Un Nobel de Economía predice más
turbulencias financieras
Clarin, 26 de diciembre de 2010.
El famoso economista estadounidense vislumbra un rebote
de la crisis en Europa y Estados Unidos, critica a Obama y teme por el euro. De
Argentina, le preocupan el desempleo y la “sojización”.
UNA A FAVOR. A CONTRAMANO DE EUROPA Y EE.UU., STIGLITZ
ENCONTRO “UN MEJOR ESTADO DE ANIMO” EN ARGENTINA.
La discusión económica global tiene su propio y selecto
club de superestrellas. Un equivalente a “los tres tenores” del canto lírico en
el ámbito de la economía bien podría estar integrado por Nouriel Roubini, Paul
Krugman y Joseph Stiglitz, hoy por lejos los tres académicos más populares en
esta disciplina, de acuerdo con la cantidad de menciones en Internet en 2010.
Curiosamente, los tres economistas visitaron la Argentina
en los últimos dos meses. Roubini, apodado “el Nostradamus de la crisis” por
haber anticipado el último derrumbe mundial, se mostró escéptico en Buenos
Aires, y muy negativo con la economía local. Krugman, en cambio, centró su
pesimismo en el cuadro global y tuvo elogios para la recuperación doméstica.
Stiglitz podría haber desempatado, pero con respecto a sus dos colegas dio una
visión intermedia sobre la Argentina: criticó el “alto desempleo” y marcó el
riesgo de primarización de la economía, pero relativizó el peligro de la
inflación y ponderó “el buen estado de ánimo” que vio aquí con respecto a los
Estados Unidos y Europa.
Con los países desarrollados, en cambio, no tuvo piedad.
Sostuvo que naciones como España, Grecia o Irlanda están en una situación muy
similar a la de la Argentina previa al estallido de diciembre de 2001; asegura
que el presidente de Estados Unidos Barack Obama perdió el rumbo y se dejó
torcer el brazo por la derecha estadounidense y vaticina que en 2011 habrá “más
turbulencias financieras”.
“Espero equivocarme, pero los líderes de las principales
potencias están muy debilitados a nivel interno, y la divergencia de intereses
crece”, cuenta el premio Nobel de Economía 2001, en una charla con Clarín. Al
contrario de lo que sucede con muchos de sus colegas, el profesor de Columbia
es un muy fino analista, y cada consideración sobre la economía en 2011 va
acompañada de un argumento político que refuerza el concepto que se propone
enfatizar.
Stiglitz vino a la Argentina en plan de vacaciones. Pasó
unos días en la Patagonia con su mujer, Ann, a quien conoció dando clases en
Columbia. A la vuelta, se alojó dos días en un hotel boutique de Palermo Viejo,
y aprovechó las ofertas del barrio para comprar regalos de Navidad para su
familia.
“¿Es con foto la nota?”, pregunta, y va a su habitación a
cambiarse las bermudas y la camisa sin mangas por un traje oscuro, incómodo
para los 36 grados del mediodía del jueves porteño. En un rato irá al Banco
Central, cruzará a la Casa Rosada para saludar a Cristina Fernández de
Kirchner, y de ahí partirá hacia Ezeiza.
El rango de intereses de Stiglitz es muy diverso. Va
desde la especialidad que le valió el Nobel, las asimetrías de información y
las fallas en los mercados financieros, hasta la preocupación por el
calentamiento global o la recomendación de empezar a incluir indicadores de
“felicidad” en las mediciones del PBI. De todos estos temas conversó con Clarín
en un bar de Uriarte y Honduras, capuchino de por medio.
¿Cuáles son los principales riesgos de la economía en 2011?
¿Cuáles son los principales riesgos de la economía en 2011?
El problema central es que los países industrializados no
se recuperaron de la crisis de 2008. El desempleo en los Estados Unidos y
Europa se mantiene en torno al 10%, mientras que las medidas de expansión
fiscal que se tomaron a fines de 2008 y en 2009 ya agotaron sus efectos. Estas
políticas no están siendo renovadas, sino que por el contrario, en Europa hay
una tendencia a la austeridad y EE.UU. enfrenta una grave amenaza de seguir el
mismo camino. La perspectiva de los gobiernos en 2008 era que en dos años el
problema iba a estar solucionado y se comenzaría a repagar la deuda y a a
recuperar el favor de los votantes. Pero fue un muy mal pronóstico. El
crecimiento en los países ricos se va a desacelerar aún más en 2011, todos lo
aceptan, la pregunta es con qué intensidad y qué tan doloroso será.
¿Puede haber una recesión de “doble fondo” en los países
ricos?
Creo que el escenario más probable es el de una
desaceleración gradual, a tal punto que el desempleo no cederá. La desocupación
oficial en Estados Unidos es de 9,8%, pero la no oficial, que incluye a
aquellos que deben aceptar un empleo “part time” sin beneficios y otras
categorías, está en 17%: uno de cada seis norteamericanos que buscan un empleo
estable no lo encuentra, y eso es terrible. Y hay algunos segmentos, como los
jóvenes, donde la tasa se duplica. En España, la mitad de los jóvenes está
desempleada.
¿Cómo cree que va a seguir la película en Europa?
El euro hoy es un gran problema. España, Grecia, Irlanda
y Portugal están sufriendo serias dificultades con sus déficits. España tenía
superavit un año antes de la crisis, y ahora tiene un desbalance de cuentas
públicas de diez puntos. Los gobiernos ajustan y sus mercados se vuelven más
pequeños, con lo cual se acentúa el ciclo recesivo. En cualquier momento los
especuladores van a empezar a apostar contra alguno de estos países, y ahí
tendremos que ver hasta dónde está dispuesta a llegar –y pagar– Alemania. Como
mínimo, esto va a significar una extrema volatilidad cambiaria.
¿El euro puede desaparecer?
Está en una situación compleja, pero no creo que eso
suceda en el corto plazo. Ustedes, los argentinos, están en una mejor posición
que el resto del mundo para entender este dilema. Un país como Grecia tendrá,
si todo sale bien, una deuda sobre PBI del 140%, ¡Y eso suponiendo que toda
vaya bien! Si el euro se debilita, Grecia estará un poco mejor; pero si se
fortalece, le pasará como a Argentina en 2001 con el “superdólar”. ¿Será
suficiente una reestructuración de deuda, o además hará falta una flexibilización
del tipo de cambio? Y esa es una pregunta abierta, que depende fundamentalmente
de la “generosidad” de Alemania. Los beneficios del euro todavía son percibidos
por la población como valiosos, por lo tanto vamos a ver una resistencia muy
grande de los países a abandonar la moneda común. Pero esto implica que en 2011
tendremos más turbulencias, en una lenta agonía, porque no se van a resolver
los problemas en forma definitiva. Cualquier similitud con Argentina
1998-2001...
¿Cómo evalúa la gestión económica de Obama?
Una de las dificultades en los Estados Unidos en los
últimos dos años es que la gran mayoría de los responsables de la crisis no fue
penalizada y continúa teniendo peso. Y esos responsables hacen todo lo posible
para cubrir sus rastros, para inventar historias que culpan a otros, para
minimizar los problemas. Estamos hablando de gente cercana a los bancos,
reacios a hacer las cosas que hacen falta para que el sistema bancario funcione
de manera correcta. El resultado fue un estímulo muy pequeño, mal diseñado, que
terminó en manos de megacorporaciones bancarias y no en entidades más pequeñas
que presten el dinero a pequeñas y medianas empresas. La reestructuración
bancaria fue insuficiente y no se solucionó nada del problema de las hipotecas,
lo que es más grave. Dos millones de americanos perdieron sus casas en 2008, lo
mismo en 2009 y la cifra en 2010 será mayor. El único motivo por el que no será
“mucho mayor” es el colapso del sistema judicial. Y Obama no hizo nada al
respecto, en buena medida porque su equipo está muy cercano a los bancos. La situación en Estados Unidos es muy deprimente.
¿El ascenso del Tea Party (la extrema derecha
republicana) empeoró el cuadro?
Sin duda. Se suponía que Obama venía a hacer un cambio,
pero eso no sucedió y el Tea Party fue exitoso en transmitir el mensaje de que
el Gobierno había sido cooptado por el establishment financiero. Pero su
conclusión no surge del análisis, que determinaría que la regulación bancaria
es mala; sino del enojo, con lo que concluyen: “saquen al Gobierno del medio”,
“corten el gasto”. Y eso empeorará las cosas. Los republicanos votan contra
cualquier nuevo endeudamiento. Si el Gobierno hoy puede endeudarse a tasa cero
e invertir esa plata en tecnología, que tiene un retorno del 30%, es estúpido
no hacerlo.
Con su demanda de carnes y cereales como la soja, ¿China
está primarizando economías emergentes, como las de Argentina y Brasil?
Es un riesgo que se está corriendo. Hoy la economía
global está dividida en dos: Estados Unidos y Europa van mal, y el resto va muy
bien. China puede continuar creciendo con EE.UU. y Europa deprimidos, porque
hay suficiente demanda en China e India. Políticamente, el cuadro es más
complejo: es probable que la tolerancia de los votantes americanos a ver que
los trabajos que se destruyen en su país se crean en China tenga un límite. No
se olvide de que los estadounidenses somos especialistas en culpar al resto por
nuestros problemas (risas). Pero es cierto que en América Latina esto causa que
las economías se vuelquen a la exportación de productos primarios, y eso no es
una buena estrategia de desarrollo.
Argentina fue la “niña mimada” de los mercados en los 90,
y lo mismo sucedió con Irlanda en los últimos años. ¿Ambas crisis muestran una
ceguera total de los expertos, o la crisis es endógena al hecho de haber sido
“poster boys”?
¿Se refiere a que por el hecho de que fueron los “poster
boys” hubo exceso de confianza, de toma de riesgo, y terminaron cayendo desde
más alto?
Sí, un argumento como el que sostenía el economista Hyman
Minsky.
Hubo una pésima evaluación de los analistas financieros,
pero los separaría de los economistas. Estos países fueron “poster boys” porque
eso lo dictaba el sentido común, que a su vez era dictado por los mercados
financieros, y por los economistas que trabajaban para el sector. Pero el resto
de la profesión advirtió sobre las inconsistencias. El sector financiero hace,
de hecho, una pésima economía, está sesgado y mira sólo el corto plazo. Cuando
era economista del Banco Mundial estaba preocupado por la Argentina, no
confiaba en la visión del FMI.
¿Es pesimista para lo que pueda conseguir el G20 en 2011?
El G20 no llegará a un consenso. O, mejor dicho, llegarán
a un consenso de que “alguien debería hacer algo contra el calentamiento
global”, o que “alguien debería ayudar a los países pobres”, o que “deberían
abrir más las economías”. De ahí a que alguien lo haga, es otra cosa.
¿Los gobiernos deberían medir la felicidad de los
ciudadanos?
Sería una gran idea, y de hecho se lo propusimos al
presidente francés Nicolas Sarkozy cuando nos encomendó, a un grupo de
economistas, soluciones para mejorar las estadísticas. El PBI no capta lo que a
la gente le importa. Un alto PBI no implica que la gente sea feliz. Tenemos que
incorporar no sólo mediciones de felicidad, sino de seguridad, medio ambiente y
otras variables de bienestar real.
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