año como titular de la Reserva Federal en enero; para marzo, ganaba como mínimo ese monto por charla, según alguien que lo contrató. En los próximos meses, Bernanke hablará en una reunión de asesores de inversiones organizada por la financiera Charles Schwab en Denver y de administradores de fondos de riesgo en la SkyBridge Alternatives Conference (también conocida como SALT) en Singapur Para un orador debutante, el mejor cliente es casi siempre un banco grande, afirma Bob Bierman, gerente de Washington Post Live, el negocio de conferencias del diario. Si uno es un funcionario, la primera conferencia que dé fuera del cargo probablemente será la más lucrativa. “Será un grupo privado, reducido y caro”, señala Bierman. “Los bancos siempre están en busca de una experiencia única para congregar a sus clientes muy ricos y exigentes”.
De todos modos, la mayor parte de la acción en el circuito de los oradores tiene lugar a niveles subclintonianos.
Miles de oradores, representados por decenas de agencias, vuelan a convenciones donde disertan ante ingenieros, agentes de seguros o endocrinólogos.
Los líderes con ideas innovadoras son favoritos . Malcolm Gladwell, autor de El punto clave , gana US$80.000, según un cliente. Hoy es particularmente alta la demanda de oradores que prometan la clave para hacer aflorar talentos ocultos dentro de uno o de su empresa, dice Epstein, de Greater Talent.
El premio al mejor uso de oradores como ganchos de conferencias es para Anthony Scaramucci, del hedge fund SkyBridge Capital. En 2008, Scaramucci vio que su empresa perdía activos cuando los mercados se desplomaban. Entonces apeló a Las Vegas: organizó una conferencia de nivel para mostrarle al mundo que aún seguía en el negocio. En la conferencia inaugural SALT, en 2009, Scaramucci recurrió al ex presidente de la SEC Harvey Pitt. Al año siguiente, gastó US$175.000 en Bill Clinton, y en 2011, desembolsó la misma cifra por George W. Bush.
Quienes cautivan desde el estrado de las SALT no necesariamente tienen un nombre célebre. A veces, ni siquiera un nombre: el año pasado, la conferencia tuvo como uno de sus protagonistas a un Navy SEAL (miembro de las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de EE.UU.), que no reveló su identidad porque sostenía haber integrado el equipo que abatió a Osama bin Laden.
“Todos quieren decir: ‘Almorcé con Michael Lewis ayer’”, señala Don Epstein, fundador de Greater Talent Network, que representa al exitosísimo autor desde la publicación de El póquer del mentiroso en 1989. “Fue con otras 500 personas, pero lo importante es el almuerzo, que sí sucedió”.
Unos 225 millones de personas intercambiaron tarjetas y sostuvieron vasos en 1,8 millones de convenciones, reuniones empresarias y ferias en 2012, según el Convention Industry Council. Eso se traduce en honorarios jugosísimos por aparición para figuras públicas de alto perfil que capitalizan el prestigio de su actividad anterior.
Los ex presidentes reciben los cheques más abultados. En 1977, Gerald Ford fue el primer ex presidente de EE.UU. que cobró por dar conferencias, con US$25.000 dólares de honorario. Desde entonces, ninguno tuvo más éxito que Bill Clinton, quien como jefe de Estado percibía US$200.000 dólares por año pero que embolsó US$106 millones por 544 conferencias entre 2001 y enero de 2013, un promedio de US$200.000 por charla, según consta en las declaraciones financieras de su mujer.
El don de la palabra cara es de familia. En marzo, Hillary Clinton se alzó con US$300.000 por una charla en la Universidad de California, una de por lo menos 27 conferencias pagas que dio desde que dejó la secretaría de Estado el año pasado. En total, Hillary ha ganado unos 6 millones en el circuito, parte de los cuales, dijo, destinará a la Clinton Foundation. Su hija Chelsea cobra hasta US$75.000 por charla, según el New York Times .
Los honorarios por conferencias no son donaciones de campaña, pero pueden comprar influencias, dice Craig Holman, lobbista de Public Citizen, una organización de protección del consumidor. “Si Hillary no fuese una candidata, no ganaría esos honorarios”, dice.
A los banqueros centrales también les va bien, al menos cuando hace poco que han dejado atrás las reservadas reuniones en las que alguna vez fijaron las tasas de interés. Ben Bernanke, por ejemplo, dejó su cargo de US$200.000 por año como titular de la Reserva Federal en enero; para marzo, ganaba como mínimo ese monto por charla, según alguien que lo contrató. En los próximos meses, Bernanke hablará en una reunión de asesores de inversiones organizada por la financiera Charles Schwab en Denver y de administradores de fondos de riesgo en la SkyBridge Alternatives Conference (también conocida como SALT) en Singapur Para un orador debutante, el mejor cliente es casi siempre un banco grande, afirma Bob Bierman, gerente de Washington Post Live, el negocio de conferencias del diario. Si uno es un funcionario, la primera conferencia que dé fuera del cargo probablemente será la más lucrativa. “Será un grupo privado, reducido y caro”, señala Bierman. “Los bancos siempre están en busca de una experiencia única para congregar a sus clientes muy ricos y exigentes”.
De todos modos, la mayor parte de la acción en el circuito de los oradores tiene lugar a niveles subclintonianos.
Miles de oradores, representados por decenas de agencias, vuelan a convenciones donde disertan ante ingenieros, agentes de seguros o endocrinólogos.
Los líderes con ideas innovadoras son favoritos . Malcolm Gladwell, autor de El punto clave , gana US$80.000, según un cliente. Hoy es particularmente alta la demanda de oradores que prometan la clave para hacer aflorar talentos ocultos dentro de uno o de su empresa, dice Epstein, de Greater Talent.
El premio al mejor uso de oradores como ganchos de conferencias es para Anthony Scaramucci, del hedge fund SkyBridge Capital. En 2008, Scaramucci vio que su empresa perdía activos cuando los mercados se desplomaban. Entonces apeló a Las Vegas: organizó una conferencia de nivel para mostrarle al mundo que aún seguía en el negocio. En la conferencia inaugural SALT, en 2009, Scaramucci recurrió al ex presidente de la SEC Harvey Pitt. Al año siguiente, gastó US$175.000 en Bill Clinton, y en 2011, desembolsó la misma cifra por George W. Bush.
Quienes cautivan desde el estrado de las SALT no necesariamente tienen un nombre célebre. A veces, ni siquiera un nombre: el año pasado, la conferencia tuvo como uno de sus protagonistas a un Navy SEAL (miembro de las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de EE.UU.), que no reveló su identidad porque sostenía haber integrado el equipo que abatió a Osama bin Laden.
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