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sábado, 9 de agosto de 2014

CHINA. LA ENORME VORACIDAD CHINA EN AMÉRICA LATINA Y AFRICA. Sierra Gustavo


La enorme voracidad china en América latina y Africa

Empresas chinas invirtieron el año pasado 73.000 millones de dólares en el mundo.
  • Gustavo Sierra
El empresario chino Wang Jing llegó la semana pasada a Managua para confirmar que su país hará posible el sueño nicaragüense de tener un gran Canal Interocéanico que una el Pacífico con el Caribe. “Será la construcción más grande de la humanidad ”, anunció eufórico Wang Jing sin explicar exactamente cómo China va a financiar los 50.000 millones de dólares que se necesitarán para la construcción ni presentar un muy esperado estudio de impacto ambiental. Al gobierno de Daniel Ortega poco le importan estos “detalles”. Está convencido de que el país entrará a una nueva etapa de desarrollo con el canal de 250 kilómetros que atravesará el Gran Lago de Nicaragua, la mayor reserva de agua dulce de Centroamérica. El proyecto que contempla una zona de libre comercio, complejos turísticos, dos puertos, un aeropuerto y plantas de cemento y acero, es un buen ejemplo de la ofensiva china en América latina. Apuestan a lo grande sin importarles los costos sociales y ambientales.
Esa es la misma tónica con la que el gobierno de Beijing entró en Africa mostrando una voracidad absoluta por las materias primas que le pueden dar los dos continentes. Ya en 2009, China logró desbancar a Estados Unidos como principal socio comercial africano con un intercambio que el año pasado llegó a los 198.000 millones de dólares. Y más del 60% de las exportaciones de ese continente al gigante asiático son de bienes primarios, principalmente petróleo seguido de minerales, diamantes y maderas.
El intercambio chino-latinoamericano está basado en la misma composición. El comercio bilateral se multiplicó por 21 entre el 2000 y 2012, que pasó de 12.000 millones a 250.000 millones de dólares. Las exportaciones se multiplicaron por 25 y las importaciones por 18.
China es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y el segundo de Colombia, Uruguay y Venezuela.
La ofensiva china tuvo un impulso enorme en 2009 cuando lanzó una campaña diplomática para presentarse como una potencia “de mercado” y no intervencionista. Cuatro años más tarde las empresas chinas invirtieron 73.000 millones de dólares en todo el mundo, una cifra que multiplica por 36 lo que invertía una década atrás. Y esto se materializó con la compra masiva de tierras en Africa, los multimillonarios acuerdos por el gas y petróleo de Venezuela y la extracción de minerales en el resto de Latinoamérica. También hizo grandes inversiones en los países desarrollados para mejorar su imagen internacional y adquirir conocimiento. Por ejemplo, compraron la división de computadoras de IBM para hacer un suceso global con la marca Lenovo e invirtieron 38 millones de dólares en la empresa alemana Vensys de energía eólica para obtener una tecnología que no poseían. Y aprovechando la fortaleza del yuan acumularon casi cuatro billones de dólares en reservas cuya mitad está invertida en deuda pública de países desarrollados, algo que la convirtió en el primer tenedor de deuda de Estados Unidos.
En África, China tiene negocios por 198.000 millones de dólares y es el principal socio comercial por encima de EE.UU. Las firmas chinas tienen alquiladas 227 millones de hectáreas de Sudán, Liberia, Etiopía y otros países de la región. El 30% de los bosques de África central están bajo la concesión de empresas chinas. Los recursos que necesitan para su desarrollo y que consumen con voracidad 1.300 millones de chinos.


“Ocupar los espacios”, como diría Sabella

Opinión
  • Mariano Turzi
Hace diez años, la relación de China con la Argentina parecía circunscribirse a supermercados y restaurantes. Hoy es el principal socio comercial o el segundo de la mayoría de los países de América del Sur. Pero el conocimiento de la dirigencia política y empresarial sobre la que se estima será la primera economía del mundo a fines de este año no se ha transformado de manera acorde. Son pocos los tomadores de decisión que pueden identificar más de tres ciudades de la República Popular China, y menos aún los que conocen los nombres de sus máximos líderes. Por una combinación de ignorancia e impericia, la Argentina ha subutilizado la capacidad diplomática y desaprovechado el potencial de una asociación verdaderamente estratégica con la potencia ascendente. Existen cuadros técnicos preparados en los ministerios, pero se requiere liderazgo verdadero para potenciar una acción conjunta más que caudillismos burocráticos con miras electorales. Por ejemplo, las exportaciones de soja representan casi un 55% de las ventas al país asiático y más del 70% si se incluye sus derivados. Casi el 90% de las ventas totales de soja argentina van a China. Claramente –como el Gobierno señala- es un avance en la inserción internacional comercial del país. Pero Argentina no ha aprovechado esta situación para aumentar su poder de negociación, ni frente a China ni en el mundo. No llevamos la delantera en las discusiones de seguridad alimentaria global, ni tenemos conciencia de la importancia crítica que el tema tiene para el Partido Comunista Chino. Siempre es el mismo patrón. En infraestructura, comprar vagones chinos de ferrocarril o subte es muy pobre frente a una estrategia de atracción de inversiones directas, chinas para financiar la agenda de desarrollo industrial. En el área financiera, Argentina no ha explorado qué beneficios podría obtener Beijing respaldando decisivamente al país frente a los holdouts. En turismo, se estima que el número de turistas chinos superará los 400 millones. En el plano geopolítico, las transformaciones de poder global a favor de los emergentes crean las condiciones para que China pueda ser un aliado fundamental en la causa Malvinas. Incluso en el plano interno el rol de la diáspora china es incomprendido, perdiéndose el valor de las redes trasnacionales de individuos.
Así como en el Mundial el corner puede acabar en gol, en las relaciones internacionales las oportunidades perdidas rápidamente se convierten en riesgos. El DT de la diplomacia haría bien en aprender del DT de la Selección: “Ocupar los espacios” es una máxima deportiva que en política exterior implica también capacidad de fijar agenda, de potenciamiento de recursos y de proyección de poder. En estos diez años hemos jugado un partido, ahora debemos tener más la pelota.
*)Dir del Programa de Asia
Fuente: Diario "Clarín". Buenos Aires, 13 de julio de 2014.

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