iECO Diario Clarín. Buenos Aires, 15 de setiembre de 2013.
A cinco años del estallido de la crisis, una reactivación débil
RIESGOS QUE SUBSISTEN ESTADOS UNIDOS EUROPA EMERGENTES La quiebra de Lehman Brothers encendió la mecha de la peor crisis financiera en 80 años. Las consecuencias todavía se siguen procesando en la economía mundial.- Isabel Stratta
A cinco años de la quiebra del banco de
inversiones estadounidense Lehman Brothers, que encendió la mecha de la
peor crisis financiera en 80 años, las consecuencias en toda la economía
del planeta se siguen procesando. Aunque los enormes salvatajes y
estímulos de los gobiernos contribuyeron a que el fantasma de una
segunda Gran Depresión no se haya materializado, muchos países ricos
todavía tienen dificultades para salir de la recesión.
En EE.UU., que estuvo en recesión por 18 meses, hasta junio del 2009, una serie de indicadores sobre ganancias de las empresas, industria automotriz, gasto de los hogares y suba de precios inmobiliarios muestran una reactivación en marcha. Hasta tal punto que la Reserva Federal indicó que una decisión sobre el fin del programa de estímulo monetario conocido como quantitative easing podría estar a la vuelta de la esquina.
En Europa –que logró esquivar el desmembramiento del euro pero que sigue padeciendo el estancamiento y la recesión en varios países–, se discute si los recientes “brotes verdes” alcanzan para hablar de reactivación.
Mientras tanto, los emergentes, aun cuando digirieron más rápido el impacto de la crisis originada en EE.UU., están mostrando por estos días que no están a salvo de secuelas y reacomodaciones: la corrida de capitales que regresan al dólar (e incluso al euro) puede considerarse como el más reciente y más imprevisto coletazo de la crisis.
Según las últimas proyecciones del FMI, la economía mundial crecerá 3,1% este año, y 3,8% en 2014, en ambos casos levemente menos de lo que se preveía a comienzos del año. Esas reducciones de expectativas tuvieron en cuenta la desaceleración en economías emergentes como China y Brasil y la persistencia de la recesión en Europa, dijo el organismo en su actualización de julio.
A cinco años del estallido, una observación infaltable en todos los balances de la crisis se refiere a lo escaso o insuficiente de las reformas del sistema financiero, el lugar donde se inició el incendio. Los bancos están más grandes que antes y las regulaciones introducidas en EE.UU. por el acta Dodd-Frank y a nivel mundial por Basilea III se consideran limitadas.
La crisis del 2008 tuvo su origen más directo en el mercado de hipotecas subprime . Durante algunos años de la década del 2000, el sistema financiero estadounidense multiplicó la oferta de préstamos hipotecarios a deudores de baja calificación, para generar a su vez una mssa de hipotecas que se vendieron como productos securitizados, ayudados por las recomendaciones con las que las calificadoras de riesgo los bendecían.
Una primera alerta sobre el estado de peligro del sistema llegó cuando Bear Sterns debió ser ayudada con un préstamo de emergencia en marzo del 2008. Pero Lehman Brothers, cuando llegó su turno, no fue rescatado y quebró el 15 de septiembre. Eso detonó una explosión en cadena entre los grandes bancos de inversión, ramificados por todo el mundo e interconectados. Washington orquestó salvatajes (a través de garantías billonarias, créditos, líneas de redescuento) y propició consolidaciones para impedir quiebras bancarias.
A cinco años del salvataje, los grandes bancos han devuelto el dinero del TARF (programa de rescate lanzado por el gobierno de George W. Bush) y exhiben balances robustos. La capitalización de los cinco mayores bancos de EE.UU. se ha duplicado desde entonces.
Sin embargo, diversas fuentes calificadas dijeron esta semana a Bloomberg News (ver El riesgo sistémico ... , pág. 5) que con eso no basta. Siguen viendo al sistema como muy apalancado, intrincado e interconectado como para capear un pánico, y a los reguladores poco dotados de herramientas para una eventualidad como ésa.
“Estamos más seguros, pero no lo suficientemente seguros”, dijo Stefan Walter, que como secretario general del Comité de Basilea de Regulación Bancaria encabezó la tarea de revisión de las normas sobre capitalización de los bancos.
Las finanzas globales están más seguras que antes, evaluó esta semana en su balance el semanario The Economist , en parte porque las reformas las volvieron más resistentes y porque EE.UU. está corrigiendo desequilibrios de su economía; pero otras zonas de peligro acechan. “No hay nuevas Lehman a la vista. Pero muchas crisis de menor magnitud salpican el panorama, y algunas potencialmente grandes amenazan a Europa” señaló la revista.
Si en EE.UU. se desató la crisis, también de EE.UU. llegan las señales más notorias de reanimación de la economía. “En 2014, Estados Unidos crecerá al 2,7% como consecuencia de que está mejorando la confianza de las empresas y consumidores” dijo a iEco el economista Rafael Pampillón, de la española IE Business School. Para el 2015, algunos cálculos proyectan un 3%, el doble que el 1,5% estimado para este año.
La crisis, sin embargo, puede estar dejando marcas de más larga duración en el empleo, al combinarse con tendencias de largo plazo derivadas de cambios tecnológicos. El desempleo de larga data aumenta y la “tasa de participación” (suma de los que trabajan o buscan empleo) cayó al 63%, la menor en 35 años. Con la recesión desaparecieron 8 millones de empleos y sólo 6 se recuperaron con la reactivación, crecimiento sin empleo que no va a facilitarle las decisiones a la FED en los meses que vienen.
Europa tardó en contagiarse, pero luego la debacle subprime llegó a sus costas transformada en crisis de deuda y crisis del euro. El año pasado, el anuncio del BCE de que iba a “hacer todo lo que hiciera falta” para sostener al euro logró contener la fractura de la moneda única que parecía inexorable.
Ayudada por las exportaciones, Europa, después de un año y medio en recesión, está retomando la senda del crecimiento, destaca Pampillon. “La Eurozona crecerá en 2014 un 1,1%. En el segundo trimestre de este año ya tuvo un crecimiento positivo del 0,3%. El crecimiento será positivo en Alemania, España y Francia, en la segunda mitad de este año”.
No hay dudas de que para Europa el panorama mejora, dice el economista de Berkeley Barry Eichengreen, ex asesor del FMI. Pero asegura que los bancos siguen “subcapitalizados y sobreapalancados” y que eso torna poco probable una reactivación sostenible sustentada en el crédito bancario”.
En la salida de la recesión más larga desde la Segunda Guerra, la economía alemana lleva la delantera (2,9% de crecimiento anualizado en el segundo trimestre). La brecha de dinamismo entre Alemania y sus socios europeos se acentúa, un dato de los años recientes que ha ayudado a Berlín a asumir un nuevo papel, desconocido antes de la crisis, de gendarme de ls finanzas de la eurozona.
La crisis parece estar transformando también rasgos de más larga duración de la economía europea como el estado de bienestar, socavado por la aplicación a rajatabla de planes de austeridad simultáneos. “Las políticas de austeridad se están implementando de un modo que refuerza la espiral de menos inversión, más insolvencias y relación deuda-PBI cada vez más alta”, dijo a iEco Yanis Varoufakis, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin. “En esa dinámica perversa, los blancos más fáciles para el recorte presupuestario son los beneficios a los miembros más débiles de la sociedad” A las economías emergentes, dos hechos les permitieron amortiguar el impacto de la crisis del 2008: el alto precio de las materias primas y una marea de liquidez –alimentada por los estímulos monetarios en EE.UU.– que llegaba en busca de altos rendimientos.
En mayo, sin embargo, el anuncio del presidente de la Fed de que se reducirían los estímulos no bien la mejora de la economía estadounidense lo permitiera, desató una corrida de capitales en sentido inverso. Desde entonces países como Brasil, India y Turquía han debido tomar medidas para contenerla, afectando sus reservas o poniendo en peligro su crecimiento con subas de tasas de interés.
Esa “fuga hacia la calidad” desde los mercados emergentes puede o no ser transitoria. Pero lo que sí se confirma como un dato durable de la economía mundial, en desmedro de cualquier hipótesis de “desacople”, es que lo que acontece en EE.UU., tanto si se desata una recesión como si amaina, tiene una gran capacidad para influir sobre lo que sucede en el resto del planeta.
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En EE.UU., que estuvo en recesión por 18 meses, hasta junio del 2009, una serie de indicadores sobre ganancias de las empresas, industria automotriz, gasto de los hogares y suba de precios inmobiliarios muestran una reactivación en marcha. Hasta tal punto que la Reserva Federal indicó que una decisión sobre el fin del programa de estímulo monetario conocido como quantitative easing podría estar a la vuelta de la esquina.
En Europa –que logró esquivar el desmembramiento del euro pero que sigue padeciendo el estancamiento y la recesión en varios países–, se discute si los recientes “brotes verdes” alcanzan para hablar de reactivación.
Mientras tanto, los emergentes, aun cuando digirieron más rápido el impacto de la crisis originada en EE.UU., están mostrando por estos días que no están a salvo de secuelas y reacomodaciones: la corrida de capitales que regresan al dólar (e incluso al euro) puede considerarse como el más reciente y más imprevisto coletazo de la crisis.
Según las últimas proyecciones del FMI, la economía mundial crecerá 3,1% este año, y 3,8% en 2014, en ambos casos levemente menos de lo que se preveía a comienzos del año. Esas reducciones de expectativas tuvieron en cuenta la desaceleración en economías emergentes como China y Brasil y la persistencia de la recesión en Europa, dijo el organismo en su actualización de julio.
A cinco años del estallido, una observación infaltable en todos los balances de la crisis se refiere a lo escaso o insuficiente de las reformas del sistema financiero, el lugar donde se inició el incendio. Los bancos están más grandes que antes y las regulaciones introducidas en EE.UU. por el acta Dodd-Frank y a nivel mundial por Basilea III se consideran limitadas.
La crisis del 2008 tuvo su origen más directo en el mercado de hipotecas subprime . Durante algunos años de la década del 2000, el sistema financiero estadounidense multiplicó la oferta de préstamos hipotecarios a deudores de baja calificación, para generar a su vez una mssa de hipotecas que se vendieron como productos securitizados, ayudados por las recomendaciones con las que las calificadoras de riesgo los bendecían.
Una primera alerta sobre el estado de peligro del sistema llegó cuando Bear Sterns debió ser ayudada con un préstamo de emergencia en marzo del 2008. Pero Lehman Brothers, cuando llegó su turno, no fue rescatado y quebró el 15 de septiembre. Eso detonó una explosión en cadena entre los grandes bancos de inversión, ramificados por todo el mundo e interconectados. Washington orquestó salvatajes (a través de garantías billonarias, créditos, líneas de redescuento) y propició consolidaciones para impedir quiebras bancarias.
A cinco años del salvataje, los grandes bancos han devuelto el dinero del TARF (programa de rescate lanzado por el gobierno de George W. Bush) y exhiben balances robustos. La capitalización de los cinco mayores bancos de EE.UU. se ha duplicado desde entonces.
Sin embargo, diversas fuentes calificadas dijeron esta semana a Bloomberg News (ver El riesgo sistémico ... , pág. 5) que con eso no basta. Siguen viendo al sistema como muy apalancado, intrincado e interconectado como para capear un pánico, y a los reguladores poco dotados de herramientas para una eventualidad como ésa.
“Estamos más seguros, pero no lo suficientemente seguros”, dijo Stefan Walter, que como secretario general del Comité de Basilea de Regulación Bancaria encabezó la tarea de revisión de las normas sobre capitalización de los bancos.
Las finanzas globales están más seguras que antes, evaluó esta semana en su balance el semanario The Economist , en parte porque las reformas las volvieron más resistentes y porque EE.UU. está corrigiendo desequilibrios de su economía; pero otras zonas de peligro acechan. “No hay nuevas Lehman a la vista. Pero muchas crisis de menor magnitud salpican el panorama, y algunas potencialmente grandes amenazan a Europa” señaló la revista.
Si en EE.UU. se desató la crisis, también de EE.UU. llegan las señales más notorias de reanimación de la economía. “En 2014, Estados Unidos crecerá al 2,7% como consecuencia de que está mejorando la confianza de las empresas y consumidores” dijo a iEco el economista Rafael Pampillón, de la española IE Business School. Para el 2015, algunos cálculos proyectan un 3%, el doble que el 1,5% estimado para este año.
La crisis, sin embargo, puede estar dejando marcas de más larga duración en el empleo, al combinarse con tendencias de largo plazo derivadas de cambios tecnológicos. El desempleo de larga data aumenta y la “tasa de participación” (suma de los que trabajan o buscan empleo) cayó al 63%, la menor en 35 años. Con la recesión desaparecieron 8 millones de empleos y sólo 6 se recuperaron con la reactivación, crecimiento sin empleo que no va a facilitarle las decisiones a la FED en los meses que vienen.
Europa tardó en contagiarse, pero luego la debacle subprime llegó a sus costas transformada en crisis de deuda y crisis del euro. El año pasado, el anuncio del BCE de que iba a “hacer todo lo que hiciera falta” para sostener al euro logró contener la fractura de la moneda única que parecía inexorable.
Ayudada por las exportaciones, Europa, después de un año y medio en recesión, está retomando la senda del crecimiento, destaca Pampillon. “La Eurozona crecerá en 2014 un 1,1%. En el segundo trimestre de este año ya tuvo un crecimiento positivo del 0,3%. El crecimiento será positivo en Alemania, España y Francia, en la segunda mitad de este año”.
No hay dudas de que para Europa el panorama mejora, dice el economista de Berkeley Barry Eichengreen, ex asesor del FMI. Pero asegura que los bancos siguen “subcapitalizados y sobreapalancados” y que eso torna poco probable una reactivación sostenible sustentada en el crédito bancario”.
En la salida de la recesión más larga desde la Segunda Guerra, la economía alemana lleva la delantera (2,9% de crecimiento anualizado en el segundo trimestre). La brecha de dinamismo entre Alemania y sus socios europeos se acentúa, un dato de los años recientes que ha ayudado a Berlín a asumir un nuevo papel, desconocido antes de la crisis, de gendarme de ls finanzas de la eurozona.
La crisis parece estar transformando también rasgos de más larga duración de la economía europea como el estado de bienestar, socavado por la aplicación a rajatabla de planes de austeridad simultáneos. “Las políticas de austeridad se están implementando de un modo que refuerza la espiral de menos inversión, más insolvencias y relación deuda-PBI cada vez más alta”, dijo a iEco Yanis Varoufakis, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin. “En esa dinámica perversa, los blancos más fáciles para el recorte presupuestario son los beneficios a los miembros más débiles de la sociedad” A las economías emergentes, dos hechos les permitieron amortiguar el impacto de la crisis del 2008: el alto precio de las materias primas y una marea de liquidez –alimentada por los estímulos monetarios en EE.UU.– que llegaba en busca de altos rendimientos.
En mayo, sin embargo, el anuncio del presidente de la Fed de que se reducirían los estímulos no bien la mejora de la economía estadounidense lo permitiera, desató una corrida de capitales en sentido inverso. Desde entonces países como Brasil, India y Turquía han debido tomar medidas para contenerla, afectando sus reservas o poniendo en peligro su crecimiento con subas de tasas de interés.
Esa “fuga hacia la calidad” desde los mercados emergentes puede o no ser transitoria. Pero lo que sí se confirma como un dato durable de la economía mundial, en desmedro de cualquier hipótesis de “desacople”, es que lo que acontece en EE.UU., tanto si se desata una recesión como si amaina, tiene una gran capacidad para influir sobre lo que sucede en el resto del planeta.
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El riesgo sistémico no se ha eliminado
- BLOOMBERG ESPECIAL PARA CLARIN
A cinco años del 15 de septiembre del 2008, el capital de los seis mayores bancos de EE.UU. se ha duplicado.
Sin embargo, legisladores, funcionarios y veteranos de Wall Street dicen que no alcanza. Ven un sistema demasiado apalancado e interconectado, lo mismo que pasaba antes de la crisis.
Más de 50 banqueros, reguladores, economistas y legisladores entrevistados por Bloomberg News discreparon en cuanto a qué debería hacerse. Algunos señalaron que los seis mayores bancos de EE.UU. se volvieron aún más grandes desde el 2007 –entre todos, un aumento del 28% en los activos, según datos compilados por Bloomberg–, lo que hará todavía más imposible permitir su quiebra. Otros dijeron que no les preocupa el tamaño, ni que el sistema requiera de tanto en tanto intervención del Estado.
Los bancos “son demasiado grandes y creo que van a tener que ser demasiado grandes”, dijo David Komansky, ex CEO de Merrill Lynch y hoy director de BlackRock, la mayor gerenciadora de fondos del mundo. “No tengo ese horrible disgusto por la intervención oficial”, señaló Komansky, Las investigaciones del Congreso y más de 300 libros sobre la crisis han identificado a muchos culpables: hogares que fueron más allá de sus medios, bancos que vendían hipotecas subprime , organismos semiestatales que respaldaban los préstamos, Wall Street que los empaquetaba para los inversores, calificadoras que ponían el sello aprobatorio, reguladores que no objetaban y funcionarios que permitían que todo eso ocurriera.
Ahora, los reguladores obligan a los bancos a reducir el monto de fondos que piden prestados para operar (apalancamiento), a tener más activos líquidos y a apoyarse menos en préstamos overnight . El Acta Dodd-Frank de 2010 establece un protocolo que, en teoría, permite a las autoridades tomar aun a los bancos más grandes y desmantelarlos sin desmoronar todo el sistema. Se creo un grupo para monitorear el riesgo sistémico.
Eso podría ser insuficiente. Los grandes bancos siguen siendo bizantinos, con cientos de subsidiarias en el mundo que podrían desbaratar los esfuerzos por transparentarlos. A seis reguladores estadounidenses con facultades superpuestas que suelen entrechocarse, los cerca un ejército de lobbistas muy bien pagos. El apalancamiento sigue alto, dicen algunos reguladores y economistas.
Los mayores riesgos podrían residir en lo desconocido: cinco años después de que AIG fue hundida por miles de millones de dólares de swaps de default crediticio, existe poca transparencia sobre el trading de los bancos y los negocios de derivados o sus equivalentes.
“El modelo básico no ha cambiado mucho y sigue siendo frágil”, dijo Anil Kashyap, de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago. “Los bancos necesitan mucho más capital y liquidez. Todavía distan de ser seguros”.
Una razón es la intensidad de la presión de Wall Street. Ejecutivos, lobistas y abogados de los bancos concertaron más de 700 reuniones con reguladores sobre una sección de la ley Dodd-Frank apuntada a limitar el trading que los bancos hacen por su propia cuenta, según datos compilados por Kimberly Krawiec, profesor de derecho de la Duke University. En octubre del 2011, un plan para implementar la norma, bautizada con el nombre del ex presidente de la Fed Paul Volcker, generó más de 18.000 cartas, en su mayoría de bancos que se quejaban de que era muy compleja y podría afectar el crecimiento económico.
La reglamentación de la regla Volcker aún no se ha terminado. La SEC debe realizar un análisis de costo-beneficio que podría generar aún más demoras. El proyecto actual tiene tantas excepciones que hasta Volcker ha dicho que no está seguro de que vaya a cumplir el papel que él esperaba.
La norma Volcker no es la única que no sale. Al 3 de septiembre, más de tres años después de la sanción de la Dodd-Frank, sólo el 40% de los 398 incisos han sido reglamentados, según el estudio jurídico Davis Polk & Wardwell LLC, que monitorea el avance.
La falta de coordinación entre reguladores, junto con la poca regulación de los derivados, los fondos del mercado monetario y la capitalización bancaria contribuyeron a desbaratar el sistema en el 2008, según la Comisión Investigadora del congreso. La autoridad regulatoria había sido arrancada u obstruida, escribió el panel, y lo que quedaba estaba muy afectado por peleas internas, vacíos legales e influencias que el sistema financiero compró con US$2.700 millones de lobby y 1.000 millones de aportes de campaña en la década que precedió a la crisis.
Desde la crisis, los reguladores más que duplicaron el requisito de capital de alta calidad que los grandes bancos deben tener y sometieron a las entidades a tests de estrés. Aun así, Wall Street ha hallado formas de suavizar o posponer el impacto. Encontraron aliados entre autoridades europeas, deseosas de limitar el alcance de las normas sobre derivados, y administradoras de activos que se oponen a los cambios en los fondos de mercado de dinero, que los bancos usan para su fondeo de corto plazo.
Sin embargo, legisladores, funcionarios y veteranos de Wall Street dicen que no alcanza. Ven un sistema demasiado apalancado e interconectado, lo mismo que pasaba antes de la crisis.
Más de 50 banqueros, reguladores, economistas y legisladores entrevistados por Bloomberg News discreparon en cuanto a qué debería hacerse. Algunos señalaron que los seis mayores bancos de EE.UU. se volvieron aún más grandes desde el 2007 –entre todos, un aumento del 28% en los activos, según datos compilados por Bloomberg–, lo que hará todavía más imposible permitir su quiebra. Otros dijeron que no les preocupa el tamaño, ni que el sistema requiera de tanto en tanto intervención del Estado.
Los bancos “son demasiado grandes y creo que van a tener que ser demasiado grandes”, dijo David Komansky, ex CEO de Merrill Lynch y hoy director de BlackRock, la mayor gerenciadora de fondos del mundo. “No tengo ese horrible disgusto por la intervención oficial”, señaló Komansky, Las investigaciones del Congreso y más de 300 libros sobre la crisis han identificado a muchos culpables: hogares que fueron más allá de sus medios, bancos que vendían hipotecas subprime , organismos semiestatales que respaldaban los préstamos, Wall Street que los empaquetaba para los inversores, calificadoras que ponían el sello aprobatorio, reguladores que no objetaban y funcionarios que permitían que todo eso ocurriera.
Ahora, los reguladores obligan a los bancos a reducir el monto de fondos que piden prestados para operar (apalancamiento), a tener más activos líquidos y a apoyarse menos en préstamos overnight . El Acta Dodd-Frank de 2010 establece un protocolo que, en teoría, permite a las autoridades tomar aun a los bancos más grandes y desmantelarlos sin desmoronar todo el sistema. Se creo un grupo para monitorear el riesgo sistémico.
Eso podría ser insuficiente. Los grandes bancos siguen siendo bizantinos, con cientos de subsidiarias en el mundo que podrían desbaratar los esfuerzos por transparentarlos. A seis reguladores estadounidenses con facultades superpuestas que suelen entrechocarse, los cerca un ejército de lobbistas muy bien pagos. El apalancamiento sigue alto, dicen algunos reguladores y economistas.
Los mayores riesgos podrían residir en lo desconocido: cinco años después de que AIG fue hundida por miles de millones de dólares de swaps de default crediticio, existe poca transparencia sobre el trading de los bancos y los negocios de derivados o sus equivalentes.
“El modelo básico no ha cambiado mucho y sigue siendo frágil”, dijo Anil Kashyap, de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago. “Los bancos necesitan mucho más capital y liquidez. Todavía distan de ser seguros”.
Una razón es la intensidad de la presión de Wall Street. Ejecutivos, lobistas y abogados de los bancos concertaron más de 700 reuniones con reguladores sobre una sección de la ley Dodd-Frank apuntada a limitar el trading que los bancos hacen por su propia cuenta, según datos compilados por Kimberly Krawiec, profesor de derecho de la Duke University. En octubre del 2011, un plan para implementar la norma, bautizada con el nombre del ex presidente de la Fed Paul Volcker, generó más de 18.000 cartas, en su mayoría de bancos que se quejaban de que era muy compleja y podría afectar el crecimiento económico.
La reglamentación de la regla Volcker aún no se ha terminado. La SEC debe realizar un análisis de costo-beneficio que podría generar aún más demoras. El proyecto actual tiene tantas excepciones que hasta Volcker ha dicho que no está seguro de que vaya a cumplir el papel que él esperaba.
La norma Volcker no es la única que no sale. Al 3 de septiembre, más de tres años después de la sanción de la Dodd-Frank, sólo el 40% de los 398 incisos han sido reglamentados, según el estudio jurídico Davis Polk & Wardwell LLC, que monitorea el avance.
La falta de coordinación entre reguladores, junto con la poca regulación de los derivados, los fondos del mercado monetario y la capitalización bancaria contribuyeron a desbaratar el sistema en el 2008, según la Comisión Investigadora del congreso. La autoridad regulatoria había sido arrancada u obstruida, escribió el panel, y lo que quedaba estaba muy afectado por peleas internas, vacíos legales e influencias que el sistema financiero compró con US$2.700 millones de lobby y 1.000 millones de aportes de campaña en la década que precedió a la crisis.
Desde la crisis, los reguladores más que duplicaron el requisito de capital de alta calidad que los grandes bancos deben tener y sometieron a las entidades a tests de estrés. Aun así, Wall Street ha hallado formas de suavizar o posponer el impacto. Encontraron aliados entre autoridades europeas, deseosas de limitar el alcance de las normas sobre derivados, y administradoras de activos que se oponen a los cambios en los fondos de mercado de dinero, que los bancos usan para su fondeo de corto plazo.
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