Los millonarios de la jihad en Irak
La delgada línea roja
Cuando los
milicianos yihadistas del ISIS, entraron hace dos semanas en la ciudad
iraquí de Mosul lo primero que hicieron fue robar la sucursal del banco
central. Se llevaron en dinares el equivalente a US$ 420 millones. Una
suma que les permitiría, por ejemplo, financiar un ejército de 60.000
combatientes por un año pagándoles US$ 600 por mes a cada uno. Con estos
recursos –y muchos otros con los que ya cuentan- se van a necesitar
muchos drones y misiles estadounidense para expulsar a esta fuerza que
ya está a las puertas de Bagdad.
El ISIS es un conglomerado de
milicianos sunitas que incluye a sirios, iraquíes, árabes de los
emiratos del Golfo Pérsico, sauditas y cientos de europeos. Armaron su
estructura de las cenizas de lo que fue la red Al Qaeda en Irak,
liderada por Abu Musab al Zarqaui, que combatió con éxito a las tropas
de EE.UU. y dominó años Fallujah y Ramadi. Cuando cayó Zarqawi decenas
de milicianos escaparon hacia Siria con al menos US$ 200 millones y un
arsenal conquistado a los iraquíes. Los yihadistas del ISIS tienen
también el apoyo de la minoría sunita iraquí que gobernó por 30 años de
la mano de hierro de Saddam Hussein. Cuando escaparon también se
llevaron millones de dólares de las arcas del Estado. Ese dinero fue
reproducido en la última década en los bancos del Golfo y regresa para
financiar esta nueva Guerra Santa contra la mayoría shiíta, en el poder
desde la caída del régimen. Dos días antes de que los yihadistas
invadieran Irak desde Siria, donde controlan un enorme territorio, unos
comandos del ejército iraquí apresaron a un oscuro y sospechoso contador
conocido como Abu Hajjar. Tenía en su poder 160 pen derives (archivos
externos) con cifras difíciles de entender. Cuando la información llegó a
manos de la CIA se conocieron las otras fuentes de financiamiento del
ISIS. Supieron que antes de robar el banco de Mosul ya tenían al menos
US$ 2.000 millones provenientes de diferentes fundaciones religiosas
solventadas por millonarios árabes que hacen sus donaciones en alguna
distracción a sus innumerables negocios manejados de las torres de Doha o
Abu Dhabi. Dinero que el ISIS se encarga, luego, de regar de sangre.
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