Diario "La Capital". Rosario, Viernes, 20 de junio de 2014
América latina: dos océanos, una voz
Integración. Sudamérica está forjando
una identidad propia para el siglo XXI. La región tiene una insólita
oportunidad histórica, ya que se encuentra allí donde comienzan a
confluir corrientes procedentes del Atlántico y el Pacífico.
Por Luiz Inacio Lula Da Silva (*) y Ricardo Lagos (**)
Asistimos a tiempos de convergencia en América
latina, sobre todo en Sudamérica. Puede que un individuo miope, viendo
únicamente las encontradas tendencias ideológicas de nuestra región,
pusiera en cuestión esta afirmación. Pero la verdad es que bajo la
superficie se está desarrollando una identidad más colaborativa, que
creará una identidad latinoamericana para el siglo XXI.
Durante la primera semana de abril una delegación de
la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), compuesta
por representantes de Cuba, Costa Rica y Ecuador, mantuvo importantes
reuniones en Pekín con objeto de acordar una agenda para el Foro
Celac-China, de reciente creación, que en el próximo mes tiene previsto
celebrar su primera reunión oficial en Brasil, inmediatamente después de
una cumbre del grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
En abril, también se reunieron en Quito delegados de
Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Perú, Surinam, Uruguay y
Venezuela, para inaugurar la Escuela Suramericana de Defensa, que plasma
la existencia de una misma concepción de la defensa regional, ajena a
injerencias o hegemonías externas.
A pesar de esos acontecimientos, los negacionistas se
empeñan incluso en rechazar la posibilidad de que América latina pueda
avanzar hacia la unidad, manteniendo que el establecimiento de más
vínculos entre los países del Atlántico y el Pacífico no tiene sentido.
Es una actitud que ha llevado a más de un periodista a plantear
preguntas como ésta: "Junto con México, Perú y Colombia, Chile forma
parte de la Alianza del Pacífico. Los analistas señalan que ese bloque,
considerado progresista, surgió como contrapunto a Mercosur. ¿Es así?".
Por supuesto que no. Pero es preciso definir una visión estratégica
clara e irrefutable. En América latina podemos bascular tanto hacia el
Atlántico como hacia el Pacífico, lo cual constituye un privilegio en
medio del reordenamiento global al que asistimos. Además, al estar en
medio, nuestras iniciativas deben coordinarse para poder aprovechar las
oportunidades que se presentan.
Por una parte, tenemos una historia secular en el
Atlántico, una red económica que nos une a Africa, Europa y el
Mediterráneo. Por otra, está el Pacífico, donde tenemos acceso a
potencias económicas como Japón, China y la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático, además de a Australia y Nueva Zelanda. América latina
tiene una insólita oportunidad histórica, ya que se encuentra allí donde
comienzan a confluir corrientes procedentes del Atlántico y el
Pacífico. Pero este desafío actual exige a nuestras comunidades que, en
ambos océanos, ahora y no más adelante, modulen mejor su voz.
Es un desafío que de nuevo nos conduce a una palabra
con mucha frecuencia repetida a lo largo de nuestra historia como
Estados independientes: integración. A través de la integración debemos
ir más allá de los muchos esfuerzos regionales fallidos del pasado, para
alcanzar los supuestos objetivos que estos tenían. Otros actores
sociales -emprendedores, sindicalistas, artistas, estudiantes, turistas-
han respondido con más rapidez a la necesidad de integrarse que los
propios gobernantes de los Estados. Chile, un país del Pacífico, es un
importante inversor en Brasil, un país atlántico. En los últimos años ha
invertido más de 24.000 millones de dólares en Brasil, creando así
decenas de miles de empleos en sectores como la producción de celulosa,
papel y electricidad, las tecnologías de la información, y las
industrias química y metalúrgica. A sus empresas hay que añadir las de
Argentina, Perú, Colombia y México, entre otros países, que operan en
Brasil para abastecer a un creciente mercado interno de 200 millones de
consumidores.
Por otra parte, hay que señalar que Brasil y
Argentina, además de realizar inversiones mutuas, han apoyado varios
proyectos industriales y de infraestructuras en otros Estados de la
región. Por ejemplo, hasta 2006 solo dos empresas brasileñas operaban en
Colombia. En la actualidad hay 40. En Chile funcionan 70 de propiedad
brasileña y en Perú, 44. A todo ello hay que añadir la presencia de más
países sudamericanos en Centroamérica y el Caribe, donde están
invirtiendo en nuevas plantas industriales y financiando la construcción
de puertos, aeropuertos, carreteras y metros.
La Alianza del Pacífico, que aspira exclusivamente a
promover una unión económica de carácter modernizador, será más eficaz
cuando se relacione más estrechamente con Brasil, Argentina y otros
países del litoral atlántico. Del mismo modo, los países atlánticos
tendrán todavía más peso cuando sus actividades internacionales vayan
unidas a las de las naciones del Pacífico.
Y en este contexto es donde puede apreciarse el
trabajo en pro de la integración de Unasur, la Unión de Naciones
Suramericanas, ya que, por su pluralidad y su autoridad, esta
organización puede ser de utilidad para acometer las tareas que tenemos
pendientes: la inversión en una red de vías férreas y puentes; la
integración energética en una región rica en hidrocarburos, recursos
hídricos y gas; la mejora del flujo de mercancías, que sirva para
sustentar un dinámico crecimiento del comercio interregional que, aunque
entre 2002 y 2013 pasó de 49.000 millones de dólares a 189.000, todavía
representa menos del 20 por ciento del total; y la creación de nuevas
políticas que aborden el fenómeno de la emigración y de respuestas al
siempre creciente número de ciudadanos que exige libertad de movimiento.
Como se ha declarado recientemente en Quito, también
son precisas políticas de defensa comunes que protejan nuestros recursos
naturales y aúnen esfuerzos para que se nos reconozca como "zona de
paz". La Celac, a la que pertenecen 33 Estados, también debe servir para
canalizar el debate sobre problemas políticos y económicos. Por
ejemplo, esa organización regional podría reunirse dos meses antes de la
cumbre del G-20 y las naciones de la zona podrían pedir a sus tres
países presentes en dicho foro mundial -Argentina, Brasil y México- que
plantearan nuestras posiciones respecto al cambio climático, la
emigración, el proteccionismo, el tráfico de drogas, una nueva
estructura financiera internacional y los mecanismos de seguridad y paz,
entre otras cuestiones.
El diálogo que está teniendo lugar entre la Celac y
China no es menos importante que las conversaciones que ahora se están
manteniendo con Estados Unidos y la Unión Europea. Igualmente importante
será que la agenda sudamericana se reactive con realismo y visión de
futuro.
Ex presidentes de Brasil (*) y Chile (**
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