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miércoles, 5 de agosto de 2015

ARGENTINA. KEYNES 2007 Keynes y el desarrollo. Axel Kicillof

Keynes y el desarrollo

Por Axel Kicillof
Para LA NACION

Una de las consecuencias acaso menos previsibles de la crisis de 2001 se produjo en el campo de la teoría económica. Después de décadas de desatención e incluso de un relativo desprestigio, las ideas de Keynes recobraron parte de su antiguo atractivo. Renombrados economistas y analistas, funcionarios de toda jerarquía, varios ministros y hasta algunos presidentes de la región se autoproclamaron seguidores del célebre lord inglés, fallecido hace 60 años.
Sin embargo, como ocurrió en otras coyunturas, las políticas presuntamente keynesianas no siempre guardan una estrecha relación con las ideas originales de ese autor. Si bien la gravitación de Keynes en la Argentina tiene una larga historia -que se remonta a la década de 1940-, la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), su libro más influyente, rara vez interviene de manera directa en la discusión. Son los modernos intérpretes de Keynes, los neokeynesianos, poskeynesianos y antikeynesianos, quienes llevan la voz cantante. Cabe hacerse, pues, una pregunta: ¿son genuinamente keynesianas las políticas económicas actuales?
La influencia de Keynes en América latina estuvo inicialmente ligada a la figura del economista argentino Raúl Prebisch (1901-1986), primer director del Banco Central, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), de las Naciones Unidas, y autor del influyente libro Introducción a Keynes, publicado en 1947. Prebisch fue, en realidad, un "arrepentido": desde su alta posición en la Secretaría de Hacienda, durante la gran depresión, instrumentó sin éxito las tradicionales medidas de austeridad recomendadas por la ortodoxia para salir de la crisis. Más adelante dio un vuelco, bajo la inspiración de las ideas keynesianas, y promovió las políticas de industrialización sustitutiva que se aplicaron en muchos países latinoamericanos durante la segunda posguerra.
Estos programas económicos, como se sabe, estaban conformados por una amplia batería de medidas coordinadas entre sí. Ellas abarcaban desde el control de la emisión monetaria y del acceso al crédito hasta la producción directa de algunas manufacturas. Curiosamente, muchos de estos controles estatales fueron aplicados, en principio, por gobiernos conservadores, como el de Uriburu.
La actual política económica está nuevamente dirigida, según sus promotores, a incentivar la producción y el empleo. No obstante, los instrumentos que se utilizan son limitados y modestos, cuando se los compara con el fabuloso despliegue de herramientas de la etapa de industrialización.
Hoy, la principal palanca económica es, indudablemente, el tipo de cambio. El mecanismo es sencillo: el Gobierno busca sostener un tipo de cambio elevado (competitivo) para favorecer las exportaciones, con lo cual logra, al mismo tiempo, establecer una barrera cambiaria que protege a la industria doméstica, al encarecer los productos de importación. Esta política ha sido cuestionada porque, según los críticos, sosteniendo artificialmente la tasa de cambio mediante la emisión se pone en peligro la estabilidad de los precios internos.
Así, de un modo u otro, las discusiones giran en torno de la política monetaria. Tempranamente, en 1923, Keynes identificó un dilema entre la inflación y el control cambiario: "Si el nivel de precios exteriores es inestable, no hay forma de lograr que nuestros precios y nuestros cambios se mantengan ambos estables. Y tenemos que escoger". (Breve tratado sobre la reforma monetaria).
Con la Teoría general..., Keynes rompió de manera definitiva sus amarras con el pensamiento tradicional. Uno de los puntos críticos es precisamente éste: "Por mi parte, soy ahora un poco escéptico respecto del éxito de una política puramente monetaria". En efecto: el desarrollo de la crisis de la década de 1930 llevó a Keynes a descubrir que las inversiones son el verdadero motor de la actividad económica y su languidez, la causa principal del estancamiento. ¿Cómo se establece el volumen de inversión? Los empresarios son quienes deciden su nivel, y lo hacen sobre la base de sus pronósticos sobre la rentabilidad esperada.
Aquí se encuentra la dificultad: al carecer de elementos sólidos para fundar sus expectativas sobre el futuro lejano, los inversores se ven forzados a comportarse de manera "especulativa". La inversión especulativa y, por tanto, inestable y fluctuante, no es una desviación, sino la norma en el capitalismo maduro. Es por eso que Keynes, pese a encontrarse en las antípodas de las doctrinas socialistas, llega a una curiosa conclusión: "Afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares".
¿Qué enseñanzas deja esta posición para los actuales debates? Traducido a los términos contemporáneos, puede decirse lo siguiente: la macroeconomía y, en particular, la política monetaria, carece de instrumentos suficientemente poderosos para garantizar un proceso de crecimiento sostenido. Según Keynes, no alcanza con controlar el tipo de cambio, la tasa de interés o el nivel general de precios y sentarse a esperar que los privados realicen gastos de inversión de la magnitud adecuada. Por eso, sostiene, la acción del gobierno debe ir aún más lejos: "Espero ver al Estado, que está en situación de poder calcular la eficiencia marginal de los bienes de capital a largo plazo sobre la base de la conveniencia social general, asumir una responsabilidad cada vez mayor en la organización directa de las inversiones". Más allá de toda polémica acerca de la veracidad de esta teoría, lo cierto es que para el Keynes de la Teoría general... ninguna política macroeconómica es capaz, por sus propios méritos, de asegurar el crecimiento sostenido. .
El autor, investigador del Conicet y de la UBA, es autor de Fundamentos de la teoría general. Las consecuencias teóricas de lord Keynes (Eudeba).

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