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martes, 30 de diciembre de 2014

AFGANISTAN. LA OTAN PONE FIN A SU MISIÓN MILITAR TRAS UNA PRESENCIA DE 13 AÑOS


Conflicto

La OTAN pone fin a su misión militar en Afganistán tras una presencia de 13 años

Obama aplaude la medida, pero advierte que el país todavía es "un lugar peligroso"
KABUL.- La coalición liderada por Estados Unidos en Afganistán terminó ayer formalmente su misión de combate, más de 13 años después de que una alianza internacional derrocó al gobierno talibán que cobijó a los cerebros de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Unos 13.000 soldados extranjeros, en su mayoría norteamericanos, permanecerán en el país bajo una nueva misión de dos años denominada "Apoyo firme", que continuará con el entrenamiento de la coalición a las fuerzas de seguridad afganas, en momentos en que la insurgencia no da señales de retroceder.
"El día de hoy [por ayer] marca el fin de una era y el comienzo de una nueva", dijo en Kabul el general estadounidense John Campbell, comandante de las fuerzas internacionales, ISAF.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama , saludó el fin de la misión de la OTAN en Afganistán, pero advirtió que el país continúa siendo "un lugar peligroso".
"Ahora, gracias al extraordinario sacrificio de nuestros hombres y mujeres uniformados, nuestra misión de combate en Afganistán llega a su fin, y la más larga guerra en la historia de Estados Unidos se acaba de manera responsable", dijo.
"Nuestro país está más seguro por su servicio", agregó Obama, y señaló que la presencia militar norteamericana había permitido a los afganos reconstruir su país, celebrar sus primeras elecciones y finalizar su primera transición democrática en la historia del país.
En estos 13 años murieron en Afganistán unos 3500 soldados de la ISAF en combates contra los talibanes o en atentados, lo que la convierte en la operación más larga y con más víctimas mortales en la que ha participado la OTAN.
Los talibanes islámicos señalaron que incluso tras el fin de la misión de combate de la OTAN van a seguir atacando a las tropas extranjeras. "Le aseguro a nuestro pueblo que sus mujaidines seguirán luchando contra los intrusos, aun cuando quede uno solo en nuestro país", sostuvo el vocero talibán Zabihullah Mudshahed.
En privado, algunos funcionarios norteamericanos expresan su temor de un colapso similar al que se vivió en Irak, cuyo ejército se ha mostrado incapaz de contener el avance de la organización jihadista Estado Islámico .
"Los talibanes claramente no tienen el poder que tenían en 2001, pero están lejos de ser derrotados", dijo Vanda Felbab-Brown, analista del centro Brookings.
La situación sigue siendo peligrosa en el país e incluso empeoró en los últimos tiempos. En los primeros 11 meses de este año, Naciones Unidas contabilizó 3188 muertos civiles, más que nunca antes.
En nombre del gobierno afgano agradeció a las tropas internacionales el asesor de seguridad Hanif Atmar, y pidió que continúe el apoyo. "No queremos y no esperamos que nos apoyen ilimitadamente. Pero de todas maneras necesitamos su cooperación hoy más que nunca", dijo Atmar.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, consideró que la misión cumplió con su cometido. "Los terroristas ya no tienen un refugio en Afganistán y para millones de afganos se sentaron las bases de un futuro mejor", afirmó.
El final del despliegue de combate enfrenta, sin embargo, críticas en Afganistán. La directora de la Comisión de Derechos Humanos en Kabul, Sima Samar, censuró la estrategia de la OTAN. "No entendimos el aumento de soldados en 2009 y no entendemos ahora la retirada", señaló la ganadora del Premio Nobel Alternativo.
Agencias AP, AFP, EFE y Reuters.
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Diario "Clarín". Buenos Aires, 29 de diciembre de 2014.

EE.UU. y la OTAN inician su retiro de Afganistán, acosado por los talibanes

La guerra lanzada tras el 11-S.Tras 13 años de guerra que fragmentaron al país, Washington y la alianza occidental lanzaron su repliegue. Lo hicieron ayer con una ceremonia en Kabul. Llegaron a tener 140.000 efectivos. En marzo habrá sólo 12.500.
KABUL Y WASHINGTON. AFP, DPA Y AP
Después de 13 años de una guerra agotadora, EE.UU. y la alianza militar de la OTAN se retiraron ayer de Afganistán, abrumados por las dudas acerca de una misión que costó la vida a miles de soldados y que aun así deja un país empobrecido, muy fragmentado y a expensas de la insurgencia talibán.
El retiro oficial del país está previsto para el 1 de enero, pero ayer el repliegue comenzó con una ceremonia simbólica cuyos datos centrales se mantuvieron en reserva, hasta último momento, para evitar un atentado de la milicia integrista. El dato da una idea de los problemas que aún se ciernen sobre ese desdichado país.
A medida que se acerca el final del año, el grueso del ejército de EE.UU. deja el escenario de Afganistán sin triunfalismo luego del conflicto más largo en el que Washington se haya involucrado.
Anoche, de vacaciones en Hawai, el presidente Barack Obama destacó la conclusión “responsable” de la guerra en Afganistán, la “más larga” en la historia de EE.UU., al honrar a los más de 2.200 “patriotas” estadounidenses fallecidos en los 13 años de conflicto y advertir que ese país sigue siendo “un lugar peligroso”. La invasión del país comenzó tras el ataque terrorista del 11 de setiembre de 2001 a las Torres Gemelas y al Pentágono. Con la mayor parte de los problemas aún sin resolver, la factura de la guerra suma un billón de dólares.
En un comunicado divulgado por la Casa Blanca, Obama calificó de “hito” para EE.UU. la ceremonia celebrada ayer en Kabul con la que la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán de la OTAN (ISAF) marcó el fin de su misión de combate.
“Estamos más seguros y nuestra nación es más segura”, remarcó el mandatario al recordar que Estados Unidos mantendrá a partir de 2015 una “presencia militar limitada” en Afganistán para “entrenar, asesorar y ayudar” a las fuerzas locales.
La fuerza de la OTAN en Afganistán (ISAF), que contó con más de 140.000 efectivos en el momento más fuerte de su presencia, debe ser reemplazada en 2015 por 12.500 soldados extranjeros, en su mayoría estadounidenses, destinados en teoría a un papel secundario.
Públicamente, el Estado Mayor asegura a viva voz que las fuerzas de seguridad afganas entrenadas por Estados Unidos son bien capaces de mantenerse firmes contra los talibanes.  Pero en privado, algunos funcionarios expresan su temor de un colapso similar al que se vivió en Irak, cuyo ejército se ha mostrado incapaz de contener el avance de la organización yihadista Estado Islámico (ISIS).
“Los talibanes claramente no tienen el poder que tenían en 2001, pero están lejos de ser derrotados”, dijo Vanda Felbab-Brown, analista del centro de anlásisi Brookings.
En Estados Unidos la cobertura mediática de la retirada de los soldados es casi inexistente, probablemente por temor a escaldar una opinión pública mayoritariamente escéptica sobre el éxito del conflicto. En filas del ejército, sólo 23% piensa que la misión fue cumplida, según una encuesta reciente. Pero eso sería olvidar que en el comienzo de la guerra, los estadounidenses vieron con muy buen ojo el inicio de la ofensiva, diseñada por el ex presidente George W. Bush para “cortar el uso de Afganistán como una base terrorista”.
El ejército estadounidense logró alcanzar rápidamente resultados deslumbrantes. Los campos de entrenamiento de Al Qaeda fueron eliminados y la ofensiva logró derrocar al régimen talibán en un mes. La guerra parecía haberse ganado sin mucho esfuerzo. Una impresión falsa: los talibanes primero se refugiaron en Pakistán y luego pasaron a acosar al ejército y las fuerzas de la coalición afganos en ataques y golpes sorpresa.
Washington ciertamente apostó por la disuasión armada para derrotar a la insurgencia, pero intentó  construir un país “democrático y estable”, luchando contra la corrupción endémica, promoviendo el desarrollo económico y la defensa de los derechos humanos. La ayuda internacional permitió construir carreteras y escuelas, pero también la inundación de dólares sirvió para alimentar la corrupción y, por medio de desvíos, financiar a la insurgencia.
Los talibanes ciertamente ya no están en el poder en Kabul, pero todavía no hay indicios de que hayan renunciado a la batalla. De pronto, la atención se centra en las deserciones en cascada del ejército afgano y la dificultad de responder a los insurgentes. Los radicales islámicos ya anticiparon que seguirán atacando. “Aseguro a nuestro pueblo que sus muyahedines seguirán luchando contra los intrusos, aun cuando quede uno solo en nuestro país”, sostuvo el portavoz talibán Zabihullah Mudshahed.
 

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