CONSENSO DE WASHINGTON
El
movimiento neoliberal surge en la década del ochenta como una respuesta a la
Teoría del Estado de Bienestar y a su traslado o aplicación en políticas
concretas de numerosos países. Este pensamiento fue liderado por la primer
ministro Margaret Thatcher a partir del triunfo del Partido Conservador en el
Reino Unido en 1979 y la llegada a la
Casa Blanca del presidente Ronald Reagan
del Partido Republicano en los Estados Unidos en 1981, a pesar de que ambos
funcionarios en realidad no aceptarían
ser definidos como liberales. Entre los economistas los principales
inspiradores del movimiento fueron Friedrich von Hayek y Milton Friedman. (1)
En
noviembre de 1989 el Institute for International Economics realizó en
Washington un seminario sobre “Latin
American Adjustment: How Much Has Happened?” (El ajuste en América Latina:
¿Cuanto se ha hecho?) con la participación de representantes de Estados Unidos
y América Latina. Uno de los asistentes, John Williamson, recopiló en un
compendio las reformas que debían realizarse en la región de acuerdo con los
aportes brindados por los participantes del seminario al que denominó Consenso
de Washington y fue presentado como un modelo para América Latina. (2)
Este documento tenía el apoyo de los
organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial, centros generadores de ideas con sede en Washington y la opinión
favorable del gobierno norteamericano acerca de las prioridades que debían
encarar los países latinoamericanos a su
vez los puntos centrales del Consenso de Washigton fueron utilizados como
condicionalidad política de los organismos financieros internacionales.
Debe aclararse que si bien en
un principio las recetas del Consenso de Washigton estaban destinadas a América
Latina, estas adquirieron un alcance más amplio en el informe elaborado por el
Banco Mundial y presentado con el título de “Market Friendly Approach” en
el World Development Report 1991, donde
se incluyeron distintos conceptos expuestos por Willimson
El Consenso de Washington establecía un
decálogo de reformas para América Latina. Este consenso fue calificado como
neoliberal a pesar de que el mismo autor expresa que ese texto omitía muchos
otros principios del liberalismo. Sus propuestas se pueden resumir en los
siguientes puntos:
1.
Disciplina fiscal. El déficit presupuestario
–que debería incluir a gobiernos provinciales, empresas del Estado y el banco
central- debería ser lo suficientemente reducido como para financiarlo sin
recurrir al impuesto inflacionario. Ello implica contar con un superávit
primario (esto es, previo a la suma de la deuda y los gastos) de varios puntos
porcentuales del Producto Interno Bruto, así como un déficit operativo (que
vendría a ser el déficit sin contar aquellos intereses que simplemente
compensan la inflación) de no más del dos por ciento del Producto Interno
Bruto.
2.
Prioridades del gasto público. El gasto
debería desviarse de aquellas áreas políticamente sensibles - áreas que reciben
tradicionalmente recursos desproporcionados en relación con los beneficios
económicos que producen, tales como, la administración, defensa y subsidios
indiscriminados –hacia áreas marginales pero capaces de generar altos
rendimientos económicos y de mejorar la distribución de los ingresos, tales
como la atención primaria de la salud, la enseñanza primaria y la
infraestructura.
3.
La reforma tributaria. Esta reforma incluía la
ampliación de la base tributaria y el recorte de tasas impositivas marginales.
El objetivo era aumentar los incentivos y promover la equidad horizontal sin
rebajar la progresividad existente. El mejoramiento de la administración
tributaria (incluyendo la tributación sobre los ingresos e intereses derivados
de bienes invertidos en el exterior - fugas de capital) es un factor
determinante de la ampliación de la base tributaria en el contexto
latinoamericano.
4.
La desregularización financiera. El objetivo
final de la liberación financiera eran tasas de interés determinadas por el
mercado, aunque la experiencia ha demostrado que en períodos de crisis de
confianza crónica, las tasas de interés
pueden ser tan altas que llegan a amenazar la solvencia financiera de las
empresas productivas y del propio gobierno. En semejantes condiciones, un
objetivo temporal y sensato sería la eliminación de tasas de interés
preferenciales para prestamistas privilegiados y, asimismo, la consecución de
moderadas tasas de interés reales positivas.
5. Tipos de cambio. Todos los países requieren, por lo menos en lo que a transacciones comerciales
se refiere, tipos de cambio unificados y lo suficientemente competitivos como
para que estimulen el crecimiento acelerado de exportaciones no tradicionales y
garanticen a los exportadores el mantenimiento de tal competitividad en el
futuro.
6.Liberalización del comercio. Deben sustituirse las restricciones cuantitativas al comercio por
aranceles que a su vez fueran reduciéndose progresivamente hasta alcanzar un
nivel mínimo uniforme que oscile entre el 10 y el 20 por ciento. Existen,
empero, discrepancias en torno al ritmo al que deberían reducirse dichos
aranceles (para algunos esta reducción debería concretarse en alrededor de tres
años, para otros en torno a los diez) y asimismo no existe unanimidad sobre la
conveniencia de garantizar el proceso de liberalización comercial si las
condiciones macroeconómicas son adversas (recesión y déficit en la balanza de
pagos).
7.Inversión extranjera directa. Se recomienda la supresión de barreras que impidan la entrada de
empresas extranjeras; las empresas nacionales y foráneas deberían competir en
igualdad de condiciones.
8.Privatización. Se
aboga por la privatización de las empresas estatales.
9.Desregulacion. Los
gobiernos deben eliminar las regulaciones que impidan la participación de
nuevas empresas o que restrinjan de alguna manera la competencia, a la vez que
garantizan el mantenimiento de regulaciones que se justifiquen como la
seguridad, la protección ambiental o la supervisión de las normas de prudencia
de las instituciones financieras.
10.Derecho de propiedad. El sistema legal debe garantizar derechos de propiedad a bajo costo y
accesibles al sector informal.
Para José María
Fanelli, Williamson no es un ideólogo
del liberalismo, simplemente llegó en el momento justo, al lugar adecuado e
hizo un decálogo. Lo que escribió en 1989 no es un modelo teórico, sino un paper con las ideas que
se discutían por aquel entonces en la capital norteamericana, llamándolo “El
Consenso de Washington”. (2)
Según Williamson el
Consenso de Washington no fue un simple trabajo informativo sino que se
convirtió en un manifiesto político. Es por ello que tuvo una gran influencia
en distintos ámbitos del poder político y económico no sólo de los países de
América Latina, sino en otras naciones del mundo a través del informe del Banco
Mundial y también directamente en los
organismos financieros internacionales.
1. Según Anderson, Therbon, Boron y otros, el
neoliberalismo es una religión expansiva y demoledora. En 20 años conquistó el mundo.
Su primer apóstol fue un personaje inquisitorial: el general Augusto Pinochet
en 1973. En el mundo desarrollado, los evangelistas fueron Margaret Thatcher
1979, Ronald Reagan 1981 y Helmut Kohl 1982. (ANDERSON P. THERBON, G. BORON, A.
y otros La Trama
del neoliberalismo EUDEBA. Buenos Aires, 2001)
2.
WILLIAMSON,
John, What Washington Means by Policy Reform en Williamson, John, (Ed.) Latin American
Adjustment: How Much Has Happened? Institute for International Economics, 1990.
P.7
3. José Maria Fanelli, Un nuevo
Consenso de Washington. Entrevista por Diego Valenzuela. Semanario El
Economista. Buenos Aires, 8 de noviembre de 1996 P.8
http://www.cerir.com.ar/serie_docente.php?id=0000073
No hay comentarios:
Publicar un comentario