El País, Madrid
Los desafíos de Almagro en la OEA
El nuevo Secretario General debe revitalizar a la organización como foro de diálogo
RUBÉN
M. PERINA 4 JUN 2015 -
Luis
Almagro / ULY
MARTÍN.
Luis Almagro, el nuevo Secretario General de la OEA, enfrenta significativos retos
para revitalizar la organización continental cuya credibilidad y relevancia han
sido cuestionadas en los últimos años por el manejo desprolijo de sus recursos y
por su débil actuación en defensa de la democracia y los derechos humanos en
estados miembros con franco deterioro de su institucionalidad democrática. El
desafío estratégico es cómo revitalizar a la organización como el principal foro
de diálogo para promover y garantizar la seguridad, la paz, la democracia y los
derechos humanos en el hemisferio. Así, Almagro enfrenta por lo menos ocho
desafíos:
1. Construir consenso alrededor de una visión
estratégica es quizás el primer y el más difícil reto. Esto requiere mucho más
que presentar un plan de trabajo. Requiere liderazgo, creatividad, energía y
capacidad de negociar constantemente con los 34 estados miembros para que la
aprueben y financien. Nada fácil dado la división geopolítica existente en el
hemisferio que se refleja en el cuestionamiento y/o desinterés en la
organización —por diferentes razones— por parte de miembros cruciales como
Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela y el mismo Estados Unidos.
2. Descartar la noción de que el nuevo SG/OEA es
como un nuevo presidente de un país que, por haber ganado una elección, puede
hacer o deshacer a piacere y puede imponer su visión del hemisferio y de la
organización. El SG es simplemente el secretario, con limitadas atribuciones, de
una organización cuyos miembros son los que pagan y deciden por la misma. Su
función es ejecutar los mandatos de los mismos. El SG no puede siquiera visitar
un país o enviar una observación electoral sin el permiso de su gobierno.
3. Concentrar los esfuerzos de la OEA en los
pillares en que tiene ventaja comparativa: la paz, la seguridad, la democracia y
los derechos humanos, y hacer de esto las verdaderas prioridades de la
organización. La OEA no tiene los recursos financieros ni humanos (como en la
época de la Alianza para el Progreso) para dedicarse a promover el desarrollo
socio-económico, la lucha contra la inequidad y la pobreza o las inversiones,
como plantea Almagro. Esto ya lo hacen bien el BID, el IICA, la OPS, la CEPAL y
otros. La OEA sí pueda actuar como foro político y de coordinación hemisférica
para la identificación de grandes lineamientos de cooperación en la materia. No
más.
4. Defender con firmeza y fortalecer los
instrumentos ejecutivos para la aplicación de la normativa existente como la
Carta Democrática Inter-Americana. Se pueden restaurar los programas de
cooperación para el fortalecimiento de las instituciones democráticas y a la
promoción de sus valores y prácticas de la ex Unidad para la Promoción de la
Democracia (1991-2004), que fueron eliminados por la administración previa.
Promover la democracia es más que observar elecciones. Pero crear una Escuela de
Gobierno en la OEA, como propone Almagro, no procede; la OEA no es una
institución académica. Sí se puede apoyar iniciativas nacionales o regionales en
ese sentido.
5. Resistir y contrarrestar el intento de
ciertos gobiernos de creciente tinte autoritario/populista de impedir el
involucramiento de la OEA en la solución o siquiera el análisis de situaciones
políticas que amenazan los derechos humanos y el orden democrático, o de
obstruir su observación electoral, o de debilitar la Comisión Inter-Americana de
Derechos Humanos, como han tratado Bolivia, Ecuador y Venezuela.
6. Convertir la OEA en un verdadero foro de
diálogo inclusivo y democrático, pero no sólo entre los poderes ejecutivos de
sus miembros, a los que siempre se atiende y defiende, sino incorporando a la
mesa la voz de las instituciones legislativas, las organizaciones de la sociedad
civil, los partidos de oposición y la prensa independiente. En situaciones de
crisis política urge el diálogo entre gobierno y la oposición; ello puede evitar
golpes de estado como el de Honduras en 2009, o puede terminar con la
polarización y la violación de los derechos humanos de prisioneros políticos en
Venezuela, o con la persecución de la prensa en Ecuador.
7. Resolver graves y urgentes problemas
administrativos y de déficit financiero estructural, en base a las
recomendaciones del Plan Estratégico para la Modernización Administrativa,
preparado por el consultor Canadiense y presentado al Consejo Permanente a fines
del 2014. Esto implica ajustar y redimensionar la burocracia de la organización
a sus verdaderas prioridades y revalorar su capital humano (con frecuencia
menospreciado y mal utilizado), cuyo compromiso con la OEA se ha erosionado en
los últimos años. También implica manejar adecuadamente la interacción (tensas
con frecuencia) con los Embajadores en el Consejo Permanente, cuyo consenso es
indispensable para lograr un necesario aumento y rebalanceo de cuotas que
permita solucionar el déficit financiero y cumplir con los mandatos de la
organización.
8. No insistir con la reinserción de Cuba a la
organización antes que el régimen dictatorial castrista comience una apertura
interna democrática. Sugerir que la OEA debe hacer un mea culpa por el
tratamiento a Cuba es desconocer o tergiversar la historia. Al régimen se le
abrió la puerta en 2009, pero no ha querido entrar porque tendría que adherir a
los principios y propósitos de la OEA, lo que significaría resignar su
dogmatismo comunista.
De cómo se manejan estos desafíos depende el
éxito o no de la gestión administrativa y diplomática de Almagro.
Rubén
M. Perina es exfuncionario de la OEA y profesor en la George Washington
University.
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