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viernes, 29 de noviembre de 2013

ARGENTINA - EE.UU. LO OCURRIDO FUE UN GOLPE A LA RELACIÓN

Entrevista con Michael Shifter

"Lo ocurrido fue un golpe a la relación con EE.UU"

El presidente del think tank Inter-American Dialogue, de Washington, afirma que la incautación del material estadounidense en Ezeiza sienta "un precedente serio" en la relación bilateral, pero no cree que se deba a un giro antinorteamericano del Gobierno sino más bien a "una reacción de despecho" y a una falta de profesionalismo
Por Silvia Pisani
Corresponsal en EE.UU.
WASHINGTON
Michael Shifter figura entre los pocos analistas que en Washington estudian la relación con América latina y son capaces de hacer bromas con los modos y las figuras políticas de la región sin equivocarse. Siente pasión por esa geografía, que visita varias veces al año y en la que, en alguna etapa de su vida, tuvo su hogar.
Es el presidente del Inter-American Dialogue (IAD), uno de los centros de estudios más activos en esta ciudad en el análisis regional y, en esa condición, conoce a buena parte de sus principales figuras políticas.
Hoy, si algo lamenta, es la escalada diplomática entre los Estados Unidos y nuestro país, cuyo primer y principal efecto, dice, es "quitarle consistencia" a la relación entre partes, entendida ésta como la consolidación de la confianza necesaria como para construir. "Ha sido un golpe a la relación", dice, categórico.
"Nadie construye nada duradero sobre un terreno que tiene picos altos y picos bajos. Se necesita una base sólida de confianza y eso es lo que no se ve", dice este hombre que, sin embargo, es reacio a las conclusiones inmediatas. Para él, el sentido de lo ocurrido se verá en el futuro, en la forma en que se supere la crisis y en los pasos que dé el gobierno argentino. "Se ha registrado un precedente serio, pero no es definitivo", insiste.
Los dos episodios de estas últimas semanas son mensajes poderosos, dice. Se refiere a la incautación del material que llegó a bordo de un avión norteamericano en misión de entrenamiento y a la decisión del canciller Héctor Timerman de endilgar a los Estados Unidos el papel de exportador de técnicas de tortura en la región.
"Todo eso se lee como una reacción de despecho, porque la Argentina no fue elegida como destino de la primera gira regional" del presidente Barack Obama, diagnostica. No cree que haya más motivo ni razones ni, tampoco, que esto revele una intención de giro en el alineamiento de nuestro país en materia de política exterior.
Cuestiona, por todo ello, la falta de "profesionalismo" tanto en el mensaje como en la forma en que se lo transmitió. Pero no pierde la esperanza de que la crisis pueda ser reconducida. Sobre todo, si las autoridades argentinas saben cerrarla bien.
-¿Se refiere usted al futuro de la carga, cuya restitución exige los Estados Unidos?
-Estoy viendo que la Argentina lleva el asunto a largas y eso no es bueno. Por supuesto, no corresponde la destrucción del material. Veo que Buenos Aires quiere hacer un proceso con esto y todo eso me parece desproporcionado, una exageración, algo fuera de contexto.
-¿Es vital para los Estados Unidos esa devolución?
-Creo que es un camino. Pero de verdad, no creo que a los Estados Unidos ese material le importe mucho. Por supuesto, quiere que se le restituya. Pero no por el material en sí. No es ésa la cuestión.
-¿Cuál es su lectura del episodio?
-Es un incidente desafortunado que ha generado una reacción fuerte en el gobierno argentino que para nada ayuda a la relación bilateral.
-¿Cuál es el efecto inmediato?
-Aumenta la desconfianza que ya existe y que es lamentable. De verdad, todo esto se podría haber solucionado de una forma racional, profesional y discreta, como corresponde. Fue el gobierno argentino el que eligió salir con esta actitud tan fuerte.
-¿Una actitud deliberada de Buenos Aires?
-Qué otra cosa se puede pensar, con el canciller en el aeropuerto, encabezando la revisación, pendiente de lo que pudiera aparecer, casi como si él mismo estuviese buscando. Da la impresión de que mucho de esto estaba preparado.
-¿Para qué?
-De los hechos surge que con toda la escena se estaba buscando algo con qué salir y criticar a los Estados Unidos, un motivo para criticar a Washington. A esta altura, es sabido que este tipo de aviones llevan equipos que no siempre se declaran. Pero se actúa de buena fe con ellos. Aquí lo que surge es que todo estaba preparado para hacer una escena pública.
-Si eso es así, ¿qué efectos tendría en Washington y en la relación bilateral?
-Lo ocurrido no se lee como un acto de un gobierno amigo, de un gobierno del que se es socio, sino del que se es adversario. Es un trato de adversario y de mucha desconfianza. Es lógico que de este lado se pregunten "por qué" y eso es lo que genera perplejidad. Porque, ¿qué es lo que estaba pensando la Argentina? ¿Qué pensaba que estaban haciendo los Estados Unidos con ese avión?
-¿Qué quiere decir?
-Que no cabe en la cabeza imaginar que ese avión y su equipo tuvieran otra finalidad que la declarada: entrenar a la Policía Federal y dentro de ese contexto se debió haber actuado. Todo lo demás es difícil de compartir.
-La Argentina dice que hubo errores en el procedimiento.
-Es probable. Pero hay canales para superar eso entre gobiernos amigos.
-Usted ha señalado más de una vez que en Washington no resulta claro situar a la Argentina en el contexto regional. Que se duda sobre situarla cerca de Venezuela o cerca de países como Chile y Brasil. ¿Está haciendo una opción el Gobierno?
-No creo que haya que darle tanta trascendencia al hecho, tampoco. Entiendo que hay mucha especulación aquí sobre por qué se hizo lo que se hizo, porque resulta incomprensible. Mucho se ha hablado de un enojo en Buenos Aires, un despecho porque el presidente Barack Obama no consideró a la Argentina en su primera gira regional y la Casa Rosada podría esperar lo contrario. Creo que puede haber sido un factor. Pero lo que no creo, al menos por el momento, es que esto signifique una opción de no retorno.
-¿Cómo lo evalúa, entonces?
-La relación entre Washington y la Argentina kirchnerista ha sido de altos y bajos. Este es un gran bajo, un enorme retroceso. Pero me consta que Washington quiere tener buena relación con la Argentina y quiero creer que en Buenos Aires existe la misma sensación, de modo que, dentro de un tiempo, empezarán a trabajar de nuevo juntos para buscar un espacio de mayor cooperación.
-¿Cuál es la secuela real del incidente?
-La desconfianza y el precedente. Queda como un precedente en esa desconfianza.
-Usted dice que el incidente no altera el alineamiento regional, ¿ocurre lo mismo con la percepción del rumbo presidencial? Durante algún tiempo, en Washington, se especuló con que Cristina Fernández era más moderada que su marido, el ex presidente Néstor Kirchner. ¿Sigue esa percepción?
-Creo que se valoró mucho la actitud de la Casa Rosada respecto de las filtraciones de WikiLeaks y eso se mantiene de esa forma. También es probable que allí estuviera el germen del problema: que la Presidenta tuviera expectativas de otro tipo de respuesta de Washington y que, al no tenerlo, pasó su mensaje. Si fue así, fue una manera muy errada de pasar un mensaje. Pero insisto: no creo que esto signifique que Cristina Kirchner seguirá una línea de mayor enfrentamiento con los Estados Unidos. Creo que esto hay que mirarlo con perspectiva y entender que fue una reacción de un momento, exagerada y desproporcionada, en respuesta a una decisión hecha en Washington con la que no está de acuerdo.
-Entonces, ¿no deja consecuencias?
-No digo eso. Ha sido y es un incidente serio. Lo que no creo es que se puedan extraer consecuencias ahora. Hay que ver cómo se termina y qué viene después. Queda como un precedente grave. Hay que poner elementos en el futuro y, si hechos como estos se repiten, ya es otra cosa.
-¿Cómo se lee el hecho de que, hace un par de semanas, el canciller Héctor Timerman haya endilgado a los Estados Unidos "enseñar prácticas de tortura" en la región?
-Es, indudablemente, otro precedente. Pero lo ubico en la misma línea de éste: ocurrió después de que Obama no incluyera a la Argentina en su gira. Y por lo tanto, para mí, forma parte de la misma reacción.
-Si no hay consecuencias inmediatas, ¿cuál sería, entonces, la secuela de la que habla?
-Deja mal sabor, deja irritación y hace evidente -y lamentable- que sea tan difícil establecer una relación de mayor confianza entre dos países que deberían tenerla. Nadie habla de las "relaciones carnales" del pasado, pero tampoco relaciones tan tensas. Hay ciertas acciones que están fuera de proporción y que traen más problemas que otra cosa. Habrá que poner mucho esfuerzo ahora para recuperar y poner nuevamente la relación en buen camino. Es, fundamentalmente, un problema de consistencia.
-¿En qué sentido?
-En que lo que cuesta con la Argentina es darle consistencia a la relación, de modo que se pueda construir sobre ella. Nada se puede construir sobre una base que tiene episodios buenos y episodios malos. Se necesita una sucesión de buenos entendimientos para construir a futuro. La consistencia es eso: construir confianza mutua. Eso, hoy, con la Argentina, no sucede. Ese es el costo.
-Un congresista republicano dijo que era una actitud infantil. ¿Es esa la definición?
-No, yo diría que es una cosa poco profesional. Que hay un manejo diplomático poco profesional. Insisto: hay un trato que corresponde entre países amigos y esto no se vio aquí. Esa es la clave de todo. ¿O acaso tiene sentido declarar que en el avión norteamericano se encontró morfina y asociar eso con los atentados terroristas que la Argentina sufrió en la década del noventa? ¿Acaso quieren decir que los Estados Unidos eran cómplices en un futuro acto terrorista? ¿Que los Estados Unidos quieren exportar terrorismo a la Argentina? Ahí están los errores, la desproporción.
-¿Cuál es la agenda hoy entre la Argentina y los Estados Unidos? ¿De qué hablan?
-Ese es el otro problema. Por un lado, la escasa consistencia para construir. Por el otro, no hay mucha definición. A la Argentina de Kirchner y a los Estados Unidos les ha costado construir una agenda común. Es difícil encontrar áreas en las cuales trabajar bien y lograr espacios concretos. Este episodio, por supuesto, no ayuda en esa tarea.
-Hay quien dice, sin embargo, que este episodio ha sido igual o tan grave que el de Mar del Plata con el ex presidente George Bush. ¿Lo considera así?
-Es grave, pero no tanto como aquello, porque el episodio de Mar del Plata fue algo directamente contra el presidente y esto no lo es. Aquello fue un enfrentamiento abierto; esto, en cambio, no está dirigido directamente contra el presidente Obama. Es, como aquella vez y esto es innegable, un golpe a la relación, pero considero que su impacto es menor.
-Puede tener como efecto la cancelación de futuros programas de cooperación entre ambos países o, incluso, que la Argentina pierda su condición de aliado extra OTAN?
-Yo no creo que nada de eso suceda y mucho menos lo de la OTAN. En lo profundo, dudo de que haya el menor ánimo para eso. Creo, de verdad, que se harán todos los esfuerzos posibles para mantener el nivel de cooperación. Si bien es cierto que esto ha sido un golpe a la relación y a la confianza mutua y una situación desafortunada, creo que cuando ambos gobiernos tomen alguna distancia, un respiro, y comprendan la situación, se darán cuenta de que pesan más los intereses comunes, que se trabaja en una agenda compartida que ha significado esfuerzo y que sería un error no mantener una colaboración.
-¿Cabe, en diplomacia, aquello de hacer de la crisis una oportunidad? ¿O el optimismo no tiene nada que ver con decisiones políticas?
-Yo creo que esto tiene que ver con el proceso. En la medida en que se comprende lo que está en juego, hasta es posible que se retome un mejor ritmo y un mejor diálogo. Esa es mi confianza. Eso es lo que espero que suceda. La alternativa de romper toda la cooperación, de hacer carne el drama y de eliminar la condición de aliado extra OTAN me parece que sería una decisión extrema que no convendría a nadie. Ni a la Argentina ni a los Estados Unidos.
-Si de algo habló la diplomacia norteamericana con el escándalo de WikiLeaks fue de lo que importan las relaciones personales en la actividad. ¿Es posible imaginar hoy una recomposición de relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos con los mismos actores?
-Yo creo que sí. No descarto la posibilidad de que haya un cambio de actores. Pero, en definitiva, ellos son o intentan ser profesionales y juegan su papel que es defender los intereses de su país. Tanto el subsecretario para asuntos hemisféricos, Arturo Valenzuela, como el canciller argentino Timerman están cumpliendo su labor. Lo que importa es la decisión política y el compromiso con esa decisión. Tiene que haber una decisión en el más alto nivel para que se repare esa relación. Los funcionarios deberían adaptarse a esa directiva. Deseo que este mal momento se supere y se ponga la relación en un término más constructivo.
© LA NACION

MANO A MANO

WASHINGTON
Por la sede del Inter-American Dialogue (IAD), en el corazón de Washington, desfilan figuras de toda América latina. Los coloquios allí, con los ventanales que asoman sobre los techos rojizos de las antiguas casas en Dupont Circle, son poco menos que un "clásico".
Su mesa tiene la virtud de lograr que por ella transiten las principales tensiones de la región, con la serenidad que se matiza con un café con los infaltables y calóricos muffins del desayuno, o el habitual almuerzo de sándwiches y ensaladas, en el caso de que la cita sea al mediodía. "Es una casa de diálogo", dicen sus inspiradores.
Con ese espíritu, que Shifter comparte plenamente en su condición de presidente, no sorprende mucho que mida cada palabra antes de contestar el reportaje con LA NACION. Lo último que desea es que su análisis aumente una tensión que considera, sin medias tintas, lamentable. Habitualmente expansivo, parece más cauteloso esta vez. Desde que comenzó el conflicto, es uno de los analistas que más empeño ha puesto por comprender la posición argentina. Y eso es una característica que se nota en su análisis.
Es consciente de la gravedad del golpe infligido a la relación bilateral con los Estados Unidos en estas últimas tres semanas, desde que empezó la ofensiva contra la "exportación de tortura" de la que habló el canciller Héctor Timerman hasta el abrupto final de una misión de capacitación policial entre dos países que el propio ministro había calificado como "amigos".
Conocedor de los recovecos de nuestra región y, por igual, del razonamiento de la diplomacia norteamericana, Shifter navega entre las dos realidades con la bandera de que el conflicto no escale, como norte claro a lo largo de toda la conversación. La convicción del empeño es tal que permea, por momentos, en sus sentencias.
Su mesa ha tenido como oradores a los dos principales actores del conflicto. Estuvieron en el Diálogo tanto el canciller Timerman como el secretario adjunto Valenzuela, el principal funcionario de Barack Obama para la región.
En su momento, muy crítico de los Kirchner, Valenzuela no llegó nunca a ser recibido por Cristina Fernández y jamás alcanzó con ella el trato de confianza que la Presidenta sí concedió a su predecesor, Tom Shannon. Hubo quienes vieron en este conflicto un posible ingrediente personal. Shifter lo niega.
Afirma que la diplomacia es cosa de profesionales y de decisión política. Y asegura, desde esa posición, que esto jamás debería haber pasado. Pero que una vez ocurrido, la única vía razonable es repararlo..

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